En el 242 aniversario de su natalicio (9):
Iván Ljubetic Vargas, historiador del
Centro de Extensión e Investigación
Luis Emilio Recabarren, CEILER
Cierra los ojos,
duerme, sueña un poco,
tu único sueño, el
único que vuelve
hacia tu corazón: una bandera
de tres colores en el Sur, cayendo
la lluvia, el sol rural sobre tu tierra,
los disparos del pueblo en rebeldía
y dos o tres palabras tuyas cuando
fueran
estrictamente necesarias.
Si sueñas, hoy tu
sueño está cumplido.
Suéñalo, por lo
menos, en la tumba.
No sepas nada más
porque, como antes,
después de las batallas victoriosas,
bailan los señoritos en palacio
y el mismo rostro hambriento
mira desde la sombra de las calles.
Pero hemos heredado
tu firmeza,
tu inalterable corazón callado,
tu indestructible posición paterna,
y tú, entre la avalancha cegadora
de húsares del pasado, entre los ágiles
uniformes azules y dorados,
estás hoy con nosotros, eres nuestro,
padre del pueblo,
inmutable soldado.
(Pablo Neruda: “Canto General”)
9. DERROCAMIENTO Y DESTIERRO
La oligarquía y la Iglesia se unieron y utilizaron a militares para derrocar a O’Higgins el 28 de enero de 1823. Fue detenido por el
general Ramón Freire el 6 de febrero de 1823.
El 17 de julio de ese mismo año se embarcó hacia El Callao
en la fragata inglesa Fly. Iban con él su madre Isabel Riquelme, su hermanastra
Rosita, dos indígenas mapuches adoptadas y Pedro Demetrio, su hijo, un niño de
poco más de 4 años.
Antes de embarcarse mandó a
imprimir la siguiente Proclama de Despedida, que fue distribuida después del
zarpe en las ciudades de Santiago y Valparaíso:
“¡Compatriotas! Ya que no
puedo abrazaros en mi despedida, permitid que os hable por última vez. Con el
corazón angustiado y la voz trémula os doy este
último adiós; el sentimiento con que me separo de vosotros sólo es
comparable a mi gratitud; yo he pedido, yo he solicitado esta partida, que me
es ahora tan sensible, pero así lo exigen las circunstancias que habéis
presenciado y que yo he olvidado para siempre. Sea cual fuere el lugar a donde llegue, allí estoy
con vosotros y con mi cara patria; siempre soy súbdito de ella y vuestro
conciudadano. Aquí os son ya inútiles mis servicios y os queda al frente del
gobierno quien pueda haceros venturosos. El Congreso va a instalarse y él
secundará sus esfuerzos; vuestra docilidad los hará provechosos. Debéis recibir
en breve sabias instituciones, acomodadas al tiempo y a vuestra posición
social; pero serán inútiles si no las adoptáis con aquella deferencia generosa
que prestaron a Solón todos los partidos que devoraban a Atenas ¡Quiera el
cielo haceros felices, amantes del orden y obsecuentes al que os dirige!...
¡Virtuoso ejército! ¡Compañeros de armas!, llevo conmigo la dulce memoria de
vuestros triunfos y me serán siempre gratos los que la patria espera de
vosotros para consolidar su independencia”.
Arribó a El Callao el 28 de julio siendo recibido por las
autoridades limeñas. Se instaló con su familia en Lima en la misma residencia
en que había vivido el general San Martín cuando estuvo en esa, en la calle
Jesús María. Durante el gobierno de San Martín, Perú, en reconocimiento de sus
esfuerzos por la organización y realización de la Expedición Libertadora ,
le había concedido a O’Higgins la
propiedad de dos haciendas, estas eran Montalván y Cuiba, ubicadas en el valle
de Cañete, unos 150 kilómetros al sur de Lima, territorio que en esos momentos
estaba ocupado por las fuerzas realistas.
