FRANCISCO HERREROS (*) 08 SEPTIEMBRE 2016
Fuente: www.reddigital.cl
No recuerdo si fue Sánchez Vásquez o Martínez Heredia el que le atribuyó a
Marx el descubrimiento del planeta historia. Como fuere, el caso es que Marx y
Allende comparten la condición no sólo de ser formidables personajes de la
historia, sino de haber estado plenamente conscientes de ello.
Dos episodios, anecdótico uno, dramático el otro, lo prueban en el caso de
Allende.
Cuando estaba de buen humor, le mostraba el brazo a algún amigo o conocido,
y le decía “toca, esta es carne de estatua”.
Minutos antes de las 9:00 hrs. de aquel fatídico 11 de septiembre, Allende
recibió a Hernán del Canto, entonces Subsecretario General del Partido
Socialista.
“Presidente -le dijo éste- vengo de
parte de la dirección del partido a preguntarle qué hacemos, dónde quiere que
estemos”.
Allende contestó con frialdad:
“Ustedes, que tanto han alardeado, deben saber lo que tienen que hacer. Yo
sé cuál es mi lugar y lo que tengo que hacer. Yo he sabido desde el comienzo
cuál es mi deber”.
Minutos después, lo reafirmó en su épico y lúcido testamento:
“Colocado en un tránsito histórico, pagaré con mi vida la lealtad del
pueblo. Y les digo que tengo la certeza de que la semilla que entregáramos a la
conciencia digna de miles y miles de chilenos no podrá ser segada definitivamente.
La historia no se detiene ni con la represión ni con la fuerza. Esta es una
etapa que será superada. Este es un momento duro y difícil; es posible que nos
aplasten. Pero el mañana será del pueblo, será de los trabajadores”.
El sólo hecho de que hoy en todo el mundo se conmemore el centenario de su
nacimiento, mientras que conspiradores y victimarios permanecen donde nunca
debieron haber salido, o sea, el basurero de la historia, demuestra la
sabiduría y la validez de la mirada larga de Allende.
La historia es la resultante de la interacción entre los hombres y sus
circunstancias concretas. Allende es un habitante del planeta historia porque
comprendió a cabalidad los problemas del país y tomó partido irrevocable por
los trabajadores, los humildes, los humillados y ofendidos; porque esa toma de
posición se transformó en propuesta, y esa propuesta en insobornable
trayectoria política; porque su inobjetable y lúcido liderazgo hizo avanzar las
conquistas y derechos sociales de las masas trabajadoras, así como la
democratización de nuestro sistema política, hasta aquellas cotas que
desencadenaron la furia homicida del yanaconaje criollo y el imperialismo.
El hecho de que haya sido preciso pedir permiso para celebrar su natalicio
al lado de La Moneda, y la inexplicable conducta de la Presidenta -del mismo
partido de Allende- que pacta con la derecha una ley que consagra el modelo de
educación de la dictadura, muestran la magnitud del retroceso.
Hoy, al igual que en los tiempos en que Salvador Allende inició su tarea
política, la renta nacional es insuflada hacia las faltriqueras del capital
extranjero, mientras las mayorías nacionales se debaten en la pobreza.
Y la sociedad chilena se ha tornado tan desigual como lo era en el año de
su nacimiento. El retroceso de las conquistas laborales y la avanzada
legislación social impulsadas por un movimiento popular en el que Allende jugó
un papel prominente, continúa en el mismo lugar en que lo dejó la dictadura, a
pesar de la participación de su partido en los cuatro últimos gobiernos
consecutivos.
El poder adquisitivo del sueldo de los trabajadores todavía no alcanza el
nivel que tuvo en 1971.
Hoy los chilenos tienen peor salud, educación y seguridad social que en los
tiempos del gobierno del Compañero Presidente Salvador Allende. El potente
movimiento cultural que era vanguardia y orgullo en todo el mundo, ha devenido
en una alucinante, patética e interminable farándula.
Cuando Allende nos dice “superarán otros hombres este momento gris y
amargo, donde la traición pretende imponerse; sigan ustedes sabiendo que, mucho
más temprano que tarde, se abrirán las grandes alamedas por donde pase el
hombre libre para construir una sociedad mejor”, lo que hace es invitarnos a
continuar la lucha en el punto en que él la dejó para graduarse con máximos
honores en el planeta historia.
Sabemos que hoy es más difícil.
Desde luego, nos falta su entrañable presencia. Una parte del movimiento
popular está cooptada por una coalición que en los hechos ha traicionado el
legado de Allende.
El dominio de los dueños del capital en la subjetividad nacional, a través
de los medios de comunicación, es más sutil pero a la vez más eficaz que en los
tiempos del FRAP y la Unidad Popular.
Nuestro sistema político es un remedo de democracia diseñado
específicamente para excluir a las fuerzas que labraron con Allende los avances
del movimiento popular.
Pero disponemos de una ventaja que Allende no tuvo: conocemos los extremos
de salvajismo, brutalidad y barbarie que puede alcanzar la venganza de los
poderosos.
Además, su legado político se disemina y avanza, como la espada de Bolívar,
por toda América Latina, y Chile, más temprano que tarde, no será la excepción.
Pero, en lo fundamental, nos ilumina su ejemplo de tenacidad, coraje, lealtad y
consecuencia.
Por todas esas razones, la conmemoración del centenario de su natalicio no
puede ser un repliegue hacia la nostalgia, sino una redoblada in(v)(c)itación a
continuar la lucha.
A todos los que están dispuestos a sumarse, ¡Bienvenidos al planeta
Allende!
(*) Editorial del autor escrito para El Siglo, número especial para la
conmemoración del centenario del nacimiento de Salvador Allende. 25 de junio de
2008.