En su 71 natalicio:
Iván Ljubetic Vargas, historiador del
Centro de Extensión e Investigación
Luis Emilio Recabarren, CEILER
Cuando se
nombra a nuestro compañero Manuel Guerrero Ceballos se le asocia de inmediato, y con toda razón, con el feroz crimen cometido por los agentes
de Pinochet en marzo de 1985, cuando él,
junto con otros dos profesionales comunistas, fue degollado.
Pero la
vida de este querido luchador tiene otros capítulos dignos de conocerse.
Nació el 25
de junio de 1948. Muy joven se incorporó
a las Juventudes Comunistas. Estudió en la Escuela Normal José Abelardo Núñez.,
de donde egresó en 1967. Trabajó como maestro en las comunas de San Miguel y
Conchalí.
CONTRIBUYENDO A LA VICTORIA POPULAR
Participó en la campaña electoral del 70. Así
lo recuerda Manuel Guerrero
Ceballos:
“La lucha
presidencial entraba en tierra derecha. Los partidos populares, conformados en
Unidad Popular, ya tenían candidato único: Salvador Allende. La unidad
alcanzada, el programa y el candidato común ya eran una importante conquista. A
todas partes llegó la palabra de la Unidad Popular y la juventud fue un
vehículo magnífico, que con mística y arrojo, incorporó a importantes sectores
jóvenes al combate. Del aporte juvenil nacieron himnos y la nueva canción
chilena, las brigadas murales, cuya representante más alta fue la Brigada
Ramona Parra, los jueves proletarios para el trabajo en las industrias, los
domingos insurgentes para la labor propagandística y de educación política casa
por casa en los barrios. Los caminos de Chile fueron cubiertos por los rayados
de las Brigadas Venceremos. Los jóvenes luchaban por sus reivindicaciones en
todas partes. Las salidas al campo para el trabajo con los campesinos e incluso
a las playas con veraneantes, contaban con la presencia entusiasta de lolos y
lolas de cortos años.
¡Cuántos
jóvenes hicieron su escuela política en estas acciones!
Las
Juventudes Comunistas crecían en número y madurez. Eran una organización conocida y admirada y querida por los jóvenes
trabajadores, estudiantes, artistas y pobladores. Los colores amarantos de su
camisa florecían y cada jota-jota, tronaba en las calles con sabor a futuro. A
su presencia contribuyeron el aporte de tantos jóvenes, militantes y
dirigentes, que llenaron todo un período político muy importante de la historia
de Chile. Entre estos sobresale la figura, creatividad política y firmeza
revolucionaria de Gladys Marín bajo cuya égida la Jota alcanzó dimensión de
fuerza juvenil nacional. Tampoco en esa
ocasión era fácil ser comunista.
El odio de
clase de los reaccionarios se sentía a toda hora y se jugaban por frustrar los
anhelos del pueblo. En la campaña varios compañeros fueron asesinados,
golpeados y detenidos. Las bandas de los pijes agredían a mansalva a nuestros
compañeros y la enérgica repuesta dada en cada oportunidad impidió que
prosperara su intento de
intimidarnos”.(Manuel Guerrero Ceballos: “Desde el Túnel”, p. 22)
DURANTE EL GOBIERNO DE SALVADOR ALLENDE
Relata
Manuel Guerrero: “El triunfo de Salvador Allende en 1970 fue la coronación del
sueño y la lucha de largos años de la clase obrera y del pueblo chileno.
Al
conocerse el resultado la juventud se volcó a las calles manifestando su voluntad de combate y disposición ante las
nuevas tareas que surgían. Las Brigadas Ramona Parra así como escribieron el
nombre de Allende en el mismo instante en que fue proclamado candidato único de
la Unidad Popular, ahora rayaron la alegría del triunfo y los desafíos
venideros”.
Durante el
Gobierno Popular, Manuel Guerrero Ceballos
tuvo a su cargo la Organización Nacional de Trabajos Voluntarios.
Recuerda sobre estos. “Grandes tareas eran respaldadas
por millares de muchachas y jóvenes. El trabajo voluntario fue una de las
características de su participación. Estuvimos en la pampa del tamarugal
rompiendo con chuzo la pétrea costra desértica para hacer vivir una diminuta
planta que diera alimentación a ovejas y lograra que esa gigantesca porción de
tierra, compuesta de arena y sal,
sirviera al país. En la inmensidad de la pampa, bajo 40 grados de calor, con
una insignificante hierba verde en las
manos, buscábamos la primavera para Chile.
