Iván Ljubetic Vargas,
historiador del
Centro de Extensión e Investigación
Luis Emilio
Recabarren, CEILER
Cierra los ojos, duerme, sueña un poco,
tu
único sueño, el único que vuelve
hacia
tu corazón: una bandera
de
tres colores en el Sur, cayendo
la lluvia,
el sol rural sobre tu tierra,
los
disparos del pueblo en rebeldía
y dos o tres palabras tuyas cuando
fueran estrictamente necesarias.
Si sueñas, hoy tu sueño está cumplido.
Suéñalo,
por lo menos, en la tumba.
No sepas
nada más porque, como antes,
después de las batallas victoriosas,
bailan los
señoritos en palacio
y el mismo
rostro hambriento
mira desde
la sombra de las calles.
Pero hemos
heredado tu firmeza,
tu
inalterable corazón callado,
tu
indestructible posición paterna,
y tú, entre
la avalancha cegadora
de húsares
del pasado, entre los ágiles
uniformes azules y dorados,
estás hoy con nosotros, eres nuestro,
padre del
pueblo, inmutable soldado.
(Pablo
Neruda: “Canto General”)
9. DERROCAMIENTO Y DESTIERRO
La oligarquía y la Iglesia se unieron y utilizaron a militares para derrocar a O’Higgins el 28 de enero de 1823. Fue detenido por el
general Ramón Freire el 6 de febrero de 1823.
El 17 de julio de ese mismo año se embarcó hacia El Callao
en la fragata inglesa Fly. Iban con él su madre Isabel Riquelme, su hermanastra
Rosita, dos indígenas mapuches adoptadas y Pedro Demetrio, su hijo, un niño de
poco más de 4 años.
Antes de embarcarse mandó a imprimir la siguiente Proclama
de Despedida, que fue distribuida después del zarpe en las ciudades de Santiago
y Valparaíso:
“¡Compatriotas! Ya que no puedo abrazaros en mi despedida,
permitid que os hable por última vez. Con el corazón angustiado y la voz
trémula os doy este último adiós; el
sentimiento con que me separo de vosotros sólo es comparable a mi gratitud; yo
he pedido, yo he solicitado esta partida, que me es ahora tan sensible, pero
así lo exigen las circunstancias que habéis presenciado y que yo he olvidado
para siempre. Sea cual fuere el lugar a donde llegue, allí estoy con vosotros y
con mi cara patria; siempre soy súbdito de ella y vuestro conciudadano. Aquí os
son ya inútiles mis servicios y os queda al frente del gobierno quien pueda
haceros venturosos. El Congreso va a instalarse y él secundará sus esfuerzos;
vuestra docilidad los hará provechosos. Debéis recibir en breve sabias
instituciones, acomodadas al tiempo y a vuestra posición social; pero serán
inútiles si no las adoptáis con aquella deferencia generosa que prestaron a
Solón todos los partidos que devoraban a Atenas ¡Quiera el cielo haceros
felices, amantes del orden y obsecuentes al que os dirige!... ¡Virtuoso
ejército! ¡Compañeros de armas!, llevo conmigo la dulce memoria de vuestros
triunfos y me serán siempre gratos los que la patria espera de vosotros para
consolidar su independencia”.
Arribó a El Callao el 28 de julio siendo recibido por las
autoridades limeñas. Se instaló con su familia en Lima en la misma residencia
en que había vivido el general San Martín cuando estuvo en esa, en la calle
Jesús María. Durante el gobierno de San Martín, Perú, en reconocimiento de sus
esfuerzos por la organización y realización de la Expedición Libertadora, le
había concedido a O’Higgins la propiedad
de dos haciendas, estas eran Montalván y Cuiba, ubicadas en el valle de Cañete,
unos 150 kilómetros al sur de Lima, territorio que en esos momentos estaba
ocupado por las fuerzas realistas.
