Querida compañera, querido
compañero:
Hace 61 años el otoño
comenzó en Chile muy movido. Masivas luchas contras alzas. Feroz represión de
parte del segundo Gobierno del general
Carlos Ibáñez del Campo. Fueron asesinados valientes manifestantes, entre ellos
la joven universitaria Alicia Ramírez. El
2 de abril de 1957 tuvo lugar la "batalla de Santiago", el asalto
y destrucción de la Imprenta Horizonte y
de las oficinas de "El Siglo".
Pero entonces "El
Siglo" reapareció a los 28 días.
Un abrazo,
Iván Ljubetic Vargas
1957: LA REBELIÓN CONTRA LAS ALZAS
Iván Ljubetic Vargas, historiador del
Centro de Extensión e Investigación
Luis Emilio Recabarren, CEILER
En Chile, el otoño de 1957 comenzó lluvioso. Pero, lo que llovieron
fueron las alzas de los artículos de primera necesidad. El general Carlos
Ibáñez del Campo, en su segundo gobierno, aplicaba las recetas de la Misión
Klein Sacks que golpeaban a los sectores
populares. La elevación de las tarifas de la locomoción colectiva de $ 10 a $
15 fue la gota que rebalsó la paciencia ciudadana. Pronto surgieron las
protestas.
EN EL PUERTO
En Valparaíso se constituyó
un amplio Comando contra las Alzas. Lo
integraban la CUT, las federaciones de estudiantes de las universidades
Católica y de Chile, el FRAP, el Partido Radical, la Falange Nacional y la
Municipalidad porteña.
Rol principal en esta unidad lo jugaron los comunistas de Valparaíso.
Uno de sus dirigentes, Manuel Romero, escribió en la revista “Principios” de
julio-agosto de 1957: “A los problemas existentes en Valparaíso, el gobierno
agregó el alza de la locomoción colectiva en más de un 200% Como era de esperar
las masas no podían soportar una sangría tal y se lanzaron a las calles en
miles y miles a manifestar su protesta más enérgica... Lanzadas las masas a la
calle, la Dirección del Partido comprendió que se estaba ante un hecho de
enormes proporciones. Vimos que si el
Partido no se lanzaba a las calles en conjunto con la clase obrera, sería
imposible dar dirección al movimiento. Vimos, también, que se precisaba unir en
la acción a todas las fuerzas que resistían las alzas. Con esta visión
constituimos el Comando contra las Alzas”
Este comando confeccionó un plan de acciones que se inició el miércoles
27 de marzo de 1957 con mítines relámpagos de obreros y estudiantes. Estos se
repitieron el jueves y viernes. El sábado 30, masivas marchas recorrieron las
principales calles del puerto, culminando en un acto en la Plaza O’Higgins.
Irrumpió la policía disparando contra los manifestantes. Quedó un muerto y
numerosos heridos.
La represión no impidió que una serie de paros se llevaran a cabo los
dos primeros días de abril.
EN LA CAPITAL
La situación en Santiago fue muy distinta. Las acciones contra las alzas
tuvieron mucho de improvisación y espontaneismo. Tanto la CUT, el FRAP, otros
partidos de oposición y las federaciones estudiantiles fueron sobrepasadas por
los acontecimientos. Al respecto, Mario
González escribió en “Principios” de julio-agosto 1957: “La falta de capacidad
de dirección dejó abierto el camino a la provocación policial en gran escala...
Numerosos militantes del Partido (Comunista) se sumaron y actuaron en la lucha.
Incluso hubo camaradas que, por su propia iniciativa, hicieron esfuerzos para
dirigir la lucha, organizaron mítines en el centro de la ciudad, trataron de
orientar a las masas, se opusieron a los actos vandálicos, pero fueron
rebasados por la magnitud de los sucesos”.
LA ALEGRE PROTESTA DE LOS JÓVENES
El lunes 1º de abril estudiantes, convocados por la FECH, celebraron amplia asamblea. Allí recibieron
la información de las medidas represivas adoptadas por el Gobierno del ex
dictador Carlos Ibáñez del Campo. En la madrugada del domingo 31 de marzo de
1957, agentes de la policía de Investigaciones allanaron los hogares de los
dirigentes de la CUT, Clotario Blest, Juan Vargas Puebla, Baudilio Casanova,
José Díaz Iturrieta, Elías Mallea, Oscar Astudillo y del dirigente de la FECH
Enrique París. Todos fueron detenidos.
