domingo, 30 de marzo de 2014

ROLANDO CARRASCO MOYA




El Círculo Virtual de Estudios Histórico-Politicos del Departamento de Difusión del Centro de Extensión e Investigación Luis Emilio Recabarren, CEILER, rinde homenaje al escritor Rolando Carrasco.
Carlota Espina
Editora

ROLANDO CARRASCO MOYA
                         

                                                                  Iván Ljubetic Vargas, historiador del
                                                                  Centro de Extensión e Investigación
                                                                  Luis Emilio Recabarren, CEILER

Un correo fechado el jueves 27 de marzo de 2014 me trajo una mala noticia: ha muerto Rolando Carrasco, escritor, camarada, amigo y estafeta.

Explico esto último. Entre septiembre de 1962 y marzo de 1963 estuve estudiando en Moscú. Antes de partir me instruyeron en el sentido de que toda correspondencia desde y hacia Moscú debía hacerse a través de Praga. Y me dieron el nombre de un compañero que no conocía: Rolando Carrasco,   que era corresponsal de El Siglo en la capital de Checoslovaquia.  Fue así como mi entonces desconocido camarada me sirvió de enlace con mi compañera.

Rolando Carrasco Moya había nacido en Santiago en 1929. Como periodista de prensa y radio trabajó en distintos órganos de prensa y emisoras.

Militante del Partido Comunista. Trabajó en Praga y Moscú como corresponsal de El Siglo.

Al producirse el golpe fascista del 11 de septiembre de 1973 era responsable de la radioemisora “Luis Emilio Recabarren” propiedad de la Central Única de Trabajadores de Chile. Fue detenido ese mismo día, junto con su compañera Anita Mirlo, mientras estaba en su puesto de director de la radio. Lo condujeron al Ministerio de Defensa, de ahí al Estadio Chile. Después al Estadio Nacional. Más tarde a  los campamentos de Chacabuco, Tres Álamos, Ritoque y posteriormente de nuevo a Tres Álamos. Durante dos años vivió como prisionero de guerra, para ser luego lanzado al destierro.

Estando en el exilio, en septiembre de 1976, la Organización Internacional de Periodistas, en su  VIII Congreso reunido en Helsinki, premió a Rolando Carrasco con la Medalla de Oro “Julius Fucik”.
Rolando Carrasco escribió un libro que es un objetivo reportaje de lo vivido mientras fue prisionero de guerra. Su título es “Prigué”.

Recordemos como describe lo ocurrido el 11 de septiembre de 1973:

“Quedábamos tres emisoras populares en el aire, Magallanes, la Radio IEM, del Instituto de Extensión Musical de la Universidad de Chile y nosotros, la radio de la CUT, Luis Emilio Recabarren. Las demás de izquierda dejaron de transmitirminutos antes bombardeadas sus plantas por los rockets de los Hawker Hunter...

“Silenciaron  la radio IEM, Magallanes y nosotros nos mantenemos en el aire. Repetimos el llamado de la CUT. ‘Permancer en sus lugares de trabajo’. Intercalamos el Himno de la CUT.

‘Aquí va la clase obrera
             hacia el triunfo
             querida compañera.
             Y en el día que yo muera
             mi lugar lo ocupas tú’...

“Hay trabajadores en la Plaza de la Constitución pidiendo armas.

Llamado de la planta.
-        Compañeros, vuelven los aviones. ¿Bajo el equipo de emergencia?
-        Déjelo funcionando y aléjese. Partió el relevo.

Tiroteo en los alrededores. Nuestra ubicación en el piso trece nos permite ver el Palacio de La Moneda. Puertas y  ventanas permanecen cerradas. En el mástil flamea la bandera presidencial. Allí no se rendirán.

En el edificio vecino,  el del Instituto de Extensión Musical de la Universidad de Chile, suenan disparos. A su costado se encuentra el diario ‘El Mercurio’. Caen vidrios quebrados a la calle.

Las emisoras más potentes de la izquierda siguen calladas, Corporación y Portales.

Pero Magallanes se mantiene. Posee buen alcance. Repite el discurso de Allende que escuchamos fragmentariamente. Nosotros nos mantenemos en el aire por casualidad...

“Hay tanques rodeando La Moneda... Quebrazón de vidrios en nuestro edificio. Cerramos las persianas metálicas. Balacera generalizada en el centro. Abajo, en la calle, soldados disparan hacia el Palacio de Gobierno.

Magallanes sigue en el aire. Transmitía Ravest, ahora lo hace Sepúlveda.

La cadena de emisoras de la Junta lee bandos. Repite amenazas. Regirá toque de queda. Nadie debe venir al centro. Marchas militares.

-        Seguiremos en el aire todo lo que podamos, anunciamos.

Podemos poco. Silencian la planta. Le dieron a nuestra antenita de repuesto. El magneto directo no contesta...

“Temblor. Explosión abajo. Como si hubieran derribado la puerta del edificio con dinamita. Caen vidrios rotos. Ordenes, Tableteos. Desde la Alameda humean disparos... Caen trozos de enlucido. Permanecemos agachados en los estudios, salas de control, los demás sentados en el suelo con las espaldas afirmadas a las puertas de los ascensores. Los vidrios de las oficinas también desaparecen desparramándose hacia la calle y los escritorios. Algunos impactos dan en la consola. Pierde velocidad el disco del Himno de la CUT. Engruesan las voces que cantan. Alargamiento gomoso:

            ‘y el día que yo mueraaa, mi luugaaaarrr...!

Después el silencio.  Sólo los disparos. Únicamente las explosiones. Nada más que el retumbar del cañoneo. Exclusivamente las ametralladoras

Inactivos nos miramos las caras. Y entonces comenzamos a comprender la situación, el peligro...”