Iván
Ljubetic Vargas, historiador del
Centro de
Extensión e Investigación
Luis
Emilio Recabarren, CEILER
El
martes 25 de junio de 2019 dejó de latir el generoso corazón de Samuel Segundo
Riquelme Cruz, un dirigente obrero del Partido Comunista de Chile.
Había
nacido en Carampangue, provincia de Arauco, el 10 de agosto de 1923. Su padre, Samuel Riquelme Garrido, era minero
de Lota; su madre, Teodosia Cruz Gómez, campesina. Ambos se conocieron en
Carampangue y se fueron a vivir en Lota. Además de Samuel, tuvieron dos hijas y
un hijo.
Samuel
fue un autodidacta. Alcanzó a estudiar solo hasta sexta preparatoria. Trabajó en las minas unos pocos días, pues su
padre le pidió que no siguiera su senda laboral. Entonces comenzó a trabajar en
la Construcción, luego en la Compañía Chilena de Electricidad.
INGRESA A LAS JUVENTUDES COMUNISTAS
Relata
Samuel Riquelme: “Ingresé a las Juventudes Comunistas en Lota en abril de 1938.
En el año del triunfo del Frente Popular con don Pedro Aguirre Cerda…
“Aquella
era una juventud totalmente obrera, de mineros. Seguíamos la tradición de
Recabarren, que era levantar, junto con la organización sindical, la prensa, el
Partido y la actividad artística, sobre todo el teatro. Así que en Lota también
tuvimos nuestro conjunto teatral. Una vez me tocó ser actor…
“Otra
actividad que atraía a muchos jóvenes en Lota era la banda de pitos y tambores,
la mejor de todas las bandas de guerra de las Juventudes Comunistas de esa
época. Competía con San Antonio que también tenía una banda poderosa…
“Llegamos
a tener más de mil militantes en la Juventud Comunista y de ellos, 200
uniformados, la Joven Guardia. Se cantaban canciones revolucionarias, algunas
muy antiguas, de los tiempos de la pampa salitrera, pero sobre todo las
canciones de la Guerra Civil Española, como “Los cuatro generales”, “No hay
quien pueda”, “El Quinto Regimiento” y tantas más. También canciones soviéticas, que llegaban
traducidas por los españoles. Porque, otro gran motivo del crecimiento y
desarrollo de la Jota de esa época era la solidaridad de los pueblos de América
Latina, con los republicanos españoles y con la Unión Soviética. Recorríamos
los pabellones, los callejones, las
poblaciones, Lota Bajo, con una canción destinada a buscar recursos:
“Una ayuda para España, traslalalá; por los niños españoles, traslalá; por la
madres españolas, traslalalá…” Con ese estribillo recogíamos la ayuda. También
se cantaba “Hijos del Pueblo” y sobre todo “La Joven Guardia” y “La
Internacional”. El uniforme llamaba la atención y atraía a los jóvenes y a las
niñas…
“En
la Juventud Comunista de Lota también se estudiaba. Había una escuela de
capacitación política. Se hacían cursos, se leían artículos de Lenin, folletos
de Recabarren. A mí me mandaron a Santiago a una de las primeras escuelas
centrales de educación de esa época. Año 1942.” (Entrevista a Samuel Riquelme, en José
Miguel Varas: “Los tenaces”. LOM Ediciones, 2010, páginas 97, 98 y 99)
En
1942 se quedó en Santiago. A poco llegar fue designado Secretario de
Organización del Comité Regional Santiago de las Juventudes Comunistas.
