Editorial de El Siglo, edición 1673 del 2 de agosto de 2013
“Digo que sí, foto que no”
Fue en otros tiempos: un
diputado del sur, honorable y de cepa alemana (por eso “foto” por “voto”), se
hizo famoso porque en una ocasión en que debía votar un proyecto de ley
pronunció la frase que inaugura esta nota: “Digo que sí, foto que no”. Salvaba
así tanto la disciplina partidaria como su conciencia.
¿Por qué esta referencia? Porque
hace algunos días, y por televisión, la candidata presidencial UDI, Evelyn
Mattei, sorprendió a todo el mundo al sostener que en el plebiscito de 1988
ella votó por el “Sí” aunque sus deseos y convicciones más íntimas le hacían
preferir el triunfo del “No”.
Como aquel diputado de nuestra breve historia, aunque a la inversa:
“Digo que no, foto que sí”.
De creerle a la ex diputada,
ex senadora y ex ministra, dos cosas y muy distintas son para ella las
convicciones y los actos.
¿Cuándo es la auténtica Evelyn
Mattei la que actúa?: ¿cuándo dice que sí y vota que no, o cuándo dice que no y
vota que sí?
Delicada encrucijada, sobre
todo si se tiene en cuenta el peligro, aunque remoto, de que sea la próxima
presidenta de la república.
Para conocer la verdad de sus
intenciones y propósitos, ¿habría que recurrir a algún médium, un vidente u
otros especialistas en ciencias ocultas?
¿O será que, como en el cacho,
cada vez que la señora Mattei diga algo habrá que “pedir por abajo”?
No es un detalle el que hayan
pasado casi 25 años para que el país conociera las verdades de Evelyn Mattei. ¿Por
qué calló tanto tiempo? ¿Por qué esperó que los del Sí la hubieran proclamado
su candidata para decirles a los del No que en realidad sólo quería evitar una
derrota demasiado abrumadora del dictador? ¿Que su respaldo a la continuidad de
Pinochet en La Moneda había sido una inteligente decisión táctica y que, al
final de cuentas, había que reconocer que, “gobierno militar” o “dictadura”,
por lo menos “democrático no había sido”?
¿Qué debe entenderse de las
palabras de la candidata de la derecha cuando habla de los derechos de los
trabajadores?: ¿que dice que sí pero vota (y actúa) que no? ¿O viceversa?
Y lo mismo vale para los otros
“temas” que preocupan y agobian a la mayoría del país. Educación pública y
lucro: ¿digo que no pero pienso que sí? Salud pública y privatización: ¿digo
que no pero pienso que sí?
Y es que el “pienso”, cuando
se trata de quien ocuparía la presidencia de la república –por remoto, ya lo
dijimos, que sea el riesgo para el país- es algo verdaderamente importante.
¿Ocurre lo mismo cuando la
candidata nos regala su desde ahora omnipresente sonrisa?: ¿que sonríe que sí
pero piensa que no?
¿Estaríamos ante una lograda
expresión de tartufismo, esa suma de la falsedad y de la hipocresía que con
tanto esmero nos pintara el viejo Molière? Pienso que sí, y digo que sí.
EL DIRECTOR