Iván
Ljubetic Vargas, historiador del
Centro
de Extensión e Investigación
Luis
Emilio Recabarren, CEILER
Celestino Córdova, autoridad espiritual del pueblo
mapuche, está condenado a 18 años de
cárcel en 2014, en un juicio que no fue
muy claro.
Siendo machi, tiene responsabilidades permanentes en
materia espiritual y curativa con su comunidad, y le corresponde renovar el
rewe cada cierto tiempo.
Un rewe o kemukemu es un tótem o tronco escalonado clavado
en la tierra, que puede estar rodeado por ramas de canelo (árbol sagrado
mapuche) ubicadas en fila y adornadas con banderas blancas, celestes,
amarillas, negras. En algunas ocasiones la cima tiene una representación de un
rostro humano. Simboliza la conexión con el cosmos. El rehue es un símbolo de gran importancia
que se usa en celebraciones importantes como en el machitún, guillatún, We Tripantu ( año nuevo
mapuche), entre otros.
Lo que solicita Celestino Córdova es que le autoricen pasar cuatro meses junto
al rewe, para poder llevar a cabo sus funciones como machi. (No exige que le
anulen su condena ni otro beneficio) Por esos cuatro meses lleva más de cien días en huelga de hambre y
está decidido de no ser escuchado iniciar la huelga seca.
UNA HISTORIA QUE NO HAY QUE OLVIDAR
En el siglo XVI llegaron a
Chile invasores hispanos y el pueblo mapuche se alzó en defensa de sus tierras. Entre 1541 y 1655, o sea durante 114 años, hubo un fiero enfrentamiento entre
los combatientes mapuches y los conquistadores.
En 1598 (fines del siglo XVI)
las huestes mapuches, comandadas
por el toqui Pelantaru, derrotaron a los españoles en la batalla de Curalaba. Ésta marcó el
inicio de una formidable insurrección, que destruyó las siete ciudades fundadas por
los conquistadores. Estos fueron
expulsados, en 1604, al norte del río
Biobío.
En 1629 una invasión militar española al territorio al sur del Biobío fue
derrotada por los combatientes mapuche, dirigidos por el toqui Lientur.
Los conquistadores no pudieron derrotar al pueblo mapuche.
La corona española (Chile era una colonia de ella) debió
reconocer la derrota, poniendo fin a la Guerra de Arauco y entrando en conversaciones con
el pueblo mapuche.
En 1641, o sea un siglo después de iniciadas las luchas
emancipadoras de nuestro pueblo originario, tuvo lugar el Parlamento de Quilín.
Representantes de la corona española y de la nación mapuche firmaron más de
30 tratados. En ellos
se reconocía a la nación mapuche, como
un pueblo autónomo e independiente, establecido en su territorio al sur del río
Biobío.
A pesar de ello, en 1655 los españoles realizaron una
nueva expedición militar en la Araucanía. La respuesta fue otra
formidable insurrección encabezada por el toqui Miski.
En 1774 tuvo lugar
el Parlamento de Tapihue, el gobernador español Agustín de Jáuregui se reunió
con representantes de la nación mapuche. Uno de los acuerdos fue la
designación de embajadores mapuches en Santiago.
Se abrió un período de paz en
el Chile colonial, que se prolongó por 50 años en el Chile republicano, hasta
el inicio de la llamada “Pacificación” de la Araucanía , llevada a
cabo por el ejército chileno entre 1861 y 1882.
Cuarenta y tres años después
que Chile se independizó del sistema colonial español, el Gobierno del
derechista Manuel Montt envió tropas a la Araucanía.
En 1861 el general
Cornelio Saavedra ocupó militarmente la zona comprendida entre los ríos
Biobío y Malleco. En 1862 refundó la ciudad de Angol y los fuertes de Mulchén y Lebu. Los mapuches
de las cercanías del Malleco opusieron
resistencia armada. Hubo una sublevación liderada por el cacique
Quilapán.
Entre 1867 y 1868 hubo varios combates. En 1868, la división del
comandante Lagos fue derrotada por
fuerzas dirigidas por el cacique Quilapán.
En los años 1868 y 1869, el ejército del general Saavedra llevó adelante una
campaña de exterminio contra los mapuches, destruyendo sus siembras y quemando
sus rucas en la línea del río Malleco.
En 1871 se produjo una violenta ofensiva de las fuerzas
del cacique Quilapán contra la línea del
río Malleco.
En enero de 1881
los mapuches se alzaron en rebelión, intentando recuperar los territorios hasta
el Biobío. Participaron en la lucha
liberadora los cuatro “futalmapus” (grandes alianzas territoriales de los mapuches)
existentes entre los ríos Biobío y Toltén.
Una vez logrados los triunfos de Chorrillos y Miraflores
(en enero de 1881) en la Guerra
del Salitre contra Bolivia y Perú, el
Gobierno de Aníbal Pinto envió a la Araucanía a dos mil hombres de las tres armas:
caballería, infantería y artillería. Su misión era imponer la “línea del
Cautín”, ocupando toda la región entre el
río Biobío y el Cautín.
Se fundaron los fuertes de Quino, Quillem, Aníbal Pinto,
Lautaro, Pillánlelbún, Temuco, Carahue y Nueva Imperial.
En 1882, asegurada la victoria en la Guerra del Salitre, el
gobierno chileno envió nuevas tropas al sur. A su mando venía el coronel
Gregorio Urrutia. La enorme superioridad militar le permitió derrotar a los
indígenas. Aplastó la última resistencia mapuche en Villarrica.
La ocupación militar de la Araucanía significó,
además del derramamiento de sangre de centenares de indígenas, la usurpación de sus mejores
tierras y la transformación de éstos en campesinos pobres.