DE CÓMO CONOCIÓ A SU COMPAÑERA
Continúa
relatando Samuel Riquelme: “El Santiago se desarrollaban actividades como la elección
de abanderadas, lo que era parte de las campañas de finanzas. Ramona Parra y
Flor Parra, su hermana, trabajaban en el
Laboratorio Recalcine, donde la mayor parte del personal eran mujeres. Muchas,
tal vez la mayoría, eran de izquierda. La presidenta del sindicato era la
Estela Rozas. Entonces la Flor y la Ramona le dicen a la dirección de la Jota
que sería bueno que fuéramos a una asamblea sindical y expusiéramos allí la
cosa de la campaña e invitáramos al sindicato a participar y que se pudiera elegir
no una, sino varias abanderadas entre las trabajadoras de la empresa. Las
abanderadas salían con unos vestidos brillantes, de gala; eso era como la
elección de reina de la primavera.
La
dirección me designó a mí para que fuera a esa reunión… Las compañeras no
tenían la posibilidad de llamarme por teléfono para ponerse de acuerdo conmigo,
pero la compañera Fresia Moreno, muy amiga de las hermanas Parra, sí la tenía.
Así es que ella me llamó al trabajo y me dijo tal día va ser la asamblea del
sindicato, en tal parte. Yo me hice presente, expuse el tema de la campaña de
las abanderadas y la invitación a las trabajadoras del laboratorio a que
participaran en esa campaña. Mi intervención fue muy bien acogida; en el acto
designaron a varias candidatas” (Entrevista a Samuel Riquelme en José Miguel
Varas, obra citada, páginas 99 y 100)
Cuenta
Samuel Riquelme: “De esa asamblea salieron varias candidatas a reina, al
finalizar la reunión, invité a Ramona, Flor y Fresia a dar cuenta al Comité
Central de la JJCC, el resultado de la Asamblea y luego la fui a dejar a la
micro…siguieron los intercambios de saludos y luego el pololeo.
Fueron
62 años de matrimonio, tuvimos tres hijos, Pablo, Fresia Luzmila (este último
nombre por una combatiente soviética de la 2ª Guerra Mundial) y Bárbara.
Cuando
nos casamos, compramos este terreno en el que construí mi casa, lo adquirí en
un loteo que hicieron el año 1946; estos terrenos primitivamente fueron
viñedos. El sitio lo pagué en cuotas de 1.000 pesos mensuales de la época (10.000
pesos en total) – Valor del pie –La suma total del terreno de 250 m2 fue $ 74.000 pesos.
(Ana María Pino Yáñez: “Entrevista a Samuel Riquelme Cruz”, mayo de 2012))
DURANTE EL GOBIERNO DEL TRAIDOR
Recuerda
Samuel Riquelme: “Con la represión ya desatada, se llamó a una reunión del
Comité Central del Partido. El informante, Ricardo Fonseca, que era el
secretario general desde 1946, analizó la situación y advirtió: “Hay que
prepararse para resistir. Vamos a constituir dos direcciones: una clandestina y
otra semi clandestina. En esta última estarán los parlamentarios que todavía
tenemos fuero y podemos hacer algo legalmente. Vamos a dar la batalla abierta
con las fuerzas y los aliados que podamos para mantenernos en la legalidad”.
Se
resuelve entonces que Daniel Palma pase
de la Jota al trabajo de la dirección clandestina del Partido. En esas
condiciones me eligen secretario general de las
Juventudes Comunistas de Chile y con eso, al mismo tiempo, paso a ser
miembro del Comité Central. (José Miguel Varas: “Los Tenaces”, páginas 108 y
109).
Durante
el período que abarca desde 1947
a 1950, Samuel Riquelme ocupa el cargo de Secretario
General de las Juventudes Comunistas de Chile.
En
1952 pasó al Partido Comunista, del cual fue miembro del Comité Central, de la
Comisión Política y de su secretariado.
En el Gobierno Popular fue
Subdirector General de Investigaciones.
DE LA DETENCIÓN Y LAS TORTURAS: 1973
Relata
Samuel Riquelme: “A mi detuvieron en la Iglesia del Hospital. por el patio que
daba al Hospital San Borja, allí estaban unos compañeros esperándome y me
indicaron una muralla que teníamos que saltar hacia el patio de la embajada.