Mientras de efectuada la asamblea estudiantil, fuerzas de carabineros
rodeaban el local de la FECH, ubicada en San Isidro con Alameda.
Finalizada la reunión, universitarios y secundarios salieron a la calle.
Formaban alegres rondas, cantaban y
coreaban consignas contra las alzas. Desafiaban valientemente a las
fuerzas policíacas. La gente que pasaba por la calle y la que miraba desde los
edificios los aplaudía con admiración y entusiasmo. Así les brindaba su apoyo.
Al caer la noche se agudizó la represión. A las 21, 45 horas se disolvieron las
manifestaciones y los jóvenes de retiraron para sus hogares.
EL ASESINATO DE ALICIA RAMÍREZ
Un grupo de estudiantes iba por la calle Miraflores cantando. Entre
Huérfanos y Merced, sin mediar provocación alguna, sin previo aviso,
carabineros dispararon contra los jóvenes. Cayó muerta la estudiante
universitaria Alicia Ramírez Patiño. Su cadáver quedó ante la puerta del Teatro
Miraflores. En el grupo iba también el liceano Manuel Vásquez Ferreira,
estudiante secundario de 15 años de edad, que recibió una bala en el pecho (más
tarde recordaría: “Yo siento un golpe en el pecho, me duele. Es como si tuviera
una brasa ardiendo”). El muchacho sangraba abundantemente. Sus compañeros,
después de muchos intentos, lograron que un auto lo llevara a la Posta Central.
Estaba tan grave que, incluso, lo dieron
por muerto. Sobrevivió milagrosamente. Igual suerte corrió otra estudiante, Ada
González.
Alicia Ramírez, cuyo cadáver quedó en la puerta del Teatro Miraflores,
tenía 23 años de edad. Había nacido en el seno de una familia obrera. Su padre,
Efraín Ramírez, desde 1946 laboraba como mecánico en el mineral El Soldado, en
la industria Cemento Melón de La Calera.
Alicia Ramírez estudió en la Escuela Nº 18 de La Calera, luego en el
Liceo de Niñas de Quillota, donde siempre se distinguió por su buena conducta y
aplicación. Entró a trabajar en el Hospital Barros Luco. Luego se matriculó en
la Escuela de Enfermería de la Universidad de Chile. Ya era militante de las
Juventudes Comunistas y fue elegida miembro del Directorio de la FECH.
LA “BATALLA DE SANTIAGO”
El martes 2 de abril de 1957 las movilizaciones adquirieron más fuerza,
motivadas por la indignación que produjo
la noticia del asesinato de Alicia
Ramírez. Masivas marchas de obreros y estudiantes recorrían las calles. La
policía uniformada se vio impotente para contener a los manifestantes. Cuando
los reprimían, obreros de las construcciones
lanzaban ladrillos y otros elementos contundentes contra carabineros.
Entonces el gobierno sacó tropas del ejército a la calle, al mando del
general Horacio Gamboa Núñez. Simultáneamente ordenó abrir las puertas de las
cárceles. Decenas de delincuentes salieron a
quebrar vitrinas y saquear tiendas y negocios del centro de la capital.
Los manifestantes actuaron contra el lumpen que, con sus acciones, desvirtuaban
los objetivos de la protesta y desataban
el caos, creando las condiciones para
una sangrienta represión. Militares y carabineros disparaban balas de guerra contra la gente desarmada, que se defendía con piedras.
En la noche del martes 2 de abril de 1957, el general Gamboa leyó por
cadena nacional de emisoras un “parte de guerra” de lo que calificó como la
“Batalla de Santiago”. Informó que la situación estaba controlada y que el
“enemigo” tuvo 18 muertos y 500 heridos. Posteriormente la cifra oficial de
asesinados subió a 21. Sin embargo, diferentes testimonios, hacen aumentar en
mucho esa cantidad.
APLICANDO LA LEY MALDITA
El gobierno aplicó la mal llamada Ley de Defensa Permanente de la
Democracia y las Facultades Extraordinarias que los partidos reaccionarios le
otorgaron apresuradamente.
Dirigentes políticos y sindicales fueron detenidos, encarcelados y
relegados.
La batalla de Santiago tuvo otros “combates”. En la madrugada del 3 de
abril, matones de la policía política
asaltaron, destruyeron y saquearon la Imprenta Horizonte del Partido
Comunista, deteniendo a los 20 operarios y a un periodista que laboraban a esa
hora.
