En su 108 natalicio:
Iván Ljubetic Vargas, historiador del
Centro de Extensión e
Investigación
Luis Emilio Recabarren, CEILER
Violeta del Carmen Parra
Sandoval, nació en San Carlos de Itihue,
en la calle Montaña, frente a la Plaza de Armas, el jueves 4 de octubre de 1917. Su padre,
Nicanor Parra, era profesor primario. La madre, Clarisa Sandoval Navarrete,
costurera, que tejía y cosía ropas para la gente del pueblo, apenas sabía leer y escribir.
La estada de la familia Parra
Sandoval en San Carlos fue breve. Sólo habían llegado ahí con motivo del
nacimiento de su hijo. Pronto regresaron a San Fabián, en la cordillera.
UNA DIFÍCIL NIÑEZ
Cuando Violeta tenía tres años la
familia se trasladó a Santiago. Poco
después, al ser nombrado el padre profesor en el Regimiento Andino Número 4,
viajaron nuevamente al sur. Esta vez a Lautaro. Durante el trayecto en tren la
niña Violeta se enfermó gravemente. No supieron de qué se trataba. Tuvo fiebre y se hinchó. Por suerte llevaban frazadas. La envolvieron.
Nadie se dio cuenta. Era viruela, que le
dejó el rostro marcado.
Vinieron los años de la dictadura
de Carlos Ibáñez (1927-1931) y la represión también alcanzó la casa de los
Parra. El padre, como muchos otros profesores, fue exonerado de su puesto de
trabajo. Aplastado por la cesantía, se
dedicó a beber y abandonó la familia. Entonces, la madre debió cargar con toda
la responsabilidad del hogar. La situación era muy mala.
SUS PRIMEROS CONTACTOS CON EL FOLCLORE
En los veranos, Hilda y Violeta,
cuando tenían unos cinco o seis años de edad, recuerda: viajaban al campo de
Malloa, donde unas primas
de apellido Aguilera, que tenían
buena posición. Lo pasaban muy bien. Pero lo más importante de esos viajes, fue
que allá Violeta aprendió sus primeras
canciones folclóricas auténticas con esa familia.
En una entrevista realizada en
1958, relató Violeta: “Mi padre, aunque
profesor primario, era el mejor folclorista de la región y lo invitaban mucho a
todas las fiestas. Mi madre cantaba las hermosas canciones campesinas mientras
trabajaba frente a la máquina de coser.
Aunque mi padre no quería que sus
hijos cantaran –cuando salía de la casa escondía la guitarra bajo llave- yo descubrí que era en el cajón de la máquina
de mi madre donde la guardaba y se la robé. Tenía siete años. Me había fijado
cómo él hacía las posturas y aunque la guitarra era demasiado grande para mí y
tenía que apoyarla en el suelo, comencé a cantar despacito las canciones que
escuchaba a los grandes. Un día mi madre me oyó, no podía creer que fuera yo”.
GANÁNDOSE LA VIDA CON EL CANTO
Al morir el padre, la madre tuvo
que jugar ambos papeles. Debió criar y alimentar a su numerosa prole.
Clarisa se amanecía cosiendo, despertaba
y seguía cosiendo para poder alimentar a
tanta boca y educar a Nicanor, por lo menos para educar uno bien.
Hilda y Violeta intentaban ayudar
con lo que tenían: la garganta y las manos. Conseguían una guitarra prestada
por ahí y salían a cantar. Una de las primeras que salió a tocar la guitarra
fue la Violeta. Después iban las dos de pueblo en pueblo, cantando de calle en
calle, en los trenes, en dónde fuera.
Volvían a casa felices.
Roberto Parra (el “tío Roberto”),
hermano de Violeta, folclorista, maestro de construcción y compositor de
cuecas, recuerda: “Violeta salía con su guitarra y con un canasto. El canasto
lo traía lleno... Venía de todo:
chancho, toronjil, frutas, qué sé yo.”
EN SANTIAGO
Violeta tenía doce años cuando
compuso sus primeras canciones, acompañándose de la guitarra. Unos dos años
después se fue a Santiago.
Poco después toda la familia se
trasladó a Santiago. Allí, otra vez
junto a su hermana Hilda, Violeta cantaba para poder vivir.