La situación política de Perú era caótica. O'Higgins, ante
esto decidió poner su espada al servicio
del Perú, en cuyo Ejército tenía el grado de Capitán General. Estaba en Lima cuando supo que Simón Bolívar había
desembarcado en El Callao dispuesto a tomar la dirección de la guerra ante una
solicitud del Congreso peruano. A fines de 1823, se trasladó junto con toda su
familia a Huanchaco, al puerto de Trujillo donde se encontraba Bolívar con su
ejército.
O'Higgins deseaba poder formar parte de las tropas de Bolívar para luchar contra las tropas
realistas. Bolívar trasladó su ejército hacia la sierra. O'Higgins no pudo
partir. Estuvo dos meses en cama con fiebre. Convaleciente, partió el 9 de julio
de 1824 hacia la sierra dejando a su familia en Trujillo. El 18 de agosto
alcanzó al Libertador en Huancayo. Bolívar le presentó la oficialidad del
ejército, pero no le dio ningún puesto de responsabilidad como le había
ofrecido,
En octubre, Bolívar le entregó el mando al general Sucre y
se retiró a Lima para recibir a las tropas de refuerzo que venían desde
Colombia. O'Higgins también se dirigió a Lima. Allí le llegó la información que
Sucre, el 9 de diciembre en Ayacucho, había derrotado definitivamente al
ejército del virrey La Serna y del general de Canterac.
Al banquete que Bolívar ofreció en celebración de la
victoria de Ayacucho, en 1824, O’Higgins
concurrió de civil. Extrañado, Bolívar le preguntó el por qué de su
indumentaria paisana. Le respondió: “Señor, la América está libre. Desde hoy el
general O’Higgins ya no existe; soy sólo el ciudadano particular Bernardo
O’Higgins. Después de Ayacucho mi misión americana está concluida”.
En 1825, O'Higgins y su familia se instalaron en la
hacienda de Montalván.
En Lima arrendó una buena casa donde pasaban largas
temporadas su madre y hermana, pero él se mantenía en la hacienda en los
trabajos propios del campo y donde recibía a sus amigos.
En las largas horas que pasaba en Montalván, soñaba con
las reformas y adelantos que deberían producirse en su lejana patria. La
incorporación a la nacionalidad chilena de los pueblos indígenas: mapuches,
pehuenches, puelches y patagones. Otra de sus ideas era la de mejorar la
calidad de los vinos de manera de poder exportarlos a Inglaterra y mejorar el
cultivo de la avena en Chiloé. En lo internacional estaba preocupado porque
Chile se aliara con Gran Bretaña para prevenir acciones reivindicatorias por
parte de España y contener el expansionismo en América manifestado por los
Estados Unidos.
A mediados de 1832, sus amigos iniciaron conversaciones
con el presidente Prieto para presentar en el Congreso un proyecto de ley
destinado a restituirle su empleo como capitán general del ejército. Prieto
inicialmente apoyó la iniciativa pero en cuanto lo supo Diego Portales hizo
cambiar la posición del Presidente, quien por carta fechada el 17 de julio le
decía que no estaba en condiciones de proponer ante el Congreso una ley de
rehabilitación de su grado y que, según él, era preferible que fuera el propio
O'Higgins quien solicitara esta restitución una vez estuviera en el país.
Durante el año 1834 O'Higgins estuvo postrado en cama
varios meses, primero con un ataque de terciana y luego una erisipela.
El 28 de octubre de 1836, el general boliviano Andrés de
Santa Cruz creó en Lima la Confederación
Perú-Boliviana. En Chile, el ministro Diego Portales que ejercía enorme poder
en el gobierno de Prieto sostenía un
“patriotismo” exclusivo y excluyente. Era un chovinista que deseaba hacer de
Chile –como le gustaba decir- la
“Inglaterra del Pacífico”, basando su progreso en la expansión económica y
comercial, ejerciendo el dominio de los mares.
Por ello, desde un comienzo se decidió a combatir por
todos los medios a la Gran Confederación
Perú-Boliviana. Ésta no tenía como objetico atacar a Chile, sino hacer realidad el sueño bolivariano de
unir a los pueblos de América del Sur. Una prueba de las positivas intenciones
de Santa Cruz, fue que Bernardo O’Higgins, desterrado en Perú, apoyó con
entusiasmo el proyecto del general boliviano. El patriota chileno, además,
intentó impedir que las diferencias entre Portales y Santa Cruz desembocaran en
un conflicto armado.
