Se cumplieron 77 años del natalicio de
Manuel Guerrero Ceballos, profesor, militante y dirigente comunista,
dirigente AGECH.
Manuel Guerrero Ceballos es uno de esos heroicos combatientes del pueblo
que, como él mismo escribió, “están presentes en los caminos por los que transitamos hoy y estarán presentes en la
hora de la victoria”.
Lo recordamos en el Boletín Rojo, a través de un escrito del Historiador
Iván Ljubetic Vargas.
EN SU 77 NATALICIO
Iván Ljubetic Vargas, historiador del
Centro de Extensión e Investigación
Luis
Emilio Recabarren, CEILER
Cuando se nombra a nuestro
compañero Manuel Guerrero Ceballos se le asocia
de inmediato, y con toda razón,
con el feroz crimen cometido por los agentes de Pinochet en marzo
de 1985, cuando él, junto con otros dos
profesionales comunistas, fue degollado.
Pero la vida de este querido
luchador tiene otros capítulos dignos de conocerse.
Nació el 25 de junio de 1948. Muy joven se incorporó a las Juventudes
Comunistas. Estudió en la Escuela Normal José Abelardo Núñez., de donde egresó
en 1967. Trabajó como maestro en las comunas de San Miguel y Conchalí.
CONTRIBUYENDO A LA VICTORIA POPULAR
Participó en la campaña electoral
del 70. Así lo recuerda Manuel Guerrero Ceballos:
“La lucha presidencial entraba en
tierra derecha. Los partidos populares, conformados en Unidad Popular, ya
tenían candidato único: Salvador Allende. La unidad alcanzada, el programa y el
candidato común ya eran una importante conquista. A todas partes llegó la palabra
de la Unidad Popular y la juventud fue un vehículo magnífico, que con mística y
arrojo, incorporó a importantes sectores jóvenes al combate. Del aporte juvenil
nacieron himnos y la nueva canción chilena, las brigadas murales, cuya
representante más alta fue la Brigada Ramona Parra, los jueves proletarios para
el trabajo en las industrias, los domingos insurgentes para la labor
propagandística y de educación política casa por casa en los barrios. Los
caminos de Chile fueron cubiertos por los rayados de las Brigadas Venceremos.
Los jóvenes luchaban por sus reivindicaciones en todas partes. Las salidas al
campo para el trabajo con los campesinos e incluso a las playas con
veraneantes, contaban con la presencia entusiasta de lolos y lolas de cortos
años.
¡Cuántos jóvenes hicieron su
escuela política en estas acciones!
Las Juventudes Comunistas crecían
en número y madurez. Eran una organización
conocida y admirada y querida por los jóvenes trabajadores, estudiantes,
artistas y pobladores. Los colores amarantos de su camisa florecían y cada
jota-jota, tronaba en las calles con sabor a futuro. A su presencia
contribuyeron el aporte de tantos jóvenes, militantes y dirigentes, que
llenaron todo un período político muy importante de la historia de Chile. Entre
estos sobresale la figura, creatividad política y firmeza revolucionaria de
Gladys Marín bajo cuya égida la Jota alcanzó dimensión de fuerza juvenil
nacional. Tampoco en esa ocasión era
fácil ser comunista.
El odio de clase de los
reaccionarios se sentía a toda hora y se jugaban por frustrar los anhelos del
pueblo. En la campaña varios compañeros fueron asesinados, golpeados y
detenidos. Las bandas de los pijes agredían a mansalva a nuestros compañeros y
la enérgica repuesta dada en cada oportunidad impidió que prosperara su
intento de intimidarnos”.(Manuel
Guerrero Ceballos: “Desde el Túnel”, p. 22)
DURANTE EL GOBIERNO DE SALVADOR ALLENDE
Relata Manuel Guerrero: “El
triunfo de Salvador Allende en 1970 fue la coronación del sueño y la lucha de
largos años de la clase obrera y del pueblo chileno.
Al conocerse el resultado la
juventud se volcó a las calles manifestando su
voluntad de combate y disposición ante las nuevas tareas que surgían.
Las Brigadas Ramona Parra así como escribieron el nombre de Allende en el mismo
instante en que fue proclamado candidato único de la Unidad Popular, ahora
rayaron la alegría del triunfo y los desafíos venideros”.
