Comentario radial y escrito.
El tiempo sigue su andar, su hacer levanta polvaredas.
Unos creen que vamos en circulo, amarrados algunos, a inmutables
privilegios que les permiten gozar la vida a todo trapo. Otros, a como caigan,
la mayoría de ellos, caen de guata, boca abajo o de costado.
En algún momento del andar, sea este como sea, el calendario nos mandata
a quedarnos en el país de los palos blancos; pero las estructuras, mochilas,
libros, memorias y recuerdos, seguirán con otros y nuevos pirquineros, haciendo
los caminos.
La cuestión en el vivir, tiene responsabilidades éticas, morales,
abrigadas y de adaptares, que nos hacen encofrar un caminar para caer todos
parados.
Desgraciadamente hemos aprendido re poco en los 200.000 años
transcurridos.
Pero, una adaptación, un desarrollo hemos concebido: Ser los únicos
habitantes, sobrevivientes del planeta, que tenemos la capacidad de
reflexionar.
Reflexionar, ese pensamiento crítico que sé conlleva, de alguna manera
maravillosa, es la relación entre la química, la biología y las matemáticas.
Podemos decir por respeto a la inteligencia, que el desarrollo integral,
no solo de los seres humanos, sino de la naturaleza entera, no necesita eso de
la fuerza bruta ejercida y embruteciendo a otro semejante, explotándolo,
estrujándolo o que la letra con sangre entra, eso no tiene nada de cognitivo.
Sin embargo, nuestro existir de hoy, de mañana es igualito al de miles y
miles de ñus, cebras y gacelas, cruzando un rio; los cocodrilos nos hacen
chupete, más de la mitad nos ahogamos.
En las dos orillas, la atravesada y la por llegar, la emigración es
celosamente esperada, por ansiosos depredadores que nos esperan con mantel
largo.
Vivimos tiempos muy complicados, contradictorios, de adivinanzas y
locuras; codiciosos, oscuros, y tan oscuros que vislumbrar la cordura, la
solidaridad, el amor, te llenas de esperanzas y una sonrisa agradecida baila en
tu interior.
Pero basta prender la televisión, escuchar las noticias y despierta la
realidad.
¡Al rio nos vamos!
Estoy más viejo que viejo.
Despierto en dolores arropado, no me atrevo ni a pestañear.
Siento que lo “bailao y lo tomao” se ríen de mí.
Empiezo a mover las pupilas, me estiro de a poquitito, para amortiguar la estira y vida; me voy en mis vivencias.
Y como dijera y sintiera Federico García Lorca, los recuerdos me traen
vidas, tiempos y caminos.
Puedo saborear un beso, la miel de un damasco; me siento aferrado a un
arado, puedo ver angustiado las ancas de una mula, Gibraltar me hace llorar,
siento las alturas de Potrerillos, me traigo los burros de Barquitos, veo los
durmientes apilados.
Veo en el desierto a Chacabuco solitario, sus puertas que fueron
puertas, son marcos desolados, muros desteñidos.
Me aromo por Pueblo Hundido, que, por ignorancia, Diego de Almagro se
llama.
Me abrigo en Fuerte Bulnes y me engrupo en el Milodón.
En María Elena me quedo, y por cosas de ahora, necesito decirte por
decencia que.:
Un febrero de 1818, Chile se declaraba territorio libre y soberano,
cortando de cuajo hasta la mitad, el cordón umbilical que lo ataba al Imperio
invasor español.
Dejando si, una elite de descendientes, encargados de parir una
oligarquía privilegiada con millones y millones de envidiosos, ofreciendo su
fuerza de trabajo por el puro pan y techo.
Los habitantes de a pie y los montados en burro, quedaron como las huifas.
Los indígenas se llevaron la peor parte.
Algunos de ellos fueron casi
exterminados por la codicia de aventureros extranjeros y por la viruela por los
invasores traída.
Para hablar de los Mapuches, hay que sacarse el sombrero.
Hoy, cuando el mundo entero se acomoda a su manera para cruzar el rio, ellos, siguen luchando por sus tierras usurpadas por los más feroces depredadores.
Santiago de Chile, capital del país, al igual que ahora, era el centro de todo.
El almacén de la pobreza.
Lo único que falto en esos tiempos del Copiapó lujurioso, era un John Wayne, había uno, León Gallo se llamaba, pero no era lo mismo.
Los espectáculos más prestigiosos
que venían de Europa o de otros lados, no tenían su “premier” en Santiago, las
ganancias estaban en Copiapó.
A lo largo del país, el vivir era escaso y el trabajo también, desde el 1800, más menos; el oro, la plata, el salitre y el cobre, nos tuvo en una migratoria triste, pobre y de esperanza, de arriba para abajo, de abajo para arriba.
Como el pais es estrecho, organizar los codazos de los que vienen y de los que van, ha sido y es una suerte de campamento, por donde habita la mentira y la miseria.
El saber de esos tiempos es para ponerse a llorar de impotencia, rabia y vergüenza.
