Comentario radial y escrito.
Las inmensas tragedias y barbaridades que vamos creando y dejando a la infancia de ayer, de hoy y venidera, me tienen con todo mi intelecto en patota y estampida, deseando creer en Satanás.
Necesito creer, que, todos los días, los jardineros de la muerte, tendrán que encontrarse con el caballero con cachos, para ser agasajados por él, con azufre al odio y asado de carroñas a la bayoneta.
Yo no creo en brujos, pero que los hay, los hay.
Lo que pasa en Gaza, no tiene nombre, ni tampoco lo ha tenido la etnia Herero en Namibia, tampoco la ciudad Nankin en China, ni en Ruanda, ni en Camboya, ni en Hiroshima, menos en Vietnam.
Lo que pasa en Gaza, sobrepasa inmenso, los marcos de crimen de guerra y de lesa humanidad establecidos por la razón.
Y esa razón, no reacciona, no arranca, no se esconde.
En tiempos de invasión y conquista, las etnias de américa del norte fueron margaritas sangrientas para los anglosajones y franceses:
Este si, esta no, este menos, esa tampoco.
Un genocidio ahumado y sacramentado.
Para que nombrar mayas, aztecas, incas, onas; ellas no necesitaban margaritas.
Con tanta televisión, información y cibernética, uno se pregunta a que le llaman terrorismo.
¿Quién lo trajo, quien fue él tímido que lo invento, como se pone en marcha?
¿Se come, se contagia?
Para mí, viviente de todo, es una instancia insana, macabra y razonable, en la que muere la población civil más vulnerable, creyendo que, con ese infierno, se logre conseguir los objetivos, que el “hacer de la política” no ha podido resolver.
El pensar así, es infame.
El terrorismo no tiene otro nombre ni apellido.
Actualmente, el odio en que se desgrana el terrorismo está siendo vestido por cientos de sastres diferentes.
Para tener una idea, la invasión de Europa Occidental a nuestra américa extermino a más del 80%de su población originaria.
¿Que nos lleva a comportarnos tan sin razón?
¿Es una psicosis colectiva, nos vamos en “la volá”?
Se viene a mi memoria una vivencia.
Yo estudie mis humanidades en el Seminario Conciliar de La Serena; si, antiguos compañeros de curso leen lo que cuento, se acordarán y reirán.
El Seminario Conciliar, era ya, un edificio antiguo, tenía sus años.
Algunas de las paredes de sus salas de clase, sus costados se desmejoraban lentamente, pequeños cascotes caían al suelo. Al entrar a la sala, con el pie uno los arrinconaba y listo.
Mi clase era el sexto año de humanidades.
Éramos como 40.
El único inspector que mantenía el orden en todo el colegio era el reverendo padre Visigalli.
Pedro Visigalli. Un cura barnabita que ame y amare.
Fue un puntal enorme en mi formación crítica y social.
Todos lo veíamos inmenso, poderoso. Se contaba que antes de ordenarse sacerdote había sido boxeador.
Nos comunican que un profesor estaría ausente.
Una hora seria nuestra.
Alguien, agarro un pequeño cascote y se lo tiro a alguien, ese alguien, agarro otro cascote y se lo tiro a otro, ese otro a otro, y así se fue el casquerio; en no más de 5 minutos los 40 estábamos en una guerrilla a cascote limpio, brutal.
Las “patá” en la pared para armarse de cascotes eran para ponerlas en un cuadro.
De repente un grito gutural nos deja paralizados, era el cura Visigalli, cascote en mano.
Reunión de apoderados, no recuerdo cuanto se tuvo que pagar por reparación de la pared.
¿Como puede un ser humano llegar a perder toda razón, toda perspectiva?
En esos tiempos no había teléfonos celulares, ni Gran Hermano tampoco, menos Netflix.
Pero pasó, como pasa actualmente, que, un alumno lleva un arma de fuego a su escuela y se pone como contratado a disparar contra todo lo que ve.
O, que, un gracioso, corre la voz que hay una bomba en él establecimiento y se tiene que cerrar la escuela.
Cuando el SIDA azoto nuestra población, “la caza de brujas” fue infernal, bestial, ignorante.
A través de los medios de comunicación le “dan como caja” a la infamia, al odio, al racismo, a lo homofóbico; con la inmigración son ignorantes y crueles, con la miseria y pobreza se sacuden y miran para otro lado; y, así, cuando llega , “no la agarras ni para el tandeo”, aunque no tengas ni pal pan.
Y por ahí pasa y por ahí se queda.
El sistema en la que hemos tanto vivido, tanto construido, nos muestra y muerde una vez más, nuestra pobreza sumisa y permanente.
De Lota me voy pá Coronel, hoy, prisionera y humeante por llamas y desgracias.
En esa población minera y obligada se me asoma Romilio Garcés, asesinado por la Dictadura fascista; lo arropo y me abrigo.
Solamente ese abrigar, me protege de la ignominia del odio y me impide olvidar; el abrigar me protege la memoria y la conciencia. Me traigo a Marta Ugarte, a Víctor; asesinatos bestiales, calificado por los medios escuchantes de crimen pasional.
Ay, la memoria de mi pueblo y de los pueblos.
El olvido es colectivo, “sana, sana potito e rana”.
Tengo presente “las palabrerías” de los 50 años.
50 años que sonaban en los medios privados de comunicación, como amortiguando el golpe fascista y sus crímenes de lesa humanidad.
Lo justificaban, lo discutían, era analizado, sospesado; toda una tragedia, dolores infernales, cambios de infiernos y de fosas comunes. El operativo enfermo de los asesinos en serie, “Retiro de Televisores” no impresionaban a nadie.
50 años para olvidar.
¡Grito agrietado, con canto y guitarra en ristre, indignado, vulnerable, medio morir saltando, políticamente insatisfecho!
Más de 40.000 son las victimas olvidadas, sin generación alguna o de generación robada; más de un millón en el exilio, 40/50 años de retroceso en la conciencia social de la población…
Y hoy, los que sustentan las mismas ideas y calendarios de muerte artera, le entregan al presidente de la República, un proyecto constitucional elaborado por cómplices de los sepultureros, para que sea en diciembre, aprobado o rechazado por el pueblo.
Y a esta infamia, las opiniones en el mundo entero le llaman democracia, estado de derecho, derecho a la libre expresión y soberanía.
Las Malvinas, las Torres Gemelas, Iraq, Afganistán, Yemen, Libia, Perú, Siria, Venezuela, Cuba, el pueblo saharaui, Palestina, son víctimas de un mismo fusil y mercado.
El rechazar en diciembre el proyecto constitucional no necesita argumentos, es solamente un acto de justicia, de inteligencia, de necesidad, de humanidad, de esperanza.
Alejandro Fischer Alquinta
Estocolmo
20231112