En el 247 aniversario de su natalicio (7):
Iván Ljubetic Vargas, historiador del
Centro de Extensión e Investigación
Luis Emilio Recabarren, CEILER
No
podías estar en este baile.
Tu
fiesta fue un castillo de explosiones.
Tu
baile desgreñado es la contienda.
Tu
fin de fiesta fue la sacudida
de
la derrota, el porvenir aciago
hacia
Mendoza, con la patria en brazos.
(Pablo Neruda: “Canto General”)
7. SOLDADO PATRIOTA
En 1813 se iniciaron las guerras
de la Independencia. O’Higgins puso su
espada al servicio de José Miguel Carrera designado comandante en jefe del
Ejército patriota por la Junta de Gobierno de 1813.
Prácticamente en todos los
monumentos y cuadros aparece el prócer con su uniforme de militar. Pero
O’Higgins no fue soldado de profesión. Había estudiado comercio en la Academia
de Richmond. Escribió en 1810: “La carrera
a que me siento inclinado por naturaleza y carácter es la del labrador”. Y en
1813 explicó: “Soy un militar de circunstancias, que había tomado las armas
para defender la patria como simple comandante de guerrilleros en un momento de
peligro”.
Octubre de 1813. José Miguel
Carrera planeaba apoderarse de Chillán, que estaba en manos realistas. Dividió
su ejército en dos partes. Dejó la Segunda División al mando de su hermano Juan
José dos kilómetros más arriba de la confluencia del Itata con el río Ñuble y
se dirigió con 800 hombres al paso de El Roble, distante tres leguas
hacia el oriente del campamento de la Segunda División.
Juan Francisco Sánchez, jefe
realista que ocupaba Chillán, decidió
atacarlo sorpresivamente. Mandó una
fuerza que atravesó el Itata de noche y se ubicó en la ribera sur, al oriente
del Ejército patriota. Al norte del río, enfrente del paso El Roble, los
realistas habían ubicado una fuerza de 400 hombres, con la misión de evitar el
paso del río a los patriotas. Esta fuerza se mostró en todo momento para
distraer al enemigo.
Al despuntar el día 17 de octubre
de 1813, las tropas realistas cayeron
inesperadamente sobre las fuerzas de Carrera, provocando gran confusión.
Carrera, perseguido por los
soldados realistas a caballo, decidió cruzar el Itata para alertar a las tropas
patriotas comandadas por su hermano, el brigadier Juan José.
El coronel Bernardo O`Higgins reunió unos doscientos hombres, corrió a
proteger la artillería y a organizar la resistencia. Como la lucha se
prolongaba ya más de una hora O'Higgins, impaciente, tomó el fusil de un
soldado que había caído muerto a su lado y le gritó a los suyos: "¡O vivir
con honor o morir con gloria; el que sea valiente que me siga!" La tropa, alentada, se precipitó sobre el
enemigo y lo puso en completa dispersión en pocos momentos. O'Higgins, herido
en un muslo, continuó a pie la persecución del enemigo hasta hacerlo repasar el
río en el mayor desorden.
Los realistas dejaron más de 80
muertos en el campo de batalla, mientras que los patriotas perdieron 30 hombres
y hubo numerosos heridos.
La huida del campo de batalla de
José Miguel Carrera se interpretó maliciosamente y sirvió para acentuar los
cuestionamientos a su mando. O'Higgins, a raíz de ésta batalla, fue reconocido
por Carrera cómo "el primer soldado de Chile" por los méritos
demostrados, al mismo tiempo que El Roble se convirtió en la primera victoria
significativa para los patriotas.
Poco después, O´Higgins reemplazó a Carrera como comandante en jefe
del Ejército patriota.