Cuando fui detenido en la Embajada Argentina, Le pedí al personal de la PDI que
tuvieran consideración con mi familia que son los comunistas.
Luego
me llevaron a la Comisaría de Carabineros que estaba en San Isidro, en ese
lugar fue donde yo recibo las primeras brutalidades de la policía de Pinochet.
Ahí
me aplicaron corriente eléctrica en casi todo el cuerpo, me metieron los electrodos
de la corriente en los oídos, en los parpados, en las sienes, en el pene.
En
ese lugar de tortura llegó Ramón Esquivel… ¿Quién es Ramón Esquivel? Yo lo
conocí en la primera comisión que designó el compañero Salvador Allende para
investigar el asesinato del Comandante Araya. Esquivel era oficial de
Carabineros, era uno de los representantes del aparato del Servicio de
Inteligencia de Carabineros. Al llegar a ese lugar, Esquivel me pide
colaboración…Yo le digo: “¿Qué me pide Usted?” Me dice: “Colaboración”. Yo
respondo: “Ud. sabe que colaboración de mi parte no va a tener”. Esquivel dice:
“No va a colaborar, llévenlo a la tortura”
Ahí
me aplicaron corriente y golpes, haciendo las interrogaciones del caso,
preguntando por el trabajo de los comunistas en los cuerpos armados y ante mi
respuesta: los torturadores me decían: “Soy choro, “No querís colaborar”, al final se cansaron
de ponerme tanta corriente en el cuerpo y de pegarme. Yo ante las preguntas y
ante la brutalidad de los torturadores, yo siempre me dirigía a Esquivel y le
decía: “Así que Ud. Sr. Esquivel en estas tareas”. Me decían: “Acá no está
Esquivel”…Yo respondía: “Así que no está Esquivel, Esquivel está aquí”. Me quitaron la ropa y estoy sentado en el camarote
de la celda y empiezo a sentir un dolor muy fuerte en el cerebro y me encuentro
con un hematoma muy grande, por la corriente que me colocaron. Ahí me tuvieron
un par de días, después de ahí me sacaron y yo al tiempo supe a través de los
oficiales, sobre todo por el General Sergio Poblete, de que me habían llevado
al Academia de Guerra de la Aviación (AGA). Ahí los interrogatorios fueron más
científicos y brutales. Recuerdo que me llevaban al lugar de torturas
aproximadamente a las 10 de la noche, a esa hora llegaban los torturadores, no
sólo a mí, sino a muchos compañeros. No me dejaban dormir, me despertaban a
culatazos y golpes. Yo le decía a los
compañeros que dentro de los electrodos de la corriente, hay algo insoportable
para el que está recibiendo el magnetaso, la vuelta de la manilla. Ahí yo
recordaba los sufrimientos de nuestras compañeras, cuando ponían en las
tetillas que producía un hormigueo en todo el cuerpo. Nunca manifesté que esa
era la peor tortura para que el enemigo no tuviera más antecedentes de ésta. En
el AGA, estaba el General Bachelet y muchos otros oficiales de la Aviación.
Había uno que conocí que cuando lo estaban torturando decía: “Por favor no me
maten, tengo una hija pequeña”, con un sentimiento tan grande que le expresaba
a los torturadores. Después conversando con Sergio Poblete, supe que él era
sobrino de un compañero comunista de Valparaíso, Ernesto Aiximena. Me tuvieron
un tiempo largo ahí, tres veces me sacaron para fusilarme, cuando me sacan
definitivamente de allí, el oficial dice: “este ya no va a hablar más, así que
hay que fusilarlo”.
EN EL ESTADIO NACIONAL
“Aparezco
una tarde en el estadio Nacional, todo esto encapuchado, porque las vendas yo
siempre lograba sacármelas.
Se
produce el alegato ante el que me llevaba y el Jefe que estaba a cargo del Estadio
Nacional. Yo no recibo a este detenido en las condiciones que lo han traído,
por lo tanto lo llevan a Investigaciones.