La situación política de Perú era caótica. O'Higgins, ante
esto decidió poner su espada al servicio
del Perú, en cuyo Ejército tenía el grado de Capitán General. Estaba en Lima cuando supo que Simón Bolívar había
desembarcado en El Callao dispuesto a tomar la dirección de la guerra ante una
solicitud del Congreso peruano. A fines de 1823, se trasladó junto con toda su
familia a Huanchaco, al puerto de Trujillo donde se encontraba Bolívar con su
ejército.
O'Higgins deseaba poder formar
parte de las tropas de Bolívar para
luchar contra las tropas realistas. Bolívar trasladó su ejército hacia la sierra. O'Higgins no
pudo partir. Estuvo dos meses en cama con fiebre. Convaleciente, partió el 9 de
julio de 1824 hacia la sierra dejando a su familia en Trujillo. El 18 de agosto
alcanzó al Libertador en Huancayo. Bolívar le presentó la oficialidad del
ejército, pero no le dio ningún puesto de responsabilidad como le había
ofrecido,
En octubre, Bolívar le entregó el mando al general Sucre y
se retiró a Lima para recibir a las tropas de refuerzo que venían desde
Colombia. O'Higgins también se dirigió a Lima. Allí le llegó la información que
Sucre, el 9 de diciembre en Ayacucho, había derrotado definitivamente al
ejército del virrey La Serna
y del general de Canterac.
Al banquete que Bolívar
ofreció en celebración de la victoria de
Ayacucho, en 1824, O’Higgins concurrió de civil. Extrañado, Bolívar le
preguntó el por qué de su indumentaria paisana. Le respondió: “Señor, la América está libre. Desde
hoy el general O’Higgins ya no existe; soy sólo el ciudadano particular
Bernardo O’Higgins. Después de Ayacucho mi misión americana está concluida”.
En 1825, O'Higgins y su
familia se instalaron en la hacienda de Montalván.
En Lima arrendó una buena casa
donde pasaban largas temporadas su madre y hermana, pero él se mantenía en la
hacienda en los trabajos propios del campo y donde recibía a sus amigos.
En las largas horas que pasaba
en Montalván, soñaba con las reformas y adelantos que deberían producirse en su
lejana patria. La incorporación a la nacionalidad chilena de los pueblos
indígenas: mapuches, pehuenches, puelches y patagones. Otra de sus ideas era la
de mejorar la calidad de los vinos de manera de poder exportarlos a Inglaterra
y mejorar el cultivo de la avena en Chiloé. En lo internacional estaba
preocupado porque Chile se aliara con Gran Bretaña para prevenir acciones
reivindicatorias por parte de España y contener el expansionismo en América
manifestado por los Estados Unidos.
A mediados de 1832, sus amigos iniciaron conversaciones
con el presidente Prieto para presentar en el Congreso un proyecto de ley
destinado a restituirle su empleo como capitán general del ejército. Prieto
inicialmente apoyó la iniciativa pero en cuanto lo supo Diego Portales hizo
cambiar la posición del Presidente, quien por carta fechada el 17 de julio le
decía que no estaba en condiciones de proponer ante el Congreso una ley de
rehabilitación de su grado y que, según él, era preferible que fuera el propio
O'Higgins quien solicitara esta restitución una vez estuviera en el país.
Durante el año 1834 O'Higgins estuvo postrado en cama
varios meses, primero con un ataque de terciana y luego una erisipela.
El 28 de octubre de 1836, el general boliviano Andrés de
Santa Cruz creó en Lima la Confederación
Perú-Boliviana. En Chile, el ministro Diego Portales que
ejercía enorme poder en el gobierno de Prieto sostenía un “patriotismo” exclusivo y excluyente. Era
un chovinista que deseaba hacer de Chile –como le gustaba decir- la “Inglaterra del Pacífico”, basando su
progreso en la expansión económica y comercial, ejerciendo el dominio de los
mares.
Por ello, desde un comienzo se decidió a combatir por
todos los medios a la
Gran Confederación
Perú-Boliviana. Ésta no tenía como objetico atacar a Chile, sino hacer realidad el sueño bolivariano de
unir a los pueblos de América del Sur. Una prueba de las positivas intenciones
de Santa Cruz, fue que Bernardo O’Higgins, desterrado en Perú, apoyó con
entusiasmo el proyecto del general boliviano. El patriota chileno, además,
intentó impedir que las diferencias entre Portales y Santa Cruz desembocaran en
un conflicto armado.
