domingo, 24 de mayo de 2020

NICOLÁS COPÉRNICO Y LA REVOLUCIÓN CIENTÍFICA





En el 477º aniversario de su fallecimiento:



                                                   Iván Ljubetic Vargas, historiador del
                                                   Centro de Extensión e Investigación
                                                   Luis Emilio Recabarren, CEILER


             



Nicolás Copérnico, el eminente astrónomo polaco,  falleció en la ciudad de Frauenburg, Polonia, el 24 de mayo de 1543, a la edad de 70 años. Sus restos estuvieron durante siglos desaparecidos. Sólo fueron hallados en el año 2005 debajo de un altar de la catedral de Frombork.

SUS INICIOS

Había nacido en 1473 en Torun, Polonia,  en el seno de una rica familia de comerciantes. Quedó huérfano a los diez años. Se hizo cargo de él un tío materno, canónigo de la catedral de Frauenburg y luego obispo de Warmia.   En 1491, siguiendo las indicaciones de su tío y tutor,  ingresó a la Universidad de Cracovia. En 1496 pasó a Italia para completar su formación en Bolonia.  Allí  cursó derecho canónico y recibió la influencia del humanismo italiano. El estudio de los clásicos, reivindicados por el humanismo, fue decisivo en la elaboración de la obra astronómica de Copérnico. Estudió medicina en Padua. En 1503 se doctoró en derecho canónico en la Universidad de Ferrara. Ese mismo año regresó a su país, fijando su residencia en Frauenburg.

Se interesó también  por la teoría económica, ocupándose en particular de la reforma monetaria, tema sobre el que publicó un tratado en 1528. Practicó asimismo la medicina y cultivó sus intereses humanistas.

PRIMERA EXPOSICIÓN DE UN SISTEMA HELIOCÉTRICO

Hacia 1507, Copérnico elaboró su primera exposición de un sistema astronómico heliocéntrico, en el cual la Tierra orbitaba en torno al Sol, en oposición con el tradicional sistema de Ptolomeo, en el que los movimientos de todos los cuerpos celestes tenían como centro nuestro planeta.

En 1513 Copérnico fue invitado a participar en la reforma del calendario juliano, y en 1533 sus enseñanzas fueron expuestas al papa Clemente VII. En 1536, el cardenal Schönberg escribió a Copérnico desde Roma, apremiándole para que hiciera públicos sus descubrimientos. Por entonces, Copérnico ya había completado la redacción de su gran obra, “Sobre las revoluciones de los cuerpos celestes”, un tratado astronómico donde defendía la hipótesis heliocéntrica.

LA REVOLUCIÓN COPERNICANA

Nicolás Copérnico es uno de los hombres de ciencia que contribuyó a derrotar las falsas formulaciones de la Iglesia Católica. Fue  el  iniciador de la revolución científica, que acompañó al Renacimiento europeo y que, pasando por Galileo, llevaría un siglo después, por obra de Newton, a la sistematización de la física y a un profundo cambio en las convicciones filosóficas y religiosas.

Con toda justicia se ha llamado “revolución copernicana” a esta ruptura, de tanta trascendencia que marcó un hito en la historia de la humanidad. El  gran aporte  de Copérnico fue formular la teoría heliocéntrica.

“SOBRE LAS REVOLUCIONES DE LOS CUERPOS CELESTES”

El texto se articulaba de acuerdo con el modelo formal del “Almagesto” de Ptolomeo, del que conservó la idea tradicional de un universo finito y esférico, así como el principio de que los movimientos circulares eran los únicos adecuados a la naturaleza de los cuerpos celestes. Pero, al mismo tiempo,  contenía una serie de tesis que entraban en contradicción con la antigua concepción del universo, cuyo centro, para Copérnico, dejaba de ser la tierra.

Consciente de lo revolucionario de sus ideas y temeroso de las consecuencias que podría sufrir, Copérnico mantuvo en secreto su obra. La publicación de ella se produjo gracias a la intervención de un astrónomo protestante, Georg Joachim von Lauchen, conocido como Rheticus. Éste visitó a Copérnico entre los años 1539 a 1541 y lo convenció de la necesidad de imprimir el tratado. Cuestión  de la cual él mismo se ocupó. La obra apareció pocas semanas antes del fallecimiento de su autor. 

