lunes, 3 de agosto de 2020

A 50 AÑOS DEL TRIUNFO POPULAR: I.- APORTES DEL PARTIDO COMUNISTA



En un mes más se cumplen 50 años de uno de los acontecimientos estelares de la historia de Chile: el triunfo de Salvador Allende Gossens, candidato de la Unidad Popular, en las elecciones presidenciales del 4 de septiembre de 1970.

Ello abrió el camino para la Revolución Chilena, el Gobierno Popular.

Sobre sus antecedentes y desarrollo, publicaré ocho  capítulos a partir de hoy.

Un abrazo revolucionario,


Iván Ljubetic Vargas




                                               Iván Ljubetic Vargas, historiador del
                                               Centro de Extensión e Investigación
                                               Luis Emilio Recabarren, CEILER






El 4 de septiembre  de 2020 se cumplen 50 años de la victoria de la Unidad Popular  en las elecciones presidenciales.
 
El medio siglo transcurrido desde su surgimiento, nos permiten apreciar su significado histórico, así como el difícil  y largo camino recorrido desde los heroicos tiempos de Luis Emilio Recabarren.

Consideramos como  un  antecedente de la Unidad Popular al Frente Popular, primera coalición de centroizquierda surgida en Chile en 1936 y al Gobierno de Pedro Aguirre Cerda (1938 - 1941) primer gobierno elegido por el pueblo, antecedente del Gobierno Popular.

El camino hacia el triunfo popular del 4 de septiembre de 1970 estuvo marcado por tres líneas fundamentales: la estrategia del Frente de Liberación Nacional, la Vía no armada y una amplia política de alianzas.


EL PRINCIPAL ARTÍFICE DE LA REVOLUCIÓN CHILENA

Luis Corvalán escribió: “En la gestación de la victoria de 1970 y en las realizaciones del gobierno del Presidente Allende, entregaron su contribución todos los partidos de la Unidad Popular. Eso está fuera de discusión.  Pero lo está también el hecho de que el Partido Comunista  de Chile fue el principal artífice de la Revolución Chilena. Tuvo el mérito de vislumbrar la posibilidad de conquistar el gobierno por la vía  no armada y de jugarse con todo tras el propósito de materializarla. Luchó incansablemente, durante años y años, por la unidad de las fuerzas antiimperialistas y anti oligárquicas alrededor de la clase obrera y en función de las transformaciones que maduraban en la sociedad. Definió acertadamente el carácter de la revolución y la política de alianzas. Llegó a la conclusión de que la vía pacífica no excluía confrontaciones más o menos violentas,  como la toma de tierras por los campesinos y de terrenos por los pobladores de la periferia urbana, y que se requería ante todo de la unidad y de la movilización activa y constante de las masas. En la lucha por esta línea, cuya justeza demostró la práctica, libró un combate permanente contra las posiciones erróneas, contra el sectarismo de izquierda que cuestionaba su política y se oponía a las amplías alianzas y contra las tendencias  derechistas de conciliación con el enemigo.

Existía una fuerte estratificación política. El peso de los partidos políticos en la vida nacional era muy grande y sus resoluciones no sólo guiaba la conducta de sus militantes, sino también la del grueso de los sectores sobre los que influían. Por eso, el Partido Comunista consideraba que cumplía  su misión de vanguardia no sólo buscando el fortalecimiento de sus filas y más influencia directa sobre las masas, sino, al mismo tiempo, el entendimiento con el Partido Socialista y el acuerdo con todos los partidos de la Unidad Popular. Más aún, concebía la unidad socialista-comunista como  la fuerza de vanguardia, como ‘vanguardia compartida’.” (Corvalán, Luis: “El Gobierno de Salvador Allende”, páginas 15 y 16)


APORTE A LA TEORÍA Y PRÁCTICA REVOLUCIONARIAS DEL PARTIDO COMUNISTA

Luis Corvalán sostuvo: “Un aporte del Partido Comunista de Chile a la teoría y a la práctica de la revolución por una vía no armada constituye sus formulaciones acerca de la relación que hay entre esa vía y la violencia.
El Partido supo establecer, y actuar en consecuencia, que la vía pacífica no es sinónimo de pasividad; que se recorre en medio de aguda lucha de clases, de combates permanentes, de constantes enfrentamientos, que no desalojan sino presuponen no pocas acciones violentas, como tomas de tierra, ocupaciones de terrenos para viviendas, luchas callejeras, huelgas ilegales, etc.
Fue la comprensión correcta del carácter de la Revolución Chilena, la apreciación justa de la posibilidad de la vía no armada y de las formas concretas en que podía desenvolverse y, paralelamente, la tenacidad del Partido en la lucha por su línea la que le permitió al pueblo de Chile lograr la resonante victoria de 1970 y abrir paso a las transformaciones revolucionarias”.