Pero Portales estaba decidido a destruir la Gran Confederación. En diciembre de 1836, el Congreso, controlado
por la reacción, autorizó al Presidente Prieto para declarar la guerra a la Confederación.
El gobierno chileno envió una fuerza expedicionaria al
Perú. Se firmó el tratado de Paucarpata y regresó a Chile.
El gobierno chileno rechazó el tratado y envió un nuevo ejército esta vez bajo
el mando del general Manuel Bulnes. Este derrotó a las tropas de la Confederación en la
batalla de Yungay el 20 de enero de 1839.
Bernardo O'Higgins obtenía sus
ingresos de la plantación de caña de azúcar de Montalván y la venta en el
mercado de Lima de los productos de la hacienda. Para ello tenía junto a la
casa que arrendaba en Lima un almacén que regentaba su hermanastra Rosita y en
el que también trabajaba su hijo Demetrio y el marido de una de las indígenas
adoptadas, la otra había formado familia casándose y atendía un negocio de
confites en un local cercano.
En febrero de 1839, una grave enfermedad postró a Isabel
Riquelme, lo que inquietó a O'Higgins y a toda la familia quienes no
escatimaron esfuerzos en su cuidado, pero la madre del prócer falleció el 21 de
abril de 1839. Las tropas chilenas escoltaron sus restos hasta el cementerio.
En mayo, O'Higgins cayó a su
vez enfermo en cama con altas fiebres, de las que se repuso hacia septiembre de 1839. Pasó el año 1840 en la Hacienda de Montalván,
preocupado durante el día del trabajo de los esclavos y campesinos y en la
noche en el estudio y despacho de la correspondencia a sus amigos. Le
preocupaba especialmente la situación de las tribus indígenas. También la
integración y colonización de las tierras magallánicas. Supo de las últimas
exploraciones del comandante británico Robert Fitz Roy en los canales
patagónicos por lo que consideraba que el gobierno urgentemente debería ejercer
su soberanía en la región y facilitar la navegación del Estrecho de Magallanes mediante el empleo de
remolcadores a vapor.
En enero de 1841, se trasladó a su casa en Lima, porque al
montar a caballo o agitarse sentía una angustia en el pecho. El diagnóstico
médico fue que sufría una hipertrofia al corazón. La gravedad de la dolencia no
lo amargó. A fines de junio, pese a los cuidados y remedios, el mal no cedía
por lo que su hermanastra Rosita, que estaba a cargo de la hacienda, regresó a su
lado para atenderlo.
El 8 de octubre de 1842, mandó llamar al notario Jerónimo
Villafuerte y ante él redactó su testamento en que designó a su hermanastra
Rosita como heredera del remanente de los bienes que quedaren luego de cumplir
ciertos encargos secretos. El más importante de estos encargos era el de
entregar buena parte del remanente a Pedro Demetrio.
En la mañana del 24 de octubre de 1842 se sintió con
energía por lo que se hizo vestir, quiso que lo sentaran en un sillón, pero no
pudo soportarlo por lo que lo tendieron nuevamente en su cama. De
repente, entre su respiración entrecortaba, exclamó: "¡Magallanes!" y
expiró. Sus restos fueron sepultados en suelo peruano gracias a la caridad de
sus vecinos.
En Perú, vivió él y su familia
con grandes privaciones. Solicitó en varias
oportunidades autorización para regresar a Chile. Se la negaron. Ni siquiera muerto sus enemigos le perdonaron su conducta
progresista y patriota. Sólo
27 años después de su fallecimiento sus restos pudieron descansar en la
Patria a la que tanto amó y por la que tanto hizo. Retornó a su tierra 46
años después de su salida al exilio.
Sólo el 11 de enero de 1870
llegaron a Santiago los restos mortales del revolucionario llamado Bernardo
O’Higgins Riquelme.