miércoles, 9 de septiembre de 2020

A 77 AÑOS DEL ASESINATO DEL ANTIFASCISTA JULIUS FUCIK



                                               Iván Ljubetic Vargas, historiador del
                                               Centro de Extensión e Investigación
                                               Luis Emilio Recabarren, CEILER



                                         
                                       “Y lo repito una vez más: he vivido por la
                                       alegría. Por la alegría he ido al combate
                                       y por la alegría muero. Que la tristeza no
                                       sea nunca unida a mi nombre”.
                                       (Julius Fucik: “Reportaje al pie de la horca”)


Recuerdo que yo tenía un programa en Radio La Frontera de Temuco. Tenía por título “El profesor Ljubetic cuenta la Firme de la Historia”. Se transmitía dos veces por jornada: a mediodía y en la noche. Era bastante conocido. 

En el mes de septiembre de 1973 dediqué una serie de programas a la heroica conducta de un comunista checo que -prisionero de los nazis, maltratado y torturado- se las ingenió para escribir en pequeñas hojas de papel un libro extraordinario. Es un bello relato que, redactado en medio de la muerte y los tormentos, es un canto a la vida, a la lucha, a la esperanza y en la seguridad en la victoria final. Lo conocí y leí con el título de “Reportaje al pie del patíbulo”.

Al producirse el golpe fascista del 11 de septiembre de 1973, estaban en pleno desarrollo mis programas. Debido al escaso tiempo con que contaba (por mis actividades como profesor en la sede Temuco de la Universidad de Chile y como miembro del Comité Regional del Partido Comunista) los grababa en cantidades. Nunca supe la suerte que corrieron los programas que aún no se habían transmitido.

El heroico comunista checo prisionero de los nazis se llama Julius Fusik. Ahora, también en septiembre, escribo sobre él al cumplirse 77 años de su asesinato.


Sus inicios

Julius Fucik, periodista y escritor checo, nació en Praga el 23 de febrero de 1903, en el seno de una familia obrera. Estudió filosofía en la Universidad de Pilsen. 

En 1921 ingresó al Partido Comunista y por esa misma fecha se inició como crítico literario y teatral. Luego fue redactor de las publicaciones comunistas “Rude Pravo” y “Tvorba”, en las que insertó reportajes sobre temas sociales y culturales. 

A comienzos de los años treinta realizó varios viajes a la Unión Soviética. Fruto de esos viajes es su obra documental “En la tierra donde el mañana ya es ayer”.

Cuando el ejército hitleriano ocupó Checoslovaquia continuó publicando con seudónimo, recuperando las figuras claves de la cultura progresista checoslovaca.













Sello postal de la RDA con la imagen de Julius Fucik
  


En febrero de 1941 pasó a ser miembro del Comité Central del Partido Comunista en la clandestinidad, encargándose de las publicaciones ilegales. Fue uno de los héroes que lucharon en la clandestinamente contra los nazis. 

En abril del 1942 Julius Fucik fue arrestado y torturado por la Gestapo. En la cárcel de Panktac, escribió “Reportaje al pie de la horca”. 

En el verano del 1943 fue enviado a Alemania y asesinado en la cárcel Plötzensee de Berlín, el 8 de septiembre de ese año, cuando cumplía 40 años de edad. 

“Reportaje al pie de la horca”, sacado hoja por hoja de la cárcel, se publicó por primera vez en 1945, al terminar la Segunda Guerra Mundial, y más tarde fue traducido a 70 idiomas de todo el mundo. 

Es el testimonio de que ni las torturas, ni los chantajes de los nazis consiguieron doblegar a Julius Fucik y a otros héroes del comunismo. Su valentía, su heroísmo, sentir fuertemente que cumplía su deber, tener ideas claras y fe en la victoria, era la fuerza que levantó a los pueblos en la lucha contra el fascismo y logró la libertad. 

Fucik murió físicamente, pero su espíritu está vivo. Su valor y su patriotismo nos tienen que servir a los demás, a los pueblos que luchan por la libertad, por la paz de sus familias, sus seres queridos, su tierra, por el amor a la vida. Por este libro Fucik fue galardonado en 1950, a título póstumo, con el Premio Internacional de la Paz. 






















Julius Fucik finaliza su libro así:

“Las respuestas coincidían. Honza se negó rotundamente a declarar. Su vieja herida le ahorró largas torturas. Enseguida perdió el conocimiento. Antes de que los nazis decidieran interrogarlo de nuevo, fue informado minuciosamente y obró en consecuencia.

No sacaron nada de él. Lo tuvieron largo tiempo en la cárcel. Mucho esperaron, pensando que algún nuevo testimonio lo haría hablar. Se equivocaron. La cárcel no lo cambió en absoluto. Fogoso, alegre, valiente, ofrecía a los demás las perspectivas de la vida cuando ante sí sólo tenía la perspectiva de la muerte. De pronto, a final de abril de 1943, se lo llevaron de Pankrác. No sé a dónde. Aquí una desaparición súbita es siempre de mal agüero. Uno puede equivocarse, pero no creo que nos volvamos a ver.

Siempre hemos contado con la muerte. Lo sabíamos: caer en manos de la Gestapo quiere decir el fin. Y aquí hemos hecho lo que hemos hecho de acuerdo con esa convicción. 

También mi juego se aproxima a su fin. No puedo describirlo. No lo conozco. Ya no es un juego. Es la vida. Y en la vida no hay espectadores. 

El telón se levanta. Hombres: os he amado. ¡Estad alerta!
Julius Fucik.    9-VI-1943”




                         


















Un poema de Pablo Neruda

Pablo Neruda escribió un poema titulado “A Julius Fucik”, dice:

Por las calles de Praga en invierno, cada día
Pasé junto a los muros de la casa de piedra
En que fue torturado Julius Fucík.
La casa no dice nada: piedra color de invierno,
Barras de hierro, ventanas sordas.
Pero cada día que pasé por allí
Miré, toqué los muros, busqué el eco,
La palabra, la voz, la huella pura
Del héroe.
Y así salió su frente
Una vez, y sus manos otra tarde,
Y luego todo el hombre
Fue acompañándome
A través de la Plaza Venceslao,
como un buen amigo;
Por el viejo mercado de Havelská,
Por el jardín de Strahov desde donde
Praga se eleva como una cosa gris.























Pablo Neruda en Praga