Iván
Ljubetic Vargas, historiador del
Centro
de Extensión e Investigación
Luis
Emilio Recabarren, CEILER
He leído el artículo del sociólogo argentino Atilio
Borón, escrito con fecha15 de octubre de 2019.
Estoy muy de acuerdo con su afirmación que “lo que
caracterizó esta revuelta (la realizada en Ecuador por las organizaciones
indígenas contra el “paquetazo”) fue su tremenda debilidad ideológica y
política que mal podía ocultarse bajo lo multitudinario de su convocatoria”.
Coincido, igualmente, que ella “careció de una dirección política”.
Partiendo de esos propios planteamientos de Atilio
Borón, me parece un error comparar la
revuelta en Ecuador con los
acontecimientos de Rusia en 1917.
Atilio Borón afirma: “Trazando un paralelo con la
revolución rusa lo que vimos en Ecuador pareció ser un octubre y resultó un
febrero”. Ingeniosa frase, pero equivocada.
Quizás muchos se ilusionaron al conocer la magnitud
de las protestas
(no pocos hablaron de la caída del traidor) y al no
considerar las condiciones objetivas y subjetivas existentes en Ecuador. En
primer lugar, lo apuntado por Borón: tremenda debilidad ideológica y política
de quienes encabezaron las acciones, la falta de conducción política. A ello
debemos agregar la carencia de un partido revolucionario, la debilidad de los
sindicatos.
Es incomparable el Octubre de 2019 con el Octubre de
1917. Para que el Octubre ecuatoriano
fuese como el de Rusia, se necesitaba la existencia de un partido político como el de los bolcheviques, líderes como Vladimir Ilich Ulianov y Stalin.
Las masas para triunfar necesitan una vanguardia
revolucionaria.
Por otra parte, no es fácil derrotar un gobierno,
aunque quien lo encabece sea un traidor. A propósito de ello, recordamos la
principal confrontación que en Chile se dio contra el gobierno de Gabriel
González Videla. Fue en agosto de 1949 contra el alza de la tarifa de la
locomoción, conocida como “la huelga de la chaucha” (moneda de 20 centavos),
debido a que los pasajes fueron alzados
en esa cantidad.
Se iniciaron el martes 16 de agosto por los estudiantes, encabezados por
jóvenes comunistas. Los enfrentamientos en la capital duraron varios días.
Hubo, según datos oficiales, cuatro muertos y 19 heridos.
Las acciones de protesta también se produjeron en las
provincias de Tarapacá, Antofagasta, Atacama, O’Higgins, Concepción y Arauco.
No se logró eliminar el alza. Pero las jornadas
callejeras obligaron al traidor a cambiar su gabinete y a limitar la represión.
¿Es verdad que -como afirma Borón- se produjo en
Ecuador “la derrota del alzamiento popular”?
¿Acaso la derogación de Decreto 883 no es un triunfo?
Finalmente, ¿Se podía esperar más de una revuelta
encabezada por elementos con tremendas debilidades políticas e ideológicas?
El caso de Ecuador muestra, una vez más, la
importancia fundamental de la lucha ideológica, la imperiosa necesidad de un
partido marxista-leninista de masas, así como también los daños que producen
los métodos personalistas.
Esperamos que el pueblo ecuatoriano sepa encontrar el
camino, de acuerdo con sus propias condiciones, para derrotar el traidor y
abrirse camino hacia un mañana más promisorio.