Iván Ljubetic Vargas, historiador del
Centro de Extensión e Investigación
Luis Emilio Recabarren, CEILER
El viernes 4 de
octubre de 1957, me encontraba haciendo clases en el Quinto Humanidades del
Liceo de Nueva Imperial. Era la primera hora de la tarde. Golpearon la puerta
de la sala. Se abrió y entró Herman Pérez, profesor de Matemáticas y Física,
militante socialista. Sin saludarme, me
dijo emocionado:
-
Recién informó la radio que
El
resto de la tarde se desarrolló bajo el impacto de la noticia, que en minutos
fue conocida en todo el establecimiento. Comentarios, preguntas, opiniones
sobre el histórico acontecimiento.
Esa
noche, no sólo nosotros dos con el colega Pérez, estábamos frente al liceo. Éramos varias
decenas de personas: profesores, alumnos, vecinos.
Habían
venido todos los militantes del Partido y de
Eran
las 20 horas y el cielo estaba raramente muy despejado. Brillaban las
estrellas. El colega Pérez explicaba algunos detalles técnicos.
Esperábamos
expectantes: queríamos contemplar con nuestros propios ojos el primer artefacto
enviado por el hombre al espacio.
Un
alumno de sexto humanidades fue el primero en verlo:
-
¡Ahí va, ahí va!, exclamó jubiloso Es como una estrella que se mueve lentamente.
Estalló
entonces el grito colectivo: ¡Ahí va!, ¡Ahí va!
Y también los aplausos y los vivas al sputnik y a
Pisoteamos
Seguimos
con la mirada el majestuoso caminar del viajero espacial por el firmamento del sur de Chile.
Vi
lágrimas en los ojos de viejos
camaradas, en los del carpintero Samuel Salas y en los del zapatero remendón
Heriberto Muñoz. Estaban felices y emocionados.
La
velada del lunes 7 de octubre de 1957 del Centro Pablo Neruda, de las
Juventudes Comunistas, fue inolvidable.
Hubo canciones dedicada a
Mi charla
versó sobre el mismo tema.
El
colega Herman Pérez entregó antecedentes sobre el primer satélite artificial de
la tierra:
- Es
una esfera muy pulida de aluminio, de 58 centímetro de diámetro y 83 kilos de
peso. Tiene dos pares de antenas de 2,4 y 2,9 metros. Fue este pequeño
artefacto –concluyó Herman Pérez- el que ha abierto el camino hacia las
estrellas.
Lo
más notable de esa velada del 7 de octubre de 1957, fue el número de fondo.
Cerca de las 22 horas, las decenas de personas que repletábamos el salón del Centro Pablo Neruda, salimos a
la calle para observar, una vez más, el
paso victorioso del primer sputnik soviético por el cielo de Nueva Imperial.