Durante el Gobierno Popular,
Manuel Guerrero Ceballos tuvo a su cargo la Organización Nacional de Trabajos
Voluntarios Recuerda sobre estos. “Grandes tareas eran respaldadas por millares
de muchachas y jóvenes. El trabajo voluntario fue una de las características de
su participación. Estuvimos en la pampa del tamarugal rompiendo con chuzo la
pétrea costra desértica para hacer vivir una diminuta planta que diera
alimentación a ovejas y lograra que esa gigantesca porción de tierra, compuesta
de arena y sal, sirviera al país. En la
inmensidad de la pampa, bajo 40 grados de calor, con una insignificante
hierba verde en las manos, buscábamos la
primavera para Chile.
Las columnas de jóvenes, con sus
mochilas al hombro, que cruzaban la extendida geografía chilena, participaban
de la pujanza de un pueblo que era dueño de su destino.
La juventud construyó represas, canales, casas, escuelas y caminos.
Plantó árboles y extrajo cobre desde las profundidades de la mina. Sacó muelas
y curó enfermedades. Cantó. Hizo teatro, pintó y escribió poemas. Formó
brigadas de vanguardia de la producción. Creó miles de comités de Apoyo al Rendimiento
Estudiantil. Manejó tractores, camiones y cargó en sus hombros miles de
toneladas. Aseguró el abastecimiento. Peleó contra los reaccionarios que
saboteaban. Se educó y entregó su palabra de adhesión.” (Manuel Guerrero Ceballos: Obra citada, p. 24)
EN LA LUCHA CONTRA LA DICTADURA
Después del golpe fascista,
participó en el trabajo clandestino.
Escribe Manuel Guerrero Ceballos: “La vida en la
lucha clandestina es dura, áspera, sacrificada. Como nunca se debe actuar con
resolución y autonomía. Teniendo la
orientación principal clara caminamos por caminos desconocidos. Cada
aprendizaje cuesta, incluso vidas humanas... Las noticias de las detenciones y
asesinatos nos golpeaban y herían, recordábamos a los compañeros con cariño y
emoción. Muchas lágrimas derramadas en silencio, pero la exigencia de continuar
combatiendo hacía más patético cada golpe.”
Relata: “Caminaba por Bellavista
en dirección a Pío Nono. Serían las cuatro o cinco de la tarde. Bajo el brazo
al medio de un diario doblado, llevaba una reciente declaración del Partido.
Doblé por Pío Nono hacia Alameda y me encontré frente a una patrulla
militar que pedía identificación,
revisaba papeles y bolsillos de los transeúntes. La garganta se me apretó, el corazón dio un
brinco y las manos transpiraron. Si retrocedo o cruzo igual me pararán y llamo
más su atención, pensé. Con resolución avancé.
- Alto!
El grito me hizo estremecer.
Me detuve.
- Su identificación
Cambié el diario de mano,
apretándolo con fuerza. Saqué el carnet y se lo extendí. Lo miró atentamente.
- Dónde trabaja.
-
En una escuela.
Me observó, dio vuelta el carnet y
vio la dirección. Me la preguntó. Dudé varios segundos, me costaba recordarla,
finalmente lo hice y se la dije.
- Separe los brazos.
Con el diario en la mano derecha
levanté los brazos. Torpemente sus manos iban chequeando el cuerpo.
Me angustiaba sólo pensar que me
quitara el diario y lo abriera, cuando expresó:
- Está bien, siga no más...” (Manuel Guerrero Ceballos: “Desde el
Túnel” pp. 29 y 30)
LA DETENCIÓN
Manuel Guerrero Ceballos relata
como cayó en manos del siniestro Comando Conjunto en 1976:
“Eran cerca de las 10 de la
mañana del 14 de junio. Iba al
trabajo y mi compañera iría a buscar al
hijo, que había estado sábado y domingo con los abuelos. Caminábamos con despreocupación hacia el paradero del
microbús....
“Llevaba en la mano izquierda el
bolsón escolar de mi hijo que orgulloso daba los primeros pasos en la lectura.
Verónica, mi compañera, decía algo referente a la guagua que vendría o a la débil
salud de nuestro hijo...
“Escuchamos a nuestras espaldas un
vehículo que avanzaba a gran velocidad. Sin saber me estremecí y presentí el
peligro. El vehículo se detuvo al costado nuestro. Bajaron dos individuos
jóvenes a la carrera. Grité a mi compañera: ¡cuidado!
“Ya recibía golpes de pies y
manos, era agredido. Por reflejo opuse resistencia. Mi compañera irrumpió en
gritos y fugazmente vi que blandía su cartera en el aire...
