Este domingo, todos los revolucionarios del mundo recordarán uno de los
días más tristes de la historia, al conmemorarse 43 años de la muerte de
Allende
Autor: Gabriela Ávila Gómez |
internet@granma.cu
9 de septiembre de 2016 22:09:32
Llegada del presidente Salvador Allende a La Habana. Lo recibe el
Comandante en Jefe Fidel Castro. Foto:Jorge Oller
“Cubanos y chilenos no luchamos solo por Cuba y por Chile… Luchamos por lo
que Martí llamaba nuestra América”, expresaba Fidel poco después de la muerte
de Salvador Allende, presidente de esa nación sudamericana entre 1970 y 1973.
Este domingo, la América del Apóstol y todos los revolucionarios del mundo
recordarán uno de los días más tristes de la historia, al conmemorarse 43 años
de la muerte de Allende, ocurrida en el contexto del golpe de Estado en Chile
liderado por el general Augusto Pinochet.
Hasta el momento de su muerte, Salvador Allende fue un gran amigo de Cuba
y compartía los ideales de apoyar a los pueblos que buscaban su liberación para
terminar con el colonialismo y el neocolonialismo.
Años antes de ocupar la presidencia, Allende ya era reconocido
internacionalmente, y la Isla tuvo la dicha de recibirlo en 1959, año en que se
entrevistó con Fidel y con el Che.
Más tarde regresó a la Mayor de las Antillas para participar en la Primera Conferencia
Tricontinental (1966).
Durante su intervención, expresó: “será el propio pueblo de Chile y las
condiciones de nuestro país, los que determinen que hagamos uso de tal o cual
métodos, para derrotar al enemigo imperialista y sus aliados”, aunque él
personalmente creía en un proceso libertario a través de la vía pacífica.
Para 1971, era Fidel quien recorría el Chile de Allende, convirtiéndose esa
en la primera visita oficial de un mandatario cubano a la nación andina.
En el contexto de la invitación, el presidente chileno expresó que“Cuba es
una nación vinculada a la historia de América Latina, Fidel Castro representa a
una auténtica revolución y queremos intensificar los tradicionales lazos
amistosos que siempre han existido entre nuestros países”.
Durante casi un mes, el Comandante en Jefe pudo conocer el proceso chileno
y reunirse con representantes del movimiento estudiantil, y otros sectores
sociales.
De su estancia también trascendió que en Chile se tramaba un plan para
asesinar a Fidel, colocando —de manera oculta— pistolas tras cámaras de
televisión.
Sin embargo, los encargados de llevar a cabo el golpe, dos agentes de la
CIA, se acobardaron.
Un año después, Allende pisó suelo cubano nuevamente, esta vez como
presidente, y en La Habana, frente a una multitud reunida en la Plaza de la
Revolución se le otorgó la Orden José Martí.
El 11 de septiembre de 1973 marcó para Chile el inicio de una dictadura
impulsada por Augusto Pinochet y los demás protagonistas del golpe de Estado:
Fuerzas Armadas chilenas en conjunto con la policía y con el apoyo de
Washington. El objetivo que perseguían era derrocar el gobierno izquierdista
de la nación, presidido por Allende.
Sus últimas palabras al pueblo, en esa misma jornada, no fueron de
cobardía, sino de esperanza y de agradecimiento.
“El proceso social no va a desaparecer porque desaparece un dirigente (…) Superarán
otros hombres este momento gris y amargo donde la traición pretende imponerse.
Sigan ustedes sabiendo, que mucho más temprano que tarde, de nuevo se abrirán
las grandes alamedas por donde pase el hombre libre para construir una sociedad
mejor”, expresó el mandatario.