Hace 128 años:
Iván Ljubetic Vargas, historiador del
Centro de Extensión e Investigación
Luis Emilio Recabarren, CEILER
El 11 de noviembre de 1887 fueron llevados al patíbulo Augusto Spies,
George Engel, Alberto Parson y Adolfo Fischer. Los cuatro enfrentaron la muerte
valiente y serenamente. Sabían que eran inocentes y que se les ahorcaba como
una forma de atemorizar a los obreros
estadounidenses. Cada uno pronunció unas palabras antes de ser colgado. Por ejemplo, Augusto Spies proclamó: “Salud tiempo, en que nuestro
silencio será más poderoso que nuestras voces hoy sofocadas por la muerte”.
EL TESTIMONIO DE JOSÉ MARTÍ
El patriota y poeta
cubano José Martí fue testigo presencial de lo acontecido ese 11 de noviembre
de 1886 en Chicago. En un reportaje enviado al periódico “
“... Salen de sus celdas.
Se dan las manos, sonríen. Les leen la sentencia, les sujetan las manos por la
espalda con esposas, les ciñen los brazos al cuerpo con una faja de cuero y les
ponen una mortaja blanca como la túnica de los catecúmenos cristianos. Abajo
está la concurrencia, sentada en hilera de sillas delante del cadalso como en
un teatro... Firmeza en el rostro de Fischer, plegaria en el de Spies, orgullo
en el de Parsons, Engel hace un chiste a propósito de su capucha... Les bajan
las capuchas, luego una señal, un ruido, la trampa cede, los cuatro cuerpos caen
y se balancean en una danza espantable...”
El 1º de Mayo
de 1886 se iniciaron en Estados Unidos cinco mil huelgas. En Chicago donde ese movimiento
alcanzó gran fuerza.
El 4 de mayo se convocó a un mitin de protesta en
Se decretó el Estado de Sitio. Fueron detenidos 31 dirigentes y periodistas proletarios. Se les responsabilizó del lanzamiento de la bomba.
El 21 de junio de 1886 comenzó el proceso contra los
31 trabajadores. Ocho de ellos fueron condenados a morir en la horca. La
solidaridad internacional salvó a tres de la muerte. A Michael Schwab y Samuel Fielden, se les conmutó la pena de
muerte por cadena perpetua; a Oscar
Neebe, por 15 años de cárcel.
Se fijó como día para cumplir la condena de los
otros cinco, el 11 de noviembre de 1887. Pero en la víspera, en la noche del 10
de noviembre, Louis Lingg, el más joven de los dirigentes, se suicidó haciendo
estallar un cartucho de dinamita en la boca.
¡ERAN INOCENTES!
En 1893, el fiscal que había llevado la causa contra
los 8 dirigentes, confesó, en su lecho de muerte, que fueron falsos todos los
cargos contra ellos. Entonces la
“justicia” burguesa sin sentir vergüenza alguna, decretó la libertad de los tres
detenidos y “reivindicó públicamente” a los otros cinco.
El crimen de Chicago no sólo costó la vida de esos
cinco. Fueron asesinados y heridos cientos de trabajadores. También otros miles
perdieron sus puestos de trabajo, sufrieron arresto, encarcelamiento, torturas.
La mayoría eran inmigrantes: alemanes, italianos, españoles, rusos irlandeses,
judíos, polacos...
Ninguno de ellos
fue reivindicado.
EL DÍA INTERNACIONAL DE LOS TRABAJADORES
En julio de 1889 tuvo lugar en París un Congreso de