Todo era un torbellino. De pronto
escuché un estrépito y sentí un fuerte impacto en el pecho. Parecía que un
caballo me hubiese dado una coz de lleno. Caí doblado y sentí que en vilo era
arrojado dentro del auto. Mi cabeza se estrelló
en la puerta lateral derecha violentamente. Un dolor desconocido
horadaba mi estómago y tronco. Quemaba, consumía. Los oídos zumbaban y la
cabeza se aprestaba a estallar.
Las manos me las esposaron a la
espalda... La primera certeza de la situación la tuve al sonar, atrasadamente
en mis oídos, el aullido angustiado de Verónica- ‘son de la DINA’- ‘se llevan a
mi marido, son de la DINA’,- ‘son los asesinos de la DINA’.
-¡ Cagué! – pensé.” (Manuel Guerrero Ceballos: obra citada, p.
13)
Respondiendo a una pregunta del periodista y escritor José
Miguel Varas, dijo:
“Yo, en ese momento, cuando iba en
el vehículo, empecé a sentir sangre que me cubría mi piel, y comencé a tener dificultades para
respirar, por lo que presumí que la herida –y posteriormente se confirmó- había
sido en el pecho. La bala me ingresó por el costado inferior de la tetilla derecha,
para quedar alojada, sin salida, bajo la axila izquierda, es decir, me atravesó
todo el pecho...” (Entrevista realizado
por José Miguel Varas, en Europa en marzo de 1977)
“Las últimas ideas fueron de muda
despedida de la vida y de cómo encarar el
interrogatorio. No debía perjudicar a nadie con mis respuestas. El
precio de la vida no lo iba a pagar con
la confesión o la traición. Pensé en mi hijo. Si vivía quería mirarlo de
frente.
El viaje llegó a su fin. Mentiría
si no dijese que un miedo glacial me acompañaba. No cantaba ante la muerte,
templaba; pero estaba dispuesto a resistir.”
(Manuel Guerrero Ceballos: “Desde
el Túnel”, p. 14)
LOS CHACALES ACTÚAN.
Guerrero Ceballos escribe sobre
las torturas a que fue sometido:
“Aguardé el golpe que podía venir de
cualquier lugar.
- Sáquenle la ropa.
Abrieron las esposas, me sobé las
muñecas. Me empezaron a sacar la ropa. Seguí con la vista vendada.
Fui empujado hasta el borde de una
tarima, camastro liso o mesa.
-‘Súbete’.
Con trabajo lo hice. Quedé tendido
de espalda. Desnudo, con los ojos vendados, acostado sobre una cubierta fría y
dura –como de latón o baldosas- terriblemente dolido. Mi angustia se desbordó.
A pesar de mi oposición, las lágrimas rodaban por las mejillas. El cuerpo
brincaba, me estremecía...
“Un golpe de puño, seco, recibí en
la herida.
-‘Cuenta ahora, concha de tu
madre’
Grité de dolor. Mordiendo las
palabras contesté preguntado.
-‘¿Qué quieren les cuente?’
-‘Todo pu’s huevón’
-‘No tengo nada que contar’
Esperé otro golpe. Llegó y fue más
violento. Del pelo a los pies me sobrecogió el dolor. La herida manaba más
sangre.
La desnudez me hacía sentirme desamparado, más estando con los ojos
vendados y amarrado al mesón. A indefensión absoluta se unía la duda lacerante
de ignorar que venía a continuación, de dónde venía y a donde iría el castigo
siguiente.” (Obra citada, p. 18)
FUE UN DETENIDO DESAPARECIDO DURANTE UN MES
Lo continúan torturando. La
gravedad de su estado obliga a los esbirros de la dictadura a conducirlo a un
establecimiento, que según él
calcula fue el Hospital de Carabineros
de Santiago. Lo ingresaron con nombre falso. Lo atendieron para evitar que la
hemorragia interna terminara con su vida antes de lograr que entregara las
informaciones que requerían. Lo siguieron torturando en ese hospital.
Fue conducido a Cuatro Álamos.
Allí seguía con los ojos vendados, continuaban con los ‘interrogatorios’,
acompañados de golpes y uso de corriente eléctrica.
Después se le trasladó a Tres Álamos, donde ya no tuvo incomunicado.
Allí supo lo ocurrido con su compañera Verónica. No estaba detenida. Ello, como
producto de la conmoción pública que
tanto la detención como el baleo generó en el sector y la cantidad de testigos
que presenciaron esos hechos.