Las
columnas de jóvenes, con sus mochilas al hombro, que cruzaban la extendida
geografía chilena, participaban de la pujanza de un pueblo que era dueño de su
destino.
La juventud
construyó represas, canales, casas, escuelas
y caminos. Plantó árboles y extrajo cobre desde las profundidades de la mina.
Sacó muelas y curó enfermedades. Canto. Hizo teatro, pintó y escribió poemas.
Formó brigadas de vanguardia de la producción. Creó
Miles de
comités de Apoyo al Rendimiento Estudiantil. Manejó tractores, camiones y cargó
en sus hombros miles de toneladas. Aseguró el abastecimiento. Peleó contra los
reaccionarios que saboteaban. Se educó y entregó su palabra de adhesión.” (Manuel Guerrero Ceballos: Obra citada, p. 24)
EN LA LUCHA CONTRA LA DICTADURA
Después del
golpe fascista, participó en el trabajo
clandestino.
Escribe Manuel Guerrero Ceballos: “La vida en la
lucha clandestina es dura, áspera, sacrificada. Como nunca se debe actuar con
resolución y autonomía. Teniendo la
orientación principal clara caminamos por caminos desconocidos. Cada
aprendizaje cuesta, incluso vidas humanas... Las noticias de las detenciones y
asesinatos nos golpeaban y herían, recordábamos a los compañeros con cariño y
emoción. Muchas lágrimas derramadas en silencio, pero la exigencia de continuar
combatiendo hacía más patético cada golpe.”
Relata:
“Caminaba por Bellavista en dirección a Pío Nono. Serían las cuatro o cinco de
la tarde. Bajo el brazo al medio de un diario doblado, llevaba una reciente
declaración del Partido. Doblé por Pío Nono hacia Alameda y me encontré frente
a una patrulla militar que pedía
identificación, revisaba papeles y bolsillos de los transeúntes. La garganta se me apretó, el corazón dio un
brinco y las manos transpiraron. Si retrocedo o cruzo igual me pararán y llamo
más su atención, pensé. Con resolución avancé.
- Alto!.
El grito me
hizo estremecer.
Me detuve.
- Su
identificación
Cambié el
diario de mano, apretándolo con fuerza. Saqué el carnet y se lo extendí. Lo miró
atentamente.
- Dónde
trabaja.
- En una escuela.
Me observó,
dio vuelta el carnet y vio la dirección. Me la preguntó. Dudé varios segundos,
me costaba recordarla, finalmente lo hice y se la dije.
- Separe
los brazos.
Con el
diario en la mano derecha levanté los brazos. Torpemente sus manos iban
chequeando el cuerpo.
Me
angustiaba sólo pensar que me quitara el diario y lo abriera, cuando expresó:
- Está
bien, siga no más...” (Manuel
Guerrero Ceballos: “Desde el Túnel” pp. 29 y 30)
LA DETENCIÓN
Manuel
Guerrero Ceballos relata como cayó en manos del siniestro Comando Conjunto en
1976::
“Eran cerca
de las 10 de la mañana del 14 de junio.
Iba al trabajo y mi compañera iría a
buscar al hijo, que había estado sábado y domingo con los abuelos.
Caminábamos con despreocupación hacia el
paradero del microbús....
“Llevaba en
la mano izquierda el bolsón escolar de mi hijo que orgulloso daba los primeros
pasos en la lectura. Verónica, mi compañera, decía algo referente a la guagua
que vendría o a la débil salud de nuestro hijo...
“Escuchamos
a nuestras espaldas un vehículo que avanzaba a gran velocidad. Sin saber me
estremecí y presentí el peligro. El vehículo se detuvo al costado nuestro.
Bajaron dos individuos jóvenes a la carrera. Grité a mi compañera: ¡cuidado!
“Ya recibía
golpes de pies y manos, era agredido. Por reflejo opuse resistencia. Mi
compañera irrumpió en gritos y fugazmente vi que blandía su cartera en el
aire...
Todo era un
torbellino. De pronto escuché un estrépito y sentí un fuerte impacto en el
pecho. Parecía que un caballo me hubiese dado una coz de lleno. Caí doblado y
sentí que en vilo era arrojado dentro del auto. Mi cabeza se estrelló en la puerta lateral derecha violentamente..
