La Gesta
Si el hondo
mar callaba sus dolores
las
esperanzas levantó la tierra:
éstas
desembarcaron en la costa:
eran brazos y
puños de pelea:
Fidel Castro
con quince de los suyos
y con la
libertad bajó a la arena.
La isla
estaba oscura como el luto,
pero izaron
la luz como bandera,
no tenían más
armas que la aurora
y ésta dormía
aún bajo la tierra:
entonces
comenzaron en silencio
la lucha y el
camino hacia la estrella.
Fatigados y
ardientes caminaban
por honor y
deber hacia la guerra,
no tenían más
armas que su sangre:
iban desnudos
como si nacieran.
Y así nació
la libertad de Cuba,
de aquel
puñado de hombres en la arena.
Luego la
dignidad de los desnudos
los vistió
con la ropa de la sierra,
los nutrió
con el pan desconocido,
los armó con
la pólvora secreta,
con ellos
despertaron los dormidos,
dejaron su
sepulcro las ofensas,
las madres
despidieron a sus hijos,
el campesino
relató su pena
y el ejército
puro de los pobres
creció y
creció como la luna llena:
no le quitó
soldados el combate:
creció el
cañaveral en la tormenta:
el enemigo le
dejó sus armas
abandonadas
en las carreteras:
los verdugos
temblaban y caían,
desmantelados
por la primavera,
con un
disparo que condecoraba
con la
muerte, por fin, sus camisetas,
mientras que
el movimiento de los libres
movía, como
el viento, las praderas,
sacudía los
surcos de la isla,
surgía sobre
el mar como un planeta.
Pablo Neruda
Canción de
Gesta (1960)