02/12/2016
Karol Cariola
Secretaria General de las Juventudes Comunistas de
Chile
Reflexionar sobre Fidel y su legado no es fácil.
Es inspirador, motivante, pero nada de fácil. Son tantas cosas las que se me
vienen a la cabeza al pensar en un hombre que ha sido un referente político en
la elaboración de pensamiento crítico para tantos y tantas personas en el
mundo; un hombre con tantas historias a su haber, un hombre misterioso pero a
la vez rodeado de verdades y cuestiones
concretas.
Fidel Castro y la revolución que lideró han
significado mucho para la construcción política de las izquierdas en América
Latina. La Revolución Cubana fue una fuente pura de inspiración para una
generación completa que experimentaba diversas fórmulas para acercarse al
socialismo en sus respectivas patrias. Fue una demostración de que era posible
quitarse las ataduras y luchar contra el enemigo de clase para construir un
proyecto colectivo nacido desde el seno más puro del pueblo.
La Revolución Cubana fue una de jóvenes valientes,
inexpertos pero profundamente convencidos del sentido más puro y noble de la justicia
social, que buscaron liberar a su pueblo de la tiranía fascista de Batista
avalado por el imperio yanqui que solo buscaba colonizarlo. Esta revolución
lucha contra el colonialismo imperial y contra el capitalismo brutal; es
precisamente esto lo que la hace inmortal, la épica y la convicción lograda en
el pueblo que no ha titubeado al tener que defenderla porque la sienten propia.
Eso los ha llevado a resistir con dignidad y convicción los avatares del
bloqueo económico, que es la guerra permanente declarada por EE.UU hacia esa
pequeña pero gigante isla que no se ha rendido jamás a ser un Estado más del
imperio.
Fidel es el artífice. Puso su mente y su cuerpo a
disposición de tan gigante proyecto y luchó permanentemente por mantener viva
la revolución. A pesar de las necesidades económicas que dejó la caída de la
Unión Soviética -sumado el bloqueo económico-, logró resistir con un pueblo que
estuvo dispuesto a combatir el hambre con dignidad y sabiduría. La revolución
siempre tuvo su foco en entregar las herramientas para que su gente pudiera
liberarse de la peor de las opresiones que es la ignorancia, legado que dejó
Jose Marti y que marcó profundamente los caminos de la revolución, desde la
alfabetización hasta estos días en que Cuba vive días decisivos para su futuro.
Tuve la oportunidad de pocos de estar a su lado,
de conversar y compartir con él una grata y larga conversación, como era su
costumbre. Me impresionó profundamente su curiosidad por todo, preguntaba hasta
el más mínimo detalle. Estaba muy informado de la situación en Chile, que había
estado cruzada años antes por un alza en los movimientos sociales,
especialmente estudiantil y sindical.
Recuerdo cuando recibí su invitación en El
Salvador en medio de una cena junto a los embajadores de los países del Alba.
Fue en esa instancia que en una conversación privada con el representante de
Cuba, me hizo entrega de una invitación que venía directamente del Comandante,
para que una delegación de las Juventudes Comunistas de Chile -que me tocó
encabezar como Secretaria General-, asistiera al 50 aniversario de la Unión de
Jóvenes Comunistas y a visitar gran parte de las universidades de Cuba, en las
que nos reunimos con miles de jóvenes y estudiantes a compartir nuestras
realidades. Fue una experiencia muy enriquecedora que nos permitió conocer de
cerca lo que piensan los jóvenes de nuestra época que viven en revolución;
fueron conversaciones abiertas, sinceras, profundamente críticas y
autocríticas, reflexiones colmadas de contenido y dignas de jóvenes educados al
servicio de su pueblo.
El encuentro con el compañero Fidel se realizó en
su casa, que por cierto no es ningún palacio como intentan inventar sus
detractores. Nos esperaba con dos libros
sobre la mesa -editados por la Jota- que le habíamos hecho llegar desde
El Salvador con una dedicatoria. Jamás pensé encontrarme con ese detalle. Fue
un hecho muy importante para mí, que se desarrolló en un contexto de intimidad
y gran confianza; se encontraba junto a su familia, personas muy sencillas y amables,
con quienes estuvimos por más de cuatro horas.
Recuerdo muchas cosas de las que conversamos, como
si hubiese sido ayer. Una conversación llena de anécdotas, de reflexiones, un
intercambio fluido, tan cercano que incluso por momentos olvidé que conversábamos
con una de las personas más importante de los dos últimos siglos de la historia
de América Latina y el mundo.
De las horas que compartimos, recuerdo a un hombre
sencillo, que escuchaba mucho de lo que decíamos, siempre muy bien informado.
Me pareció notable que en su escritorio tuviera un dossier con un resumen de
las noticias más importantes del mundo, que se lo construían diariamente.
Además, estaba preocupado de estudiar sobre política alimentaria, nos comentó
sobre su admiración por Salvador Allende, Luis Corvalán, Gladys Marín. Lamentó
mucho que el pueblo chileno no hubiese estado preparado para defender su
revolución democrática de la dictadura militar de Pinochet.
Fidel nos hizo reflexionar muchas veces con sus
claros pensamientos y acciones sobre las políticas imperialistas, el avance del
capitalismo, las estrategias mundiales y continentales de integración, entre
otras. Hoy muchos reflexionamos sobre él y todo lo que nos deja con su partida
física a los 90 años de edad. Algunos no contentos con haber intentado
asesinarlo cientos de veces, hoy buscan destruir su legado a través de la
mentira y el falseamiento de la historia. Es importante decir que estos ataques
no solo son a la figura de Fidel, también lo son a la Revolución Cubana y a todos
aquellos que creemos en las ideas justas de transformación social que impulsó,
como la educación gratuita, la salud para todos, la eliminación de la
mortalidad infantil, la lucha contra el cáncer, el deporte al alcance del
pueblo, el acceso a la cultura, entre otros, y que en el resto del mundo nos
quieren hacer creer que no son posibles.
Después de hablar largamente del rol del
movimiento estudiantil en Chile y nuestra lucha por el derecho a la educación,
el compañero Fidel dejó sobre nuestros hombros una gran responsabilidad de
futuro. Durante la conversación le pedimos que nos diera un consejo… Expresó su
confianza a nuestras capacidades y nos dijo: “Los jóvenes chilenos no necesitan
consejos, saben muy bien lo que tienen que hacer, ya lo han demostrado”