Los comienzos fueron muy
difíciles. Violeta lo evoca en una de sus décimas:
“Ayer, buscando trabajo,
llamé
a una puerta de fierro,
como
si yo fuera un perro
me
miran de arrib’abajo,
con
promesas de destajo
me
han hecho volver cien veces,
como
si gusto les diese
al
verme solicitar;
muy
caro me hacen pagar
el pan que me pertenece”.
En Santiago, Violeta e Hilda, una
vez más comenzaron a cantar para ganarse la vida. Donde podían, actuaban. Y así llegaron al sector de Matucana.
Cantaron en La Popular, en El Tordo
Azul, que era un negocito chico, y en varios boliches de por ahí alrededor.
SU PRIMER MATRIMONIO
Precisamente fue en uno de esos
boliches donde Violeta conoció a Luis Cereceda, obrero ferroviario, su primer
marido y padre de Isabel y Ángel Parra.
Luis Cereceda, relata: “Si pensar
que éramos bien niños... ella tenía 19 años y yo 18. Era por año 37 y ella
cantaba con Hilda y el Lalo en negocios de Matucana, al llegar a Mapocho. Yo
trabajaba al frente: ahí estaba la maestranza de ferrocarriles, donde yo era
maquinista. Y entonces íbamos mucho ahí y por ahí nos empezamos a tratar... Al
poco tiempo nos casamos... Primero estuvimos viviendo en Santiago como dos
años. Ahí nació la Chabelita, por el año 38. Fue el mismo año en que subió a la
Presidencia don Pedro Aguirre Cerda, con el Frente Popular”.
LA INFLUENCIA POLÍTICA DE LUIS CERECEDA
Víctor Herrero, en su libro
“Después de vivir un siglo. Una biografía de Violeta Parra”, relata: “Aun
cuando Violeta se sentía asfixiada por su marido en materia artística, éste le
entregaba algo que ella no dejaba de valorar: conciencia política. ‘Mi padre y
sus compromisos entusiasman a mi madre’, escribió Ángel. Cereceda no sólo leía
regularmente El Siglo, diario de tiraje nacional que había fundado el PC en
agosto de 1940, sino que también llevaba
a casa folletos, volantines y libros que el partido le suministraba, según el
recuerdo de su hija Isabel. El marido de Violeta celebraba reuniones
partidistas en su casa y su fervor político era tal, que instaló un busto de
yeso de Joseph Stalin bajo el parrón de la parcela. ‘Este el padre de los obreros del mundo –les decía a sus
hijos Isabel y Ángel en referencia al máximo líder de la Unión Soviética-. Es
como su abuelito’.
ACTIVIDAD POLÍTICA
El ejemplo de Luis Cereceda, unido
al hambre y los sufrimientos vividos, dieron nacimiento a la conciencia
política de Violeta. Se rebeló contra las injusticias, pero no se quedó en eso,
participó en la lucha por terminar con ellas.
Ya durante el Gobierno de Pedro
Aguirre Cerda actuó junto al Partido
Comunista.
Luis Cereceda relata: “Al poco
tiempo de estar en Santiago (vivieron algunos meses en Valparaíso), fue cuando
ella comenzó a dedicarse más a la política.
Hacía tiempo que yo tenía un
vecino en el Partido, y como ya
ellos la conocían entonces la
invitaron y ella comenzó a colaborar en los actos culturales. En 1946 nosotros
trabajamos muchísimo para la candidatura de González Videla. Hasta pusimos una
Secretaría de González Videla ahí en la casa y ella por su cuenta formó un
Comité de Dueñas de Casa en la calle Andes. Claro que no nos imaginábamos la
gran traición que iba a venir después”.
El Tío Roberto agrega: “Cuando
triunfó Videla en las elecciones hubo fiestas, alegría y celebraciones en las
calles, en todas partes, como con Allende. Nosotros estuvimos también en una
celebración y allí ella cantó y recitó un poema muy largo, dirigido al
Presidente, donde le decía que al pueblo no se le puede engañar. Total que ahí
pintaba clarito lo que iba a pasar... Bueno, este compromiso de ella era
también una forma más de allegarse al pueblo Después no supe yo que siguiera
trabajando para el Partido, pero colaboraba con ellos. Esa fue su línea política
siempre.”
UNA DOLOROSA SEPARACIÓN
En 1948 Violeta se separó de Luis
Cereceda. Fue un golpe muy duro para ella. Sólo se repuso gracias al apoyo de
sus familiares.