Este último, Elmo Catalán,
testigo presencial de los hechos, relató posteriormente, el martes 30 de
abril de 1957, en “El Siglo”: “La puerta se abrió. La turba policial se
distribuyó estratégicamente: unos a la prensa, otros al fotograbado. La mayoría
al segundo piso. Julio Fauré, inspector de la Policía Política, tez de
chocolate, cara ancha y plana, cuello grueso, corpulento, abrió de una patada
la puerta del segundo piso. Con paso seguro, con la pistola en alto, gritó:
-Alto .... de su madre. Se acabó el trabajo. Unos 10 o 15 policías penetraron
con sus revólveres desenfundados y garrotes en las manos...El inspector Fauré
empezó a romper los vidrios. Un grupo de policías, con furia inusitada, comenzó
a descargar los garrotes sobre las máquinas... Con las manos en alto, en fila
india, fuimos obligados a bajar. El jefe de la Policía Política, Raúl del
Campo, subía los escalones. Su cuerpo obeso resaltaba con el elegante traje
claro que vestía. – Bajen a estos desgraciados, rugió. En la puerta nos
esperaba el pelotón militar... Nos quedaban 60 horas de vejaciones...”
Lo que no destruyeron, se lo robaron. Maquinarias, relojes, dineros,
documentos de los obreros de “Horizonte”.
Las indignadas reacciones contra
el asalto a Horizonte, obligaron a la Justicia a abrir un proceso por este
caso. Fue entregado al fiscal militar Francisco Saavedra Moreno, quien actuó
con gran celo y objetividad. A mediados de abril efectuó la más sensacional de
las pesquisas: el allanamiento del hogar del subcomisario de Investigaciones y
miembro de la Policía Política, Carlos Estibil Mahuida. Allí se encontraron dos
máquinas de escribir robadas en Horizonte. Esto echó por tierra los intentos
del Gobierno de desvincularse del asalto de la imprenta del Partido Comunista.
TAMBIÉN CONTRA “EL SIGLO”
Simultáneamente las oficinas del diario El Siglo fueron asaltadas por
agentes de Investigaciones. Eran las 2,30 de la madrugada –escribió el
periodista Julio Iturra Falka, testigo presencial de los hechos, en la edición
de ese periódico del martes 30 de abril de 1957-... hacía su entrada en la sala
de crónica, un fornido agente que llevaba entre sus manos un largo fierro, el
que a insultos nos conminó a abandonar el local. Detrás de éste, otros cinco o
seis policías se abalanzaron sobre nosotros... Mientras éramos llevados desde
la sala de crónica hasta la puerta de calle, los siete detenidos presenciábamos
como otro grupo de agentes se dedicaba a destrozar los escritorios de la
portería, los estantes y sillas de la oficina de la gerencia de nuestro diario”
También echaron abajo la puerta del Economato y se robaron kilos de té y
bolsas de azúcar que había allí. Un piquete militar fue testigo del asalto,
robo y destrucción de las oficinas de El Siglo.
LA SOLIDARIDAD
Los asaltos de la Imprenta Horizonte y de las oficinas de El Siglo,
despertaron la indignación contra el Gobierno y sus agentes. Al mismo tiempo,
una campaña de ayuda solidaria. La hubo de todo tipo: numerosos talleres
mecánicos e impresores facilitaron personal técnico y materiales. Generosos
aportes económicos, especialmente de los sectores más modestos. Ello, unido al gran esfuerzo desplegado por el personal de
la imprenta Horizonte, que lograron
reconstituir una mínima parte de la maquinaria destruida por la Policía
Política, hizo posible que El Siglo pudiera aparecer -en formato pequeño- el
martes 30 de abril de 1957. Fue como una
moderna Ave Fénix, surgida de las ruinas dejadas por los agentes policíacos.
No fue casual que, en 1957,
se intentara acallar a la prensa obrera
cuando se reprimía al pueblo. Esa ha
sido la permanente táctica de la reacción. Lo fue ayer y lo es también hoy.
En estos días, cuando El Siglo ha sido víctimas de sospechosos robos,
debemos recurrir a la memoria histórica y rodear de una red solidaria al
semanario que lleva la verdad a la gente.
Dirigentes de la
CUT protestan ante el Presidente Ibáñez, entre ellos Clotario Blest y Luis
Figueroa,