Mis
jefes dijeron que por nada llevaran a este detenido a Investigaciones.
Al
final decidieron que me quedaba detenido en el Estadio Nacional. Al llevarme a
los camarines, me meten a un camarín solo, éste quedaba debajo de la
marquesina. En esas condiciones estaba muy bien porque me pasaron una
colchoneta y una silla”. (Ana María Pinto Yáñez: “Entrevista a Samuel Riquelme
Cruz”, mayo de 2012)
“LAS ESCUADRAS MILITANTES”
La
Dirección del Partido que funcionaba en el Estadio estudió el asunto. Llamó a
Luis Alberto Corvalán y le encargó que él y otros militantes de las Juventudes
Comunistas ingresaran como miembros de las Escuadras de Servicio, para
convertirlas en “batallones de la Resistencia”.
Luego
de inteligentes y largos esfuerzos lo lograron. Entonces, en base a serie de
triquiñuelas, buscaban la forma de dar más alimentación a los prisioneros, por
ejemplo, aumentando el número del “personal retenido”. Se superó así un grave
problema, pues los carceleros entregaban menos raciones que las necesarias.
Ahora, alcanzaban para todos.
Una
vez que se desplazó totalmente al lumpen, las escuadras se transformaron en
“escuadras militantes” de los intereses de los prisioneros.
La
importancia de ello se puso de manifiesto en el caso del camarada Samuel
Riquelme.
Relata
Luis Alberto Corvalán: “Era ya el mes de octubre. Cerca de las cuatro de la
tarde y antes del reparto de los diarios y familiares porotos, Manuel Cabieses que venía de uno de sus interrogatorios del Servicio de
Inteligencia, me pasa el dato que en el baño bajo la marquesina ha visto a Samuel Riquelme… Me dice
además que al parecer lo tiene
incomunicado y que está terriblemente
golpeado”
(Luis
Alberto Corvalán: “Escribo sobre el dolor y la esperanza de mis hermanos”,
páginas 34-35)
La
“Escuadra Militante” se puso en actividad. Tras hábiles maniobras ubicaron la
celda de incomunicación del miembro del Comité Central. Llegaron a ella y le
llevaron el aliento de sus camaradas, alimentos y una frazada. Fue una verdadera hazaña.
ASÍ LO RECORDABA SAMUEL RIQUELME
“Estando
incomunicado, de alguna manera abrí la puerta y me di cuenta que al frente
estaban los servicios higiénicos, donde iban los detenidos a hacer sus
necesidades. Teniendo esa puerta entreabierta, al primero que veo pasar es a
Javier Francisco Neira, periodista del Diario El Siglo, junto con él, fuimos
militantes de la Jota en Lota. Él no ubicó de donde salía el grito y siguió su
camino. Después yo veo a otro periodista, Cavieses, director de Punto Final, al
final veo entrar a los baños a Rolando Carrasco y ahí decido abrir la puerta de
mi encierro y me enfrento al guardia diciéndole: “tengo un dolor muy grande al
estómago, permítame ir al baño”, lo sorprendí al conscripto y me autorizó para
ir al baño….Le digo a Carrasco: “que me tienen aquí y que lo comunique al
Partido”. Rolando dice: “Samuel está aquí y está vivo”. Inmediatamente se
empezaron a movilizar los jóvenes, y llegó uno de ellos con un plato de comida
y cómo yo no lo conocía, y siempre tuve la preocupación de no tener vínculo con
gente que yo no conocía. Por lo tanto yo no comí, el compañero dio aviso de
esto y los compañeros que tenían a cargo “la carreta”, los que les daban la
comida a los presos. Ahí llegó Luis Alberto Corvalán hijo, quien me llevó
comida. Ahí comí un poquito y le digo que trate de comunicar al Partido que
estén tranquilos, que de mi boca no ha salido una palabra. Le hago también un
