Por Marcel Garcés Muñoz
27 marzo, 2017
He adoptado, libre y
responsablemente, la decisión de participar en al acto cívico y democrático de
firmar por el Partido Comunista en el proceso de refichaje que la legislación
vigente establece para que un partido
político tenga existencia legal en el escenario nacional.
Es un acto personal, pero que
tiene un significado político y ciudadano que ha querido compartir
modestamente, para explicar- que en ningún caso se trata de justificar o
magnificar un gesto normal, pero que tiene un vínculo afectivo y político con
algunas otras cosas que nos han acompañado durante mucho tiempo.
Se trata de un acto de
reconocimiento al legitimo derecho de este partido de participar en la vida
democrática y social del país, un derecho que nace de su origen nacional- en la
pampa salitrera, en las llanuras de la
Patagonia chilena, de las minas del carbón, de los puertos, en los
claustros universitarios, el mundo de la cultura y el arte, de la canción como
de las esperanzas de mucha gente.
Se trata de un derecho
conquistado a costa de mucho sacrificio y valentía, de mucha tenacidad, incluso
de vidas, pero también de una responsabilidad y compromiso con la libertad, la
democracia, el progreso social, de los derechos y demandas del pueblo, todo lo
cual fue puesto a durísima prueba bajo las condiciones de la dictadura militar-
empresarial-derechista de Augusto Pinochet.
También este acto corresponde a la memoria de algunas
figuras que en distintos momentos aportaron de manera trascendente a la
historia del PC y al progreso y desarrollo económico y social del país, que me
influyeron y acogieron y que por diversas y a veces reprochables sinrazones han
sido deliberadamente olvidados y desconocido su valioso aporte intelectual,
político y humano.
He firmado, como lo habría hecho
Orlando Millas, Don Américo Zorrilla, Don Luis Corvalán, Luis Figueroa, José González,
Oscar Astudillo, Oscar Riquelme, Rodrigo Rojas, José Miguel Varas y otros
tantos postergados y caídos.
Muy especialmente lo hago también
en recuerdo y homenaje a viejos como Luis Gajardo, recientemente fallecido. un
hombre sencillo e integro, con el cual, hasta hace poco tuvimos
respetuosas diferencias, pero que me
enseñó algo más que el valor práctico y la necesidad de la autodefensa, para
quién la lealtad fue más que absoluta, tanto como su modestia, su compromiso y
su pobreza, valores que junto a sus saberes e historias se llevó a la tumba.
En su nombre rindo homenaje a
decenas de combatientes de la clandestinidad, de la Resistencia, del “frente
interno”, combatientes de las sombras,
víctimas de la incomprensión en muchos casos y de la altanería de algunos que
pensaron que la historia comenzaba con su aparición impetuosa en el escenario,
y que no llegaron al día de hoy para vivir la recuperación democrática y sus
vicisitudes, pero que no tenemos ningún derecho a olvidar. Camaradas en todo el
sentido épico de la palabra, con quienes algunas veces pusimos nuestros
corazones, vidas y emociones en la balanza
Porque este Partido también
aportó con vida y sangre a la recuperación democrática del país, que algunos
olvidadizos y desagradecidos instalados en las estructuras de las instituciones
de la democracia, ahora no solo pretenden olvidar o desconocer sino que les
gustaría volver al PC a una especie de
ostracismo, decretando que no serían dignos de compartir el escenario con
ellos.
En la escena política actual,
incluso en el ámbito de la Nueva Mayoría, no faltan las voces destempladas para
quienes el Partido Comunista “es el problema” que no les deja conciliar el
sueño. No se trata claro de simple mala voluntad e intención criminal al estilo
del pinochetismo militar-empresarial-derechista que quisiera un destino peor
para la democracia y los comunistas, sino de prejuicios políticos de intereses
partidistas y ceguera ideológica a los que no les importan los medios.
Se trata de un “anticomunismo”
canallesco, que va mucho mas allá del Partido Comunista y su acción política
concreta, sino que contra la democracia
y la institucionalidad, los derechos humanos y sindicales, el progreso social,
las libertades, la justicia.
Por eso también, por esa
indignación, firmé por el Partido Comunista.
