domingo, 2 de septiembre de 2012

Vocación de lucha y unidad



Articulo del cro. Jorge Insunza B. escrito para la publicación teórica Marxistische Blätter -Cuadernos Marxistas- ligada al DKP (PC de Alemania), titulado VOCACION DE LUCHA Y UNIDAD



Jorge Insunza Becker
miembro de la Comisión Política del Partido Comunista de Chile




Vocación de lucha y unidad


Nuestro partido emergió con el nombre de Partido Obrero Socialista (POS), bajo la dirección de Luis Emilio Recabarren en 1912, esto es 5 años antes de la Revolución de Octubre. Fue desde el inicio clara y definidamente un partido de los trabajadores.
Recabarren inició su vida política como miembro del Partido Democrático (PD), el partido más de izquierda de esos años en Chile. El PD, vinculado a los sectores populares, no asumía, sin embargo, la lucha por superar el capitalismo y avanzar a una sociedad socialista. Omitiendo el carácter de clase de la sociedad no se apropiaba del rol decisivo de los trabajadores en la transformación de la sociedad. La estrecha relación de Recabarren con centros decisivos del proletariado en formación, especialmente salitrero, (el gran recurso natural de la época explotado por capitales ingleses) lo llevó a la convicción de la necesidad de un partido de la clase obrera como condición insoslayable de éxito en la batalla por alcanzar trasformaciones sociales de fondo. Así emerge el POS con un definido sentido de clase.
La convicción que el internacionalismo es un componente fundamental de la política de un partido de la clase obrera estuvo presente desde el comienzo. Recabarren y los suyos constataban que un elemento decisivo del dominio capitalista en la sociedad chilena era y es la presencia del imperialismo como un factor no externo sino activamente interno, que interviene decisivamente en nuestra vida social y política en connivencia con la oligarquía agraria y otros sectores del capitalismo interno. La convivencia en las salitreras con obreros peruanos y bolivianos y de otras nacionalidades, explotados a la par con los chilenos, fortalecía esa convicción.
La victoria de la Revolución de Octubre en el imperio ruso y su irradiación mundial hizo profundo eco en el POS. Recabarren viajó a conocer esa nueva realidad. Sus vivencias, transmitidas a sus compañeros a lo largo del país, condujeron de modo natural a la adhesión del POS a la Internacional Comunista y al cambio de la denominación del Partido: el POS se convirtió sin deserciones en Partido Comunista de Chile en 1922. 
La dirección del PC consideró su deber ayudar a la formación de partidos de clase en otros países de nuestro entorno. Recabarren fue también fundador del PC de Argentina y compañeros suyos de salitreras, especialmente peruanos y bolivianos, contribuyeron a la creación de partidos de clase en sus respectivos países.
El surgimiento del partido autónomo del proletariado en nuestro país no excluía la unidad de acción con otras fuerzas políticas y sociales. Asumió desde su emergencia que capitalistas y trabajadores no son las únicas clases componentes de la comunidad nacional. En el campo de los dominados hay un espectro numeroso de sectores intermedios como artesanos y otros trabajadores independientes, comuneros agrícolas, pequeños y medianos empresarios de la ciudad y el  campo, profesionales asalariados que no se sienten parte del proletariado, y un incidente sector de intelectuales y artistas que son también afectados, en grados diferentes, por el dominio impuesto por el gran capital nacional e internacional. Siendo el partido de los trabajadores, el PC no limitaba ni limita su accionar a la lucha por los intereses sólo de ellos. Desde los tiempos de Recabarren su mirada fue siempre más abierta, asumiendo la defensa de todos los sectores afectados por la dominación oligárquica e imperial
Lo esencial de nuestra política de alianzas se ha determinado históricamente por el análisis de las contradicciones sociales existentes en cada período histórico y, como resultado de tal análisis, definiendo la contradicción principal del período. Ésta es la que confronta, de una parte, a los componentes decisivos de la dominación de clase y, de la otra, a las clases y capas sociales agredidas por el sistema en formas diversas en distintos períodos. Sobre esa base actuamos para hacer converger en un frente común al máximo de esas clases y capas, tanto sus organizaciones sociales como sus expresiones políticas, en pro de la acumulación de fuerzas para derrotar a los enemigos principales, exponiendo siempre nuestra perspectiva de construcción de una sociedad de nuevo tipo en la perspectiva del socialismo.