petitorio, le pedí que me consiguiera ropa interior y una chomba, una peineta y
un espejo. Luis Alberto comunicó esto y llegó con un paquete al día siguiente
del petitorio, además de unas frutas y unas vitaminas, las que me pidió que me
las tomara. Cuando llegué al estadio y encontrarme con tanta gente conocida y
al darse cuenta que yo estaba vivo, se produjo mucha alegría y me gritaban
“Fuerza Samuel”, yo iba muy mal con las heridas de los alambres. Vicente Sota,
fue uno de los que me manifestó su alegría de verme, pero el más efusivo fue
Ernesto Araneda, quién corriendo por las escalinatas del estadio, gritaba mi
nombre y el Coronel Espinoza, Jefe del Estadio Nacional, le grita: “Con ése,
nadie puede hablar”. En el Estadio Nacional me metieron con los narcotraficantes,
con el Cabro Carrera y Escarosce, argentino que tenía un campo con vacas
lecheras, estaba también Oscar Buzeta Letelier, dueño del Restaurant Nuria y un
muchacho de apellido Alliende. Para mí hay algo divertido, me llevan para
instalarme en ese grupo y en el trayecto me encuentro con muchos compañeros del
PC. Se preocuparon de porque me metían en ese grupo, entre ellos estaba Rodrigo
Rojas, me advirtieron que tuviera mucho cuidado. (Ana María Pino Yáñez:
Entrevista a Samuel Riquelme Cruz”, mayo de 2012)
El
10 de noviembre de 1973 fue cerrado el Campo de Concentración del Estadio
Nacional. Cerca de cinco mil patriotas fueron repartidos por diversas cárceles,
el Estadio Chile, la ex oficina salitrera de Chacabuco, etc. Samuel Riquelme
estuvo en Ritoque, Tres Álamos. Finalmente fue expulsado de la patria. Pasó a
vivir el exilio en la República Democrática Alemana.
EN EL EXILIO
Relata
Samuel Riquelme: “En Berlín se pudo reunir la familia y organizar la vida.
Vivíamos en un departamento que nos
entregaron los camaradas alemanes. Allí estuvimos juntos mi compañera Fresia,
mis hijas Fresia Ludmila y Bárbara. Mi hijo mayor, Pablo, nunca quiso salir de
Chile. El departamento estaba en el barrio de Lichtenberg, donde había varias
otras familias chilenas. Me hicieron muchos exámenes médicos en el hospital y
tratamientos para las heridas y secuelas de las torturas.
Pero
para mí la mejor curación era retomar la lucha, las tareas. Así que pronto los
compañeros de la dirección me encargaron viajar a diversos países, tomando con
los coordinadores que había organizado el Partido en todas partes donde había
militantes exiliados. Se trataba de coordinar las tareas de la solidaridad
internacional, el trabajo con los compañeros de otros partidos de la UP, los
problemas que surgían entre nuestros compañeros, que no eran pocos (los
problemas), en fin ver la cuestión del trabajo militar. En estas
actividades viajé a más de 30 países…” (José Miguel Varas: “Los Tenaces”,
página 134)
UNA REUNIÓN EN EL EXILIO CON SAMUEL
RIQUELME
Debe
haber sido (no recuerdo bien la fecha) en 1980, cuando los comunistas exiliados
en la República Federal Alemana, realizamos en Fráncfort del Meno un acto con
la presencia del compañero Samuel Riquelme, que desde Berlín (República
Democrática Alemana), realizaba un gira por países de Europa Occidental. Fue emocionante verlo y escucharlo. No hacía
mucho había salido de las garras del fascismo, donde sufrió terribles torturas.
Y ahí estaba entregando un mensaje pleno
de pasión revolucionaria y de optimismo.
Finalizamos
el encuentro cantando a todo pulmón La Internacional.