Los días 1º y 2 de octubre de 1814
tuvo lugar la batalla de Rancagua. Durante dos días, atrincherados en la Plaza
de esa ciudad, resistieron los patriotas al mando de O’Higgins, los ataques de
las fuerzas realistas muy superiores en número. Cuando al segundo día, la
defensa de la plaza se hizo imposible, O’Higgins ordenó a los sobrevivientes
montar a caballo y se lanzaron en un audaz asalto por sobre las trincheras
enemigas. De los 600 soldados que
iniciaron esa intrépida carga, sólo 300 pasaron las defensas realistas. Con
estos soldados, más otras unidades que encontró en el camino, el héroe se
dirigió a Mendoza, provincia de Cuyo,
para preparar la revancha. El Desastre de Rancagua marcó el fin de la Patria
Vieja, período iniciado el 18 de septiembre de 1810, y el comienzo de la
Reconquista realista.
En Chile, los guerrilleros de
Manuel Rodríguez no dejaban tranquilos a los realistas. En Mendoza, con la
inmensa solidaridad del general José de San Martín, gobernador de Cuyo, se
organizó el Ejército Libertador. Este ejército, según el general argentino,
debía luchar contra los realistas con tres objetivos concretos: afianzar la
independencia de las Provincias Unidas del Río de la Plata, contribuir a la
emancipación de Chile y derrotar al
Virreinato del Perú, último bastión de dominación española en América del Sur.
El Ejército Libertador se componía
de 3 generales, 28 jefes, 207 oficiales,
15 empleados civiles, 3.778 soldados de tropa (formado por una mayoría de
soldados negros y mulatos, más de la
mitad esclavos libertos, y por soldados
chilenos); 1.200 milicianos montados
(para conducción de víveres y artillería), 120 barreteros de minas (para
facilitar el tránsito por los pasos), 25
baquianos, 47 miembros de sanidad (para conformar el hospital de
campaña), 16 piezas de artillería (10 cañones de
La proeza del cruce de los Andes,
que duró cerca de un mes, fue el momento más memorable del Ejército de los
Andes.
Éste se dividió principalmente en
dos gruesas columnas, la primera comandada por el propio San Martín, atravesó
la cordillera de los Andes por el paso de los Patos. La segunda, comandada por
el brigadier argentino Juan Gregorio Las Heras, marchó por el paso
de Uspallata, conduciendo todo el parque
y la artillería, cuyo transporte era imposible por el más escabroso paso de Los
Patos. La gran dificultad del cruce de la cordillera de los Andes generó que sólo
4.300 del total de mulas y 510 del total de caballos lograran cruzar al otro
lado de las montañas.
La oligarquía criolla fue aliada del rey español y luchó
contra los intereses de Chile. Traicionaron a la patria. Los mismos grandes terratenientes criollos, que habían
convocado el Cabildo del 18 de septiembre de 1810, firmaron el 9 de febrero de
1817, un Acta de Sumisión al rey Fernando VII, en la cual abjuraban de todo
movimiento libertario y repudiaban a los patriotas.
En este vergonzante
documento, servilmente manifestaban “su
íntima y decidida adhesión que tenemos a la sagrada causa de nuestro legítimo
monarca el señor Fernando VII…”
Renegaban de los patriotas y pedían…”Castigar, como es justo, la osadía
y el orgullo de los insurgentes de la otra banda”.
No vacilaban estos traidores
ofrendar “…sus vidas, y sin reserva de cosa alguna estaban prontos y resueltos a defender los sagrados derechos
del rey, a cuya obediencia vivimos gustosamente sujetos”.
Al pie de tan ignominioso
documento figuraban apellidos como Larraín, Aldunate, García Huidobro.
Pero les falló el olfato a los
traidores. Aún no se secaba la tinta de esa acta infamante, cuando el Ejército
Libertador, al mando de los generales José de San Marín y Bernardo O’Higgins, luego de realizar la
proeza de cruzar la cordillera de los Andes, pisaba suelo chileno. Tres días
después, el 12 de febrero de 1817, derrotaba a las tropas del rey en la batalla
de Chacabuco.