La atención central ha estado puesta consistentemente en el desarrollo de las organizaciones sociales y en primer lugar del movimiento sindical. La primera organización sindical nacional fue la Federación Obrera de Chile (FOCH). Paralelamente se impulsó las organizaciones de los estudiantes, las de mujeres, las de pequeños propietarios, con resultados variables.
La orientación de lucha y trabajo unitario tuvo una primera formulación explícita en la Conferencia Nacional de nuestro partido en 1933. Se definió el carácter de la revolución chilena en esa fase como “antiimperialista, antioligárquica y democrática, ligada a la lucha por el socialismo”. Se abrió así un proceso de significativas proyecciones.
En ese cuadro, con una actividad intensa del PC de promoción de luchas sociales y de propuestas unitarias amplias para unir el máximo de fuerzas frente al enemigo principal del período (la oligarquía y los poderes imperiales y de modo preeminente el fascismo alemán) Un primer resultado fue la formación de una central unitaria de los trabajadores que reunió a las 3 centrales entonces existentes: la FOCH, comunista; CNT, anarquista y la CNS, socialista que se unieron en una única central, la CTCH (1936). Ésta jugó un papel relevante en la formación del Frente Popular (FP), la primera experiencia exitosa de construcción de alianzas políticas y sociales que se abrió paso en la convergencia de los partidos Radical, Democrático, Socialista y Comunista en ese Frente, del que formaron parte también la CTCH, el movimiento femenino MEMCH y el Frente Único Araucano, organización de los pueblos originarios.
El Frente confrontó al gobierno de derecha de Arturo Alessandri, audaz demagogo representante de la oligarquía y se propuso la conquista de la Presidencia de la República, centro del poder político en nuestro país. Proclamó para ello la candidatura de Pedro Aguirre Cerda, militante radical.
La derecha desde el gobierno instaló como candidato a Gustavo Ross, integrante notorio de la oligarquía.
En el clima político creado por la unidad de acción de las fuerzas alternativas tal designación se tradujo en la ruptura de la organización de la juventud del partido oligárquico por excelencia, el Partido Conservador. Los líderes de la juventud esencialmente católica, encabezados por Bernardo Leighton, Eduardo Frei Montalva, Radomiro Tomic, apoyados por una sólida mayoría de los jóvenes conservadores decidieron abandonar el partido en rechazo al apoyo a la candidatura oligárquica al Frente Popular. Así surgió la Falange Nacional, que más tarde se convirtió en Democracia Cristiana.
La amplitud del campo de fuerzas reunido abrió paso a una gran victoria popular: Pedro Aguirre Cerda, dirigente radical, fue electo presidente.
El gobierno del Frente Popular significó un punto de inflexión en la política chilena. Lo fue desde el punto de vista de las libertades públicas, de los derechos de los trabajadores, de la estrategia de desarrollo del país y de las políticas sociales. También en el plano internacional tuvo una decidida posición antifascista.
En contraposición a las políticas de la oligarquía se desplegó una estrategia de industrialización del país. Se creó un ente estatal la Corporación de Fomento de la Producción (CORFO) y sucesivamente otras empresas estatales, en los  campos de la energía eléctrica, del petróleo, del acero, del agro y otras instalando una visión de desarrollo nacional con una decisiva participación del Estado que pasaba a actuar como Estado Desarrollista de Bienestar Social, como lo han denominado ensayistas de relevancia (Manuel Riesco).
El presidente Aguirre Cerda no culminó su mandato: falleció en el ejercicio del cargo. El Frente Popular persistió y llevó a la presidencia a Juan Antonio Ríos, también radical y a la muerte antes de completar su período el Frente conquistó de nuevo la victoria con Gabriel González Videla, que se presentaba como el más izquierdista de los radicales, que era el partido más fuerte de la coalición. Estas victorias sucesivas dan cuenta de la audiencia popular del Frente Popular.
