martes, 7 de agosto de 2012

FERNANDO ORTIZ EN LA “HUELGA DE LA CHAUCHA”





Treinta y seis años después de su detención y desaparecimiento y de ser  llevados al cuartel Simón Bolívar, centro de exterminio de la dictadura, tres héroes comunistas se han reencontrado con su pueblo que los ha sepultado con todos los honores  el sábado 28 de julio de 2012. Ellos son Horacio Cepeda, Lincoyan Berríos y Fernando Ortiz.
El Círculo Virtual de Estudios Histórico-Políticos rinde homenaje a ellos. Y lo hace en la persona de uno de ellos, entregando un capítulo de un libro inédito del historiador Iván Ljubetic Vargas, titulado "Fernando Ortiz Letelier: Lecciones de clase" (Titulo, según cuenta el autor, propuesto por el periodista Hernán Soto)

Carlota Espina
Editora.


FERNANDO ORTIZ EN LA “HUELGA DE LA CHAUCHA”

                                                                   
Iván Ljubetic Vargas

El Gobierno de González Videla  descarga alza tras alza sobre las espaldas de los chilenos. La gente va acumulando rabia. Lo que colma la paciencia popular es el alza de las tarifas de la movilización colectiva. De un peso cuarenta a un peso sesenta. O sea, sube en una ‘chaucha’, nombre que entonces se daba a la moneda de veinte centavos.

FERNANDO RELATA SU EXPERIENCIA
Los estudiantes universitarios son los primeros en reaccionar. Salen a la calle. El martes 16 de agosto de 1949 se inician vigorosas y masivas acciones.
Fernando cuenta su experiencia en la ‘huelga de la chaucha’: “Tiempo antes de agosto del 49, los comunistas habíamos logrado sacar un voto de repudio en la FECH a toda posibilidad de alza. Tan pronto se dictó el decreto que autorizaba el alza de los micros en año 49, inmediatamente los comunistas salimos a la calle. Tengo muy vivo en mi memoria las primeras salidas callejeras; éramos no más de cincuenta jóvenes comunistas, uno de ellos, que no he olvidado, porque fue vanguardista, preguntó: ‘Bueno, compañeros: ¿salimos, si somos tan pocos? La respuesta fue que debíamos salir, porque pensábamos que el pueblo iba a acompañarnos; había en esos momentos condiciones reales para desencadenar un gran movimiento de masas, de repudio a la dictadura. Así lo hicimos. Y, efectivamente, no habíamos recorrido una cuadra, cuando el desfile de 50 personas se transformó en una gran manifestación... En aquel instante las Juventudes Comunistas, pasando, incluso, por encima de la FECH, en que dominaban los socialcristianos, llamó a una huelga en la Universidad y la Universidad nos acompañó” (Fernando Ortiz: charla citada, página 42)

PREOCUPACIÓN DE ‘EL MERCURIO’
El miércoles 17 de agosto de 1949, ‘El Mercurio’ escribe:
”Bochornosos incidentes se registraron ayer en diversos sectores de la capital... Desde mediodía estudiantes ayudados por otros grupos iniciaron una enérgica acción contra los autobuses.  Por la tarde, elementos comunistas cometieron violentos desmanes... Grupos universitarios organizaron ayer diversos actos de protesta por el alza de las tarifas de los servicios de autobuses y buses destinados a la locomoción colectiva. Los manifestantes iniciaron un desfile al mediodía, avanzando hasta la Plaza de Armas y luego se repartieron por las calles Catedral, compañía, Bandera, Morandé, Teatinos, San Antonio, Huérfanos, Agustinas, Ahumada y Moneda. Los estudiantes iniciaron el desfile pidiendo la derogación de la medida que autorizó el alza de las tarifas, pero luego algunos elementos exaltados empezaron a atacar a los microbuses, lanzando piedras al paso de dichos vehículos por el centro de la ciudad. Esta iniciativa se generalizó y extendió rápidamente a otros puntos...” (‘El Mercurio’, miércoles 17 de agosto de 1949, página 23).