LA TEORÍA HELIOCÉNTRICA

El modelo heliocéntrico de Nicolás Copérnico fue una aportación decisiva a la ciencia del Renacimiento. La concepción geocéntrica del universo había imperado durante catorce siglos. El “Almagesto” de Tolomeo era un desarrollo detallado y sistemático de los métodos de la astronomía griega, que establecía un cosmos geocéntrico con la Luna, el Sol y los planetas fijos en esferas girando alrededor de la Tierra. Con Copérnico, el Sol se convertía en el centro inmóvil del universo, y la Tierra quedaba sometida a dos movimientos: el de rotación sobre sí misma y el de traslación alrededor del Sol. No obstante, el universo copernicano seguía siendo finito y limitado por la esfera de las estrellas fijas de la astronomía tradicional.
                 

                                                                                                               
Ilustración del modelo heliocéntrico en Sobre las revoluciones de los orbes celestes (1543)

LOS PRECURSORES

No todo era original en la obra de Copérnico. En la Antigüedad, pitagóricos, como  Aristarco de Samos, habían realizado sobre bases metafísicas una primera formulación heliocéntrica. A lo largo del siglo XIV, Nicolás de Oresme (1325-1382), Jean Buridan (muerto en 1366) o Alberto de Sajonia (1316-1390) plantearon la posibilidad de que la Tierra se moviera. En cualquier caso, Copérnico elaboró por primera vez un sistema heliocéntrico de forma coherente.


LA TRASCENDENCIA DE LA OBRA DE COPÉRNICO

La importancia de la obra de Copérnico es ser una obra revolucionaria, precursora de grandes cambios científicos. Dicho carácter revolucionario no está solo en sus escritos sino en poner en marcha unos caminos que romperán las barreras del pensamiento. Con su obra se afianza la gran idea, propia de la modernidad. La naturaleza va perdiendo su carácter teológico, el hombre ya no es el centro del universo, sino que Copérnico le desplaza a una posición móvil, como la de cualquier otro planeta.

A partir de Copérnico se desencadena la idea de que el hombre ahora está gobernado por su Razón, que será la facultad del ser humano que hace que tome parte en el ordenamiento del Universo. Así el hombre pasa a ser un ser autónomo que basa dicha autonomía en su capacidad de raciocinio. La razón humana puede ahora apoderarse de la Naturaleza: dominarla y controlarla. Así el hombre deja de ser el centro físico del Universo para convertirse en el centro racional del Universo. A partir de ahora nos enfrentamos al mundo, no contemplándolo, sino construyendo hipótesis a través de las capacidades del hombre, que contrastadas con la naturaleza se podrán dar por válidas o no.

LA IGLESIA CONTRA EL HELIOCENTRISMO

Las ideas de Copérnico tan transgresoras para su época no serían un problema para la Iglesia hasta setenta años después del fallecimiento de Copérnico. En 1616 la Iglesia católica condenó su obra, cuando  las ideas del astrónomo eran ya sobradamente conocidas en toda Europa. Dos años después de la muerte del astrónomo, en 1545, iba a iniciarse el Concilio de Trento, en el que después de tres sesiones, en 1563, se expuso la necesidad de una reforma radical de la Iglesia y se propugnó un plan de recuperación y defensa de los dogmas frente al mundo reformista. Los papas Pío V y Gregorio XIII, entre los años 1566 y 1585, llevarán a cabo lo estipulado en Trento, además de declararse enemigos de la teoría heliocéntrica y extremar su persecución contra los herejes mediante la orden de la Inquisición.

PREVALECIÓ LA RAZÓN CIENTÍFICA

Pero el paso del tiempo y el progreso de las investigaciones científicas  fueron dando la razón a las pioneras observaciones de Nicolás Copérnico.
            

            Catedral de Frombork, Polonia, bajo su altar están los restos de Copérnico