Autor: Aleida March de la Torre* |
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5 de octubre de 2017
23:10:42
Fuente: www.granma.cu
Resulta difícil poder
expresar en simples palabras, cuando uno guarda muy dentro –casi como un
santuario–, lo más querido de estos dos hombres extraordinarios que me guiaron
por los senderos misteriosos del saber. Pudiera parecer sencillo reflejarlo en
imágenes, sin embargo, cada recuerdo es portador de un hecho singular,
testimonio de esa unión indisoluble que vibró entre ellos, muy compleja de
ceñir en breves líneas.
Es imposible
retrotraerse a los días del primer encuentro del Che y Fidel en México sin acudir
a documentos o a testimonios que ellos mismos emitieron en algún momento y que
forman parte ya de la historia reciente.
De las reflexiones
hechas por Fidel sobre esos primeros contactos, se aprecian los juicios que va
haciendo de aquel joven, que llegó hasta él por intermedio de su hermano Raúl y
que, desde el primer día de ese encuentro, permanecerían unidos en la lucha,
primero en Cuba y más tarde en el anhelo de alcanzar un mundo mejor con otros
horizontes por delante.
Sobre esos días quedan
algunas imágenes de cuando fueron detenidos junto a un grupo de futuros
expedicionarios, en la estación migratoria situada en Miguel Schultz, en el DF
de México, a partir del 21 de junio de 1956, además de haber sido narrado por
el propio Fidel, años más tarde: «…uno tiene la impresión de una presencia
permanente del Che, por lo que simboliza, por su carácter, por su conducta, por
sus principios. Era un gran número de cualidades realmente excepcionales. Yo lo
conocía muy bien, muy bien desde que entré en contacto con él en México…».
La similitud de
sensaciones y cualidades son sintetizadas, también, por el Che en sus Pasajes
de la guerra revolucionaria, cuando expresa: «Hubo quienes estuvieron en
prisión cincuenta y siete días, contados uno a uno, con la amenaza perenne de
la extradición sobre nuestras cabezas (somos testigos el comandante Calixto
García y yo). Pero en ningún momento perdimos nuestra confianza personal en
Fidel Castro. Y es que Fidel tuvo algunos gestos que comprometían su actitud
revolucionaria en pro de la amistad. Recuerdo que le expuse específicamente mi
caso: un extranjero, ilegal en México, con toda una serie de cargos encima. Le
dije que no debía de manera alguna pararse por mí la revolución, y que podía
dejarme; que yo comprendía la situación y que trataría de ir a pelear desde
donde me lo mandaran y que el único esfuerzo debía hacerse para que me enviaran
a un país cercano y no a la Argentina.
También recuerdo la
respuesta tajante de Fidel: "Yo no te abandono". Y así fue, porque
hubo que distraer tiempo y dinero preciosos para sacarnos de la cárcel
mexicana. Esas actitudes personales de Fidel con la gente que aprecia son la
clave del fanatismo que crea a su alrededor, donde se suma a una adhesión de
principios…».
Después, le sigue la lucha
en Cuba por nuestra verdadera independencia. El Che conocía nuestro país por
Fidel y de esa manera se entrega todo para dar lo mejor de sí. Es el propio
Fidel, con su genio político y estratégico, quien comprende mejor que nadie la
valía de aquel joven de origen argentino, pero cubano por convicción.
Al inicio se produjeron
días de enfrentamiento terribles para los bisoños combatientes, entre los que
se encuentran el combate de Alegría de Pío, donde muchos cayeron y otros fueron
prisioneros, pero Fidel estaba vivo y seguiría guiando al resto, dispuesto a
dar las batallas imprescindibles para alcanzar lo que el pueblo cubano esperaba
con ansia, la definitiva libertad. Se van sumando campesinos y hombres de la
ciudad, los que con el ejemplo de los primeros se nutre y se forma el Ejército
Rebelde.
Es así, que la Sierra
Maestra se convierte en la gran escuela de lucha, incluyendo el combate contra
la corrupción, la traición y la cobardía de toda especie, en la que se decantan
los hombres y va emergiendo lo más valioso. Muchas fueron las ocasiones en que
Fidel y el Che tuvieron que intercambiar opiniones. Existen documentos que
confirman esa toma de decisiones sobre si se debía o no atacar una patrulla
enemiga o mejor hacerlo a un cuartel, no solo por el número de armas a
conseguir, sino también por la relevancia política del enfrentamiento.
En el Uvero se tiene un
ejemplo de lo expresado. Para el Che significó un paso más en su madurez como
combatiente y como médico, por la confianza depositada cuando Fidel le ordena
conducir a los heridos, curarlos y, lo más importante, defenderlos del ataque
enemigo. Sabía Fidel que ya podía confiar plenamente en aquel hombre.
Siguen tiempos
difíciles, la lucha se extiende, el Che es nombrado el primer comandante de la
fuerza combativa, ahora se sienten más fuertes y debaten entre ellos las
estrategias a seguir. Se crea una nueva Columna al mando del Che denominada
Columna 4 para despistar al enemigo, aunque en realidad era la segunda por no
existir ninguna otra organizada. Posteriormente, parten dos nuevas columnas
para formar nuevos frentes de lucha, el primero, bajo las órdenes de Raúl
Castro, constituyéndose el II Frente y el tercero, dirigido por Juan Almeida.
