sábado, 16 de octubre de 2010

RECABARREN 1876 - 1976

Centenario del Nacimiento de Luis Emilio Recabarren

RECABARREN

BOCETO DE SU VIDA Y SU OBRA

Por Carlos Contreras Labarca


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CARLOS CONTRERAS LABARCA

por Volodia Teitelboim

Es una figura en la historia moderna de Chile.

Nacido en Bulnes, provincia de Ñuble, en 1899, acaba de fallecer en Santiago. Por lo tanto, vivió más de cuatro quintos del siglo ac­tual. No sólo fue testigo de todos los cambios acaecidos en lo que va corrido de la centuria dentro del país y del mundo, sino un partícipante revolucionario reconocido, y en ciertas etapas de su existencia, un actor político de primer rango, un protagonista señalado de nuestro proceso social. Los que hoy manejan en Chile la manipulación de la historia silenciarán su nombre o darán de su personalidad una imagen mistificada, mediocre y desvaída. Una investigación objetiva llevará, sin embargo, a reconstituir el rico retrato de un chi­leno sin cuya acción no podrían explicarse páginas fundamentales de la evolución política nacional contemporánea.

Como en muchas biografías de individualidades sobresalientes,un vuelco inicial lo determina el traslado del niño o del muchacho provin­ciano que parte a estudiar a la capital. Ingresa al Liceo de Aplicación, que funciona junto al Instituto Pedagógico de la Universidad de Chile, el cual entonces vivía la reforma implantada en tiempos del Presidente Balmaceda, con el aporte de maestros alemanes, que introdujeron nuevos conceptos de la enseñanza y modernizaron la di­fusión de la ciencia y de los ramos humanísticos.

El hombre está implícito en si mismo desde la infancia. Y Carlos ya en su niñez y adolescencia muestra un generoso interés creador por la sociedad. Se ve pronto rodeado por la historia a tantos títulos trágica de su pueblo, por la visión de tanta vida malograda a causa de la miseria, la injusticia y la ignorancia. No tardará en despertar en él un nuevo, apasionado y claro maestro de 15 años en los cursos nocturnos para obreros que se dictan en el liceo.

Siente la seducción de la cultura, de la literatura y del arte. Y se­rá a los 18 años secretario del legendario Grupo de los Diez, que con Pedro Prado, Acario Cotapos, Alberto Reid, entre otros, intentará, en medio del ambiente hueco de una sociedad distinguida, postrada a los pies del becerro de oro del salitre, levantar el vuelo hacia espa­cios espirituales nuevos.

Entra a estudiar Leyes en la Universidad de Chile, no porque quiera ser un abogado más, sino porque anhela defender a los desposeídos, a los que carecen de derechos, y si los tienen, no saben como hacerlos valer. En esa Escuela tiene por condiscípulos a Jorge Jiles, Elena Caffarena, Claudina Acuña, que pronto será la compañera de to­da su vida. Trabajan todos en el consultorio jurídico de la tumul­tuosa Federación de Estudiantes del año 20. Su papel es abogar por los perseguidos políticos y velar por los conculcados derechos de los trabajadores. Por ese camino Carlos Contreras traba rela­ción con Luis Emílio Recabarren, en quien descubre pronto al maes­tro revolucionario y al hombre que le indicará la ruta que él anda­ba buscando. No será uno más entre los jóvenes anarquistas que entonces dominaban la Federación de Estudiantes, bajo la dirección carismatica de Juan Gandulfo. Carlos Contreras Labarca, como Recabarren, percibe esa luz que viene desde la lejana Rusia, donde ha es­tallado la Revolución que cambiará el mundo. Se convierte en su adepto fervoroso. Adherirá al comunismo.

Por su parte, Recabarren, con ojo descubridor, detecta en el lúcido y serio estudiante de leyes un tipo de cuadro en formación que la Federación Obrera y el Partido necesitan. En ese ambiente puramen­te proletario, el fundador estima de alta conveniencia que ingresen a la filas honestos intelectuales, de formación universitaria, con sólidas convicciones marxistas, que sumen al espíritu revolucionario de la clase obrera el acervo cultural de la doctrina socia­lista científica, que hayan leído a Marx, Engels y Lenin, y sepan aplicar la teoría de modo vivo a la realidad nacional. Carlos Con­treras es, si no el primero de ellos, el que alcanzará mayor significación.

En las elecciones de marzo de 1924 llega a la Camara como diputado por la provincia de Tarapacá, elegido por los trabajadores salitre­ros. Los aguerridos pampinos se sentían orgullosos de su represen­tante, que para ellos era no solamente el "benjamín de la Camara", sino sobre todo el fogoso y elocuente portavoz de sus aspiraciones y reivindicaciones. No va a sentarse al hemiciclo para entregarse a arrestos tribunicios retóricos. El enemigo lo describe de inme­diato como un peligroso agitador. Teme no sólo su palabra, sino más que nada su conocimiento y su espíritu de honestidad insoborna­ble. "

19S4 es un año particularmente dramático. El 5 de septiembre se produce el golpe militar que no tardará en llevar al poder dictato­rial a Carlos Ibáñez del Campo. En diciembre sobreviene la muerte de Luis Emilio Recabarren. Una sensación de doloroso estupor estremece al pueblo, que no puede dar crédito a la versión del suicidio. El Partido y la Federación obrera constituyen una comisión investi­gadora, dirigida por Carlos Contreras Labarca. Le corresponde ha­cer el informe sobre el trágico desenlace. La conclusión terrible pero verídica es que efectivamente Recabarren se suicidó, impulsado por afecciones nerviosas, por las dificultades que entonces afrontaba la clase obrera y el partido, agravadas por los rigores de la tiranía en marcha.

