martes, 6 de diciembre de 2016

ALGUNOS Trazos Del Legado Del Comandante


30/11/2016

El Pueblo cubano se dio tiempo y espacio para debatir y concluir: La Revolución seguiría su cauce histórico, martiano, socialista, independentista.

Juan Andrés Lagos 
Periodista



Actualmente, en el presente, setenta y seis países reciben en el mundo la ayuda de médicos formados en Cuba.

Decenas de miles de profesionales de la Salud instruidos en la isla, de alta calificación, trabajan en diversos territorios del planeta, en su mayoría pueblos y naciones que no tienen acceso a los servicios médicos y sanitarios mínimos y básicos.

Se trata de millones y millones de personas beneficiadas por este servicio social cubano.

El Estado Cubano financia en su totalidad la formación de todas y todos los profesionales médicos y de la salud. Se trata de un altísimo porcentaje del presupuesto nacional, sólo comparable con el asignado (año a año desde que comenzó la Revolución) al ítem de Educación y Cultura.

Una parte no menor de esos profesionales salió de la isla, no al mercantilizado mundo de la salud capitalista y neoliberal. La mayoría, decenas de miles, cumplen un sacrificado servicio social internacionalista que sólo se explica en su compromiso personal y en su formación ética.

Cuba no recibe nada, a cambio de este servicio humanista. Nada.

El peso de este compromiso social  lo sostiene el Pueblo cubano, porque el lector podrá concluir que financiar y sostener esta red mundial, tiene costos, y bastante grandes.

A fines del siglo pasado, cuando el mundo se estremecía con las luchas de pueblos todavía bajo el yugo colonial e imperial, Cuba tomó la determinación de ayudar, en todos los planos, a esos pueblos.

No fue una decisión unilateral ni tampoco reservada a los Comandantes de la Revolución. Esa determinación se compartió en todas las esferas de las organizaciones del Poder Popular cubano; en el Partido Comunista de Cuba; en las FAR; en las organizaciones de la Defensa Civil; en los espacios orgánicos de militantes internacionalistas que formaron parte de la propia Revolución, sin ser personas nacidas en la isla.

¿Esa trascendente determinación tuvo razones político-estratégicas? Por cierto que sí. La conducción cubana consideró que esos procesos de emancipación podían abrir un nuevo escenario mundial para las fuerzas del Progreso, al infringir una derrota también estratégica (y tal vez definitiva) al colonialismo contemporáneo en todo el planeta. El mundo en esos años vivía una fase de agudas confrontaciones, y ningún continente fue ajeno a este proceso.

En América, el imperialismo norteamericano sostenía un sistema colonial y dictatorial en varios países de Centroamérica y El Caribe, y no dejaba de persistir en cambiar el rumbo de procesos democráticos que afirmaban la legitimidad histórica de no pocos estados nacionales, especialmente en el Cono Sur americano.

Un pequeño país, con una cantidad de habitantes reducida, bloqueado económica y militarmente por el más poderoso imperio contemporáneo, ordenó sus esfuerzos en esa dirección.

A esa determinación obedece la salida del Che de Cuba; de los miles de combatientes que incluso sirvieron su servicio militar en tierras africanas, y miles que sus cuerpos quedaron en esas tierras. Es un hecho histórico notable la estrategia político-militar cubana que, en poco tiempo, ayudó en forma determinante a que las fuerzas militares pro norteamericanas y coloniales fueron derrotadas en varias colonias africanas y así se generaran las condiciones para que en Sudáfrica se impusiera un proceso electoral inédito, que llevó a la Presidencia de ese país a Nelson Mandela.

Esta acción de Cuba también fue relevante en otra región del Cuerno de África, y tuvo incidencia en el nuevo mapa de naciones independientes que allí surgió, entre otras Libia y Siria.

Todo esto, en un cuadro de correlaciones de fuerzas mundial en donde el campo socialista y las fuerzas socialistas en el mundo empujaban hacia las transformaciones.

En medio de la caída y el desplome de los socialismos reales, Cuba enfrentó un dilema fundamental. La imposición planetaria del capitalismo salvaje; el “fin de la historia y de las utopías”; la mundialización del capital financiero ya previsto por Marx mucho tiempo antes; cambiaron drásticamente la faz del mundo y la correlación de fuerzas planetaria. El imperialismo norteamericano y sus aliados europeos se transformaron en dueños y señores del mundo; legitimados por una situación objetiva que a no pocos (hasta ese momento revolucionarios; reformadores; progresistas; liberales) los hizo cambiar de bando en muy poco tiempo.

Invasiones; bloqueos; sanciones unilaterales; todo en nombre de la “democracia y la libertad” abrieron paso a una hegemonía del imperialismo norteamericano. Caídas de muros; fin de paradigmas; nuevas tecnologías de la comunicación, hacían pensar que la Humanidad no tendría ya más alternativa, que acomodarse al sistema capitalista mundial.

