Iván
Ljubetic Vargas, historiador del
Centro de Extensión e
Investigación
Luis
Emilio Recabarren, CEILER
El 13 de agosto de
1913 falleció en la ciudad de Passung, Suiza, el revolucionario socialista
alemán Augusto Bebel.
Había nacido en Deutz, Colonia, Alemania, el 22 de febrero
de 1840. Era hijo de un militar
prusiano. Siendo muy joven laboró durante cuatro años como aprendiz en un taller, obteniendo el
título de maestro tornero.
En 1861 se trasladó a Leipzig, donde abrió un negocio
propio, y se afilió a la sociedad de artesanos local.
Se incorporó a la Primera Internacional de
Trabajadores
En 1867 fue elegido diputado en el Parlamento (Reichstag)
de Alemania del Norte y, al año siguiente, intervino en el congreso de
Nuremberg, en el que los socialistas alemanes decidieron su incorporación a la Primera Internacional
o Asociación Internacional de Trabajadores, fundada en Londres el 28 de
septiembre de 1864 por Carlos Marx.
Inició así su actividad política.
En 1869 participó en el congreso de Eisenach, siendo uno
de los fundadores del partido socialdemócrata alemán. Fue un eminente propagandista y teórico del
marxismo. Las investigaciones teóricas de Bebel se centraron en el materialismo
histórico. Es singularmente valiosa su obra consagrada a la cuestión de la
mujer. En el trabajo «La mujer y el socialismo» (1879), mostró cómo las
relaciones de familia se transforman a tenor de los cambios que sufre el modo
de producción, cómo la desigualdad social de la mujer es una consecuencia del
imperio de la propiedad privada. La aparición de la propiedad privada
representa el comienzo de la «humillación y hasta del desprecio por la mujer».
De ahí que la emancipación de la mujer constituya una parte del problema de
poner fin a la explotación y a la opresión social.
Bebel era ateo militante. Analizó con profundidad las
doctrinas religiosas y puso de manifiesto que la religión, promesa de una
felicidad ilusoria y quimérica, es útil a las clases dirigentes «como medio de
dominio». Sostuvo una enérgica lucha contra la ideología burguesa, desenmascaró
el maltusianismo, el idealismo filosófico y el revisionismo.
Fue uno de los primeros en comprender que las ideas de
Bernstein eran radicalmente nocivas para el proletariado. Pese a que Bebel
defendió algunas tesis equivocadas e incurrió en errores tácticos, su actividad
tanto teórica como práctica fue de gran importancia en la lucha de la clase
obrera para liquidar la opresión social.
Tras el estallido de la guerra franco-prusiana, el 19 de
julio de 1870, se erigió en líder de la
oposición a la política expansionista de Bismarck, quien ordenó su detención.
Acusado de alta traición por haberse negado a votar los créditos de guerra, fue
condenado a dos años de prisión. Tras su puesta en libertad, en 1874 fundó una
pequeña empresa, que dirigió hasta 1889.
Asimismo, tras recobrar la libertad, fue reelegido
diputado, cargo desde el que se opuso a la política gubernamental y consolidó
su posición como dirigente del Partido
Socialdemócrata.
A la muerte del secretario general, Wilhelm Liebknecht del
partido socialdemócrata, acaecida en 1900, pasó a ocupar el liderazgo de la
colectividad, que se convirtió en una de las principales formaciones políticas
del país, gracias al giro al centro inspirado por él y al abandono de las
posiciones más radicales. Se opuso a la flota de guerra reclamada por Guillermo
II y propuso, como medida alternativa al mantenimiento de un ejército
permanente, la formación de milicias populares.
Es famosa su anécdota cuando en un debate parlamentario,
al pronunciar un discurso, la derecha lo aplaudió. Entonces Bebel detuvo sus
palabras y el mismo se preguntó: ¿Qué has dicho, viejo imbécil, que la canalla
te aplaude?
Esta anécdota fue invocada muchas veces por Vladimir Ilich
Ulianov, Lenin, para referirse a
aquellos izquierdistas que son aplaudidos por la derecha cuando asumen
posiciones o repiten argumentos que favorecen
la política de los partidos de derecha.