sábado, 14 de junio de 2014

“¿Por qué marchan?”







Editorial de El Siglo, edición 1719 del 13 al 19 de junio 2014


“¿Por qué marchan?”


El gobierno de la Nueva Mayoría impulsa proyectos de indiscutible trascendencia, como las reformas tributaria, educacional y del sistema político.

Esas reformas, y otras que vendrán como la anhelada recuperación de las libertades sindicales, con todo lo que ello significa tanto en los derechos laborales de millones de trabajadores como en la urgente redistribución progresiva del ingreso, forman parte sustancial del Programa votado por la ciudadanía y son el fruto de imponentes demostraciones de masas en calles y plazas del país. También responden a una maduración de la conciencia de  vastos sectores representativos del sentir popular, y se nutren de la incontrarrestable argumentación desplegada por estudiantes, trabajadores, luchadores sociales de distintos ámbitos y signos ideológicos y partidarios, con el común denominador del rechazo explícito al modelo implantado por la dictadura.

Diversos proyectos de ley enviados al parlamento expresan la decisión del gobierno y sus partidos por implementar esas transformaciones.

Y, sin embargo, estudiantes, profesores, trabajadores, pobladores, luchadores medioambientalistas y de derechos humanos, marchan por las calles de Chile en tono de disidencia y demanda de urgencia.
Y cabe la pregunta: ¿por qué esas renovadas y multitudinarias manifestaciones?

Algunas respuestas posibles son: desconfianza, impaciencia; pero también, no concordancia con la forma adquirida en pos de las grandes transformaciones por la vía de los proyectos de ley anunciados o presentados. También, por los métodos de participación, acogida de diversos puntos de vista, prioridades establecidas desde el gobierno. Sin faltar señales del nuevo bloque gobernante en cuanto a presumibles –con razón o sin ella-  disidencias internas.

La pregunta de fondo es, empero, ¿son suficientes esas respuestas para explicar la amplitud y persistencia de las marchas que vuelven a recorrer el territorio nacional?

Y es que de la o las respuestas a tales interrogantes, dependerá tanto la estimación de la opinión pública –adhesión, indiferencia o rechazo- como las respuestas que se implementen desde los poderes públicos. Esto, por cuanto en este nuevo cuadro político, si algo no podría estar en la orden del día sería el recurso a la descalificación ni, menos aun, a la represión.

¿Y entonces?

Tal vez no estaría demás preguntarse por la profundidad de los reclamos por justicia y democracia, por las heridas dejadas en el cuerpo social –del pueblo estamos hablando, ciertamente- por decenios de represión brutal y no pocos de indiferencia.

A veces, el sólo deseo de creer no basta.

¿Por qué marchan? ¿Por inercia o simple “espíritu deportivo”? ¿Por el impulso vital de manifestarse, de algo así como decir “presentes”  y “somos y estamos”? ¿Por la comprensible, y compartible, experiencia del silencio forzado, de la “voz clamando en el desierto” que ya no está dispuesta a mantenerse en los espacios marginales y se toma el centro de los escenarios para que sus razones pesen con toda su evidencia?

Ignorar a “la calle”, negarle la racionalidad y el saber de lo suyo, es y será siempre una mala reacción, políticamente torpe y desprovista de todo respeto y prudencia.

Tal vez lo mejor sea preguntarse, muy sinceramente, “¿por qué marchan?”, sin presumir de omnisciencia ni alardear de “autoridad”.


Tal vez haya que comprender el impulso vital de quienes al ver entreabiertas las puertas de un “futuro esplendor”, se empeñen  con todas sus fuerzas para abrirlas de par en par.