domingo, 23 de agosto de 2020

UN REVOLUCIONARIO LLAMADO BERNARDO O’HIGGINS RIQUELME (5)




En el 242 aniversario de su natalicio (5)  


                                                         Iván Ljubetic Vargas, historiador del
                                                         Centro de Extensión e  Investigación
                                                         Luis Emilio Recabarren,  CEILER

                                          


 
    Ahora mira en el mapa hacia abajo
    hacia el delgado cinturón de Chile
    y coloca en la nieve soldaditos,
     jóvenes pensativos en la arena,
     zapadores que brillan y se apagan.
     (Pablo Neruda: “Canto General”)


4. EN LA LUCHA CLANDESTINA

Desembarcó en Valparaíso en septiembre de 1802, con el nombre de Bernardo O’Higgins Riquelme y convertido en  dueño de la gran hacienda de de San José de Las Canteras y de una casa en Santiago. Lo primero que hizo fue llevar a su madre y a su hermana Rosita a la hacienda.

Era ahora un latifundista, pero sus ideales se mantenían inamovibles. Se dedicó a organizar círculos clandestinos para luchar por la Independencia. Con toda razón pudo escribir en 1842: “Mis intereses personales son los menos que he cuidado en toda mi vida, particularmente cuando los de mi patria estaban de por medio”.
                                   



“Se conoce poco sobre la labor conspirativa de O’Higgins en aquellos años. Se sabe, por ejemplo, acerca de su correspondencia secreta con los rebeldes argentinos y podemos adivinar su contenido. Está cubierta de neblina aún mayor la historia de sus relaciones con el grupo de correligionarios en la intendencia de Concepción. Se conocen algunos nombres y algo se puede decir de sus concepciones ideológicas (que no coincidían en absoluto en muchas cuestiones), caracteres, condición social. Estamos enterados de algunos componentes de la organización que integraba, pero sólo podemos adivinar hasta qué punto participaban en la rebeldía. Junto con Martínez de Rozas, formaban parte de ella Antonio Urrutia, un pariente suyo, uno de los hombres más ricos e influyentes del Sur; Diego José Benavente, que después fue periodista connotado y hasta ministro de Hacienda en una época; Luis de la Cruz, futuro ministro; fray Rosauro Acuña. Prior del Convento de San Juan de Dios en Chillán; Pedro Ramón Arriagada y José Antonio Pinto, hacendados. También eran miembros los separatistas argentinos Juan Pablo Fretes, Bernardo Vera y Pintado (mexicano de origen, formado en La Plata, que luego se trasladó a Chile), y otros”. (V. Razuváez: “Bernardo O’Higgins: Conspirador, general, estadista”, páginas 73 y 74)

Es posible que algunos de los nombrados formaban parte  una rama chilena  de la Logia “Lautaro”. O’Higgins y el canónigo Juan Pablo Fretes habían participado en la Logia en Cádiz. Es probable que la encabezara el propio O’Higgins.

Éste, con inteligencia y audacia, supo coordinar el trabajo conspirativo con el legal. En 1806 fue designado Alcalde del Cabildo o Municipalidad de Chillán; en 1809, subdelegado interino de La Laja. Ello lo libró de que cayera sobre él la represión de las autoridades, como ocurrió con algunos de sus compañeros de lucha.

El 18 de septiembre de 1810 se creó en Santiago la Primera Junta de Gobierno, para  mantener al país bajo la dominación del rey de España.

En el año 1808, Napoleón Bonaparte invadió España. Derrocó e hizo prisionero al monarca Fernando VII, colocando en el trono a su hermano José Bonaparte, al que los hispanos  bautizaron como “Pepe botella”.

Los españoles resistieron al invasor. Organizaron una guerra de guerrillas. Crearon juntas de gobierno, las que se unieron en una Junta Central. Ésta pretendió tener autoridad sobre las colonias españoles de América.

En nuestro país, los oligarcas criollos (nacidos en Chile) vieron en los acontecimientos ocurridos en España una ocasión propicia para arrebatarle el poder político a los oligarcas españoles residentes, que controlaban la Real Audiencia, la que, junto con el Gobernador, eran las máximas autoridades en la colonia.

Los criollos argumentaron que esa Junta Central no tenía derecho a gobernar a los reinos de América, pues las colonias pertenecían al rey y no a la  nación hispana. En eso tenían razón.

El licencioso Papa Alejandro VI, el “Papa Borgia” (padre de Lucrecia Borgia) había dictado el 4 de mayo de 1493 la Bula Intercaetera por la  que repartió, “en nombre de Dios” las tierras a las que había llegado Cristóbal Colón. Una región portuguesa al oriente, entregada a la persona del rey de Portugal; otra española al occidente, otorgada  al monarca hispano. El único  problema que creó esa Bula  fue  la imprecisión de la línea demarcatoria. Esto fue resuelto por ambas partes  interesadas, por medio  del Tratado de Tordesillas, en 1494, que determinó que  esa línea correría a 370 leguas al occidente de Cabo Verde. En esa Bula del Papa Borgia se basaron los oligarcas criollos para decir: que Chile había sido dado por la divina providencia a la persona del rey y no a toda España.

Los criollos lograron convencer al titubeante gobernador del Reino de Chile, Mateo de Toro y Zambrano, quien aceptó la convocatoria de un Cabildo Abierto para el 18 de septiembre de 1810.

Este Cabildo no fue en absoluto abierto. Las invitaciones fueron realizadas por los criollos. De los 1.700 españoles residentes, sólo recibieron la invitación 14. El resto de los 450 asistentes  que repletaban el salón del Consulado a las 9 de la mañana del día señalado, eran partidarios de designar una Junta.

Sólo pudieron  ingresar a la reunión  las personas que portaban  una invitación que rezaba:
 “Para el 18 del corriente, espera a usted el muy ilustre señor Presidente con el ilustre Ayuntamiento en la sala del Real Tribunal  del Consulado, para tratar de las medidas de seguridad pública, discutiéndose allí que sistema de gobierno debe adoptarse para conservar siempre estos dominios al señor don Fernando VII”.

Se inició el Cabildo Abierto. Se eligió una Junta de Gobierno de nueve miembros, encabezada por el propio Gobernador. Sólo los dos secretarios y uno de los cinco vocales eran partidarios de librar al país del dominio extranjero. Con este paso, los criollos le arrebataron el poder a los españoles residentes en el país.

Bernardo O’Higgins agudo observador concluyó que la lucha por independizarse del sistema colonial español iba ser largo y se definiría finalmente por las armas. Y comenzó a prepararse para ello.