miércoles, 29 de marzo de 2017

REFICHAJE DEL PC: MIS RAZONES







Por Marcel Garcés Muñoz
27 marzo, 2017

He adoptado, libre y responsablemente, la decisión de participar en al acto cívico y democrático de firmar por el Partido Comunista en el proceso de refichaje que la legislación vigente  establece para que un partido político tenga existencia legal en el escenario nacional.

Es un acto personal, pero que tiene un significado político y ciudadano que ha querido compartir modestamente, para explicar- que en ningún caso se trata de justificar o magnificar un gesto normal, pero que tiene un vínculo afectivo y político con algunas otras cosas que nos han acompañado durante mucho tiempo.

Se trata de un acto de reconocimiento al legitimo derecho de este partido de participar en la vida democrática y social del país, un derecho que nace de su origen nacional- en la pampa salitrera, en las llanuras de la  Patagonia chilena, de las minas del carbón, de los puertos, en los claustros universitarios, el mundo de la cultura y el arte, de la canción como de las esperanzas de mucha gente.

Se trata de un derecho conquistado a costa de mucho sacrificio y valentía, de mucha tenacidad, incluso de vidas, pero también de una responsabilidad y compromiso con la libertad, la democracia, el progreso social, de los derechos y demandas del pueblo, todo lo cual fue puesto a durísima prueba bajo las condiciones de la dictadura militar- empresarial-derechista de Augusto Pinochet.

También  este acto corresponde a la memoria de algunas figuras que en distintos momentos aportaron de manera trascendente a la historia del PC y al progreso y desarrollo económico y social del país, que me influyeron y acogieron y que por diversas y a veces reprochables sinrazones han sido deliberadamente olvidados y desconocido su valioso aporte intelectual, político y humano.

He firmado, como lo habría hecho Orlando Millas, Don Américo Zorrilla, Don Luis Corvalán, Luis Figueroa, José González, Oscar Astudillo, Oscar Riquelme, Rodrigo Rojas, José Miguel Varas y otros tantos postergados y caídos.

Muy especialmente lo hago también en recuerdo y homenaje a viejos como Luis Gajardo, recientemente fallecido. un hombre sencillo e integro, con el cual, hasta hace poco tuvimos respetuosas  diferencias, pero que me enseñó algo más que el valor práctico y la necesidad de la autodefensa, para quién la lealtad fue más que absoluta, tanto como su modestia, su compromiso y su pobreza, valores que junto a sus saberes e historias se llevó a la tumba.

En su nombre rindo homenaje a decenas de combatientes de la clandestinidad, de la Resistencia, del “frente interno”,  combatientes de las sombras, víctimas de la incomprensión en muchos casos y de la altanería de algunos que pensaron que la historia comenzaba con su aparición impetuosa en el escenario, y que no llegaron al día de hoy para vivir la recuperación democrática y sus vicisitudes, pero que no tenemos ningún derecho a olvidar. Camaradas en todo el sentido épico de la palabra, con quienes algunas veces pusimos nuestros corazones, vidas y emociones en la balanza

Porque este Partido también aportó con vida y sangre a la recuperación democrática del país, que algunos olvidadizos y desagradecidos instalados en las estructuras de las instituciones de la democracia, ahora no solo pretenden olvidar o desconocer sino que les gustaría  volver al PC a una especie de ostracismo, decretando que no serían dignos de compartir el escenario con ellos.

En la escena política actual, incluso en el ámbito de la Nueva Mayoría, no faltan las voces destempladas para quienes el Partido Comunista “es el problema” que no les deja conciliar el sueño. No se trata claro de simple mala voluntad e intención criminal al estilo del pinochetismo militar-empresarial-derechista que quisiera un destino peor para la democracia y los comunistas, sino de prejuicios políticos de intereses partidistas y ceguera ideológica a los que no les importan los medios.

Se trata de un “anticomunismo” canallesco, que va mucho mas allá del Partido Comunista y su acción política concreta, sino que  contra la democracia y la institucionalidad, los derechos humanos y sindicales, el progreso social, las libertades, la justicia.

