Iván Ljubetic Vargas, historiador del
Centro de Extensión e Investigación
Luis Emilio Recabarren, CEILER
El 24 de septiembre de 1572. Fue ejecutado por los españoles Túpac Amaru I, también conocido como Felipe Túpac Amaru.
Había nacido en el Cusco en 1545. Hijo de Manco Inca, fue el cuarto y último inca de Vilcabamba. Sacerdote y guardián del cuerpo de su padre.
(En quecha, tupaq amaru significa ‘serpiente resplandeciente)’.
Túpac Amaru I asumió como inca de Vilcabamba después de que su medio hermano el uari inca Titu Cusi Yupangui muriera en 1570.
Los incas creían que su medio hermano se había visto
forzado a admitir a los sacerdotes misioneros
en Vilcabamba y que los españoles lo habían envenenado.
Los españoles habían enviado dos embajadores para continuar en las negociaciones en curso. El último de ellos fue el conquistador Atilano de Anaya quien, tras cruzar el puente de Chuquisaca, fue capturado y ejecutado junto con su escolta por el general inca Curi Paucar. El nuevo Virrey del Perú, Francisco Álvarez de Toledo, decidió someter por la fuerza al reino de Vilcabamba.
Apelando a la justificación de que los incas habían roto “la inviolable ley de todas las naciones del mundo: el respeto a los embajadores”.
La expedición de conquista fue realizada por una poderosa fuerza bélica: varias piezas de artillería, 250 soldados españoles y 2500 nativos aliados, entre los cuales figuraban 1000 cañaris, enemigos mortales de los incas rebeldes.
Para la defensa de Vilcabamba,
el inca Túpac Amaru contaba con aproximadamente 2000 soldados de los cuales 600
o 700 eran guerreros anti (llamados
chunchos por los incas del Cuzco).
Se libraron gran cantidad de escaramuzas, pero la única gran batalla de la campaña tuvo lugar en Choquelluca, a orillas del río Vilcabamba. Los incas atacaron primero con mucho espíritu a pesar de estar solo ligeramente armados, pero los españoles y sus aliados indígenas lograron resistirlos.
Un momento cumbre del combate se alcanzó con la pelea
personal y a mano limpia entre el capitán inca Huallpa y el español García de
Loyola, cuando el comandante español se hallaba en una situación desesperada
por haber recibido varios golpes directos y encontrarse en riesgo de ser
desabarrancado, uno de sus leales disparó traidoramente sobre la espalda del
inca, matándolo y provocando un clima de indignación que reavivó el combate.
Los cronistas españoles lo narraron así:
Peleóse con gran porfía de una parte y otra, y Martín García de Loyola se vio en un evidentísimo peligro de la muerte porque estando peleando salió un indio enemigo de tan gran disposición de cuerpo y fuerza, que parecía medio gigante y se abrazó con él por encima de los hombros que no le dejaba rebullirse, pero le socorrió un indio amigo, de los nuestros, llamado Currillo, que llegó con un alfanje y le tiró una cuchillada a los pies, que se los derribó, y segundando otra por los hombros lo abrió de suerte que cayó allí muerto, y así, mediante este indio, se libró de la muerte el capitán Martín García de Loyola, que cierto fue hazaña digna de poner en historia el ánimo y presteza con que Currillo quitó la vida al medio gigante de dos cuchilladas, y salvó a su capitán. (Crónica de Marín de Murúa)
DERROTADA
Tras esta batalla los españoles capturaron la ciudad y el palacio de Vitcos, al acercarse la expedición a la ciudadela de Tumichaca fueron recibidos por su comandante Puma Inga, quien rindió sus fuerzas y manifestó que la muerte del comisionado español Anaya había sido responsabilidad de Curi Paucar, y otros capitanes rebeldes a sus incas deseosos de la paz.
El 23 de junio cayó ante la artillería española el último foco de resistencia inca, el fuerte de Huayna Pucará, que los nativos habían construido recientemente y se encontraba defendido por 500 chunchos flecheros. Los restos del ejército inca, ahora en retirada, optaron por abandonar Vilcabamba su última ciudad y dirigirse a la selva para reagruparse.
El 24 de junio los españoles
tomaron posesión de Vilcabamba.
Acompañado de los suyos Túpac Amaru I se había marchado el día anterior con dirección al oeste, dentro de los bosques de las tierras bajas. El grupo, que incluía a sus generales y a los miembros de su familia, se había dividido en pequeñas partidas en un intento de evadir la persecución.
Grupos de soldados españoles y sus indios auxiliares fueron enviados para cazarlos trenzándose en sangrientas escaramuzas con la escolta del inca. Uno capturó a la esposa e hijo de Wayna Cusi. El segundo regresó. El tercero regresó también; lo hizo con dos hermanos de Túpac Amaru, otros parientes y sus generales. El uari inca y su comandante permanecieron libres.
Un grupo de cuarenta soldados elegidos personalmente salieron en persecución de estos. Siguieron el río Masahuay durante 170 millas, donde encontraron un almacén inca con cantidades de oro y vajilla de los incas.
Los españoles capturaron un grupo de chunchos y los obligaron a decirles lo que habían visto, y si habían visto al uari inca. Estos informaron que se había ido río abajo, en bote. Los españoles construyeron después 20 balsas y continuaron la persecución.
Río abajo descubrieron que Túpac Amaru había escapado por tierra. Continuaron con la ayuda de los aparis, los cuales avisaron qué ruta habían seguido los incas e informaron que Túpac se veía ralentizado debido a que su mujer estaba a punto de dar a luz.
Después de una marcha de 50
millas vieron una fogata alrededor de las nueve de la noche. Encontraron a Túpac Amaru y a su mujer
calentándose entre sí. Les aseguraron que no se les produciría ningún daño y
asegurarían su rendición. Túpac Amaru fue apresado.
EL
AJUSTICIAMIENTO DE TÚPAC AMARU I
Los cinco generales incas capturados recibieron un juicio sumario en el que nada fue dicho en su defensa y fueron sentenciados a la horca. Varios de los que murieron de las severas torturas que recibieron fueron también colgados.
Túpac Amaru I fue condenado por el asesinato de los sacerdotes en Urcos, del cual fue inocente y sentenciado a la decapitación. Numerosos clérigos, convencidos de la inocencia de Túpac Amaru, suplicaron de rodillas al virrey que el líder inca fuera enviado a España para ser juzgado en vez de ser ejecutado.
El 24 de septiembre de 1572 Túpac Amaru subió al patíbulo acompañado por el obispo de Cuzco. Mientras lo hacía una multitud de indios, que llenó completamente la plaza, lloró y lanzó lamentos.
El inca levantó su mano para silenciar a las multitudes, y sus últimas palabras fueron: “Ilustre Pachacamac, atestigua como mis enemigos derraman mi sangre’)
El virrey Toledo comunicó al rey Felipe II la ejecución de Túpac Amaru, en una carta del 24 de septiembre de 1572, manifestándole “lo que vuestra majestad manda acerca del Inca, se ha hecho”.
La conquista del Impero inca comenzó con la ejecución de Atahualpa, cerca de cuarenta años después terminó con la ejecución de su sobrino Túpac Amaru I.
Transcurridos dos siglos, uno de sus descendientes, José
Gabriel Condorcanqui Túpac Amaru II,
liderará un levantamiento indígena en 1780 contra la presencia española
en América.