APEDREADA LA MONEDA
Al día siguiente, 17 de agosto, el general Santiago Danús Peña toma el mando de la plaza en la capital. Tropas del Ejército salen a las calles, pues los carabineros han sido sobrepasados por los manifestantes. Los establecimientos educacionales no funcionan o lo hacen a media. El Ministerio de Educación amenaza con cancelar la matrícula a los alumnos que no concurran a sus colegios. Ese mismo miércoles 17, alrededor de las 10 y 4º minutos, unas 800 personas avanzan desde la Alameda por calle Morandé. Llegan hasta La Moneda y lanzan piedras contra sus ventanas.
Participan estudiantes universitarios y secundarios, trabajadores y gran cantidad de transeúntes, que se suman espontáneamente a la protesta. La represión, primero realizada por carabineros y luego por soldados del Ejército, dejó a lo menos cuatro muertos y numerosos heridos.

“SON BALAS DE FOGUEO”
Relata María Eugenia Rojas: “Nos casamos en 1949. Por entonces Fernando trabajaba como corrector de pruebas en la Editorial Universitaria. En agosto se producen los sucesos de la huelga de chaucha. Yo estaba embarazada y él me pedía que no participara en las acciones. Yo hacía como que me iba, pero daba vuelta a la manzana y volvía a marchar. Recuerdo que en una ocasión, íbamos en una gran columna por calle Bandera. De pronto vemos que a la distancia militares nos cortan el camino. Continuamos avanzando. Ellos comienzan a disparar. Fernando, que va encabezando el desfile, grita:
-  No nos detengamos. Sigamos. Son balas de fogueo...
Pero comenzamos a sentir como los proyectiles rebotaban en las paredes, como pegaban en los autos, que estaban ahí, agujereándolos” (María Eugenia Rojas: conversación con el autor. Santiago, jueves 5 de julio de 2001)

UN CANILLITA ASESINADO
Una de las víctimas de las fuerzas armadas es un suplementero, asesinado el miércoles 17 en la esquina de Portugal con Diez de Julio. Su familia, muy pobre. La FECH le ayuda, costeando el ataúd. El jueves 18 sus restos son velados en la modesta casa del canillita. Los funerales son fijados para el día siguiente a las 15 horas.
Relata Miguel Lawner: “Logramos organizar una columna de manifestantes que, burlando las vallas policiales, llegó al Cementerio General poco antes de las 15 horas. Nuestro propósito era ingresar al interior de éste, porque hasta entonces existía la tradición de que los carabineros no reprimían en el camposanto. Al llegar, nos encontramos con que ya tenía lugar un mitin en la plazoleta situada inmediatamente detrás de la puerta principal y Fernando hacía uso de la palabra con la fogosidad que lo caracterizaba. Después que terminó de hablar, se acercó a mí para manifestarme lo siguiente: investigaciones llegó a la casa del canillita como a la una de la tarde, se robó el ataúd y se lo trajo al cementerio para enterrarlo por su cuenta, secretamente. El flaco Tohá anda adentro tratando de ubicar y recuperar el cadáver, pero hace rato que no aparece. Mientras yo voy a averiguar lo que ocurre, quédate tú hablando para evitar que se dispersen los compañeros. Así me vi encaramado en uno de los escaños del Cementerio, haciendo uso de la palabra sin tiempo fijo, a la espera de la aparición de la urna con el cadáver raptado. Pero esta vez, carabineros rompió la tradición, irrumpiendo con violencia en el Cementerio y disolviendo a palos la concentración que tenía lugar. Aún recuerdo la escena del diputado Alejandro Chelén Rojas tratando vanamente de invocar su condición de parlamentario para evitar la brutalidad policial. Por cierto, del cadáver nunca más se supo” (Miguel Lawner: “Fernando Ortiz, ejemplo para las nuevas generaciones”, leído en acto del ICAL, realizado el 16 de diciembre de 1988, página 9)
Esta escaramuza del 19 de agosto de 1949 fue el último episodio de la ‘huelga de la chaucha’.