Según relata Víctor Herrero,
“todos los meses Luis Cereceda le entregaba a su exmujer una suma de dinero,
algo poco común en esos años. Pero
separada y sin ingresos estables, ya que sus actuaciones en las compañías de
variedades no eran constantes, la situación de Violeta se deterioró. De nuevo
saldría al rescate su madre, quien le dio plata para poner un almacén de
abarrotes en el barrio. Este experimento comercial, sin embargo, fracasó
rápidamente.”
Violeta volvió a cantar. Y lo hizo
nuevamente junto con Hilda, quien recuerda esos tiempos así: “Recorríamos todo.
Comenzábamos con el boliche más chico y terminábamos con el más grande. Siempre
cantando lo que estaba más de moda en esos años. Todavía no éramos
profesionales, cantábamos de todo. Éramos muy bien recibidas, fuimos formando
nombre, después de andar mucho tiempo juntas acordamos formar un dúo. De ahí
nacieron las hermanas Parra... Después comenzamos a grabar en RCA Víctor.”
Lautaro Parra, el menor de los
hermanos de Violeta, dirigente y fundador del Sindicato Circense, evoca esos
años: “Había un programa en Radio Corporación, ‘Fiesta Linda’ o algo así, y ahí
iban ellas a cantar de vez en cuando. Esas fueron sus primeras actuaciones en
radio. Tenían un dúo pero la Violeta también actuaba como solista”.
SU SEGUNDO MATRIMONIO
En 1949, Violeta se casó por segunda vez. Su nuevo esposo, Luis Arce, era mueblista y
tenor de ópera. Tuvieron dos hijas Carmen Luisa y Rosita Clara, ésta falleció
de pulmonía al poco tiempo.
Luis Arce recuerda: “Por ahí por
el año 1952, formamos una Compañía. Se llamaba ’Estampas de América’. La
Violeta era la directora, o sea la persona fuerte que tenía el dinero. Ella
mismo hizo los telones, porque había que tener telón de fondo, telón de boca,
todo eso. Con esa Compañía salimos de gira y recorrimos todo el Norte”
CONQUISTANDO LA MERECIDA FAMA
Violeta, incansable, recorrió el
país, trabajando con Isabel y Ángel en circos y teatros, y recopilando la
música campesina chilena. En 1953 terminó el dúo de las hermanas Parra. Fue
también en ese año, cuando empezó a
reconocerse el verdadero valor de Violeta. Gran importancia tuvo para ello un
recital dado en casa de Pablo Neruda. Después de él, Radio Chilena le contrató
una serie de programas que la lanzaron a la primera línea del arte folclórico
del país. Se dedicó al difícil y valioso trabajo de recopilación de antiguas
creaciones.
En 1954
obtuvo el Premio Caupolicán, otorgado a la folclorista del año.
Viajó a Europa, donde participó
como invitada, en el V Festival de la
Juventud y los Estudiantes por la Paz y la Amistad, efectuado en Varsovia,
capital de Polonia, en julio-agosto de
1955, al cual concurrieron 31 mil jóvenes procedentes de 114 países. Después
visitó la Unión Soviética. Durante dos años residió en París, donde grabó sus
primeros discos.
Regresó a Chile en 1956. Un año
después se trasladó a Concepción, donde fundó y dirigió el Museo de Arte Popular. Grabó en esa ciudad nuevos discos y
continuó con su labor de recopilación del folclore.
INICIA SUS CANCIONES COMPROMETIDAS
En 1958 llegó de nuevo a Santiago.
Y fue ese año cuando comenzó a pintar y
hacer tapices. Además, dio recitales por todo el país y creó hermosas
canciones con contenido social. Una de ellas fue el trote “Arriba quemando el
sol”, donde denuncia la explotación de
los mineros del norte chileno:
“Cuando fui para la pampa
llevaba mi corazón
contento como un chirigüe,
pero allá se me murió...”
“Enterraron la justicia,
enterraron la razón”.
CONOCE A GILBERT FAVRE
En 1960, una larga enfermedad
obligó a Violeta a permanecer varios meses en cama. Fue entonces cuando se
inició como arpillerista, inventando materiales y técnica para ello. Ese mismo
año conoció al músico suizo Gilbert Favre, estudioso del folclore sudamericano,
del cual Violeta se enamoró.