Un dolor desconocido horadaba mi estómago y tronco. Quemaba, consumía. Los
oídos zumbaban y la cabeza se aprestaba a estallar.
Las manos
me las esposaron a la espalda... La primera certeza de la situación la tuve al
sonar, atrasadamente en mis oídos, el aullido angustiado de Verónica- ‘son de
la DINA’- ‘se llevan a mi marido, son de la DINA’,- ‘son los asesinos de la
DINA’.
-¡ Cagué! –
pensé.” (Manuel Guerrero Ceballos:
obra citada, p. 13)
Respondiendo a una pregunta del periodista y escritor José
Miguel Varas, dijo:
“Yo, en ese
momento, cuando iba en el vehículo, empecé a sentir sangre que me cubría mi piel, y comencé a tener dificultades para
respirar, por lo que presumí que la herida –y posteriormente se confirmó- había
sido en el pecho. La bala me ingresó por el costado inferior de la tetilla
derecha, para quedar alojada, sin salida, bajo la axila izquierda, es decir, me
atravesó todo el pecho...” (Entrevista
realizado por José Miguel Varas, en Europa en marzo de 1977)
“Las
últimas ideas fueron de muda despedida de la vida y de cómo encarar el interrogatorio. No debía perjudicar a nadie
con mis respuestas. El precio de la vida
no lo iba a pagar con la confesión o la traición. Pensé en mi hijo. Si vivía
quería mirarlo de frente.
El viaje
llegó a su fin. Mentiría si no dijese que un miedo glacial me acompañaba. No
cantaba ante la muerte, templaba; pero estaba dispuesto a resistir.” (Manuel Guerrero Ceballos: “Desde el Túnel”, p. 14)
LOS
CHACALES ACTÚAN.
Manuel Guerrero Ceballos escribe sobre las torturas a que fue : sometido
“Aguardé el golpe que podía venir de
cualquier lugar.
- Sáquenle
la ropa.
Abrieron
las esposas, me sobé las muñecas. Me empezaron a sacar la ropa. Seguí con la
vista vendada.
Fui
empujado hasta el borde de una tarima, camastro liso o mesa.
-‘Súbete’.
Con trabajo
lo hice. Quedé tendido de espalda. Desnudo, con los ojos vendados, acostado
sobre una cubierta fría y dura –como de latón o baldosas- terriblemente dolido.
Mi angustia se desbordó. A pesar de mi oposición, las lágrimas rodaban por las
mejillas. El cuerpo brincaba, me estremecía...
“Un golpe
de puño, seco, recibí en la herida.
-‘Cuenta
ahora, concha de tu madre’
Grité de
dolor. Mordiendo las palabras contesté preguntado.
-‘¿Qué
quieren les cuente?’
-‘Todo pu’s
huevón’
-‘No tengo
nada que contar’
Esperé otro
golpe. Llegó y fue más violento. Del pelo a los pies me sobrecogió el dolor. La
herida manaba más sangre..
La desnudez
me hacía sentirme desamparado, más
estando con los ojos vendados y amarrado al mesón. A indefensión absoluta se
unía la duda lacerante de ignorar que venía a continuación, de dónde venía y a
donde iría el castigo siguiente.” (Obra citada, p. 18)
FUE UN DETENIDO DESAPARECIDO DURANTE UN MES
Lo
continúan torturando. La gravedad de su estado obliga a los esbirros de la
dictadura a conducirlo a un establecimiento, que según él calcula
fue el Hospital de Carabineros de Santiago. Lo ingresaron con nombre
falso. Lo atendieron para evitar que la hemorragia interna terminara con su
vida antes de lograr que entregara las informaciones que requerían. Lo
siguieron torturando en ese hospital.
Fue
conducido a Cuatro Álamos. Allí seguía con los ojos vendados, continuaban con
los ‘interrogatorios’, acompañados de golpes y uso de corriente eléctrica.
Después se
le trasladó a Tres Álamos, donde ya no
tuvo incomunicado. Allí supo lo ocurrido con su compañera Verónica.. No estaba
detenida. Ello, como producto de la
conmoción pública que tanto la detención como el baleo generó en el sector y la
cantidad de testigos que presenciaron esos hechos.
Eso impidió la detención de Verónica
y le salvó la vida a él.. A pesar que el
Ministerio del Interior negó su detención, ante un recurso de amparo presentado
por su compañera, la dictadura no pudo seguir negando que estaba preso. Ya no
era un desparecido.
