Iván Ljubetic Vargas, historiador del
Centro de Extensión e
Investigación
Luis Emilio Recabarren, CEILER
Ahora mira en el mapa hacia
abajo,
hacia el delgado cinturón de Chile
y coloca en la nieve soldaditos,
jóvenes pensativos en la arena,
zapadores que brillan y se apagan.
hacia el delgado cinturón de Chile
y coloca en la nieve soldaditos,
jóvenes pensativos en la arena,
zapadores que brillan y se apagan.
(Pablo Neruda: “Canto General”)
4. EN LA LUCHA CLANDESTINA
Desembarcó en Valparaíso en
septiembre de 1802, con el nombre de Bernardo O’Higgins Riquelme y convertido
en dueño de la gran hacienda de de San
José de Las Canteras y de una casa en Santiago. Lo primero que hizo fue llevar
a su madre y a su hermana Rosita a la hacienda.
Era
ahora un latifundista, pero sus ideales se mantenían inamovibles. Se
dedicó a organizar círculos clandestinos para luchar por la Independencia. Con
toda razón pudo escribir en 1842: “Mis intereses personales son los menos que
he cuidado en toda mi vida, particularmente cuando los de mi patria estaban de
por medio”.
“Se conoce poco sobre la labor conspirativa de
O’Higgins en aquellos años. Se sabe, por ejemplo, acerca de su correspondencia
secreta con los rebeldes argentinos y podemos adivinar su contenido. Está
cubierta de neblina aún mayor la historia de sus relaciones con el grupo de
correligionarios en la intendencia de Concepción. Se conocen algunos nombres y
algo se puede decir de sus concepciones ideológicas (que no coincidían en
absoluto en muchas cuestiones), caracteres, condición social. Estamos enterados
de algunos componentes de la organización que integraba, pero sólo podemos
adivinar hasta qué punto participaban en la rebeldía. Junto con Martínez de
Rozas, formaban parte de ella Antonio Urrutia, un pariente suyo, uno de los
hombres más ricos e influyentes del Sur; Diego José Benavente, que después fue
periodista connotado y hasta ministro de Hacienda en una época; Luis de la
Cruz, futuro ministro; fray Rosauro Acuña. Prior del Convento de San Juan de
Dios en Chillán; Pedro Ramón Arriagada y José Antonio Pinto, hacendados.
También eran miembros los separatistas argentinos Juan Pablo Fretes, Bernardo
Vera y Pintado (mexicano de origen, formado en La Plata, que luego se trasladó
a Chile), y otros”. (V. Razuváez: “Bernardo O’Higgins: Conspirador, general,
estadista”, páginas 73 y 74)
Es posible que algunos de los
nombrados formaban parte una rama
chilena de la Logia “Lautaro”. O’Higgins
y el canónigo Juan Pablo Fretes habían participado en la Logia en Cádiz. Es
probable que la encabezara el propio O’Higgins.
Éste, con
inteligencia y audacia, supo coordinar el trabajo
conspirativo con el legal. En 1806 fue designado Alcalde del Cabildo o
Municipalidad de Chillán; en 1809, subdelegado interino de La Laja. Ello lo
libró de que cayera sobre él la represión de las autoridades, como ocurrió con
algunos de sus compañeros de lucha.
El 18 de
septiembre de 1810 se creó en Santiago la Primera Junta de Gobierno, para mantener al país bajo la dominación del rey
de España.
En el año 1808, Napoleón Bonaparte invadió España. Derrocó e hizo
prisionero al monarca Fernando VII, colocando en el trono a su hermano José
Bonaparte, al que los hispanos
bautizaron como “Pepe botella”.
Los españoles resistieron al invasor. Organizaron una guerra de
guerrillas. Crearon juntas de gobierno, las que se unieron en una Junta
Central. Ésta pretendió tener autoridad sobre las colonias españoles de
América.
En nuestro país, los oligarcas criollos (nacidos en Chile) vieron en los
acontecimientos ocurridos en España una ocasión propicia para arrebatarle el
poder político a los oligarcas españoles residentes, que controlaban la Real
Audiencia, la que, junto con el Gobernador, eran las máximas autoridades en la
colonia.
Los criollos argumentaron que esa
Junta Central no tenía derecho a gobernar a los reinos de América, pues las
colonias pertenecían al rey y no a la
nación hispana. En eso tenían razón.
El licencioso Papa Alejandro VI, el
“Papa Borgia” (padre de Lucrecia Borgia) había dictado el 4 de mayo de 1493 la
Bula Intercaetera por la que repartió,
“en nombre de Dios” las tierras a las que había llegado Cristóbal Colón. Una
región portuguesa al oriente, entregada a la persona del rey de Portugal; otra
española al occidente, otorgada al
monarca hispano. El único problema que
creó esa Bula fue la imprecisión de la línea demarcatoria. Esto
fue resuelto por ambas partes
interesadas, por medio del
Tratado de Tordesillas, en 1494, que determinó que esa línea correría a 370 leguas al occidente
de Cabo Verde. En esa Bula del Papa Borgia se basaron los oligarcas criollos
para decir: que Chile había sido dado por la divina providencia a la persona
del rey y no a toda España.
Los criollos lograron convencer al
titubeante gobernador del Reino de Chile, Mateo de Toro y Zambrano, quien
aceptó la convocatoria de un Cabildo Abierto para el 18 de septiembre de 1810.
Este Cabildo no fue en absoluto abierto. Las invitaciones fueron
realizadas por los criollos. De los 1.700 españoles residentes, sólo recibieron
la invitación 14. El resto de los 450 asistentes que repletaban el salón del Consulado a las 9
de la mañana del día señalado, eran partidarios de designar una Junta.
Sólo pudieron ingresar a la
reunión las personas que portaban una invitación que rezaba:
“Para el 18 del corriente, espera
a usted el muy ilustre señor Presidente con el ilustre Ayuntamiento en la sala
del Real Tribunal del Consulado, para
tratar de las medidas de seguridad pública, discutiéndose allí que sistema de
gobierno debe adoptarse para conservar siempre estos dominios al señor don
Fernando VII”.
Se inició el Cabildo Abierto. Se
eligió una Junta de Gobierno de nueve miembros, encabezada por el propio
Gobernador. Sólo los dos secretarios y uno de los cinco vocales eran
partidarios de librar al país del dominio extranjero. Con este paso, los
criollos le arrebataron el poder a los españoles residentes en el país.
Bernardo O’Higgins agudo observador
concluyó que la lucha por independizarse del sistema colonial español iba ser
largo y se definiría finalmente por las armas. Y comenzó a prepararse para
ello.