jueves, 15 de agosto de 2013

Por qué una reforma tributaria “de verdad”








Editorial de El Siglo, edición 1677 del 15 de agosto de 2013

Por qué una reforma tributaria “de verdad”


En esta edición del semanario, Hugo Fazio, cuyos saberes y honestidad intelectual no requieren de argumentación, nos entrega un conjunto de antecedentes y consideraciones en abono de la necesidad de “una reforma tributaria de verdad, que genere ingresos con cargo a los sectores que se han beneficiado con la aplicación del modelo económico”.

Acerca de la inequidad del modelo tributario imperante en Chile, entrega el destacado economista cifras más que elocuentes, como por ejemplo la carga tributaria a la gran minería del cobre existente en Chile y la misma en otros países, o el rendimiento del más regresivo de los impuestos, el IVA, que grava en un porcentaje realmente “terrorista” el de por sí menguado consumo de la mayoría de la población.

Como es natural, la discusión en torno a la pertinencia de una reforma tributaria, su estructura y los plazos de su implementación, se encuentra en el centro mismo del debate electoral.

Algo cierto e innegable es que en nuestro país la carga tributaria está deficientemente repartida. Ello se manifiesta incluso al nivel de las patentes municipales, como más de un ejemplo aberrante ha salido a luz en estos días.

Una pregunta que subyace en este debate es si una reforma tributaria -“de verdad”- es justa porque la demandan las grandes mayorías, o la demandan las grandes mayorías porque es “justa”.

Si es cierto aquello de que el pueblo es portador de la verdad -“vox pópuli, vox Dei”- respondida está al menos parcialmente esa pregunta.

Las grandes movilizaciones sociales del último tiempo, no se quedaron en la sola protesta y demanda: “incurrieron” en propuestas realistas y argumentadas. Una de ellas y muy central: la reforma tributaria.

A mayor abundamiento, reclama la mayoría del país una reforma que la libere de la desproporcionada carga de aportar tan significativamente con sus menguados recursos a los ingresos fiscales. Y protesta por la injusticia que se consuma diariamente al liberar de sus responsabilidades a las grandes empresas, nacionales y extranjeras, así como a otros “grandes contribuyentes” que disponen de un vasto arsenal de recursos -no todos, legítimos- para ocultar o disfrazar sus utilidades y no contribuir de la manera proporcional que les corresponde a esos ingresos fiscales.

Se justifica la reforma tributaria también y privilegiadamente por la necesidad de financiar desde el Estado otras reformas urgentes, entre ellas las de la educación y de la salud. Y es que si se es sincero al concluir en esa urgencia luego de los abrumadores diagnósticos de lo que se observa en esas áreas tan sensibles, forzoso será concluir que se debe hallar una fuente de recursos para que el Estado aborde con seriedad, y a plazos no “eternos”, los cambios de fondo.

Tiene, pues, esa reforma que estará presente en la disputa por el poder, tanto la virtud de corregir la injusticia tributaria –un objetivo- como de proporcionar los recursos requeridos para otras reformas –un medio.

Uno solo de estos propósitos bastaría para justificarla. La suma de ambos –medio y objetivo- argumenta decisivamente su carácter de urgente.

EL DIRECTOR