domingo, 24 de mayo de 2020

UN FASCISTA LLAMADO ADOLF EICHMANN





23 de mayo 1960,  cuando se conoció su captura:

   


                                               Iván Ljubetic Vargas, historiador del
                                               Centro de Extensión e Investigación
                                                Luis Emilio Recabarren, CEILER






Adolf Eichmann, uno de los más feroces asesinos nazi-fascistas, logró escapar desde las ruinas del Tercer Reich. En 1950 llegó, como muchos otros  criminales de guerra,  a  Argentina. Compró una casa de tres habitaciones en el humilde barrio de San Fernando, en el Gran Buenos Aires. Se autobautizó como Ricardo Klement. Consiguió trabajo como técnico en una planta automotriz.

Llevaba, junto a su familia, un tranquilo pasar. No sospechaba que, desde hacía casi  tres años, la Mossad, la terrible policía de Israel, le estaba siguiendo los pasos. Eran las 20 horas cinco minutos del 11 de mayo de 1960 cuando Ricardo Klement, que venía del trabajo, se bajó del autobús  a solo unos metros de su casa. Alcanzó a caminar algunos pasos, cuando unos hombres se precipitaron sobre él. No ofreció resistencia. Lo sacaron clandestinamente de Argentina rumbo Israel.

Sólo doce días después,  el 23 de mayo de 1960, su familia y el mundo conocieron  lo ocurrido.  Ello,  a través del comunicado  Primer Ministro de Israel, David Ben Gurión.

EL JUICIO AL CRIMINAL DE GUERRA

El juicio a Adolf Eichmann, el arquitecto de la “solución final”, comenzó el 11 de abril de 1961 en Jerusalén. Fue un acontecimiento mundial. Por primera vez en la historia se utilizó el sistema de traducción simultánea. Por primera vez, también, uno de los responsables del holocausto, era  juzgado en Israel.





Adolf Eichmann  estaba en una de las esquinas de la sala de audiencias, en una jaula de cristal. Desde allí asistió a su juicio, entre cuatro  paredes de vidrio blindado.  Permaneció con una aparente indiferencia.  Pudo escuchar las acusaciones. Quince cargos que le imputaban. Tenía auriculares puestos, pero  parecía no  oír  las declaraciones de los testigos, sobrevivientes de su plan de exterminio. Ni se preocupó  de mirarlos siquiera una vez. Se veía ocupaba   rebuscando entre sus papeles.

YA NO ERA EL PREPOTENTE JERARCA NAZI

Como todo individuo que, cuando está con el poder actúa prepotente y sin misericordia, ahora  el genocida feroz, resultaba ser débil, actuaba como fiera cazada.  Sin ningún brillo intelectual, con una lógica gris y confusa. Un ser mediocre.  Peor aún, un cobarde. Ahí enfrentado al juicio por sus crímenes estaba Eichmann, el fascista, el responsable de la muerte de millones de seres humanos.

La humanidad progresista  y también la otra, estaban expectantes. Cientos de enviados de los medios más importantes del mundo acudieron al proceso.

FUE UN JUICIO A LA BESTIALIDAD FASCISTA

Pero no se trataba sólo de juzgar a un criminal de guerra. Era un juicio a la bestialidad fascista, al plan hitleriano del exterminio del pueblo judío.

Las palabras de apertura de las sesiones, pronunciadas por el fiscal Hausner, lo establecían de modo contundente: "En el sitio en que me encuentro hoy ante ustedes, jueces de Israel, para demandar contra Adolf Eichmann, no me encuentro solo; conmigo se levantan, aquí, en este momento, seis millones de demandantes. Pero ellos no tienen la posibilidad de comparecer en persona, de apuntar hacia la cabina de vidrio un índice vengador y gritar, dirigiéndose a aquel que está sentado en su interior: Yo acuso. (…) Por eso seré yo su portavoz, y en su nombre levantaré este acta de acusación terrible".



