En el 242 aniversario de su natalicio (7):
Iván Ljubetic Vargas,
historiador del
Centro de Extensión e
Investigación
Luis Emilio Recabarren, CEILER
No podías estar en este baile.
Tu fiesta fue un castillo de explosiones.
Tu baile desgreñado es la contienda.
Tu fin de fiesta fue la sacudida
de la derrota, el porvenir aciago
hacia Mendoza, con
la patria en brazos.
(Pablo Neruda: “Canto General”)
7. SOLDADO PATRIOTA
En 1813 se iniciaron las guerras de la Independencia. O ’Higgins puso su espada al servicio de José Miguel
Carrera designado comandante en jefe del Ejército patriota por la Junta de Gobierno de 1813.
Prácticamente en todos los monumentos y cuadros aparece el
prócer con su uniforme de militar. Pero O’Higgins no fue soldado de profesión.
Había estudiado comercio en la
Academia de Richmond.
Escribió en 1810: “La carrera a que me siento inclinado por naturaleza y
carácter es la del labrador”. Y en 1813 explicó: “Soy un militar de
circunstancias, que había tomado las armas para defender la patria como simple comandante
de guerrilleros en un momento de peligro”.
Octubre de 1813. José Miguel
Carrera planeaba apoderarse de Chillán, que estaba en manos realistas. Dividió su ejército en dos partes.
Dejó la Segunda
División al mando de su hermano Juan José dos kilómetros más
arriba de la confluencia del Itata con el
río Ñuble y se dirigió con 800
hombres al paso de El Roble, distante tres leguas hacia el oriente del
campamento de la
Segunda División.
Juan Francisco Sánchez, jefe realista que ocupaba
Chillán, decidió atacarlo
sorpresivamente. Mandó una fuerza que
atravesó el Itata de noche y se ubicó en la ribera sur, al oriente del Ejército
patriota. Al norte del río, enfrente del paso El Roble, los realistas habían
ubicado una fuerza de 400 hombres, con la misión de evitar el paso del río a
los patriotas. Esta fuerza se mostró en todo momento para distraer al enemigo.
Al despuntar el día 17 de octubre de 1813, las tropas realistas cayeron inesperadamente
sobre las fuerzas de Carrera, provocando gran confusión.
Carrera, perseguido por los soldados realistas a caballo,
decidió cruzar el Itata para alertar a las tropas patriotas comandadas por su
hermano, el brigadier Juan José.
El coronel Bernardo O`Higgins reunió unos doscientos hombres, corrió a
proteger la artillería y a organizar la resistencia. Como la lucha se
prolongaba ya más de una hora O'Higgins, impaciente, tomó el fusil de un
soldado que había caído muerto a su lado y le gritó a los suyos: "¡O vivir
con honor o morir con gloria; el que sea valiente que me siga!" La tropa, alentada, se precipitó sobre el
enemigo y lo puso en completa dispersión en pocos momentos. O'Higgins, herido
en un muslo, continuó a pie la persecución del enemigo hasta hacerlo repasar el
río en el mayor desorden.
Los realistas dejaron más de
80 muertos en el campo de batalla, mientras que los patriotas perdieron 30
hombres y hubo numerosos heridos.
La huida del campo de batalla de José Miguel Carrera se
interpretó maliciosamente y sirvió para acentuar los cuestionamientos a su mando.
O'Higgins, a raíz de ésta batalla, fue reconocido por Carrera cómo "el
primer soldado de Chile" por los méritos demostrados, al mismo tiempo que
El Roble se convirtió en la primera victoria significativa para los patriotas.
Poco después, O´Higgins
reemplazó a Carrera como comandante en jefe del Ejército patriota.