Fue también en 1960 cuando compuso
bellas canciones con contenido político. Una de ella es “Yo canto la
diferencia”. En ella, Violeta expuso su posición de artista comprometida con
el pueblo y la justicia:
“Yo canto a la chillaneja
si
tengo que decir algo
y
no tomo la guitarra
por
conseguir un aplauso.
Yo
canto la diferencia
que
hay de lo cierto a lo falso.
De
lo contrario no canto.
“Si
yo levanto mi grito
no
es tan sólo por gritar.
Perdóneme el auditorio
si ofende mi claridad”
Otra canción creada en 1960 fue
“Porque los pobres no tienen”. En 1961 compuso la sirilla “Según el favor del
viento”, donde pinta la dura vida del habitante de Chiloé:
“No es vida la del chilote,
no
tiene letra ni pleito,
tamango
llevan sus pies,
milcao
y ají su cuerpo,
pellín
para calentarse,
del
frío de los gobiernos, llorando estoy,
que
le quebrantan los huesos, me voy, me voy.
Despierte
el hombre, despierte,
despierte
por un momento,
despierte
toda la patria
antes
que se abran los cielos
y venga el trueno furioso
con
el clarín de San Pedro, llorando estoy,
y
barra los ministerios, me voy, me voy.”
SEGUNDO VIAJE A EUROPA
También en 1961 viajó a Buenos
Aires y de allí a Europa, acompañada por Isabel y Ángel, sus hijos mayores.
Participó en el VIII Festival de la
Juventud y los Estudiantes por la Paz y la Amistad, celebrado en Helsinki
(Finlandia), entre el 28 de julio y el 6 de agosto. Al cual concurrieron 18 mil
jóvenes provenientes de 137 países.
Finalizado ese evento, Violeta
visitó la Unión Soviética, Alemania Federal, Italia y Francia.
Nuevamente residió en París, esta vez por tres años.
Allí trabajó incansablemente. Cantó en La Candelaria y L’Escala del Barrio
Latino; grabó discos; expuso sus trabajos; realizó recitales de canto en la
UNESCO y en el Teatro de la Naciones.
Año 1962. Violeta estaba en
Europa. En Chile gobernaba Jorge Alessandri Rodríguez, que golpeaba al pueblo con alzas y represión. Por entonces
creó la artista su canción “La Carta”, en ella denuncia:
“Me mandaron una carta
por
el correo temprano,
en
esa carta me dicen
que
cayó preso mi hermano,
y
sin lástima, con grillos,
por
la calle lo arrastraron, sí.
La
carta dice el motivo
de
haber prendido a Roberto
haber
apoyado el paro
que
ya se había resuelto.
Si
acaso esto es un motivo
presa
también voy, sargento, sí.
Yo
que encuentro tan lejos
esperando
una noticia,
me
viene a decir la carta
que
en mi patria no hay justicia,
los
hambrientos piden pan,
plomo
les da la milicia, sí.
Por suerte tengo guitarra
para llorar mi dolor,
también tengo nueve hermanos
fuera del que se m’engrilló,
los nueve son comunistas
con el favor de mi Dios, sí.”
Ese año compuso también “Me gustan
los estudiantes” Allí exclama:
“¡Qué vivan los estudiantes,
jardín
de las alegrías!
Son
aves que no se asustan
de
animal ni policía,
y
no le asustan las balas
ni
el ladrar de la jauría.
Caramba y zamba la cosa,
¡que
viva la astronomía!
Me
gustan los estudiantes
que
con muy clara elocuencia
a
la bolsa negra sacra
le
bajó las indulgencias.
Porque,
¿hasta cuándo nos dura,
señores,
la penitencia?
Caramba
y zamba la cosa
¡que
viva toda la ciencia!”
Otra canción que compuso ese año
fue “”Un río de sangre”, un homenaje a Federico García Lorca, Patricio Lumumba,
Emiliano Zapata...
“Dejando voy, peregrina,
mi
llanto de rosa en rosa
por
Vicente Peñalosa
de
la nación argentina.
. Banderas
de popelina
pa
recoger tanta sangre,
que
ningún viento desgarre
porque
han de seguir flameando.
Pues
Chile sigue llorando
a
Rodríguez y Recabarren,
pues
Chile sigue llorando
a
Rodríguez y Recabarren”.
También el pueblo mapuche está
presente en la obra de Violeta. Le dedicó la canción “Arauco tiene una pena”,
donde dice:
“Arauco
tiene una pena
que
no la puedo callar,
son
injusticias de siglos
que
todos ven aplicar,
nadie
le ha puesto remedio
pudiéndolo
remediar.