VOLVIENDO A LA VIDA
Relata el
paso de Cuatro Álamos a Tres Álamos, el
paso de ser desaparecido a la vida.
Lo sacaron
de la celda de incomunicación dos agentes de la DINA. Uno d e ellos le dijo:
-
‘Te vai de aquí, tení cueva, te salvaste del balazo primero
y de ésta ahora’ ...
No me dijo
nada más. Me entregaron mi carnet de identidad, me revisaron completamente y me
obligaron a seguirlos.
Salimos
caminando por el pasillo, cruzamos la siniestra puerta de fierro y caminamos
por oscuros senderos de tierra. Me hicieron ingresar a una oficina y cuanta no
sería mi sorpresa de ver en ella a carabineros con su característico uniforme.
Hasta me alegré de verlos...
El
funcionario de la DINA dijo:
-‘Nosotros
ya hicimos el pase, es huevá de ustedes como se las arreglan, y sin más se dio
media vuelta y se fue. Quedé entre los carabineros.”
Estos lo
condujeron y lo hicieron golpear en una
casucha que estaba en patio. Entró. Había una cantidad de personas. Les dijo:
-“Soy un
preso, vengo recién llegando de Cuatro Álamos”. Fue recibido con alegría y
enorme solidaridad.
Cuenta:
“Ese día los compañeros me cuidaron y atendieron como a un niño...”
Pasó el
tiempo. “Llegó el esperado día de visita. Los amigos me prestaron un poncho
blanco y un gorro pasa montaña. Esperé como colegial que me llamaran por la
lista. Los presos iban saliendo de uno a uno, donde estaban sus familiares
sentados en unas bancas...
Por fin me
llamaron. Salí caminando lentamente, mirando todo con verdadera emoción e
interés, buscando entre todos esos rostros anhelantes mis seres queridos. No
los vi. Me empecé a desesperar. Miraba y miraba. Y entre la muchedumbre asomó
el rostro lloroso de mi compañera con su guata, cual banderola en el aire,
acompañada de mi padre, mi madre y mi suegro.
No me
reconocieron hasta estar muy cerca. Nos fundimos en un todo de abrazos,
lágrimas, suspiros y sobre todo, vida”.
(Obra citada, pp. 87 y 88)
Así termina
su narración Manuel Guerrero Ceballos, cuando va saliendo “desde el túnel”..
Fue liberado el 19 de noviembre de 1976. Fue el único detenido por el Comando Conjunto
que salvo vivo de sus garras.
EN EL EXILIO
A fines de
noviembre de 1976 viajó a Suecia. Permaneció seis años en ese país. En el destierro participó activamente en las labores de
solidaridad con la lucha del pueblo chileno. Además, escribió su desgarrador
testimonio “Desde el Túnel”.
En sus
“Palabras iniciales” explica: ”La idea
de hacer esta narración nació de la angustia. Me explico. Encontrándome como
preso político desaparecido, secuestrado por la DINA (posteriormente se vino a
conocer la existencia del siniestro Comando Conjunto) y tenido en un lugar
ignorado, bajo nombre falso, en las interminables horas de vigilia,
desesperanza, dolor, impotencia, confusión, ira, y cuanta sensación se pueda sentir en tal
estado, me surgió la idea que si sobrevivía tenía que contar todo lo que me
había pasado... Lo he escrito en el exterior de Chile...
Me decidí a
hacerlo por dos razones centrales. El tiempo pasa y la memoria es frágil. Es
necesario que las nuevas generaciones conozcan
lo que ha hecho y, lamentablemente, aún hace el fascismo en nuestra
Patria. Y una segunda razón es que hay muchos hechos ignorados, más allá de lo
que todos creemos, por nuestra propia población chilena. Es más de lo imaginado
lo que no se conoce de la represión y la barbarie de los fascistas, como del
heroísmo de muchas gentes simples y modestas de nuestro pueblo, en especial de
la lucha juvenil y el papel relevante
que han jugado en ella, las Juventudes Comunistas, conformadas por rostros y
vidas concretas, muchas de las cuales no están físicamente con nosotros... Que ninguno de ellos se nos olvide,
recordemos sus vidas y aportes. Ellos
estarán presentes en los caminos por los que transitamos hoy, estarán presentes
en la hora de la victoria.” (Manuel
Guerrero Ceballos: “Desde el Túnel”, p. 5)
RETORNO A LA PATRIA
Regresó a
Chile en noviembre de 1982.. De inmediato se incorporó a la lucha
clandestina y a las labores de su
gremio, el Magisterio.
