Comentario radial y escrito...
Canción de
amor para Estocolmo.
Querido Estocolmo, todos los años siento lo mismo, contarte lo que hiciste
lo que haces conmigo, contarte en susurro, como un brote, mis ansias que
despiertan como en pesadilla, sin dejar nada prisionero, sin dejar nada roto,
olvidado...
Quiero decirte que en ti puedo morir.
Te fui conociendo de a chiquitito; tengo escrito a vino tinto todos
nuestros encuentros... No imagine nunca que fueras tan tímida y escondida...
Un alamo pituco y burlón me canto
que te reíste de mi guitarra...dijiste: "Tanta grasa y vino en una cintura
tan estrecha"... tu comentario no me dolió... llego un tiempo de puentes
que te callaste cuando sonaba...
Te conocí de oscuro, me conociste asustado, si no es por mi hija y mi
creencia me arranco pal avión, total, una arranca más no se nota...
No me fuiste venturosa, vengo de orígenes encumbrados de frio y nieve... tu habitante femenino me
agrado, mi locura me trajo los pelos de choclo de Copiapó... pero yo amo mi
aceituna oscura, mi chañar maduro, mi higo.
Siento la necesidad de darte las gracias por lo que haces por mi pueblo,
pueblo mío del sur, pueblo sin fronteras...
pero no puedo, entro en celos y te abrazo, te muerdo, respiro un Abedul
en gestación...
Me sorprendí besando una muralla vieja, rasguñe su piel, me comí sus
sudores antiguos, sus secretos... 716 años quedaron jugando entre dientes y
paladar... te amo Estocolmo...
Agradezco tu hermosura, me acongoja y me da miedo tu paciencia...sé que en
tu mesa comen cientos de maceteros distintos, sé que tienes dudosa reputación,
te gustaba matar y andar haciendo grupitos...
Los maceteros te han hecho bien... te han
puesto de colores, te conservas nueva...
Debajo de un puente verde, después de un beso, con patos de testigo te lo
dije..."si hubieras seguido con la idea de ser un pasadizo inmoral,
tendrías hijos como el cerote de una vela, servirían solamente para alumbrar
infamias..."
Amada ciudad, quiero encontrar en tus vértices de piedra, de palacios, de
puentes y de criaderos de camarones, de salmón, de carrozas monárquicas, tus
manos que permitieron el árbol, los matorrales, los puentes de piedra y madera,
de fierro, los adoquines y las frutillas... ellos te hicieron hermosa,
ellos derramaron tierra en tus lagrimas de agua, ellos hicieron de tu cuerpo un
archipiélago... ellos hicieron tu anden de troncos.
Me impresiono tu orden, tu calma, tu callado en tiempo de silencio... no
sabía percibir tus dolores, tus muertes, tus crímenes, tus deseos, tu lujuria...
me abrazaba a tus muros de agua que dividían tus relojes y torres... parecía
judío orando en el muro de los lamentos; escuchaba los gritos de la gente, de
las carretas, el cascareo de caballos, mulas, perros, hambre y peste
Me sente en la ciudad vieja, abrí
los intelectos...
Decías llorando que te dolía el hambre, el acero, el granito, la
dinamita... que no entendías tanta sangre en la plaza derramada... que estabas
en amargos obligados, eternos; la
historia te obligaba a mentir a esconder los genocidios a disfrazar los
paredones...
Del tiempo del tomate que te amo, que te entiendo, mataste mi inocencia de
cuentos, vi el escote de una princesa sus senos maduros, busque alguna bruja,
algun ratón con dedal... vi solamente a un negro bonito y largo de Somalia...
Sentí a los amos de la tierra, a los directores de fábricas...
Un verano te sorprendí riendo y te bese... te pusiste iracunda, tus labios
tenían el frio del acero, de proyectiles, de aviones de guerra, de líos
escondidos y secretos... te mire a través de un león de piedra, tus ojos me
pedían perdón y que me callara... quede enredado en tus algas de agua... como
en un acuario de malezas
Una cosa no te he dicho nunca... estuve en la cima de una de tus
montañas... 1420 metros de altura, Åreskutan... estaba en la cima de uno de tus
senos... mi vista caía húmeda hasta tu vientre extenso, frondoso, todo estaba
contruido para mostrar tus diferencias... yo, que nací cerca de los 2000 metros
me sentí pequeño...
Yo voy bajando a la tierra y tú vas subiendo al firmamento... has cambiado
tanto... ya no eres el silencio majestuoso, ya no puedo besarte, abrazarte como
antaño, me miran cientos y se ríen... no saben de ti, de tus velos que adornan
tus secretos, no saben de tus obreros muertos, no saben que eres testigos del
destripar cuerpos... y tan inocente, de castillos y reinas, princesas...
Cuando te conocí amor, andaba yo de arrancao, no sabía de tus sueños de
Inca... estrujas el sol a su más mínima expresión... No me pareció extraño tu
danza alrededor de un palo enflorado, tu tiempo de verano era y es diafano, es
movimiento, es un beso furtivo, de ocasión... la lluvia es la amante celosa,
dolida, necesaria.
Tus inviernos son de trabajo y de silencios oscuros... los domingos de
antes, tus caminos de piedra no aceptaban los caminantes... te quedabas sola,
me esperabas inmóvil.... yo te miraba, te besaba... mis labios se incrustaban
en tus aguas de hielo...
Hoy, nada eso sucede... no existe tiempo quieto... invierno o verano es una
verbena, los lugares en que te amaba se hicieron tiendas, bares, pizzerías...
todo es pilastrero...
Son miles los pedazos de piedra que componen tu archipiélago... te busco
por esas grietas escondidas... por ahí donde el agua es sal... te encuentro en
clavos oxidados, en troncos pulidos por el mar... te recojo y te cuelgo en una
pared de yeso... Has cambiado tanto, siento que te alejas de mí... no te puedo
encontrar a solas... casi nunca estás sola... en tu madeja de puentes, las
parejas se ríen porque le hablo a un tusilago.
Queria decirte estas cosas, queria agradecerte mis hijos, mis nietos, mi
país...queria agradecerte tus calles, tus plazas que pemitieron la palabra
extraña, queria agradecer tu pan, tu
abrigo...
Queria decirte Estocolmo que te
amo.
Alejandro Fischer Alquinta.
20160618