Los días 1º y 2 de octubre de
1814 tuvo lugar la batalla de Rancagua. Durante dos días, atrincherados en la Plaza de esa ciudad,
resistieron los patriotas al mando de O’Higgins, los ataques de las fuerzas
realistas muy superiores en número. Cuando al segundo día, la defensa de la
plaza se hizo imposible, O’Higgins ordenó a los sobrevivientes montar a caballo
y se lanzaron en un audaz asalto por sobre las trincheras enemigas. De los 600 soldados que iniciaron esa
intrépida carga, sólo 300 pasaron las defensas realistas. Con estos soldados,
más otras unidades que encontró en el camino, el héroe se dirigió a Mendoza, provincia de Cuyo, para preparar la
revancha. El Desastre de Rancagua marcó el fin de la Patria Vieja , período
iniciado el 18 de septiembre de 1810, y el comienzo de la Reconquista realista.
En Chile, los guerrilleros de
Manuel Rodríguez no dejaban tranquilos a los realistas. En Mendoza, con la
inmensa solidaridad del general José de San Martín, gobernador de Cuyo, se
organizó el Ejército Libertador. Este ejército, según el general argentino,
debía luchar contra los realistas con tres objetivos concretos: afianzar la
independencia de las Provincias Unidas del Río de la Plata , contribuir a la
emancipación de Chile y derrotar al
Virreinato del Perú, último bastión de dominación española en América del Sur.
El Ejército Libertador se
componía de 3 generales, 28 jefes, 207
oficiales, 15 empleados civiles, 3.778 soldados de tropa (formado por una
mayoría de soldados negros y mulatos,
más de la mitad esclavos libertos, y por
soldados chilenos); 1.200 milicianos
montados (para conducción de víveres y artillería), 120 barreteros de
minas (para facilitar el tránsito por los pasos), 25 baquianos, 47 miembros de sanidad (para
conformar el hospital de campaña), 16 piezas de artillería (10 cañones de 6
pulgadas, 2 obuses de 4 y 1/2 pulgadas y 4 piezas de montaña de 4 pulgadas),
1.600 caballos extras (para caballería y artillería) y 9.281 mulas (7.359 de
silla y 1.922 de carga).
La proeza del cruce de los
Andes, que duró cerca de un mes, fue el momento más memorable del Ejército de
los Andes.
Éste se dividió principalmente
en dos gruesas columnas, la primera comandada por el propio San Martín,
atravesó la cordillera de los Andes por el paso de los Patos. La segunda, comandada por el
brigadier argentino Juan Gregorio Las Heras, marchó por el paso
de Uspallata, conduciendo todo el parque
y la artillería, cuyo transporte era imposible por el más escabroso paso de Los
Patos. La gran dificultad del cruce de la cordillera de los
Andes generó que sólo 4.300 del total de mulas y 510 del total de caballos
lograran cruzar al otro lado de las montañas.
La oligarquía
criolla fue aliada del rey español y luchó contra los intereses de
Chile. Traicionaron a la patria. Los mismos
grandes terratenientes criollos, que habían convocado el Cabildo del 18
de septiembre de 1810, firmaron el 9 de febrero de 1817, un Acta de Sumisión al
rey Fernando VII, en la cual abjuraban de todo movimiento libertario y
repudiaban a los patriotas.
En este vergonzante documento, servilmente manifestaban “su íntima y
decidida adhesión que tenemos a la sagrada causa de nuestro legítimo monarca el
señor Fernando VII…” Renegaban
de los patriotas y pedían…”Castigar, como es justo, la osadía y el orgullo de
los insurgentes de la otra banda”.
No vacilaban estos traidores
ofrendar “…sus vidas, y sin reserva de cosa alguna estaban prontos y resueltos a defender los sagrados derechos
del rey, a cuya obediencia vivimos gustosamente sujetos”.
Al pie de tan ignominioso documento figuraban apellidos
como Larraín, Aldunate, García Huidobro.
Pero les falló el olfato a los traidores. Aún no se secaba
la tinta de esa acta infamante, cuando el Ejército Libertador, al mando de los
generales José de San Marín y Bernardo
O’Higgins, luego de realizar la proeza de cruzar la cordillera de los Andes,
pisaba suelo chileno. Tres días después, el 12 de febrero de 1817,
derrotaba a las tropas del rey en la batalla de Chacabuco.