martes, 3 de septiembre de 2019

LUIS CORVALÁN Y LOS 50 AÑOS DE LA UNIDAD POPULAR (13)






LA CAMPAÑA PRESIDENCIAL DE LA UNIDAD POPULAR (II)

                                               Iván Ljubetic Vargas, historiador del
                                               Centro de Extensión e Investigación
                                               Luis Emilio Recabarren, CEILER






Las Juventudes Comunistas hicieron un aporte muy significativo a la Campaña de la Unidad Popular. Sus Brigadas Ramona Parra dieron a la propaganda allendista un tono de ofensiva.

Las BRP introdujeron una nueva dimensión en la propaganda política callejera. Eran más de cincuenta brigadas, que, a lo largo del país, pintaban hermosos murales con llamativas consignas.

Formaban esas brigadas, jóvenes obreros, estudiantes y campesinos – muchos de ellos recién adolescentes – que burlaban la persecución policial, que cumplían su cometido de noche o de día, según las circunstancias. Usaban cascos plásticos y overoles. Trazaban con singular destreza. En sitios estratégicos de calles y caminos, con grandes caracteres, pintaban las movilizadoras consignas de la candidatura de Allende.

Considerando el éxito alcanzado por la industria del miedo en 1964, los sectores reaccionarios la reeditaron en 1970. Dos organizaciones aparecían conduciéndola esta vez: "Chile joven" y "Acción Mujeres de Chile". Eran sólo fachadas. Todas las cuentas las pagaba la Agencia de Publicidad Andalién, encabezada por un tal Salvador Fernández.

Chile fue inundado por una propaganda mentirosa. En la prensa aparecían grandes avisos con un arreglo fotográfico, que mostraban tanques soviéticos en la puerta de La Moneda, con la hoz y el martillo y las siglas URSS.

Se confeccionaron y distribuyeron por muchos miles estampas con la Virgen del Carmen, que llevaban una lectura: "¡Santa Virgen del Carmen, reina y protectora de Chile, sálvanos de los ateos comunistas!".

Se repartía casa por casa un formulario con el membrete "Reforma Urbana. Formulario de Empadronamiento Popular de Bienes y Viviendas". En él se preguntaba si la familia tenía refrigerador, radio, televisor, teléfono, auto, etc. Se preguntaba si era posible que en la casa se pudiera recibir a otros moradores permanentes; si la respuesta era negativa, se exigía dar las razones. Se advertía que este documento sería retirado por una Comisión de la Unidad Popular.

Naturalmente este formulario, como todas las afirmaciones de esa sucia propaganda, eran sólo falsedad.

A diferencia de 1964, ahora los partidarios de la candidatura popular pasaron también a la ofensiva en el terreno de la lucha ideológica. Por lo demás, las cosas habían cambiado en el país en estos seis años. Se comenzaban las protestas en amplios sectores contra este método de intentar ganar elecciones sembrando terror. Por ejemplo, los sicólogos levantaron su voz para denunciar los daños que causaba a las personas y, en especial, a los niños. La Iglesia Católica, en una actitud muy diferente a la del 64, reprobaba la utilización de la Virgen del Carmen para sembrar miedo. El Ejército no aceptó que se usaran símbolos militares o los héroes patrios en esas oscuras acciones.

Pero el golpe de muerte a la campaña del terror sicológico lo asestó la "Operación Andalién". Fue una audaz acción de comando llevada a cabo por veinte jóvenes comunistas en junio de 1970. Su objetivo era, precisamente, la Empresa Andalién, a cuya cabeza aparecía Salvador Fernández.

El operativo fue muy bien planificado y eficazmente realizado. Unos jóvenes tomaron el control de los accesos del edificio de departamentos, en pleno centro de Santiago, donde funcionaba la empresa.

Cinco muchachos irrumpieron en las oficinas. Pusieron manos arriba a los funcionarios que allí trabajaban. Cortaron los cables telefónicos y se dedicaron a reunir todo documento que pudiera servir para demostrar el verdadero carácter de la agencia publicitaria.

No fue mucho lo que encontraron. Se retiraban algo desalentados. Al salir, uno de ellos tuvo una corazonada y cogió un maletín, que estaba en un rincón. Abandonaron el lugar sin que nadie advirtiera la operación realizada.
En un sitio seguro hicieron un balance de la acción. Al abrir el maletín saltaron de alegría. Sin imaginarlo, habían dado con toda la documentación de la fábrica de mentiras. El negro bolso era un verdadero cárdex. Decenas y decenas de papeles altamente reveladores. Recibos de fabulosas sumas entregadas por empresas estadounidenses: la Anaconda Cooper Company, el Bank of America, el First National City Bank. Pruebas de las estrechas conexiones de Fernández con Sergio Onofre Jarpa, Julio Durán y otros dirigentes del Comando de Alessandri. Aparecía el aporte de 600 mil escudos, entregados por un tal Charlie, agente de la CIA.  Y otros documentos. Por ejemplo, comprobantes de pago a varios "objetivos" e "imparciales" periodistas. También los proyectos de los infundios que se montarían contra la candidatura popular.

Todos estos antecedentes fueron entregados, por periodistas del diario "Puro Chile", a una Comisión Investigadora designada por la Cámara de Diputados y presidida por Bernardo Leighton, para esclarecer todo lo relacionado con la campaña del terror sicológico.

A partir de ese acontecimiento, gracias a la audaz acción de veinte jóvenes comunistas, la sucia propaganda del miedo se batió en retirada.

                                                                                               (Continúa)