El solo saber el porqué de los conventillos y los Cité en Santiago, dan ganas de agarrar a peñascazos a cualquier cuico.
La existencia privilegiada de los que cayeron parado, dejo una placenta de pobreza, que fue y es, semilla y campo de cultivo para la ignorancia, para el crimen, la delincuencia, la corrupción, la prostitución, el abuso infantil, la explotación, la ignorancia de clase.
Cualquier ignominia tenía y tiene
su refugio, en mí flaco país.
Desde el siglo XIX que andamos con hambre y sed, de pensamiento crítico.
Para los países extranjeros, la plata en Chañarcillo era elocuente, y tan elocuente que se construyó la primera línea férrea con su locomotora a cuesta.
Metían el mineral en sus vagones y a Caldera los boletos.
De Caldera, para ultramar.
La historia, es igualita a la
canción explicativa de la guerra civil española, de Chicho Sánchez Ferlosio,
“La hierba de los caminos”. Una estrofa agregada por Rolando Alarcón.
La riqueza partía, dejando una herencia de odios y miserias.
Las consecuencias demográficas con
la crianza de ovejas en
Métele bala allá por Iquique y por Tacna. En Londres, descargando guano y salitre.
Son recuerdos desgraciados que se emparentan con los campamentos y pueblos mineros levantados por el cobre.
Casi toda la familia de mi familia ha estado en ellos encaramados.
El vivir, la historia y memoria de
cada familia chilena tiene que ver con el resultado de la relación de producción
del mar y de sus cosas, del bosque, de la papa y sobre todo, de su minería.
El pueblo sufrió, vivió, vive, una injusticia social infame.
Pero no todo fue escoria, algunos que llegaron traían las interrogantes e inquietudes de la revolución francesa.
Así, en el equipaje de algunos “busca vida”, arrinconado y con miedo, venia un inquieto anarquismo que permitió y dio vida y espacio a los movimientos sociales en el seno de la clase obrera chilena.
Y en un Chile como ese, fue maná.
Un Maná complicado y diverso.
Su discurso en las luchas por el pan y la justicia social no logro en la práctica, ser políticamente unificador, pero si, protagonizo, construyo una solidaridad combativa y de clase.
Por nombrar una, entre cientos de
manifestaciones, movimientos sociales: “Mitin de
Se salió a las calles; Valparaíso
y Santiago se congestiono.
La protesta obligo la intervención de militares. 200 muertos fue el costo por la indignación.
El General que mando disparar fue
Roberto Silva Renard, el mismito que dos años más tarde ordenara abrir fuego y
asesinar a 3.600 obreros del salitre caídos en
Por decirlo de alguna manera, la clase Obrera de esos tiempos, esa de izquierda, buscaba a lo “gallina ciega”, una forma de organización.
La muerte diezmaba a los obreros y la sociedad miraba.
Es como la tragedia de hoy.
Los niños mueren a granel y los gritos del mundo son eso, puros gritos.
Los partidos políticos proclamaban la emancipación política de los trabajadores.
Es decir, el derecho a luchar por conquistar el poder político.
Una incisión en el primer partido político en Chile, el Radical, se denominó, Partido Democrático.
En esos tiempos, a vista de tantas muertes obreras, los movimientos de izquierda se cambiaban de nombre y grupo a su puro antojo.
La desunión de los trabajadores y
de sus dirigentes, eran aplaudidos fervorosamente por la oligarquía
terrateniente.
Luis Emilio Recabarren, primer
pensador marxista nacional, fue militante del Partido Democrático, se alejó de
él y formo en 1912 el Partido Obrero Socialista, hoy, Partido Comunista de
Chile.
Se tienen 112 años de vida entrelazados en las neuronas del pueblo trabajador y en la historia de país y de otras geografías.
Una vida que tiene de todo.
Somos parte de todas las conquistas sociales que van en beneficio del pueblo trabajador, ya sea en su salario, como en la jornada laboral, como en sus derechos y deberes.
Hemos muerto por ello.
O creen usted que la jornada de trabajo de 14 horas diarias, pagadas en fichas, hasta las 40 horas a la semana las pensó y empujo la derecha chilena.
El derecho a la tierra es para los comunistas fundamental, para poder proclamarse país soberano.
O creen ustedes que el fascismo
viviente aún, intento felicitarnos mortal en el gobierno de Salvador Allende
por
Eso fue y es, nuestro pecado capital.
Se acuerdan de
Casi me matan por ella.
El Derecho a la vivienda, pa que cresta quiero un lápiz si no tengo casa.
El partido se ha vestido en
Se abrigo en el Zaguán de
Derechos humanos…Piensen en Víctor, en Marta, en Rodrigo, en Carmen Gloria
Si ser parte y haber promovido todas estas historias que digo, es ser dictador, ladrón, oportunista, antidemocrático, comunista e mierda, maldito, picao y frustrado, corrupto, si, lo soy.
Y a mucha honra.
Alejandro Fischer Alquinta.
Estocolmo 20240310