Más adelante agregó: “Los grandes éxitos logrados por nuestro Partido se deben en gran medida, insistimos, al hecho de haberse compenetrado de los problemas cuya solución maduraba en la sociedad chilena; de haber comprendido ciertas peculiaridades nacionales y tenido en cuenta las situaciones concretas. Sin ello no habría podido lograr mayores triunfos, no se habría convertido en un gran partido nacional y popular, ni habría podido entregar el aporte que dio a la Revolución Chilena.

Nada de eso habría sido posible si el Partido se hubiese regido por criterios dogmáticos o aplicado mecánicamente otras experiencias. En la elaboración y aplicación de su línea ha actuado de acuerdo con el principio de la autonomía de cada Partido, que es principio del movimiento comunista”. (Luis Corvalán: “Informe al Pleno de agosto de 1977 del Comité Central del Partido Comunista de Chile” Ediciones Colo-Colo, 1978, páginas 38 y 39). 

DESDE LOS TIEMPOS DE RECABARREN

Luis Emilio Recabarren nació en Valparaíso  en el Cerro Playa Ancha, el 6 de julio de 1876. Estudió cuatro años en una escuela primaria de ese puerto. Su familia se trasladó a Santiago. En la capital, a la edad de 14 años, comenzó a trabajar como obrero en una imprenta. Pronto aprendió el oficio de tipógrafo.
A pesar de ser duramente explotado, con largas jornadas, bajos salarios y agotadoras labores, tuvo la fuerza y la responsabilidad de leer, de estudiar. Fue un autodidacta que, capacitándose por su cuenta, se transformó en uno de los grandes  intelectuales que ha tenido nuestro país.
Pero, más importante que eso,  ¡puso sus conocimientos al servicio de los trabajadores!

En 1894 se incorporó al Partido Demócrata, iniciándose en la lucha social. Tenía por entonces, 18 años de edad.
En marzo de 1906, Recabarren fue elegido diputado por Antofagasta, siendo el primer diputado obrero electo en América. Pero la mayoría reaccionaria del Congreso le quitó ese cargo que  había conquistado limpiamente.
¡Lo despojaron de su  diputación porque era un obrero!

Recabarren comprendió que los trabajadores  sólo podrían jugar su rol histórico, si unían a la combatividad, una firme conciencia de clase. Por eso se dedicó a educarlos. Para ello utilizó todos los medios a su alcance.
Por ejemplo, la prensa, el medio de comunicación más importante en su época. Creó 11 periódicos y escribió en 50. 
También usó el teatro para educar a los trabajadores. Formó grupos artísticos, escribió obras para ponerlas en escena y él mismo actuó, cuando fue necesario.
Educó también con sus discursos, conferencias, polémicas públicas y con sus conversaciones personales. Escribió varios libros y folletos, además de numerosos artículos de prensa.
Recabarren es el más grande educador de masas de la historia de Chile. Pero fue, además, un  extraordinario organizador y líder obrero.

Con mucha dedicación y sacrificios, logró entregar a los trabajadores chilenos los tres elementos que le permitirían jugar un  importante rol  en los acontecimientos nacionales:
1) Forjó  conciencia de clase  en amplios sectores  obreros, a través de la educación y de su ejemplo.
2) Fundó  el 4 de junio de 1912 en Iquique, el Partido Comunista de Chile.
3) Reconstruyó el movimiento sindical clasista, surgido en enero de 1900 con las Mancomunales que  desapareció con la masacre de la Escuela Santa María de Iquique  de 1907.

Fue al cumplirse estas tres condiciones, que la clase obrera se  transformó de una clase en sí  en una clase para sí. En ese momento histórico  nació el movimiento obrero chileno.

A partir de ese momento,  el movimiento obrero  comenzó a avanzar  por tres vías.

Una, la lucha económica de los trabajadores contra sus patrones, para lograr reivindicaciones económico-sociales. Ello a través de sindicatos con orientación de clase. Al calor de esos combates nacieron y se fortalecieron las centrales sindicales: la FOCH, en 1919; la CTCH, en 1936 y la CUT en 1953. Hacia 1970, la CUT, con un programa cuyo objetivo final era el socialismo,  agrupaba a un millón de trabajadores, la inmensa mayoría con una firme conciencia de clase.
Otra vía fueron las luchas políticas de los trabajadores, encabezados  por el Partido Comunista, que dieron vida a cada vez más amplias  y poderosas coaliciones: Frente Popular, en 1936; Frente del Pueblo, en 1951; Frente de Acción Popular (FRAP), en 1956, y la Unidad Popular en 1969.
Una tercera vía fue la constante y tenaz lucha ideológica llevada adelante por los revolucionarios contra las concepciones burguesas y pequeñoburguesas (ultraizquierdistas). Ello dio por fruto conducciones revolucionarias tanto en la CUT como en la Unidad Popular.
Y estas tres vías se unieron en un poderoso río que, guiado por probados revolucionarios, forjó la victoria del 4 de septiembre de 1970.