En el archivo
documental del Centro guardamos celosamente un documento en el que Che hace
mención a la idea original que tenía Raúl y él de trabajar juntos en el futuro
II Frente, pero finalmente Fidel, al pensar en una estrategia mayor, envía al
Che para Minas de Frío, escuela formadora de combatientes, pensando ya en
extender la lucha a todo el país.
Son los momentos en que
Fidel decide enviar a Camilo, hasta entonces jefe de la vanguardia de la
Columna 4, a
los llanos de Oriente, en abril de 1958. Según mi opinión, ya Fidel comienza a
vislumbrar lo que el Ejército Rebelde podía ejecutar fuera de los predios de la
Sierra Maestra al haber realizado hazañas decisivas y poner en jaque al alto
mando del ejército de la dictadura.
Para mayo de 1958,
comienza la ofensiva del ejército enemigo con 10 000 hombres, sin embargo a los
dos meses y medio fueron derrotados con 2 000 bajas, entre muertos y heridos. A
juicio del Che el ejército «salió con la espina dorsal rota». Sin dudas, sirvió
para desarrollar la estrategia final diseñada por Fidel, en tres puntos claves
de la geografía del país: Santiago de Cuba bajo su mando personal, la invasión
a occidente, con el Che hasta Las Villas y Camilo hacia Pinar del Río.
La marcha de la
invasión se expande desde el 31 de agosto de 1958, ocurriendo una separación
momentánea entre Fidel y el Che hasta su reencuentro el 5 de enero de 1959, en
el aeropuerto de Camagüey, con posterioridad al triunfo de la Revolución. El
Che se traslada en un avión de carga hasta esa provincia donde se efectúa el
contacto con el «Gigante» como le llamara Camilo. Para ese entonces, el Che se
había convertido en un destacado estratega militar al aplicar lo aprendido
durante la travesía hacia Las Villas, y por las tácticas empleadas para
conducir la tropa en la toma de la provincia, que según cálculos debía durar un
mes y se hizo en apenas unos días.
El 7 de enero ocurre el
segundo encuentro en la provincia de Matanzas. Yo no estuve en la reunión, pero
ese día sí pude conocer a Fidel, encuentro para mí inolvidable.
Después del 8 de enero,
día de la entrada victoriosa de Fidel a La Habana, se suceden semanas y meses
de múltiples acontecimientos de gran relieve para Cuba.
El 17 de mayo se firma
la Ley de Reforma Agraria y, ya para el 12 de junio, el Che inicia su primer
viaje al exterior donde contacta con los países que conformaban el Pacto de
Bandung. Es un recorrido muy especial por su importancia estratégica dentro de
la política exterior de Cuba, teniendo en cuenta el aporte decisivo de esos países
en la Asamblea General de la ONU si se producía una agresión de fuerzas
contrarias al ejemplo que emanaba de la Cuba revolucionaria.
Los primeros años de
revolución presentan serias dificultades internas. En 1961, mientras nos
enfrascábamos en eliminar el analfabetismo, bandidos pagados por el enemigo se
alzan en algunos parajes del territorio nacional, los que fueron eliminados por
el pueblo armado, convertido en aguerridos milicianos, quienes lucharon para no
dejarse arrebatar las conquistas alcanzadas. Imperó la unidad de las fuerzas
revolucionarias con el tesón y el carisma personal de Fidel, y donde, por
supuesto, el Che se destaca por sus análisis y posiciones críticas.
Para 1962 la lucha
continúa, solo que esta vez cobra dimensiones superiores al estallar la
denominada Crisis de Octubre, conocida también como crisis de los misiles.
Para el Che fue un
momento con huellas indelebles, sintetizadas en su carta de despedida y leída
por Fidel en la constitución del primer Comité Central de nuestro Partido: «He
vivido días magníficos y sentí a tu lado el orgullo de pertenecer a nuestro
pueblo en los días luminosos y tristes de la Crisis del Caribe. Pocas veces
brilló más alto un estadista que en esos días […]. Pocas veces brilló más alto
un estadista, me enorgullezco también de haberte seguido sin vacilaciones,
identificado con tu manera de pensar y de ver y apreciar los peligros y los
principios».
Unido a ese gigantesco
esfuerzo, Fidel, en múltiples ocasiones, ha explicado cómo enfrentamos tareas
inmensas para barrer el pasado y construir una nueva sociedad. En el caso
particular del Che, ha expuesto cómo ejerció diversas funciones y cada vez que
hacía falta un hombre para un cargo importante siempre estaba dispuesto a
realizarlo. Lo cierto es que, en todo el tiempo transcurrido, los que tenemos
el deber de respetar y admirar esa unión de pensamiento y de ideas, entre estos
hombres que nunca podremos separar, debemos imaginarnos, por intermedio de las
fotografías compiladas, la empatía que se respira y la sugerencia de lo que se
conversa en tono íntimo y muy personal.
De igual modo, así lo
deja plasmado el Che en su carta de despedida, cuando partió para solidarizarse
con la lucha de los pueblos africanos: «Que si me llega la hora definitiva bajo
otros cielos, mi último pensamiento será para este pueblo y especialmente para
ti».
*Directora del Centro
de Estudios Che Guevara.