LE IMPIDERON PARTICIPAR EN EL “XV”
CONGRESO
Ana
María Pino le pide a Samuel Riquelme que le dé su opinión sobre el Congreso
clandestino efectuado en abril de 1989. Le responde que no puede darla:
“Porque
yo no estuve presente, ¿y porque no estuve presente? No concordando con la
opinión de que venir a Chile era muy peligroso. Esa fue la opinión que se me
entregó a mí, porque yo era de la Dirección y me correspondía estar: “Me
dijeron que si me había salvado, si me encontraban podían tomarme”. Yo no
concuerdo con esa opinión, me quedo con ese dolor. No concordé, y no puedo
concordar con que mi asistencia al Congreso, ponía mi vida en peligro si
asistía. Para mí hay un hecho, y ese hecho esta en relación con que no asisto
al congreso, y el hecho de no asistir, se puede pensar que yo no quise venir
desde el exilio a las deliberaciones del Congreso. El Congreso eligió un nuevo
Comité Central, hay varios que éramos miembros del CC y quedamos afuera de
éste. ¿Cuáles eran las razones? En el caso mío y a sabiendas de otros
compañeros, nunca se nos dijo cuales eran los motivos y que pienso deben ser
muy grandes para no haber continuado siendo miembro de la Dirección”. (Ana
María Pino Yáñez: “Entrevista a Samuel Riquelme Cruz”, mayo de 2012)
RETORNO A LA PATRIA
Samuel
Riquelme recordaba:
“Salimos
de Berlín el 8 de mayo de 1990 con
destino a Santiago. En cuanto regresé traté de tomar contacto con el Partido.
Nadie me preguntó nunca nada sobre lo que me había pasado desde mi detención ni
sobre mi trabajo durante los años del exilio. Volodia habló conmigo una vez y
me dijo; “Me saco el sombrero ante usted”.
Como yo insistí para que se me diera alguna tarea, me dijeron que
hablara con don Américo Zorrilla, quién estaba en el trabajo de recolección de
firmas para obtener le legalización del Partido ante el Registro Electoral,
después de todos los años de proscripción
bajo la dictadura. Zorrilla me dijo que me trasladara para esto a la
comuna de Cerro Navia, que es donde vivo desde hace años. Me presenté ante el
Comité Local respectivo: no me dieron pelota.
“Pronto
me di cuenta de que varios de los que estaban aquí en puestos directivos
pensaban que los que veníamos de afuera teníamos la intención de quitarles sus
cargos. Y así actuaban. Estaban resueltos a apoderarse de la dirección y a excluir a todos los que no formaban parte
de su grupo. Al XV Congreso no fui invitado “por razones de seguridad”. Yo
había propuesto un tiempo antes venirme de Berlín y entrar clandestinamente al
país. Me respondieron: “No, te van a liquidar”. Cosas parecidas dijeron para
impedir que participaran en el Congreso Orlando Millas, Rodrigo Rojas, Jorge
Montes y otros. De la Comisión Política anterior, solo quedaron Corvalán, Gladys
Marín y Volodia.
“Cuando
llegué, a nadie del Partido se le
ocurrió preguntarme: ¡Y de qué va a vivir aquí? Comprendí que debía rascarme
con mis propias uñas”. (José Miguel Varas: “Los tenaces”, página 137)
UNA IMPORTANTE FUENTE
Muchas
veces conversé con Samuel. Sus opiniones eran muy acertadas. Decía al pan pan,
al vino vino. Tenía un acentuado y justo espíritu crítico, eso sí, sin resentimiento. Aunque no siempre
se lo dije, coincidía con sus apreciaciones.
Al
trabajar en mis libros y artículos muchas veces recurrí a Samuel Riquelme,
quien siempre me ayudó entregándome valiosas informaciones. Tenía una excelente
memoria.