Claro que no todo es tan
sencillo.
Creo que el proceso habría sido
más completo y quizás con mayor éxito, si se hubiera combinado con la
invitación a firmar, con un proceso de reflexión política y argumentación con
carácter histórico.
Espero ser entendido en la real
dimensión de mi expresión y sentimiento. No estoy pidiendo nada ni poniéndome
en la actitud del que demanda o espera explicaciones o disculpas. Los hechos
tienen razón objetiva en correspondencia con situaciones históricas concretas,
que se pueden lamentar, rechazar incluso, pero no alterar.
Esto ya no es personal, sino que
tiene que ver con una verdadera historia, un examen crítico y autocritico,
científico en lo social e histórico, y humano, profundamente humano, que espero
para un futuro próximo.
Nada hay en la historia del
Partido Comunista, ni antes, ni durante ni ahora que deba negarse a la
transparencia, y lo mejor es reconocer errores, malos hábitos, sectarismos,
compromisos y actitud derivadas del entendimiento estereotipado del “espíritu
de Partido”, o el “internacionalismo proletario” o la “unidad granítica”, o la
“solidaridad” del movimiento, de lo cual hay responsabilidades compartidas.
Pero, con todo, se trata de
procesos vividos, y espero, aprendidos, de experiencias que deben fortalecer- hablando
de un compromiso con el futuro- la doctrina, la estrategia y la táctica de la
conducta y compromiso democrático y con los derechos humanos, y los derechos
sociales, culturales, económicos de los ciudadanos.
Por todo eso también firmé por el
Partido Comunista, por su derecho a ser parte del indispensable esfuerzo por
una mejor democracia, una mejor justicia social, un mundo de libertad, belleza
y progreso.
También lo hice por la defensa de
determinados principios que muchos consideramos indispensables e
irrenunciables. Para que los conceptos de disidencia, renovación, dejen de ser
malas palabras en una terminología de “buenos” y “malos”, porque precisamente
ellas son, junto con el compromiso y la lealtad con los principios, el nervio
de una dialéctica que contribuye efectivamente al análisis crítico, al avance
político y social, a la generación de horizontes posibles y perspectivas de
desarrollo.
Hay temas para un análisis
necesario, que no debe eludirse o taparse bajo la alfombra de “intereses de Partido”
más supuestos que reales y legítimos, pero que se deberán dar en un ambiente de
respeto mutuo, sin resquemores ni descalificaciones o caricatura, que le harían
bien a un partido que tiene derecho a la visión objetiva de su historia, del
proceso de enriquecimiento de su doctrina y su práctica y en realidad donde
nadie sobra, como se ha constatado en este proceso de refichaje.
Hay temas que siento que siguen
interpelándonos y desafiándonos y que siguen candentes en la reflexión política
histórica, como el Décimo Quinto Congreso, la política de rebelión popular, el
“vacío histórico”, la crisis en la CUT, los valores de la democracia, de la
libertad y de los derechos humanos en Chile y en el Mundo, la experiencia del
socialismo real en sus dimensiones épicas (la revolución bolchevique) y la
construcción práctica del “campo socialista”, y en las páginas del culto a la
personalidad y de la represión, la contradicción entre la dictadura del
proletariado y el contenido democrático del socialismo, etc.
Esta es una oportunidad
histórica, donde ha imperado la racionalidad y una lealtad con los principios
que hicieron grande al partido de Recabarren y Lafertte, un partido político
que gracias a su línea estratégica, de unidad de amplios sectores democráticos y lucha práctica por las demandas populares,
fue capaz de liderar y conducir la máxima creación histórica del movimiento
democrático chileno, el Gobierno de la Unidad Popular con el presidente Salvador Allende, que supo
ser ejemplo de seriedad y responsabilidad política, y en medio de las difíciles
pruebas de la represión y del crimen,
supo contribuir decisivamente en la lucha por la recuperación democrática.
Por esto, y por todo lo anterior,
pero sobre todo por el futuro, firmo en el proceso de refichaje del Partido
Comunista de Chile.
Marcel Garcés Muñoz
Periodista
Director de Crónica Digital