Iván
Ljubetic Vargas, historiador del
Centro
de Extensión e Investigación
Luis
Emilio Recabarren, CEILER
El 20 de julio de 1933 el Vaticano firmó un Concordato con
Hitler. Éste era un nuevo pacto de sangre de la Iglesia Católica en su política de colaboracionismo con los
regímenes fascistas.
El papa Pío XI encargó
llevar a cabo dicho acuerdo al cardenal Eugenio Pacelli, quien había
sido arzobispo de Baviera (1917-20) y nuncio papal en Alemania desde 1920 a 1925. Pacelli era
entonces el Secretario de Estado del Vaticano ,y como recompensa sería elegido
en 1939 para ser el nuevo Vicario de Cristo, convirtiéndose en el Papa Pío XII.
COLABORACIÓN
DE CATÓLICOS CON HITLER
Existen antecedentes de la colaboración de católicos
con los hitlerianos. Por
ejemplo, el 24 de marzo de 1933, se debatió
en el Reichstag (parlamento alemán) la Ley Habilitante ,
oficialmente llamada “Ley para remediar la miseria del pueblo y del Reich”.
Esta ley otorgaba plenos poderes a Hitler, con los cuales buscaba imponer una
derrota aplastante al proletariado, movilizando a su base social, la pequeña
burguesía alemana, a una guerra civil sin cuartel contra la clase obrera.
Los nazis y sus aliados
contaban con más del 50% de los votos de los diputados, pero necesitaba 2/3
para poder aprobar la ley. El Partido Comunista no pudo participar en esa sesión, debido a que
al incendio del Reichstag, realizado por los propios nazis unos meses antes,
todos los diputados comunistas fueron
arrestados y enviados a campos de concentración, junto con algunos socialdemócratas. Fue entonces cuando Hitler
abrió una negociación con el partido del clero, llamado Zentrumspartei (Partido
del Centro), liderado por el sacerdote Ludwig Kaas, agente del cardenal Pacelli
(futuro Papa Pío XII) para obtener los votos que le permitirían llevar a cabo
su política criminal.
Todos los diputados del
clerical Partido del Centro votaron a favor de la Ley Habilitante y
desde entonces el régimen nazi desató un ataque sin límites a todos los
derechos democráticos, políticos y sindicales que quedaban el pie en Alemana
para resistir al nazismo. Se considera a esta ley como el inicio de una escalada que terminará
con la carnicería de la
Segunda Guerra Mundial y con los campos de concentración más
atroces de la historia.
A pocas semanas de este acuerdo entre la iglesia y el
nazismo a propósito de la
Ley Habilitante , el 20 de Julio de 1933 el Vaticano y el
gobierno de Hitler, en plena persecución contra la clase obrera alemana,
llegaron a un acuerdo en Roma, conocido como el Reichskonkordat (oficialmente
Concordato entre la Santa
Sede y el Reich alemán) que significó una lavada de cara
internacional de un régimen que estaba cometiendo los peores crímenes puertas
adentro.
EL PACTO DE LETRÁN
El Vaticano ya contaba con antecedentes en la realización
de pactos con regímenes de tipo fascistas. En 1929, bajo la jefatura del papa
Pío XI, firmó el famoso Pacto de Letrán con Benito Mussolini. Con este acuerdo la Iglesia católica obtuvo la
fundación de la
Ciudad-Estado del Vaticano, tal como existe hoy, dando fin a
la larga controversia de la
Questione romana. También obtuvo el reconocimiento del
catolicismo como única religión oficial de Italia, aumentaron los subsidios del
Estado a la Iglesia ,
se eliminó la legislación laica y los crucifijos se volvieron a fijar en todas
las escuelas. Mussolini, otrora ateo, colocó a seis sacerdotes en los
ministerios de su primer gabinete y llevó a cabo un saneamiento de las finanzas
del Vaticano con el rescate al Banco di Roma que se encontraba en bancarrota. La Iglesia mantuvo una
participación activa en el gobierno fascista y, por supuesto, sirvió de manto
ideológico y justificación divina para los abusos y asesinatos de Mussolini.
Firma del Tratado
de Letrán
PÍO XI: CONDENA AL COMUNISMO
En su encíclica Quadragesimo anno (1931), el Papa Pío XI
condenó inequívocamente al comunismo y sostuvo que los principios del
socialismo son incompatibles con las doctrinas de la Iglesia católica, así como
también defendió la prohibición de las huelgas y la liquidación de los
sindicatos, llevadas a cabo por el fascismo. La entrega de la Iglesia tanto al fascismo
en Italia como al nazismo en Alemania, dos movimientos políticos sobre los que
tenían poca ascendencia en su origen, venía de la importancia que tenían estos
regímenes como último recurso para aplastar la revolución proletaria.
Al acercarse el final de la Segunda Guerra , el
papa Pío XII, quien nunca olvidaría su experiencia como nuncio apostólico en
Munich durante las revoluciones de 1919, comenzó a presionar por un compromiso
de paz entre las potencias imperiales enfrentadas, en oposición a quienes
pretendían una derrota total de Alemania, para evitar un nuevo levantamiento
del proletariado alemán.
Luego de la derrota de los países del Eje, muchos nazis
aprovecharán los vínculos que habían estrechado durante largos años con la Iglesia católica para que
Roma fuera su ruta de escape hacia los países latinoamericanos. La Iglesia también jugó un
papel clave en la reconstrucción del Estado italiano de posguerra,
recomponiendo una parte importante del aparato del Estado fascista, para evitar
lo que parecía un inminente levantamiento de la clase obrera italiana.