30/11/2016
El Pueblo cubano se dio tiempo y espacio para
debatir y concluir: La Revolución seguiría su cauce histórico, martiano,
socialista, independentista.
Juan Andrés Lagos
Periodista
Actualmente, en el presente, setenta y seis países
reciben en el mundo la ayuda de médicos formados en Cuba.
Decenas de miles de profesionales de la Salud
instruidos en la isla, de alta calificación, trabajan en diversos territorios
del planeta, en su mayoría pueblos y naciones que no tienen acceso a los
servicios médicos y sanitarios mínimos y básicos.
Se trata de millones y millones de personas
beneficiadas por este servicio social cubano.
El Estado Cubano financia en su totalidad la
formación de todas y todos los profesionales médicos y de la salud. Se trata de
un altísimo porcentaje del presupuesto nacional, sólo comparable con el
asignado (año a año desde que comenzó la Revolución) al ítem de Educación y
Cultura.
Una parte no menor de esos profesionales salió de
la isla, no al mercantilizado mundo de la salud capitalista y neoliberal. La
mayoría, decenas de miles, cumplen un sacrificado servicio social
internacionalista que sólo se explica en su compromiso personal y en su
formación ética.
Cuba no recibe nada, a cambio de este servicio
humanista. Nada.
El peso de este compromiso social lo sostiene el Pueblo cubano, porque el
lector podrá concluir que financiar y sostener esta red mundial, tiene costos,
y bastante grandes.
A fines del siglo pasado, cuando el mundo se
estremecía con las luchas de pueblos todavía bajo el yugo colonial e imperial,
Cuba tomó la determinación de ayudar, en todos los planos, a esos pueblos.
No fue una decisión unilateral ni tampoco
reservada a los Comandantes de la Revolución. Esa determinación se compartió en
todas las esferas de las organizaciones del Poder Popular cubano; en el Partido
Comunista de Cuba; en las FAR; en las organizaciones de la Defensa Civil; en
los espacios orgánicos de militantes internacionalistas que formaron parte de
la propia Revolución, sin ser personas nacidas en la isla.
¿Esa trascendente determinación tuvo razones
político-estratégicas? Por cierto que sí. La conducción cubana consideró que
esos procesos de emancipación podían abrir un nuevo escenario mundial para las
fuerzas del Progreso, al infringir una derrota también estratégica (y tal vez
definitiva) al colonialismo contemporáneo en todo el planeta. El mundo en esos
años vivía una fase de agudas confrontaciones, y ningún continente fue ajeno a
este proceso.
En América, el imperialismo norteamericano
sostenía un sistema colonial y dictatorial en varios países de Centroamérica y
El Caribe, y no dejaba de persistir en cambiar el rumbo de procesos
democráticos que afirmaban la legitimidad histórica de no pocos estados
nacionales, especialmente en el Cono Sur americano.
Un pequeño país, con una cantidad de habitantes
reducida, bloqueado económica y militarmente por el más poderoso imperio
contemporáneo, ordenó sus esfuerzos en esa dirección.
A esa determinación obedece la salida del Che de
Cuba; de los miles de combatientes que incluso sirvieron su servicio militar en
tierras africanas, y miles que sus cuerpos quedaron en esas tierras. Es un
hecho histórico notable la estrategia político-militar cubana que, en poco
tiempo, ayudó en forma determinante a que las fuerzas militares pro
norteamericanas y coloniales fueron derrotadas en varias colonias africanas y
así se generaran las condiciones para que en Sudáfrica se impusiera un proceso
electoral inédito, que llevó a la Presidencia de ese país a Nelson Mandela.
Esta acción de Cuba también fue relevante en otra
región del Cuerno de África, y tuvo incidencia en el nuevo mapa de naciones
independientes que allí surgió, entre otras Libia y Siria.
Todo esto, en un cuadro de correlaciones de
fuerzas mundial en donde el campo socialista y las fuerzas socialistas en el
mundo empujaban hacia las transformaciones.
En medio de la caída y el desplome de los
socialismos reales, Cuba enfrentó un dilema fundamental. La imposición
planetaria del capitalismo salvaje; el “fin de la historia y de las utopías”;
la mundialización del capital financiero ya previsto por Marx mucho tiempo
antes; cambiaron drásticamente la faz del mundo y la correlación de fuerzas
planetaria. El imperialismo norteamericano y sus aliados europeos se
transformaron en dueños y señores del mundo; legitimados por una situación
objetiva que a no pocos (hasta ese momento revolucionarios; reformadores;
progresistas; liberales) los hizo cambiar de bando en muy poco tiempo.
Invasiones; bloqueos; sanciones unilaterales; todo
en nombre de la “democracia y la libertad” abrieron paso a una hegemonía del
imperialismo norteamericano. Caídas de muros; fin de paradigmas; nuevas
tecnologías de la comunicación, hacían pensar que la Humanidad no tendría ya
más alternativa, que acomodarse al sistema capitalista mundial.