Eso impidió la detención de Verónica
y le salvó la vida a él. A pesar que el
Ministerio del Interior negó su detención, ante un recurso de amparo presentado
por su compañera, la dictadura no pudo seguir negando que estaba preso. Ya no
era un desparecido.
VOLVIENDO A LA VIDA
Relata el paso de Cuatro Álamos a
Tres Álamos, el paso de ser desaparecido
a la vida.
Lo sacaron de la celda de
incomunicación dos agentes de la DINA. Uno de ellos le dijo:
-‘Te vai de aquí, tení cueva, te
salvaste del balazo primero y de ésta ahora’ ...
No me dijo nada más. Me entregaron
mi carnet de identidad, me revisaron completamente y me obligaron a seguirlos.
Salimos caminando por el pasillo,
cruzamos la siniestra puerta de fierro y caminamos por oscuros senderos de
tierra. Me hicieron ingresar a una oficina y cuanta no sería mi sorpresa de ver
en ella a carabineros con su característico uniforme. Hasta me alegré de
verlos...
El funcionario de la DINA dijo:
-‘Nosotros ya hicimos el pase, es
huevá de ustedes como se las arreglan, y sin más se dio media vuelta y se fue.
Quedé entre los carabineros.”
Estos lo condujeron y lo hicieron golpear en una casucha que
estaba en patio. Entró. Había una cantidad de personas. Les dijo:
-“Soy un preso, vengo recién
llegando de Cuatro Álamos”. Fue recibido con alegría y enorme solidaridad.
- “Ese día los compañeros me
cuidaron y atendieron como a un niño...”
Pasó el tiempo. “Llegó el esperado
día de visita. Los amigos me prestaron un poncho blanco y un gorro pasa
montaña. Esperé como colegial que me llamaran por la lista. Los presos iban
saliendo de uno a uno, donde estaban sus familiares sentados en unas bancas...
Por fin me llamaron. Salí
caminando lentamente, mirando todo con verdadera emoción e interés, buscando
entre todos esos rostros anhelantes mis seres queridos. No los vi. Me empecé a
desesperar. Miraba y miraba. Y entre la muchedumbre asomó el rostro lloroso de
mi compañera con su guata, cual banderola en el aire, acompañada de mi padre,
mi madre y mi suegro.
No me reconocieron hasta estar muy
cerca. Nos fundimos en un todo de abrazos, lágrimas, suspiros y sobre todo,
vida”. (Obra citada, pp. 87 y 88)
Así termina su narración Manuel
Guerrero Ceballos, cuando va saliendo “desde el túnel”.
Fue liberado el 19 de noviembre de 1976. Fue el único detenido por el Comando Conjunto
que salvó vivo de sus garras.
EN EL EXILIO
A fines de noviembre de 1976 viajó
a Suecia. Permaneció seis años en ese
país. En el destierro participó
activamente en las labores de solidaridad con la lucha del pueblo chileno.
Además, escribió su desgarrador testimonio
“Desde el Túnel”.
En sus “Palabras iniciales” explica: ”La idea de hacer esta narración
nació de la angustia. Me explico. Encontrándome como preso político
desaparecido, secuestrado por la DINA (posteriormente se vino a conocer la
existencia del siniestro Comando Conjunto) y tenido en un lugar ignorado, bajo
nombre falso, en las interminables horas de vigilia, desesperanza, dolor,
impotencia, confusión, ira, y cuanta
sensación se pueda sentir en tal estado, me surgió la idea que si sobrevivía
tenía que contar todo lo que me había pasado... Lo he escrito en el exterior de
Chile...
Me decidí a hacerlo por dos
razones centrales. El tiempo pasa y la memoria es frágil. Es necesario que las
nuevas generaciones conozcan lo que ha hecho
y, lamentablemente, aún hace el fascismo en nuestra Patria. Y una segunda razón
es que hay muchos hechos ignorados, más allá de lo que todos creemos, por
nuestra propia población chilena. Es más de lo imaginado lo que no se conoce de
la represión y la barbarie de los fascistas, como del heroísmo de muchas gentes
simples y modestas de nuestro pueblo, en especial de la lucha juvenil y el
papel relevante que han jugado en ella,
las Juventudes Comunistas, conformadas por rostros y vidas concretas, muchas de
las cuales no están físicamente con nosotros...