Por eso también, por esa indignación, firmé por el Partido Comunista.

Claro que no todo es tan sencillo.

Creo que el proceso habría sido más completo y quizás con mayor éxito, si se hubiera combinado con la invitación a firmar, con un proceso de reflexión política y argumentación con carácter histórico.

Espero ser entendido en la real dimensión de mi expresión y sentimiento. No estoy pidiendo nada ni poniéndome en la actitud del que demanda o espera explicaciones o disculpas. Los hechos tienen razón objetiva en correspondencia con situaciones históricas concretas, que se pueden lamentar, rechazar incluso, pero no alterar.

Esto ya no es personal, sino que tiene que ver con una verdadera historia, un examen crítico y autocritico, científico en lo social e histórico, y humano, profundamente humano, que espero para un futuro próximo.

Nada hay en la historia del Partido Comunista, ni antes, ni durante ni ahora que deba negarse a la transparencia, y lo mejor es reconocer errores, malos hábitos, sectarismos, compromisos y actitud derivadas del entendimiento estereotipado del “espíritu de Partido”, o el “internacionalismo proletario” o la “unidad granítica”, o la “solidaridad” del movimiento, de lo cual hay responsabilidades compartidas.

Pero, con todo, se trata de procesos vividos, y espero, aprendidos, de experiencias que deben fortalecer- hablando de un compromiso con el futuro- la doctrina, la estrategia y la táctica de la conducta y compromiso democrático y con los derechos humanos, y los derechos sociales, culturales, económicos de los ciudadanos.

Por todo eso también firmé por el Partido Comunista, por su derecho a ser parte del indispensable esfuerzo por una mejor democracia, una mejor justicia social, un mundo de libertad, belleza y progreso.

También lo hice por la defensa de determinados principios que muchos consideramos indispensables e irrenunciables. Para que los conceptos de disidencia, renovación, dejen de ser malas palabras en una terminología de “buenos” y “malos”, porque precisamente ellas son, junto con el compromiso y la lealtad con los principios, el nervio de una dialéctica que contribuye efectivamente al análisis crítico, al avance político y social, a la generación de horizontes posibles y perspectivas de desarrollo.

Hay temas para un análisis necesario, que no debe eludirse o taparse bajo la alfombra de “intereses de Partido” más supuestos que reales y legítimos, pero que se deberán dar en un ambiente de respeto mutuo, sin resquemores ni descalificaciones o caricatura, que le harían bien a un partido que tiene derecho a la visión objetiva de su historia, del proceso de enriquecimiento de su doctrina y su práctica y en realidad donde nadie sobra, como se ha constatado en este proceso de refichaje.

Hay temas que siento que siguen interpelándonos y desafiándonos y que siguen candentes en la reflexión política histórica, como el Décimo Quinto Congreso, la política de rebelión popular, el “vacío histórico”, la crisis en la CUT, los valores de la democracia, de la libertad y de los derechos humanos en Chile y en el Mundo, la experiencia del socialismo real en sus dimensiones épicas (la revolución bolchevique) y la construcción práctica del “campo socialista”, y en las páginas del culto a la personalidad y de la represión, la contradicción entre la dictadura del proletariado y el contenido democrático del socialismo, etc.

Esta es una oportunidad histórica, donde ha imperado la racionalidad y una lealtad con los principios que hicieron grande al partido de Recabarren y Lafertte, un partido político que gracias a su línea estratégica, de unidad de amplios sectores democráticos  y lucha práctica por las demandas populares, fue capaz de liderar y conducir la máxima creación histórica del movimiento democrático chileno, el Gobierno de la Unidad Popular  con el presidente Salvador Allende, que supo ser ejemplo de seriedad y responsabilidad política, y en medio de las difíciles pruebas de la represión y  del crimen, supo contribuir decisivamente en la lucha por la recuperación democrática.

Por esto, y por todo lo anterior, pero sobre todo por el futuro, firmo en el proceso de refichaje del Partido Comunista de Chile.

Marcel Garcés Muñoz
Periodista

Director de Crónica Digital