Si algunos parlamentarios del Partido, que aún no asimilaba plena­mente la ideología y el tipo de organización leninista, prestaron luego oídos a los cantos de sirena de la dictadura, Contreras Labar­ca se mantuvo irreductible en sus firmes posiciones revolucionarias y por ello fue relegado a Santa Cruz.

En 1931 es elegido Secretario General del Partido Comunista de Chile, cargo que desempeña hasta octubre de 1946. Durante esos 15 años, bajo su dirección, el Partido, diezmado por la represión ibañista, su­pera su aislamiento, rectifica posiciones sectarias, se funde a las masas obreras, atrae a numerosos intelectuales y se convierte en una fuerza de primer nivel. El Pleno de 1933 plantea la necesidad de una unidad más amplia, que, partiendo de la clase obrera, se proyec­te al plano político de toda la izquierda. No faltan dentro de ésta quienes proponen un bloque fragmentario, excluyendo al Partido Comu­nista.

Carlos Contreras asocia su nombre en los anales políticos de Chile al surgimiento y apogeo del Frente Popular. Viaja a Moscú, donde trabaja, en la Tercera Internacional junto a Dimitrov, Manuilski, Pieck, Togliatti, Gottwald, Duclos y otros destacados líderes del movimiento comunista mundial. El Frente Popular antifascista es el msjor cami­no para enfrentar la reacción interna y los planes de Hitler de hun­dir al mundo en la guerra, destruir el único Estado socialista de la Tierra e imponer el Reich fascista de los mil años. De regreso, Contreras Labarca recorre el país de punta a cabo. Interviene en memorables actos públicos aquí y allá. Es el orador infatigable, convincente y autorizado que explica a las masas con claridad persuasiva qué es el Frente Popular, su vigencia y realismo como movimiento que podía llevar a la Moneda a la izquierda unida dispuesta a quebrantar el dominio imperialista y oligárquico que había sufrido el país du­rante largas décadas.

Lo que parecía profecía de soñadores, utopía imposible de realizarse, probó su verdad en la práctica con la victoria del Frente Popular, que el 25 de octubre de 1933 eligió Presidente de la República al radical Pedro Aguirre Cerda.

En 1941 Carlos Contreras Labarca triunfa en las elecciones senatoriales por Santiago con una alta mayoría. Su personalidad cobra profundos relieves como abanderado de un Partido que asocia el sentido na­cional y revolucionario con las concepciones internacionalistas más definidas.

Cuando el Partido Comunista, a petición insistente de Gónzalez Vide­la, ingresa a su primer gabinete, Carlos Contreras Labarca deja la secretaría general para pasar a ser Ministro de Fomento. En ese puesto lo encuentra la voltereta de su antiguo condiscípulo en la Escuela de Leyes, que dicta orden de prisión en su contra. Contreras Labarca se atrinchera durante días en su casa de la calle Marcoleta, resistiendo a los agentes policiacos.

En 1965 es elegido senador por valdivia, Llanquihue, Chiloé, Aysen y Magallanes, zona donde hubo que multiplicar fuerzas a fin de lograr allí por primera vez un asiento para el Partido en la Cámara Alta.

Quando triunfa Salvador Allende, el gobierno de la Unidad Popular lo designa como Primer Embajador de Chile en la República Democrática Alemana, donde lo sorprende el golpe el 11 de septiembre de 1973. Se entrega de lleno a su deber de colaborar en el gigantesco movimiento solidario que se despliega en ese país.

Pero él sueña con volver a Chile, con contribuir en la medida de sus desfallecientes energías a la lucha desde adentro. En una operación audaz, consigue ingresar al país para participar, no obstante sus ya menguadas capacidades físicas, en la tarea de enfrentar el fascismo.

Una larga y penosa enfermedad le afectaba el corazón. La arterioesclerosis lo minaba implacablemente.

El más antiguo miembro del Comité Central del Partido Comunista de Chile, en el cual militó por sesenta años, no finalizó su vida en el exilio. Ha muerto en su patria sin que alcanzara a ver lo que que­ría: el fin del fascismo.

Ha sido sepultado en el cementerio General, en medio del dolor conte­nido de sus camaradas, del respeto de sus amigos, de la admiración de multitud de sus compatriotas.

Desde lejos queremos expresar el pesar de sus compañeros en el exilio a su esposa Claudina Acuña, a su hija Elena, a todos sus familiares.

Lástima grande que no dejara escritas sus memorias, las cuales hubie­ran sido, sin duda, documento insustituible para reconstituir la ver­dadera imagen de la historia política contemporánea de Chile.

Todo lo que él hizo, dijo y dejó a la consideración de la posteridad ha de rescatar el limpio y acerado perfil de Carlos Contreras Labarca como el de un chileno extraordinario e inolvidable de nuestro turbu­lento siglo XX.

Publicado en: Boletín del Exterior Partido Comunista de Chile. N°55

septiembre - octubre 1982 - páginas 1 al 4