Editorial de El Siglo, edición 1755 del 20 de
febrero 2015
Las
Reformas y hacia un nuevo Saneamiento Democrático
La lista es larga y “generosa”, al no dejar fuera prácticamente ninguna
esfera de la vida nacional y su larga geografía. Y es que los “escándalos”
–“casos” se los llama- suman y siguen. En este mismo ejemplar de El Siglo
analiza Hugo Fazio, con su rigor acostumbrado, la colusión de las navieras. Para
no agotar al lector, consignemos, y sólo de pasada, otras de parecida
connotación: farmacias, pollos.
Agréguense a ellas los casos Cascadas y, en el más estricto presente,
Penta.
La inmensa mayoría, cercana a la unanimidad, de quienes aparecen
comprometidos en esos negociados pertenecen a las filas de la derecha
pinochetista: ¿casualidad o estricta causalidad?
No difieren en el fondo las realidades comprobables en las exorbitantes
ganancias de la banca, las isapres y las AFP.
Nos decíamos “un país libre de corrupción” y gustábamos compararnos con
“los malos vecinos”. Hasta que la realidad nos llamó a ser más prudentes y
modestos.
Pero la pregunta es no sólo desde cuándo somos un territorio alcanzado por
los virus de la corrupción, sino también su porqué.
No hay que ser un sutil analista o historiador para responder a tales
preguntas: desde cuándo, desde la dictadura; el porqué, la implantación del
modelo neoliberal puro y duro.
Todo eso, dictadura y modelo neoliberal, comparten un rasgo común: la
violencia extrema, los atentados a los derechos humanos y su aun vigente
impunidad. En otras palabras, el Terrorismo de Estado.
Fue a finales del decenio de los 50 del siglo pasado que se constituyó en
nuestro país el llamado “Bloque de Saneamiento Democrático”, durante el
gobierno de Ibáñez. Entre sus logros más trascendentales se encuentra una
reforma electoral que, por la vía de la Cédula Unica, puso fin al cohecho en
sus formas más descaradas.
Pero las desigualdades sociales persistían, y con ellas la posibilidad de
influir a través del dinero en las instituciones de la república y en lo que
hoy llamamos “la forma de hacer política”.
Y entonces, al “desde cuándo” –la implantación de la dictadura- habría que
agregarle la impunidad. Y es que mientras subsistan “bolsones de impunidad”, no
se cerrará el “desde cuándo”. Impunidad no sólo ante los crímenes de sangre,
también frente a los “de cuello blanco”, como los protagonizados por quienes se
apropiaron de los bienes y recursos del país, entrando a saco en las empresas
del Estado y estableciendo el modelo que hoy nos agobia. Y sus “valientes”
héroes tienen nombres y apellidos y circulan por calles y directorios,
parlamento y municipios, en plena y desvergonzada impunidad.
Y en cuanto al porqué, o cómo, respondamos con el modelo económico social. Allí
está la gran fuente de la corrupción.
A la pregunta del porqué del neoliberalismo imperante, es preciso responder
con, al menos, algunas consideraciones. Una de ellas, el rol “subsidiario” del
Estado. Ello se manifiesta no sólo en la ausencia de esos controles efectivos
que hoy aparecen en toda su dramática dimensión, sino en la utilización del
Estado y sus recursos por los grandes intereses económicos y financieros que
con sus prácticas dolosas diariamente argumentan en contra de la llamada
“economía social de mercado”, con su “libre competencia” y el valor de los
“emprendimientos”, cualesquiera que éstos sean.
Tienen la injusticia social y la impunidad penal y política poderosos
aliados en la explotación extrema de las mayorías. Ya no es hoy el PEM y el
POJH, pero hay otras formas más sutiles, en especial la subcontratación en el
campo laboral y la mantención de extensas redes privadas en los campos de la
salud y la educación que no siempre cumplen con los estándares éticos y de
calidad exigibles.
Las reformas en curso, y por cierto son ilustrativas al respecto las
resistencias que provocan en los círculos más privilegiados, apuntan al fondo
del problema. Y es que se requiere una democracia “saneada” –de binominalismo
así como de la influencia agobiadora del dinero- para detectar y combatir toda
manifestación de corrupción.
Y también se requiere de una serie de cambios de fondo para que recuperen
sus derechos, de participación y de decisión, las mayorías ciudadanas, en
particular los trabajadores y en más de una esfera esa mayoría nacional que
constituyen las mujeres.
Y por eso, entre otros argumentos que fácilmente incorporará cada uno a
este insuficiente intento expositivo, aparecen como legítimas y urgentes las
reformas que en estos días se aprueban o tramitan, o están en marcha hacia el
legislativo. La comprensión cabal de esta realidad va en abono de la
movilización y la expresión de todos quienes están comprometidos en esta gran
empresa: combatir de raíz la corrupción, la delincuencia de clase; toda forma
de exclusión, cualquiera sea su pretexto; las inaceptables exclusiones, la
desigualdad como un dato de la naturaleza.