Editorial
Semanario "El
Siglo"
Del 22 al 28 Noviembre 2013
“Vientos del pueblo”.
“Vientos del pueblo me llevan,
vientos del pueblo me arrastran,
me esparcen el corazón
y me aventan la garganta”.
Así cantaba Miguel Hernández, el gran poeta de la Guerra Civil Española, en
medio de esa gigantesca tragedia que tiñó de heroísmo los primeros decenios de
un siglo trágico: el que venimos de superar para adentrarnos de lleno en el XXI
ya en pleno Tercer Milenio (“me aventan”: es decir, me llenan, me colman).
¿Podemos, hoy, decir lo mismo o al menos aludir a esta gran poesía, a
propósito de lo que viene de ocurrirnos en este Chile tan neoliberalizado?
El hecho esencial –y no se lea esta expresión en “clave empresarial”, por
favor- es que una coalición política que adoptó el nombre de “Nueva Mayoría”,
viene de obtener un apoyo ciudadano de tal magnitud que la llamada “Alianza por
Chile” se enfrenta, si no a su disolución al menos a un periodo de profunda
reflexión y reordenamiento interno.
Para no hacer humor fácil -y por ello, dudoso- no aludiremos a las muestras
de júbilo de una candidatura que celebra el haber sido “tan sólo” derrotada.
Bueno, se dirá, así es la naturaleza humana y mientras hay vida hay esperanza…
Cierto es, también, que la candidatura presidencial de la Nueva Mayoría
aspiraba a un triunfo definitivo; esto es, a no tener que someterse a una
segunda vuelta. Ello no ocurrió, y habrá tiempo para las múltiples
interpretaciones de tal realidad. En este escenario, el lugar común que hoy
recorre la prensa a partir de las teorizaciones de la dirigencia aliancista es
que en diciembre lo que viene es “otra elección”, un escenario totalmente
distinto, etc.
Las cifras pueden ser interpretadas y reinterpretadas hasta la saciedad.
Que la votación de fulano, que la de mengano, que la de perengano.
Todo eso puede discutirse, y trazarse las más optimistas y hasta eruditas
curvas de votos que irán de aquí para allá y para acullá o que se hundirán en
el proceloso mar de la duda… o la abstención.
Las cifras simples y duras nos dicen que la derecha tiene un margen de
“recuperación” que apenas si se asoma a un 10%. Serían sus “reservas
estratégicas”.
En cuanto a los territorios de la disidencia al modelo, no caben dudas de
que es, por mucho, más amplio y auspicioso.
Queda el inmenso territorio de los abstinentes. Y cabe preguntarse si el
que se abstuvo de concurrir a las urnas fue un contingente convencido de las
bondades del modelo y, por ello, interesado en una continuidad del gobierno de
Sebastián Piñera. Ciertamente, tal hipótesis es por lo menos discutible. Los
satisfechos no se quedan en casa. Como los electores que pertenecen a los
deciles más acomodados los beneficiarios en extrema minoría de las injusticias
del modelo, no prestan oído a los llamados a la abstención.
Y, entonces, en pura lógica, quedan esos millones que decidieron que su
arma de lucha era abstenerse. Opción que se puede discutir, pero que sin duda
es legítima. Y que tiene como fundamento, y explicación, la bancarrota de un
modelo de explotación, injusticias y marginalización, sin precedentes en la
historia de un sistema social en sí mismo injusto e irracional.
No cabe duda en cuanto a la estrategia de la derecha: conquistar a ese
vasto electorado mediante un discurso “moderado”, prudente; un suerte de
conservadurismo que no se atreve a decir su nombre. Mediante el halago de
llamar a cada una y cada uno como miembro de “la clase media”, la candidatura
pinochetista atizará los temores ante un estado de cosas, como la inseguridad
ciudadana, que es la consecuencia directa del modelo que pretende eternizar.
Para rebajar el nivel del debate político, la derecha intentará “calmar las
aguas”. Que las cosas no sean llamadas por su nombre: “robo”, al robo;
“injusticia”, a la injusticia; “dictadura”, a la dictadura.
Tal vez –no hay que engañarse- algunos prestarán oídos a estos cantos de
sirena y tratarán de amoldarse a ese tipo de debate entre cobarde y vergonzoso.
Pero, “Vientos del pueblo me llevan,/ vientos del pueblo me arrastran”. La
marea ciudadana se puso en marcha y ya es incontenible. La Nueva Mayoría no
tiene otro camino, legítimo y provechoso, que continuar en el tren de movilizar
las conciencias. Cuando se tiene la certeza de sus convicciones, éstas no
pueden conducir a otro destino que hacerse cada vez más sólidas. El pueblo está
mirando, celoso y vigilante, en espera de las señales que auguren ese Nuevo
Chile que está una vez más y de manera privilegiada en sus manos: “me esparcen
el corazón/ y me aventan la garganta”.