El imperialismo norteamericano, cuya hegemonía se impuso con la derrota del fascismo, ocupaba un espacio central en los componentes del enemigo principal. Comenzaba la Guerra Fría y el anticomunismo se desplegó implacablemente. González Videla se sometió servilmente a los dictados del imperio. Traicionó sus compromisos, expulsó a los comunistas del gobierno y con el apoyo de la derecha ilegalizó a nuestro partido, con campos de concentración incluidos, ante la “inminencia” de una tercera guerra mundial. Destruyó el Frente Popular. Es hasta hoy el símbolo por excelencia del político traidor.
La ruptura del Frente Popular significó un retroceso para el pueblo. La sucesión de victorias llegó a su fin. En 1952 se instaló en la presidencia Carlos Ibáñez del Campo, antiguo dictador, que levantó una propuesta populista y derrotó con una no despreciable votación popular al candidato de gobierno y a la derecha. La representación de las fuerzas de izquierda la asumió Salvador Allende, con el apoyo comunista y de un sector minoritario de su Partido Socialista: obtuvo una modesta votación.
No obstante, durante el gobierno de Ibáñez se reconstituyó la unidad sindical, rota en 1946 bajo presiones del gobierno de González Videla. Emergió una Central Única de Trabajadores, la CUT. Hacia el fin de su gobierno fue derogada la Ley de Defensa de la Democracia que había ilegalizado al Partido Comunista  el que, sin embargo, ya desde años imponía su accionar abierto en las batallas políticas y sociales.
La regresión que significó la desarticulación del Frente Popular culminó con el retorno de la derecha al gobierno del país luego de 20 años, con la elección de Jorge Alessandri Rodríguez, en 1958 con un 31% de los votos, superando escasamente a Salvador Allende representante, por segunda vez, de la izquierda alternativa. El gobierno de derecha no pudo hacer retroceder aspectos esenciales de las políticas desarrollistas instaladas por el Frente Popular.
Se reinició la tarea de recomponer una nueva unidad de fuerzas transformadoras en confrontación clara y resuelta con los sectores dominantes. Para ello había que asumir el fortalecimiento de la izquierda, dar un relieve mayor a la unidad de los partidos con presencia en el proletariado y dar un salto cualitativo en la atención al campesinado y los sectores medios. La convicción de que el país requería cambios fue asumida también por fuerzas reformistas representadas especialmente por la Democracia Cristiana, que proponían cambios graduales y limitados, a la vez que desestimaban la superación del capitalismo y desechando la perspectiva del socialismo.  
Durante el gobierno de Alessandri se realizaron potentes acciones del movimiento obrero: paros nacionales en 1960, 1962 y dos en 1964. En 1961 emergió desde la entonces Universidad Técnica del Estado el poderoso movimiento estudiantil que se extendería a todas las universidades por la reforma educacional con la consigna de “Universidad Para Todos”. Simultáneamente se fue abriendo camino la organización del campesinado.
Esta fase culminó con la creación de Frente de Acción Popular (FRAP), unidad de socialistas y comunistas y otras fuerzas menores. Adelantó la capacidad de la izquierda hasta el punto de hacer previsible la conquista de la Presidencia. Esto alarmó a los poderes fácticos y la derecha resolvió abandonar su candidato (Julio Durán, radical de derecha) y volcar su votación a Eduardo Frei Montalva, demócrata cristiano como mal menor. Lo propio hizo el imperialismo, que financió copiosamente la campaña de Frei. La maniobra tuvo éxito en cuanto a conseguir derrotar a la izquierda, calificada por ellos como enemigo principal.
Ante el gobierno reformista, la izquierda no tuvo una posición única. Hubo quienes plantearon una oposición cerrada negando apoyo a toda propuesta. Nuestro Partido se definió como fuerza de oposición pero dispuesta a apoyar iniciativas del gobierno que fueran cambios progresistas. Así, con observaciones y propuestas se apoyó la Ley de Reforma Agraria, la ley de sindicalización campesina y otras. No se hizo lo mismo con la llamada “chilenización” del cobre que mantenía la presencia imperialista en el dominio de nuestro principal recurso natural con limitaciones menores.