Levántate, Huenchullán.”
También en 1962 escribió:
“Santiago, penando estás”. En 1963
compuso “Ayúdame Valentina”.
Ese mismo año creó “¿Qué dirá el Santo
Padre?”, en homenaje a Julián Grimau, comunista español asesinado por la
dictadura de Franco. Allí cantó:
“Mientras más injusticias, señor fiscal,
más
fuerzas tiene mi alma para cantar.
Lindo
segar el trigo sembrao,
Regado
con tu sangre.
¿Qué
dirá el santo Padre
que
vive en Roma,
que
le están degollando
a
sus palomas?”
En 1964, expuso en El Louvre sus
pinturas, óleos, arpilleras y esculturas de alambre. Fue la primera vez que una
artista sudamericana realiza en ese museo una exposición personal.
REGRESA A LA PATRIA
Volvió a Chile en junio de 195. En
la comuna de La Reina, en Santiago, instaló una gran carpa, donde tenía la idea
de hacer un centro dedicado al folclore.
En 1966 viajó a Bolivia, donde
cantó junto a Gilbert Favre. Regresó acompañado de él. Recorrieron el país,
actuando en teatros.
Compuso sus últimas canciones.
Algunas de ellas con contenido político, como “Al centro de la injusticia”. En
ella dijo:
“Mientras gastan millones en un
momento,
de hambre se muere gente que es un
portento,
que es un portento.
Muchos dineros en parques
municipales
y la miseria es grande es los
hospitales.
Al medio de Alameda de Las Delicias.
Chile limita al centro de la
injusticia, de la injusticia.”
También escribió “Muzúrquica
modérnica”. En parte canta:
“Me han preguntádico muchas persónicas
si
peligrósicas para las másicas
son
las cancióncicas agitadóricas
ay
que pregúntica más infantílica,
sólo
un piñúflico la formulárica
pa
mis adéntricos yo comentárica.
Y
he contestádico yo al preguntónico
cuando
la guática pide comídica
pone
al cristiánico firme guérrico
por
su poróticos y sus cebóllicas,
no
hay recogimiéntico que los deténguica
si
tienen hámbrica los populáricos”.
Una de sus últimas composiciones
fue la refalosa “Cantores que reflexionan”. Compuso otras bellas canciones como
“Volver a los
“Gracias a la vida que me ha dado tanto.
Me
ha dado la risa y me ha dado el llanto.
Así yo distingo dicha de
quebranto,
los
dos materiales que forman mi canto,
y
el canto de ustedes que es el mismo canto
y
el canto de todos, que es mi propio canto.”
PUSO FIN A SU VIDA
Eran las 6 de la tarde del 5 de
febrero de 1967. Se escuchó un disparo en
la Carpa de La Reina de Violeta Parra. Una bala de
EL GRAN SIGNIFICADO DE VIOLETA PARRA
Javier Martínez Reverte escribió
en “Violeta Parra, Violeta del Pueblo”:
“El arte excepcional de Violeta
Parra, finalmente, cumple otra función no menos importante: la de haber
influido decisivamente en lo que se ha llamado ‘Canto Libre’ de América. Sin
Violeta no existirían Daniel Vigliette, los Quilapayún, Mercedes Sosa, y tantos
otros cantores-políticos de la sufriente América del Sur. Sin Violeta Parra, la
Unidad Popular de Salvador Allende no hubiera tenido ese importante sostén
folklórico que prestaron Víctor Jara, Inti-Illimani, los Quilapayún y sus
propios hijos Ángel e Isabel Parra”
ROJA FLOR DEL PUEBLO
Violeta Parra es la roja flor del
pueblo chileno, porque por sobre todas sus otras gloriosas cualidades, fue
capaz de recoger, mantener y difundir la tradición de los heroicos
revolucionarios de comienzos del siglo XX.
Efectivamente. Violeta Parra,
por tener sus raíces firmemente fundidas
con la historia y el alma del pueblo chileno, pudo transformarse
en consecuente heredera de Luis Emilio Recabarren y sus compañeros, que
emplearon la canción como arma contra los explotadores y un medio para llegar a
los trabajadores con un mensaje político. Otro tanto hizo Violeta con sus bellas creaciones.