A DIFERENCIA DE LOS TRIBUNALES NAZIS, TUVO DERECHO A SU DEFENSA

Sin embargo, los jueces no se sometieron a las presiones políticas y nunca perdieron de vista el objetivo principal del proceso: establecer la posible culpabilidad del acusado y la medida de esa culpabilidad.

Eichmann, gracias a la intervención de sus juzgadores, pudo ejercer plenamente su legítimo derecho de defensa. Tanto él como su defensor, el Dr. Servatius, se expresaron con absoluta libertad en la Corte.

Frecuentemente, el presidente del jurado puso freno a los excesos del fiscal o corrigió defectos de traducción de los dichos de los testigos.

DESCARGOS

Eichmann esgrimió, hasta el hartazgo, sus fundamentos  defensivos básicos. Él obedecía órdenes. Nada más. Por otro lado, sostenía, sus actos no podían ser juzgados por otro país, por ningún país: sus actos habían sido actos de Estado. Sólo se encargó  de llevar a cabo, y con una extremada eficacia, aquello que era ley en su país, en la Alemania de la que Eichmann era funcionario. Allí, la palabra del Führer era ley, no sólo para Eichmann fue el responsable del traslado de millones de personas a los campos de exterminio nazi.

CARGOS

Desde su lugar en la estructura burocrática nazi, Adolf Eichmann organizó, sucesivamente, la expulsión de los judíos de Alemania, su deportación de los territorios ocupados por las nazis y el traslado de millones de judíos a los campos de exterminio.

En la Conferencia de Wansee,  con Eichmann, como secretario, redactando las actas de la reunión, dejando constancia para la posteridad, se decidió establecer "La Solución Final".

Eichmann, entre los asesinos, ocupaba un lugar de importancia. Era él quien los enviaba a la muerte. Diariamente partían trenes a los campos de exterminio con 2.500 o 3.000 judíos hacinados en los vagones de carga. No solo se ocupaba de los trenes. En el juicio se aportaron como pruebas circulares y órdenes emitidas por Eichmann y su oficina obligando a las autoridades locales de cada territorio para que los judíos de diferentes nacionalidades fueran objeto inmediato de las "medidas necesarias".

Eichmann conocía el destino que les esperaba a los pasajeros de sus trenes. Hay registros de sus múltiples visitas a Auschwitz y otros campos. El 31 de julio de 1941, Heydrich lo convocó a su oficina y le dijo: "El Führer ha ordenado el exterminio físico de los judíos".

CONDENADO A MUERTE

En la madrugada del 31 de mayo de 1962. El gobierno Israelí anuncia que rechaza todos los pedidos de clemencia recibidos por el reo. Temprano llegó un ministro protestante. Le propuso  leer la Biblia juntos. Eichmann se negó. Prefirió estar solo los pocos minutos de vida que le quedan.  Bebía cortos sorbos y mantenía  la mirada fija sobre una de las paredes. Lo vinieron a buscar.  En el pasillo solo se escuchaban sus pasos y los de los guardias que lo escoltaban. Se cruzó con varias personas en el camino, pero él no las miró. Le atan las piernas a la altura de los tobillos y las rodillas. Sus patéticas palabras finales fueron: "Dentro de muy poco, caballeros, volveremos a encontrarnos. Tal es el destino de todos los hombres. ¡Viva Alemania! ¡Viva Argentina! ¡Viva Austria! ¡Nunca las olvidaré!".

NO APRENDIERON LA LECCIÓN

Sectores, cada vez más numerosos y desprovistos de un mínimo de cultura política, apoyan consciente o inconscientemente, en diversos países de la tierra a movimientos fascistas, sin reconocer lo que significaron dictaduras fascistas como Mussolini, Hitler y Pinochet. Para ellos, simplemente no existieron los horrendos crímenes perpetrados bajo la parda bandera fascista.

Por otro lado, la mayoría reaccionaria de los judíos, al parecer olvidaron los sufrimientos del holocausto y aplican hoy la misma política de represión y muerte contra otros pueblos, especialmente el palestino.