La movilización social se mantuvo sólida. La CUT con participación de sindicalistas comunistas, socialistas, radicales y democratacristianos realizó 4 paros nacionales en el período. Con el paro nacional de 1969 se logró establecer la ley de reajuste anual de los salarios, que rigió hasta 1973. El movimiento estudiantil desplegó también sus luchas. La sindicalización de los campesinos experimentó un alza considerable. Lo propio se dio en los pobladores y las mujeres.
Se crearon así las condiciones para la superación positiva del FRAP y la emergencia de una unidad más amplia, que se expresó en la Unidad Popular (UP), en diciembre de 1969, conformada con una matriz política comparable a la del Frente Popular e integrada por el Partido Socialista, Partido Comunista, Partido Radical, el MAPU (sector disidente de la Democracia Cristiana), el Partido de Izquierda Radical, la Acción Popular Independiente. La presencia del sector cristiano estuvo a través del MAPU, incorporándose más tarde la Izquierda Cristiana, ambos segmentos provenientes de la Democracia Cristiana.
Impulsando la movilización social y consolidando el frente de izquierda, se logró conquistar la victoria. Las fuerzas reformistas levantaron la candidatura de Radomiro Tomic, del sector más progresista de ese partido, la derecha reinstaló a Jorge Alessandri pero Salvador Allende obtuvo la primera mayoría. Según la constitución si ninguno de los candidatos obtenía la mayoría absoluta la elección debería ser realizada por el Congreso Pleno entre los dos candidatos que obtuvieran la más alta votación. Lo estrecho de los resultados, con menos de cuarenta mil votos de diferencia entre Allende y Alessandri, puso a la Democracia Cristiana como el árbitro de la situación. Allende y la Unidad Popular convocaron al centro a respetar la primera mayoría de Allende ante el candidato de la derecha que había arribado segundo. Se concordaron  acuerdos de profundización de la democracia que estaban presentes en los programas de ambas candidaturas y que la izquierda asumió en tanto se correspondían a sus concepciones. En ello, RadomiroTomic, candidato del centro, jugó un rol relevante.
Antes de la decisión del Congreso, la cual se debía realizar el 24 de octubre, un comando paramilitar de derecha secuestró y asesinó al Comandante en Jefe del Ejército el General René Schneider, militar democrático, con el fin de evitar la inminente elección de Allende. El atentado produjo una gran conmoción pública y su efecto final fue consolidar los acuerdos democráticos. En la votación Allende venció por 153 votos sobre 35 de Alessandri y se convirtió en presidente al ser ratificado por el Congreso Pleno.
Una vez asumido el cargo, Allende comenzó rápidamente a cumplir sus compromisos electorales, orientando al país hacia el socialismo. Se nacionalizaron las grandes empresas mineras, los bancos extranjeros y empresas monopolistas. Se aceleró la reforma agraria: en un año se traspasó más tierras a los campesinos que en todo el gobierno anterior, y una parte importante de ellas a los pueblos originarios. Se puso en acción un plan de redistribución de ingresos, aumentó los salarios y se impuso un control sobre los precios. La oposición de los poderes fácticos al proceso en curso, con una intensa intervención del imperialismo con acciones abiertas y encubiertas, fue frenética desde el principio y hacia 1972 había logrado producir una grave crisis económica: centrada en el desabastecimiento de bienes básicos y la promoción del mercado negro. Con ello consiguieron generar una fuerte polarización de la ciudadanía.
Las fuerzas de izquierda no tuvimos las capacidades de generar los medios para la defensa del gobierno popular en diversos planos, incluyendo el de la confrontación de las acciones de fuerza que promovían la oligarquía y el imperialismo. Esa fue una grave y fatal deficiencia.
Una mayoría de los dirigentes del centro político se hizo parte, por acción u omisión, de la acción de los poderes oligárquico e imperialista para derribar el Gobierno Popular  rechazando los esfuerzos de la UP y del Presidente Allende para alcanzar acuerdos, usando como pretexto posiciones y acciones extremistas de minorías. En ello, comportamientos de la derecha democratacristiana facilitaron la puesta en marcha del golpe de estado pinochetista en Septiembre de 1973.