Todo ocurrió, vertiginosamente, a fines del siglo
pasado, y a comienzos de éste.
Cuba, bloqueada, a punto de ser invadida, sin el
apoyo crucial del desplomado campo socialista, volvió a tomar una determinación
histórica: O terminar con la experiencia revolucionaria (esto es, socialista),
y asimilarse a una “democracia representativa”,
o seguir la durísima marcha hacia adelante en las peores condiciones que
podía afrontar, y resistir.
De nuevo, se trató de una determinación
compartida. Todo el Pueblo cubano debatió el trascendente tema en cuestión,
bajo la atenta mirada del imperialismo norteamericano que, astuta y cruelmente,
le daba mayor fuerza y legitimidad al bloqueo, por la supuesta “falta de
democracia” en Cuba, mientras presionaba por la caída y el desplome del proceso
y la experiencia revolucionaria. La oferta era apoyar la transición de Cuba a
una “democracia liberal” que tendría el apoyo político y económico de los
Estados Unidos.
Cuba debatió por meses. Convocó a las fuerzas
revolucionarias que pervivieron al embate neoliberal, y consultó sus opiniones.
Más aún, escuchó incluso a “amigos de la Revolución” que pedían a la conducción
cubana terminar con la experiencia socialista. Y lo hizo con respeto, ese mismo
respeto que no pocos de ellos recíprocamente no le otorgaron a Cuba en sus
peores momentos de aislamiento mundial.
Al interior de Cuba fue un debate intenso;
polémico; agudo; tenso; más por momentos agobiante por el efecto del bloqueo en
la alimentación y en los recursos básicos que escaseaban para todas y todos los
habitantes de la isla, no sólo algunos.
El error táctico del imperialismo y la conducción
norteamericana fue creer que Cuba se desplomaría por dentro; que se generarían
expresiones de disenso y fragmentación; que habrían acciones incluso armadas al
interior de Cuba para tumbar el proceso revolucionario. Y eso no ocurrió.
El Pueblo cubano se dio el tiempo y el espacio
para debatir y concluir: La Revolución seguiría su cauce histórico, martiano,
socialista,independentista, nacional, internacionalista.
A mediados de la década de los 80, en el siglo
pasado, cuando existía el campo socialista, cuando Cuba estaba hermanada con
ese sistema que ilusionaba al mundo con una nueva época, en la isla se produjo
un hecho que ahora se recuerda poco. La conducción cubana observó que el
proceso se estancaba; se hacía burocrático y rígido; surgían fenómenos reñidos
con una ética y un modo social humanista y revolucionario. Que el Socialismo,
para pervivir, debía enfrentar con rigor y profundidad la socialización real de
la economía y de los medios de producción, junto con una participación social y
política de todo el Pueblo, en sus diversas y máximas expresiones.
Y esa conducción, que por momentos fue minoría en
esa postura, adoptó dentro de la Revolución una actitud estratégica, y ganó
posiciones, y dieron el nombre de rectificación en el Socialismo a todas las
acciones que se adoptaron para dar un nuevo y fresco impulso a la Revolución.
Hubo un nuevo y fuerte proceso de interacción con el Pueblo, creció su
protagonismo, y comenzó una reflexión crítica y autocrítica en los ámbitos de
la economía; la política; la cultura y las artes, en fin, en todos los aspectos
de la vida cubana. Se inicia con fuerza la efectiva interacción con las nuevas
tecnologías al servicio del Ser Humano, y tempranamente eso empieza a tener
resultados extraordinarios en la medicina; la biotecnología; el arte; la
educación; la innovación y la creatividad al servicio de valores Humanistas.
Sin este proceso, particular y propio de la
Revolución Cubana, el presente de esta Revolución no sería el mismo.
En la solidaridad, en la idea martiana y fidelista
que no hay causa humana que pueda ser ajena, es que Cuba indaga, se mete en los
espesores, apoya, convoca, y tempranamente ayuda al despertar de los inéditos
procesos emancipadores que no tienen los rasgos propios de los anteriores
caminos de las izquierdas del continente americano. Bolivia; Venezuela;
Ecuador; Nicaragua; El Salvador; Brasil; Argentina; Centroamérica; Honduras;
Chile; en fin, el paisaje americano que, tempranamente, abre paso a los caminos
de una nueva época de emancipación continental,y que hoy recibe los embates de
una contraofensiva imperial.
No es una simple frase. Es que es la realidad: En
todo este fantástico; dramático; increíble y tenaz proceso histórico antes
descrito, está el pensamiento y la acción conductora del Comandante Fidel
Castro. Hay mucho más, pero en el paisaje antes descrito, está su sello, es una verdad. Una
conducción personal que por sobre todo
fue compartida; tremendamente curiosa y creativa; que sólo se explica por su
Humanismo antiguo y contemporáneo; su sentido martiano y ético del deber; su
pasión por el Ser Humano en concreto, no en abstracto.