Comentario radial y
escrito.
Quiero hablar de amor y me “trapilco”.
Todo lo que soy me lo ha dado el amor y sus cómplices.
Han sido más sus cómplices que el mismo amor.
Así, complicado, me voy aferrando a los torrentes de la diversidad de amar.
Cuál será el misterio que una sonrisa de ella, puede enternecer mis demonios, mis rencores.
Como una mirada, un caminar, una diferencia, una carta, un estado emocional puede seguir deshonrando caminos, ramales.
Mi madre, mi padre no tienen nada que ver con las vivencias que me aturden, que me inquietan, que sorprenden, me obligan a mirar de frente.
Y mi mirar de frente es insolente, oportunista a veces, cruel a veces, doliente, de soledad cobarde; de trigo no tan bueno, tostado al sol de la vergüenza y del olvido.
Quiero hablar de amor y no puedo; mi vivir por el amor vivido, me suena obligado, de último paradero, abandonado con una pala y un lápiz, una guitarra, un empezar, un seguir incierto, con manos y carne.
Se me vino encima un andén sangriento, me dejo vulnerable como gota de vino; ahuyento las sombras del pentagrama y de la tiza.
Me dejo apuntado con el filo del yatagán.
Y los sueños lo construyeron otros sueños.
Mi seguir dependió del daño de la infamia.
Otros comenzaron a revolver mis cartas, el mazo se achicaba y se seguía revolviendo. Cuando el mazo ya no fue un mazo, me dan la oportunidad de cortar el mazo.
No había nada que cortar.
Solamente otra vida venía y yo me iba.
No pude hacer nada, no puedo reciclar nada.
He tenido oportunidad de proseguir por un tiempo los segundos escritos por mi intelecto, un intelecto para cantar en adobo.
No soy víctima de nada, cuando tome el camino que ando, sabía de sus consecuencias, sabía de las soledades y olvidos, de vestimentas que hoy me aplastan.
He estado en guerra toda mi vida, las cualidades que me tocaron por biología han estado siempre al lado del pobrerío.
Mi vida, como las de miles y miles, aparte de hacer pan, vino y cuaderno, ha estado en guerra contra el pudiente por corrupción o herencia; van miles de combates, batallas interminables, digo interminables porque todavía me sorprende, me espanta, me almorrana, la capacidad monstruosa del Imperialismo para presentarse en el campo de batalla.
Tengo contradicciones que me hacen más viejo de lo que soy.
Tengo el convencimiento que, de cerca, por el medio y por la galucha, he vivido lo bueno y lo recontra malo que llevamos en nuestro interior camuflado.
Pocas cosas que suceden hoy en el mundo me impresionan.
Quiero hablar de amor y me trapilco.
Soy el gatillar de dos fracasos sin ninguna esquina.
Tengo tres hijas con dos madres diferentes y muy fresco quiero hablar de amor.
Dicen por ahí, que siempre hay una posibilidad, una alternativa; hasta yo lo he machacado.
Siento que el caminar impuesto, incierto, a la gallina ciega, con responsabilidad mentida, es llevar una carga que te hunde, te enchueca, te amarga.
Me gustaría cantar “Himno al amor” y me atoro.
Unos días atrás, veía una foto de la compañera y esposa de un hermano de clase y de vida.
Ese rostro me hizo volver en amaranto, encontrar esa sensibilidad y fuerza que tiene mi pueblo y organización para cambiar el mundo.
Uno se pone obrero con tantos profesionales.
¡Mire usted!
Como que uno ve de otra manera.
Con las pretensiones de eliminar para siempre los anhelos de justicia social al sur de América, el Imperio gringo y su mundo civil y militar asesinó a nuestro presidente Salvador Allende.
Para asegurarse elimino brutal a más de 3.000 coterráneos y viajeros.
Esta acción financiada por el Gobierno de los Estados Unidos se convirtió en un síndrome dominó salvaje.
Más de 40.000 víctimas fueron y siguen siéndolo, más de 200.000 perfilados por el mundo entero.
Pareciera que existe una relación extraña, de patas y memoria corta entre los lazos sociales de las víctimas, con la ciudadanía que elige a los legislativos garantes de la soberanía de país.
El rechazo mayúsculo en el plebiscito, es digo de estudio de la moral y memoria.
De otra forma, no me puedo explicar que existan sectores con derechos políticos, es decir, de poder, vinculados estrechamente a los promotores del golpe fascista en Chile.
Es una locura.
Lo digo de esta manera, porque no me puedo explicar la negación pública o desfigurada del porqué de tanto crimen ese 11 de septiembre.
Las 40 medidas del programa de Gobierno de Salvador Allende, debería ser un faro y un coscacho con todos aquellos que se ponen apellidos con locura.
Y yo quiero hablar de amor y me constipo.
Me siento arrinconado, en Ecuador se están matando, para justificar la continuidad de la infamia… Y en el Salvador se están enrejando.
Es un caos muy re grande.
Es lo que quiere el Imperialismo, caos.
Y tanta es la demencia del capital, que permite una pelea de gallos entre Italia con Francia.
No sería extraño inventar a Cesar Vallejo como insigne libertador del litoral de Tarapacá.
Y yo quiero hablar de amor.
Un sentimiento, un estado extremadamente sensible, sin
ojos, que busca no ser solo.
Alejandro Fischer Alquinta.
Mediterraneo 20230813