Pero Portales estaba decidido a destruir la Gran Confederación. En diciembre de 1836, el Congreso, controlado
por la reacción, autorizó al Presidente Prieto para declarar la guerra a la
Confederación.
El gobierno chileno envió una fuerza expedicionaria al
Perú. Se firmó el tratado de Paucarpata y regresó a Chile.
El gobierno chileno rechazó el tratado y envió un nuevo ejército esta vez bajo
el mando del general Manuel Bulnes. Este derrotó a las tropas de la
Confederación en la batalla de Yungay el 20 de enero de 1839.
Bernardo O'Higgins obtenía sus ingresos de la plantación
de caña de azúcar de Montalván y la venta en el mercado de Lima de los
productos de la hacienda. Para ello tenía junto a la casa que arrendaba en Lima
un almacén que regentaba su hermanastra Rosita y en el que también trabajaba su
hijo Demetrio y el marido de una de las indígenas adoptadas, la otra había
formado familia casándose y atendía un negocio de confites en un local cercano.
En febrero de 1839, una grave enfermedad postró a Isabel
Riquelme, lo que inquietó a O'Higgins y a toda la familia quienes no
escatimaron esfuerzos en su cuidado, pero la madre del prócer falleció el 21 de
abril de 1839. Las tropas chilenas escoltaron sus restos hasta el cementerio.
En mayo, O'Higgins cayó a su vez enfermo en cama con altas
fiebres, de las que se repuso hacia
septiembre de 1839. Pasó el año 1840 en la Hacienda de Montalván,
preocupado durante el día del trabajo de los esclavos y campesinos y en la
noche en el estudio y despacho de la correspondencia a sus amigos. Le
preocupaba especialmente la situación de las tribus indígenas. También la integración
y colonización de las tierras magallánicas. Supo de las últimas exploraciones
del comandante británico Robert Fitz Roy en los canales patagónicos por lo que
consideraba que el gobierno urgentemente debería ejercer su soberanía en la
región y facilitar la navegación del
Estrecho de Magallanes mediante el empleo de remolcadores a vapor.
En enero de 1841, se trasladó a su casa en Lima, porque al
montar a caballo o agitarse sentía una angustia en el pecho. El diagnóstico
médico fue que sufría una hipertrofia al corazón. La gravedad de la dolencia no
lo amargó. A fines de junio, pese a los cuidados y remedios, el mal no cedía
por lo que su hermanastra Rosita, que estaba a cargo de la hacienda, regresó a
su lado para atenderlo.
El 8 de octubre de 1842, mandó llamar al notario Jerónimo
Villafuerte y ante él redactó su testamento en que designó a su hermanastra
Rosita como heredera del remanente de los bienes que quedaren luego de cumplir
ciertos encargos secretos. El más importante de estos encargos era el de
entregar buena parte del remanente a Pedro Demetrio.
En la mañana del 24 de octubre de 1842 se sintió con
energía por lo que se hizo vestir, quiso que lo sentaran en un sillón, pero no
pudo soportarlo por lo que lo tendieron nuevamente en su cama. De repente,
entre su respiración entrecortaba, exclamó: "¡Magallanes!" y expiró.
Sus restos fueron sepultados en suelo peruano gracias a la caridad de sus
vecinos.
En Perú, vivió él y su familia con grandes privaciones.
Solicitó en varias oportunidades
autorización para regresar a Chile. Se la negaron. Ni siquiera muerto sus enemigos le perdonaron su conducta
progresista y patriota. Sólo 27 años
después de su fallecimiento sus restos pudieron descansar en la Patria a la que tanto amó y por la que tanto hizo. Retornó a su tierra 46
años después de su salida al exilio.
Sólo el 11 de enero de 1870 llegaron a Santiago los restos
mortales del revolucionario llamado Bernardo O’Higgins Riquelme.