Un año antes, el 27 de noviembre de 1981, un grupo
de 31 educadores de las Regiones Metropolitana, Quinta, Séptima y Octava,
habían constituido la Asociación Gremial de Educadores de Chile, AGECH. Entre
sus fundadores estaban Julio González,
Alfonso Bravo, Eduardo Hurtado, Alejandro Traverso, Samuel Lillo, Carlos Mena,
Estanislao Montoya, Eduardo Osorio, Raúl Manríquez y Jorge Pavez. (Ver: Iván
Ljubetic Vargas: “Historia del
Magisterio chileno”, p. 236)
Al llegar
al país, Manuel Guerrero Ceballos encontró
al profesorado en lucha contra la dictadura, que no sólo reprimía a los
maestros, sino que imponía la municipalización de la educación.
Pronto se
distinguió por su claridad política, por su valentía y responsabilidad. Fue
elegido Presidente del Consejo Metropolitano de la AGECH. Estuvo a la cabeza de muchas luchas.
Una
profesora que lo conoció personalmente en ese tiempo, lo recuerda como una
persona muy jovial, querida y respetada
por sus colegas; elocuente y convincente en sus intervenciones; preocupado
siempre por el lado humano de la gente, de gran consecuencia entre su pensar, lo que decía y lo que hacía.
Un
dirigente del Magisterio, que trabajó junto a él, señala que, entre sus enormes
cualidades, estaba su profundo respeto por los compañeros de otros partidos.
En la AGECH –explica- participábamos colegas de diferentes fuerzas políticas e
independientes y Manuel actuó siempre
con ejemplar modestia, jamás subestimó a los aliados, siempre los consultaba y
tomaba en cuenta sus opiniones. Comprendía
muy bien que el cargo de Presidente del Consejo Metropolitano lo había
obtenido con el apoyo de colegas de las más diferentes posiciones políticas e
ideológicas. Esa actitud le granjeó el cariño y respeto de profesores de todos los sectores.
DETENCIÓN Y MUERTE DE TRES
COMBATIENTES
EJEMPLARES
El 28 de
marzo de 1985, Santiago Nattino, publicista de militancia comunista, fue
secuestrado en plena vía pública en el
sector alto de la capital.
En la
noche, agentes de la dictadura llevaron a cabo un operativo en la sede de la
AGECH, ubicada en la calle Londres 75. Detuvieron a varios profesores, que
fueron liberados 24 horas después. .
El 29 de
marzo, a tempranas horas de la mañana, fue secuestrado, en momentos en que
llevaba su hija al Colegio Latinoamericano de Integración, José Manuel Parada
Maluenda, quien se desempeñaba como Jefe del Departamento de Análisis de la
Vicaría de la Solidaridad. En esa misma oportunidad fue secuestrado Manuel
Leonidas Guerrero Ceballos, profesor e inspector del mismo colegio y dirigente
de la AGECH.
Familiares
y compañeros de los detenidos se movilizaron. Interpusieron un recurso de
amparo, donde incluso indicaban el lugar
en que podrían estar detenidos: el cuartel de
la Dirección de Comunicaciones de Carabineros, DICOMCAR, ubicada en
calle Dieciocho (donde se comprobó posteriormente habían estado). La justicia nada hizo.
El 30 de
marzo de 1985 fueron encontrados los cuerpos
degollados de los tres militantes comunistas en el camino que une
Quilicura con el Aeropuerto de Pudahuel.
Pinochet y
sus secuaces intentaron negar su participación en ese monstruoso crimen.
El Informe
Rettig señaló: “De los antecedentes narrados y
los reunidos en la investigación judicial, la Comisión ha llegado a la
convicción de que Manuel Guerrero, José Parada y Santiago Nattino fueron
ejecutados por agentes estatales en razón de su militancia y las actividades
que realizaban, en violación de sus derechos humanos”.
Manuel
Guerrero Ceballos es uno de esos
heroicos combatientes del pueblo que, como él mismo escribió, “están presentes
en los caminos por los que transitamos
hoy y estarán presentes en la hora de la victoria”.
Honor y
gloria a aquellos que han luchado y han sido leales hasta el último segundo de su existencia.