Me
resultaba de gran interés conocer la opinión de Samuel sobre Fernando Ortiz,
con quien trabajó en la Comisión Ejecutiva del Comité Central de las JJ CC
desde 1947. Me dijo lo siguiente el 1 de
septiembre de 1992:
“Fernando
era un dirigente de gran calidad. Entre sus excelentes cualidades estaba la de
saber escuchar. Escuchaba mucho, sobre todo a los cuadros obreros. Siendo dirigente
estudiantil llamaba siempre la atención sobre la necesidad de unir a los
estudiantes con los jóvenes obreros. Fue él quien llevó al seno de la FECH la
discusión sobre la urgencia de vincularse al movimiento obrero. Yo pienso que
esas grandes protestas de agosto de 1949, esa unidad de acción que se produjo
en las calles entre estudiantes y obreros, tuvieron no poco que ver con los
esfuerzos desplegados por Fernando en ese aspecto. Otra cualidad de Fernando fue entender
cabalmente la importancia del trabajo de alianza con otras fuerzas de
izquierda, superando concepciones sectarias que existían en algunos dirigentes
estudiantiles comunistas. Con su visión política contribuyó a forjar la unidad
con socialistas y radicales, lo que posibilitó la victoria de 1950 en la FECH”
Un
tema que me preocupó profundamente fue el del reinosismo y el papel jugado por
Fernando Ortiz en él. En esa misma conversación, Samuel evocó así esa
situación:
“En
esos momentos críticos, Fernando muestra otras de sus sobresalientes
cualidades: su modestia, su profundo amor al Partido, la capacidad de utilizar
certeramente la crítica y en especial, lo que es mucho más difícil, practicar
la autocrítica, reconocer los errores cometidos. Cuando Fernando se da cuenta
que ha estado siendo utilizado contra el Partido se siente muy afectado y me
dice: ‘aquí se nos ha querido meter en una cosa antipartido y esto no se puede
aceptar’. Con honestidad reconoce su
equivocación y sin vacilar adopta la posición correcta. Con ello contribuye al
fracaso de los planes de Reinoso. La Jota se mantiene fiel al Partido. No se
divide. Sólo un puñado continúa con las posiciones reinosistas. Así se supera
la crisis en las Juventudes Comunistas”.
SOCIO HONORARIO DEL CEILER
Al
fundarse el Centro de Extensión e Investigación Luis Emilio Recabarren, CEILER,
el 6 de julio de 2012, a
proposición Ana María Pino, historiadora, bibliotecaria, pedagoga y una de las
fundadoras del CEILER, se le otorgó a Samuel Riquelme la calidad de Socio
Honorario del Centro, distinción que el dirigente obrero recibió con alegría y sano orgullo. Mientras su
salud lo acompañó concurrió, a todas las actividades organizadas por el CEILER.
Era emocionante verlo llegar a los
eventos, realizando enormes esfuerzos.
NUESTRO ÚLTIMO ENCUENTRO
La
última vez que vi y abracé al querido compañero Samuel Riquelme fue el sábado
27 de octubre de 2018 en el Teatro Novedades de Santiago. Ese día ambos, junto
a otros 30 compañeros, tuvimos el honor de recibir la Medalla Luis Emilio
Recabarren, la más alta distinción que otorga el Partido Comunista de Chile a
sus militantes.
COMUNISTA HASTA SU MUERTE
Samuel
Riquelme vivió sus últimos años en Cerro Navia, Santiago, en una casa que el
mismo había construido en 1968, con ayuda de su padre y algunos compañeros de
la Construcción. Allí vivía con Fresia, su compañera de 63 años, su hija
Bárbara y su nieto Luciano Lautaro.
Su
compañera Fresia falleció el 17 de octubre de 2010, después de una larga
enfermedad.
Aceptó
los duros golpes que recibió en su vida de combatiente. Los que más le dolieron
fueron los propinados por sus propios compañeros. Asimiló con firmeza tantas
injusticias recibidas. Nada lo desvió de su camino revolucionario. Fue
consecuente comunista hasta su muerte.