Al pueblo mapuche se le
expropió (de acuerdo la Ley
sobre tierras de la Frontera ,
promulgada en 1866, el 90% de su
territorio. De los 5 millones de hectáreas que comprendía la región entre el
río Malleco y Valdivia, a los mapuches
se les encerró en menos de 500 mil hectáreas. Sus comunidades o reducciones fueron
estratégicamente ubicadas, separadas unas de otras, por haciendas y parcelas.
La “Pacificación” de la Araucanía culminó el 31 de diciembre de 1882.
El pueblo mapuche lucha hoy por recuperar las tierras
arrebatadas con la fuerza militar, junto con conquistar soberanía política y respeto a su
cosmovisión, a su manera de entender los fenómenos sociales, naturales y
espirituales.
La lucha del pueblo mapuche es una lucha por justos
objetivos, incluso habiendo sectores que utilicen tácticas que no compartimos.
Por ello, porque sus objetivos son políticos, los detenidos son presos
políticos, aunque los reaccionarios chilenos le nieguen esta calidad.
Símbolo de esta lucha son
hoy Celestino Córdova y los otros
mapuches presos políticos en huelga de hambre.
ES
NECESARIA UNA NUEVA CONSTITUCIÓN
Pero el gobierno
neoliberal de Piñera, el poder judicial,
parte del Parlamento y fuerzas represivas
del Estado, basándose en la Constitución Política
fascista del 80, se comportan con el pueblo mapuche peor que los conquistadores
en tiempos de la Colonia ,
no son capaces de comprender las diferencias existentes entre los pueblos
originarios y la mayoría de la población del país. En vez de dialogar, los
reprimen. Que distinta es la actitud del gobierno y de la “justicia” criolla
con los que durante la dictadura fascista violaron los derechos humanos.
Lo que va a resolver de fondo
la situación de los pueblos originarios es una nueva Constitución Política, que
parta señalando que Chile es un Estado plurinacional.
Es por eso, entre muchas otras
razones, de enorme importancia el
Plebiscito programado para el 25 de octubre de 2020, que marcará el inicio del
proceso constituyente. Y
la leche no está aún cocida.
Hay intentos por escamotear el plebiscito. La UDI presentó un proyecto en
Cámara de Diputadas y Diputados que plantea la no realización del plebiscito y
que sea el nuevo Congreso que modifique la Constitución. Por
su parte, el senador Francisco Chahuán presentó un proyecto en la Cámara Alta que señala
que se declararía nulo el plebiscito si no vota el 50% de los ciudadanos
inscritos en los Registros Electorales. Si se hubiera aplicado este criterio en
las elecciones de 2017, Piñera no sería
presidente.
Una nueva Constitución realmente democrática es una
necesidad para avanzar hacia un Chile mejor.
UN EPISODIO DEL TIEMPO DE LA COLONIA
En 1793 ocurrió una curiosa historia. El 28
de octubre de ese año, el obispo Francisco José de Marán, salió desde
Concepción en gira apostólica. Internada su comitiva en la cordillera de
Nahuelbuta, fue sorprendida el 28 de noviembre por los mapuches.
En vano intentó esconderse el
obispo en las riberas del río Tirúa. Lo atraparon en una cuesta tupida de
coligües y quilas.
Tuvo fortuna el asustado
siervo de dios, pues estaba por esos lados su amigo el cacique Curimilla, quien
obtuvo de los captores que se decidiera la suerte del prisionero y
acompañantes en un partido de chueca o
palín.
Este deporte clásico de los
mapuches se jugaba en una cancha más larga que ancha, que estaba delimitada por
ramos verdes. Se formaban dos equipos de igual número por lado, podían ser 15 o
20 mocetones. Sus uniformes eran: estar desnudos unos, los otros tapándose el
bajo vientre. Cada
uno con un madero, corvo en su extremo. Se colocaba una bola al medio, que
había que echar al lado contrario.
El evento, jugado a fines de la primavera de 1793, tenía
un trofeo especial: la vida de un obispo y sus acólitos.
Uno de los equipos estaba encabezado por el cacique
Huentutelemu; el otro, por el cacique Martín Curimilla, de cuyo triunfo
dependía la suerte del obispo Francisco de Marán.
Luego de una ardorosa lucha, en ese primer día la victoria
quedó indecisa. Debía definirse en la mañana siguiente.
El dramático final lo describió así un cronista: “La victoria
pareció en fin declararse por Huentutelemu, pero en ese momento Martín
Curimilla, fiel cacique araucano amigo del obispo, se colocó frente a
Huentutelemu y descargando su chueca sobre la de su contrario con tal furia que
ésta saltó en astillas, como una lanza hecha trizas de un bote, sin perder
tiempo, descargó otro sobre la bola, que, no
encontrando resistencia, corrió por la llanura y las personas del
equipo, casi sin oposición, arrastrando la bola hasta la raya que le servía de
meta”.
El testigo no entregaba
antecedentes sobre las reacciones de los participantes ni de los
espectadores. Los mapuches cumplieron su palabra. Dejaron libre al obispo y a sus acompañantes. Así
actuaban aquellos “salvajes”.
Al conocer esta historia, el
Intendente de Concepción, Ambrosio O’Higgins,
montó en cólera, no por la imprudencia de Francisco de Marán, sino
por el vejamen de haber sido jugado a la
chueca. Su primer
impulso fue enviar una expedición a la zona del Tirúa para vengar la afrenta.
Lo pensó mejor. No lo hizo. No tenía las fuerzas suficientes para
derrotar a quienes luchaban por su tierra.
¡Sin comentarios!