El golpe creó un cuadro dramático de persecución, asesinatos, campos de concentración, exilio de miles, forzoso funcionamiento clandestino de los partidos de la Unidad Popular.  La contradicción principal cambió de carácter: pasó a ser “dictadura o democracia”. Hizo indispensable la introducción de otras formas de lucha, las armadas, que fueron asumidas por una parte de la izquierda, en particular nuestro partido, aunque de modo insuficiente. Sin embargo, la contribución de nuestros militantes al despliegue de la movilización social y la resistencia fue siempre determinante.
La dictadura hizo trizas el proyecto de desarrollo con bienestar social que el gobierno popular había fortalecido, e instaló, obediente al imperialismo y la oligarquía, la privatización máxima posible con la excepción de las grandes minas. Significó un cambio radical del papel del Estado de un rol productor e interventor, a uno de tipo subsidiario, inspirado en las doctrinas económicas neoliberales. En lo social significó el dominio sin contrapeso de los sectores empresariales, el aumento sostenido de la desigualdad de los ingresos, junto con un incremento en la precariedad e inestabilidad laboral de los sectores asalariados. En lo cultural, dio lugar al denominado "apagón cultural", caracterizado por la represión y autorepresión de manifestaciones culturales consideradas contrarias a la línea oficial. 
La herencia de la dictadura es nefasta y su rasgo principal es la entronización en nuestra patria de un capitalismo enmarcado en un desenfrenado neoliberalismo. Atendiendo a esta realidad, desplazada la dictadura y recuperados parcialmente los derechos democráticos, caracterizamos la contradicción principal de este nuevo período como "neoliberalismo o democracia”.
20 años de gobiernos de la Concertación fueron incapaces de crear instituciones democráticas, permaneciendo la constitución dictatorial con afeites menores y manteniendo la desigualdad heredada. Mantuvieron de hecho las orientaciones neoliberales. Se crearon así las condiciones para el retorno de la derecha al gobierno materializada en 2010. La batalla por producir cambios de fondo es entonces una tarea aún más urgente.
La intensa actividad desplegada por movimientos sociales como el estudiantil, el incremento de las luchas sindicales, las rebeliones en regiones enteras, sólo podrán realizar sus demandas desmantelando el sistema y ello no solo es posible si esos procesos sectoriales convergen en un proyecto político articulado que desplace a la derecha del gobierno.
Pero ello no puede significar la instalación de un nuevo gobierno de la Concertación, que se mostró incapaz de enfrentar el poder del capital interno e internacional, razón esencial de su derrota. Se requiere un gobierno de nuevo tipo capaz de realizar una política antineoliberal y anticapitalista que remueva el peso de los poderes fácticos y sus políticas neoliberales que instaló la dictadura de Pinochet y que persisten con ligeras correcciones de los gobiernos de la Concertación.
Para ello, las experiencias de políticas de alianza y unidad de los períodos del Frente Popular (FP) y de la Unidad Popular (UP) deben estar presentes con clara conciencia de que no habrá calco ni copia, sino creación acorde con las condiciones del presente. Aprender no es copiar. Esas experiencias vividas son, sí, la prueba de que romper el dominio del capital financiero, centro de la oligarquía, y del imperialismo, es una tarea posible y necesaria. Los recursos nos los enseña la historia: unidad y lucha, movilización social y construcción de alianzas que unan a la mayoría inmensa de los chilenos y chilenas para sacudirse de la dominación existente, tras la bandera de la alternativa que la vida nos ha impuesto.
Actuamos con la comprensión clara que la lucha contra el neoliberalismo es la forma inmediata de lucha contra el capitalismo, la forma que permite acumular más fuerzas para derrotar los poderes del imperialismo y el capital interno. Es claro, sin embargo, que es una fase en la batalla por la construcción de una sociedad socialista que presupone la superación plena del capitalismo como sistema.
En esa batalla estamos y persistiremos.