Que ninguno de ellos se nos olvide, recordemos sus vidas y aportes. Ellos estarán presentes en los
caminos por los que transitamos hoy, estarán presentes en la hora de la
victoria.” (Manuel Guerrero Ceballos:
“Desde el Túnel”, p. 5)
RETORNO A LA PATRIA
Regresó a Chile en noviembre de
1982. De inmediato se incorporó a la lucha clandestina y a las labores de su gremio, el Magisterio.
Un año antes, el 27 de noviembre de 1981, un grupo
de 31 educadores de las Regiones Metropolitana, Quinta, Séptima y Octava,
habían constituido la Asociación Gremial de Educadores de Chile, AGECH. Entre
sus fundadores estaban Julio González,
Alfonso Bravo, Eduardo Hurtado, Alejandro Traverso, Samuel Lillo, Carlos Mena,
Estanislao Montoya, Eduardo Osorio, Raúl Manríquez y Jorge Pavez. (Ver: Iván
Ljubetic Vargas: “Historia del
Magisterio chileno”, p. 236)
Al llegar al país, Manuel Guerrero
Ceballos encontró al profesorado en
lucha contra la dictadura, que no sólo reprimía a los maestros, sino que
imponía la municipalización de la educación.
Pronto se distinguió por su
claridad política, por su valentía y responsabilidad. Fue elegido Presidente
del Consejo Metropolitano de la AGECH.
Estuvo a la cabeza de muchas luchas.
Una profesora que lo conoció
personalmente en ese tiempo, lo recuerda como una persona muy jovial, querida y respetada por sus colegas;
elocuente y convincente en sus intervenciones; preocupado siempre por el lado
humano de la gente, de gran consecuencia
entre su pensar, lo que decía y
lo que hacía.
Un dirigente del Magisterio, que
trabajó junto a él, señala que, entre sus enormes cualidades, estaba su profundo respeto por los compañeros de otros partidos.
En la AGECH –explica- participábamos colegas de diferentes fuerzas políticas e
independientes y Manuel actuó siempre
con ejemplar modestia, jamás subestimó a los aliados, siempre los consultaba y
tomaba en cuenta sus opiniones. Comprendía
muy bien que el cargo de Presidente del Consejo Metropolitano lo había
obtenido con el apoyo de colegas de las más diferentes posiciones políticas e
ideológicas. Esa actitud le granjeó el cariño y respeto de profesores de todos los sectores.
DETENCIÓN Y MUERTE DE TRES COMBATIENTES
EJEMPLARES
El 28 de marzo de 1985, Santiago
Nattino, publicista de militancia comunista, fue secuestrado en plena vía pública en el sector alto de la
capital.
En la noche, agentes de la
dictadura llevaron a cabo un operativo en la sede de la AGECH, ubicada en la
calle Londres 75. Detuvieron a varios profesores, que fueron liberados 24 horas después. .
El 29 de marzo, a tempranas horas
de la mañana, fue secuestrado, en momentos en que llevaba su hija al Colegio
Latinoamericano de Integración, José Manuel Parada Maluenda, quien se
desempeñaba como Jefe del Departamento de Análisis de la Vicaría de la
Solidaridad. En esa misma oportunidad fue secuestrado Manuel Leónidas Guerrero
Ceballos, profesor e inspector del mismo colegio y dirigente de la AGECH.
Familiares y compañeros de los
detenidos se movilizaron. Interpusieron un recurso de amparo, donde
incluso indicaban el lugar en que
podrían estar detenidos: el cuartel de
la Dirección de Comunicaciones de Carabineros, DICOMCAR, ubicada en
calle Dieciocho (donde se comprobó posteriormente habían estado). La justicia nada hizo.
El 30 de marzo de 1985 fueron
encontrados los cuerpos degollados de
los tres militantes comunistas en el camino que une Quilicura con el Aeropuerto
de Pudahuel.
Pinochet y sus secuaces intentaron
negar su participación en ese monstruoso
crimen.
El Informe Rettig señaló: “De los
antecedentes narrados y los reunidos en la investigación judicial, la Comisión
ha llegado a la convicción de que Manuel Guerrero, José Parada y Santiago
Nattino fueron ejecutados por agentes estatales debido a su militancia y las
actividades que realizaban, en violación de sus derechos humanos”.
Manuel Guerrero Ceballos es uno de esos heroicos combatientes del
pueblo que, como él mismo escribió, “están presentes en los caminos por los
que transitamos hoy y estarán presentes
en la hora de la victoria”.
Honor y gloria a los héroes y las
heroínas que han luchado y han sido leales
hasta el último segundo de su existencia.