Todo ocurrió, vertiginosamente, a fines del siglo pasado, y a comienzos de éste.

Cuba, bloqueada, a punto de ser invadida, sin el apoyo crucial del desplomado campo socialista, volvió a tomar una determinación histórica: O terminar con la experiencia revolucionaria (esto es, socialista), y asimilarse a una “democracia representativa”,  o seguir la durísima marcha hacia adelante en las peores condiciones que podía afrontar, y resistir.

De nuevo, se trató de una determinación compartida. Todo el Pueblo cubano debatió el trascendente tema en cuestión, bajo la atenta mirada del imperialismo norteamericano que, astuta y cruelmente, le daba mayor fuerza y legitimidad al bloqueo, por la supuesta “falta de democracia” en Cuba, mientras presionaba por la caída y el desplome del proceso y la experiencia revolucionaria. La oferta era apoyar la transición de Cuba a una “democracia liberal” que tendría el apoyo político y económico de los Estados Unidos.

Cuba debatió por meses. Convocó a las fuerzas revolucionarias que pervivieron al embate neoliberal, y consultó sus opiniones. Más aún, escuchó incluso a “amigos de la Revolución” que pedían a la conducción cubana terminar con la experiencia socialista. Y lo hizo con respeto, ese mismo respeto que no pocos de ellos recíprocamente no le otorgaron a Cuba en sus peores momentos de aislamiento mundial.

Al interior de Cuba fue un debate intenso; polémico; agudo; tenso; más por momentos agobiante por el efecto del bloqueo en la alimentación y en los recursos básicos que escaseaban para todas y todos los habitantes de la isla, no sólo algunos.

El error táctico del imperialismo y la conducción norteamericana fue creer que Cuba se desplomaría por dentro; que se generarían expresiones de disenso y fragmentación; que habrían acciones incluso armadas al interior de Cuba para tumbar el proceso revolucionario. Y eso no ocurrió.

El Pueblo cubano se dio el tiempo y el espacio para debatir y concluir: La Revolución seguiría su cauce histórico, martiano, socialista,independentista, nacional, internacionalista.

A mediados de la década de los 80, en el siglo pasado, cuando existía el campo socialista, cuando Cuba estaba hermanada con ese sistema que ilusionaba al mundo con una nueva época, en la isla se produjo un hecho que ahora se recuerda poco. La conducción cubana observó que el proceso se estancaba; se hacía burocrático y rígido; surgían fenómenos reñidos con una ética y un modo social humanista y revolucionario. Que el Socialismo, para pervivir, debía enfrentar con rigor y profundidad la socialización real de la economía y de los medios de producción, junto con una participación social y política de todo el Pueblo, en sus diversas y máximas expresiones.

Y esa conducción, que por momentos fue minoría en esa postura, adoptó dentro de la Revolución una actitud estratégica, y ganó posiciones, y dieron el nombre de rectificación en el Socialismo a todas las acciones que se adoptaron para dar un nuevo y fresco impulso a la Revolución. Hubo un nuevo y fuerte proceso de interacción con el Pueblo, creció su protagonismo, y comenzó una reflexión crítica y autocrítica en los ámbitos de la economía; la política; la cultura y las artes, en fin, en todos los aspectos de la vida cubana. Se inicia con fuerza la efectiva interacción con las nuevas tecnologías al servicio del Ser Humano, y tempranamente eso empieza a tener resultados extraordinarios en la medicina; la biotecnología; el arte; la educación; la innovación y la creatividad al servicio de valores Humanistas.

Sin este proceso, particular y propio de la Revolución Cubana, el presente de esta Revolución no sería el mismo.

En la solidaridad, en la idea martiana y fidelista que no hay causa humana que pueda ser ajena, es que Cuba indaga, se mete en los espesores, apoya, convoca, y tempranamente ayuda al despertar de los inéditos procesos emancipadores que no tienen los rasgos propios de los anteriores caminos de las izquierdas del continente americano. Bolivia; Venezuela; Ecuador; Nicaragua; El Salvador; Brasil; Argentina; Centroamérica; Honduras; Chile; en fin, el paisaje americano que, tempranamente, abre paso a los caminos de una nueva época de emancipación continental,y que hoy recibe los embates de una contraofensiva imperial.


No es una simple frase. Es que es la realidad: En todo este fantástico; dramático; increíble y tenaz proceso histórico antes descrito, está el pensamiento y la acción conductora del Comandante Fidel Castro. Hay mucho más, pero en el paisaje antes descrito,  está su sello, es una verdad. Una conducción  personal que por sobre todo fue compartida; tremendamente curiosa y creativa; que sólo se explica por su Humanismo antiguo y contemporáneo; su sentido martiano y ético del deber; su pasión por el Ser Humano en concreto, no en abstracto.