jueves, 13 de diciembre de 2012

…Y 100 años más de lucha y esperanza







Editorial de El Siglo, edición 1641 del  14 de diciembre de 2012


…Y 100 años más de lucha y esperanza



Así titulamos este número del semanario, en el que ofrecemos una variada cobertura al gran acto del Estadio Nacional. Ciertamente, mucho más ocurrió allí y sobre ello continuaremos informando a nuestros lectores.

Fue, según el decir de muchos, una suerte de “demostración de fuerzas”. De concordarse en ello, cabe la pregunta: “demostración de fuerzas” ¿de quién?

Por cierto cabía esperar, y así ocurrió, que el presidente del partido se refiriera privilegiadamente al ideario y trayectoria, así como a los proyectos de su colectividad.

Pero, y en ello habría también que concordar, lo que se escuchó el sábado 8 en el estadio fue, en forma destacada, una exposición y defensa de las grandes demandas de la mayoría de la población chilena. Y así fue entendido y respaldado, entusiastamente, por los 70.000 asistentes.

Fue, también y necesariamente, un recorrido por 100 años de una existencia plenamente comprometida con el pueblo, en particular con los trabajadores, así como una “actualización” de sus contenidos programáticos al compás de los cambios ocurridos en el país y en el mundo.

Una mirada inclusiva y un discurso que en ningún momento intentó “apropiarse” de los miles de participantes, que claramente sobrepasaban los límites estrictamente “militantes” del partido de Recabarren.

Hubo, también legítima y necesariamente, una reafirmación de la identidad partidaria, una defensa del proyecto de transformación política y social en la senda del socialismo.

Una postura clara a la vez que respetuosa, para combatir la supuesta oposición entre “lo social y lo político”. Un saludo a todas las luchas, un compromiso con la juventud, protagonista de las grandes movilizaciones que abren las anchas alamedas de los cambios. Un compromiso decidido con los pueblos originarios, su identidad y sus derechos.

Una denuncia de la dictadura y sus prolongaciones en la institucionalidad política y en las orientaciones neoliberales de la economía y de la sociedad.

Una reivindicación del derecho inalienable a disponer de las riquezas básicas en beneficio del país, y por lo mismo una fuerte denuncia a un imperialismo, el norteamericano, cuya omnipresencia en el mundo de hoy sólo pueden negar sus beneficiarios y sus lacayos.

Una valoración necesaria y acertada al valor de la unidad de la oposición para desplazar a una derecha sobre representada en los órganos de poder, desde la comuna a La Moneda. Fruto, también ello, de las herencias pinochetistas.

Una voluntad explícita y a la vez crítica y creadora, para proyectar en las futuras contiendas electorales los propósitos unitarios para enfrentar en un gran bloque social y político los grandes desafíos del futuro inmediato.

Un énfasis, categórico y franco, en la preeminencia de un programa por sobre cualquier acuerdo basado en algún cálculo electoral “pragmático” o “realista”.

Una invitación a concurrir desde la irrenunciable identidad de cada uno de los actores sociales y políticos, sin otra condición que la firme voluntad de cumplir los compromisos, sin “vender ilusiones” pero firmemente afirmados en la convicción de que “otro Chile es posible”.

Difícil sintetizar en pocas palabras el contenido y la significación de las celebraciones de este primer centenario del Partido Comunista, su implantación en la historia nacional, su compromiso con lo mejor de la tradición y su disposición a adoptar todo lo nuevo sin que ello signifique riesgo alguno de diluir su personalidad.

No se cierra un ciclo, pues nadie podría pretender que todo está hecho, cumplidas todas las tareas planteadas por la historia ni, mucho menos, alcanzada una suerte de “plenitud” que pudiera dar lugar a la autosatisfacción y al chauvinismo partidario.

Al contrario, un homenaje a las grandes figuras de la historia, simbolizadas emocionadamente en la figura de Salvador Allende; un reconocimiento explícito a los valores e historiales de otros destacamentos políticos que han protagonizado grandes páginas de nuestra historia y que mantienen hoy su plena vigencia.

Afirmación de personalidad propia y respeto a toda diversidad, por la certeza inaugural de que identidad no es sinónimo de uniformidad ni mucho menos de estancamiento.

Y cien años más de lucha y esperanza…

EL DIRECTOR