Editorial de El Siglo, edición 1698
del 17 de enero 2014
“Éticas
mínimas y máximas”.
A las puertas de un nuevo ciclo político aparecen luces y sombras. Las
primeras, el espíritu unitario de la Nueva Mayoría -por ejemplo en los foros de
la Fiesta de los Abrazos 2014- y las segundas, a cargo de analistas y
cientistas políticos de raigambres famosas por lo desconocidas que plantean
dudas y cuestionamientos de distinta índole.
La desconfianza nacida de prejuicios y el apresuramiento surgido de la
desesperación son malas consejeras para el inicio de un período de cambios como
el que exige denodadamente la ciudadanía y ofrece con propiedad el programa de
gobierno de la Nueva Mayoría.
Antes de asumir el poder ejecutivo, la presidente electa ya es conminada
por ciertos sectores a maximizar los alcances y proyecciones reales de las
transformaciones prometidas y, por otros, a acelerar y/o moderar la velocidad y
profundización de las mismas. Se ha dicho hasta la saciedad que cuatro años de
período presidencial es un plazo demasiado breve para los complejos asuntos
institucionales, económicos, sociales y políticos a resolver.
La ciudadanía es cada vez más consciente que para participar con mayor
eficacia en todas y cada una de las tareas a emprender para hacer realidad los
sueños de la calle hace falta unidad y decisión para ir cumpliendo paso a paso
–sin relativizarlo ni postergarlo- el programa prometido al pueblo.
Sin ánimo de comparaciones históricas, vale la pena recordar actitudes que
debió enfrentar el gobierno popular de Salvador Allende en medio del fragor de
la lucha ideológica contra la derecha desde sectores que debían apoyarlo y, sin
embargo, colocaron trabas e impidieron el avance gradual que exigía el momento
político en aquella época en aras de utopías que se demostraron inalcanzables
en aquellas condiciones.
La derecha ya está mostrando sus garras, en medio de la crisis interna, y
no cejará en impedir los avances democráticos y este adversario real y potente
–pese a su debacle electoral- utilizará los mismos instrumentos, y ahora más
modernos, para detener el proceso de cambios. El apresuramiento, las
suspicacias y sospechas infundadas contribuyen al molino de la reacción.
La serenidad, el justo discernimiento y la justeza de las medidas a adoptar
de acuerdo a las correlaciones de fuerzas deben convertirse en claves que
destrabarán los candados impuestos por la dictadura para alcanzar una
democracia plena con participación ciudadana.
Un lúcido ejemplo de la manera de actuar para avanzar en las respuestas a
las demandas de la gente lo dio el fallecido dirigente democratacristiano
Eugenio Ortega, al abrir un debate con el Partido Comunista sobre los puntos
ideológicos y políticos que nos unen en la idea que “una fe común democrática
distingue entre una ética mínima y una ética máxima”. Es decir, cada partido
puede tener su propia identidad ideológica, social y política pero compartir un
conjunto de valores con la gran mayoría de los ciudadanos en una ética mínima,
sin perder principios ni identidades propias de su ética máxima.
Ambas colectividades reconocen la imposibilidad de un consensounanimidad,
pero para que la democracia funcione debe requerir un consenso especial: un
consenso-aceptación. Asimismo, plantean que la democracia esté en permanente
evolución y perfeccionamiento para adaptarse a las nuevas realidades.
Estos conceptos deberían guiar la praxis política no sólo de los partidos,
movimientos y organizaciones sociales que integran la Nueva Mayoría y quienes
apoyan el programa de la presidenta electa Michelle Bachelet, sino de todos los
ciudadanos de pensamiento progresista que luchan por una nueva
institucionalidad, el fin de las desigualdades y por mejores condiciones de
vida para todos los chilenos.
No se trata de relativizar ni postergar metas pero es evidente que plantear
hoy día temas tan acariciados como la renacionalización del cobre, constituyen
objetivos para los cuales hay que consolidar pasos previos importantes,
nuevamente, sin apresuramientos, desconfianzas, desesperación ni prejuicios.
Los exitosos resultados de la reciente Fiesta de los Abrazos 2014 con el
lema: “Que los sueños de la calle sean los objetivos del gobierno”, muestran
nítidamente que el nuevo ciclo político está al alcance de la mano y hay que
preservarlo con sagacidad y apoyo de las grandes mayorías nacionales.
EL DIRECTOR