martes, 14 de octubre de 2014

EBOLA.





EBOLA.
Dr.med. J.C.Concha.

               Los trabajadores del aseo de los aeropuertos de Nueva York  que, desde hace 10 años se reclutan entre inmigrantes en calidad de sub contratados, se han organizado en sindicatos para exigir mejores condiciones de trabajo, de capacitación y medios de protección sanitaria frente a los riesgos del virus Ébola,   tal como las que obtienen sus colegas que laboran en condiciones normales de trabajo.  Su representante señala ante las cámaras de CNN (Atlanta) que en las condiciones actuales del desarrollo de la economía estadounidense, las empresas prefieren ahorrarse los costos en recursos humanos, mediante estas formas de subcontratación  que eluden las normas de previsión y seguridad del trabajo.
               En España, cientos de trabajadores de la salud protestan en las afueras del hospital en el  que permanece muy grave una enfermera contagiada por este virus.
               En África, 4000 defunciones por  esta enfermedad no han logrado despertar en los medios de comunicación la misma preocupación  que por una enfermera en España y de algunos centenares de trabajadores de Nueva York.
               En nuestro país, el Ministerio de Salud se apresta a organizar las medidas de protección de los chilenos para la eventualidad de la presencia del Ébola, en medio de una campaña odiosa de desprestigio a la salud pública. Una campaña dirigida por el oculto estado mayor del neoliberalismo en la salud, que se expresa a través de casi todo el horizonte informativo, vociferando bondades inexistentes del sistema privado de la atención de la enfermedad según capacidad de pago.
               El único sistema capaz de enfrentar exitosamente una catástrofe sanitaria es el vilipendiado sistema público de salud.  En 1957, el Servicio Nacional de Salud fue reconocido mundialmente, como uno de los sistemas de salud que tuvo el mayor éxito para reducir las muertes previsibles por la pandemia de influenza que azotó a Chile en el invierno de ese año.  Se reconoció que este logro se alcanzó gracias a su estructura nacional, al acceso universal, garantizado a sus establecimientos y a las medidas sencillas, eficientes y factibles que se enseñaron a la población a través de la red nacional de establecimientos
               Cinco años más tarde, el SNS fue capaz de decapitar la epidemia de poliomielitis con la campaña masiva de vacunación, en la actual Región Metropolitana.  Fue un mérito asociado a la cobertura territorial de sus consultorios maternoinfantiles y a su doctrina de protección de la salud al cien por ciento de la población, garantía incorporada al primer artículo del cuerpo legal que le dio origen en 1952.
               La tercera prueba fue la presencia del cólera en 1990, poco más de 100 años después  de la última constancia epidemiológica de esta enfermedad.  En tanto que en Perú se contabilizaron más de 50 mil casos y en Argentina alrededor de 5000, en Chile no sobrepasaron los 190.
               La ventaja sanitaria comparativa chilena radicó en la  estrecha relación de mutua confianza entre la ciudadanía y el Ministerio de Salud, establecida en medio siglo de interacción continua.  Por una parte, la población confirmaba en la vida cotidiana que la acción integrada de la promoción, de la prevención, de las acciones curativas, de la rehabilitación, rendía sus frutos. En tanto en 1952, la mitad de la población había muerto antes de cumplir 50 añs, hoy la mitad de los chilenos sobrevive hasta los 80 años. Por otra, la participación organizada de la población en la protección de su propia salud  y  la educación sanitaria recibida, durante en 50 años de ejercicio, había instalado en la población  la confianza en la autoridad de salud y la disciplina sanitaria consciente. Esta es la base del éxito de las campañas de los medios de comunicación social en el caso del cólera. El resultado era nuevamente un éxito de proyección internacional, éxito que el sistema privado es incapaz de emular.
               Hoy el sistema público está dispuesto a  salvar  al país de otra catástrofe sanitaria.  Como en el caso del cólera, influenza y parálisis infantil, lo primero es la creación de un grupo de competente para ajustar protocolos y normas a la situación nacional, seguido de su difusión y de la capacitación en los equipos de salud, para culminar en una campaña educativa de la población. Esta preparación ya había madurado cuando apareció el primer caso de cólera, en la Clínica Alemana.
               El Ébola es un agente infeccioso más difícil de manejar que el cólera. Pertenece a las denominadas “Enfermedades emergentes” aparecidas en los últimos decenios, que se asocian a la penetración de los asentamientos humanos a territorios vírgenes,  donde pueden existir formas de vida que no tuvieron contacto antes con seres humanos y que pueden afectar severamente su salud y su vida. Esto es, el primer encuentro con gérmenes  con los que la especie humana todavía no ha desarrollado defensas heredables y, por tanto, se encuentra inerme a los efectos desfavorables del contacto físico con ellas.   
               En el caso del Ébola,  el riesgo de adquirir el virus está en el contacto directo con líquidos corporales  del paciente, (lágrimas, descarga nasal, esputos, sudor, fluidos genitales, desechos fecales, orina) que contaminan piel, ropa y utensilios o, eventualmente, superficies del entorno habitual. La manipulación de pacientes es relativamente simple si se toman las medidas pertinentes.
               El problema está en la identificación del primer caso,  cuya sospecha está definida técnicamente. Pero la principal indicación es la zona de procedencia. Esta es una tarea de la llamada “vigilancia epidemiológica” que no sólo está en manos de equipos e salud especializados y de quienes reciban viajeros; también descansa en la colaboración internacional y en los avisos de alerta sanitaria y de movimiento de personas desde las zonas afectadas, que dirige la Orgamizacion Mundial de la Salud.
               Si bien es cierto que estamos potencialmente preparados, es indispensable que los sectores de la población en mayor riesgo estén alertas. Los trabajadores de la salud, así como los trabajadores del transporte internacional de puertos y aeropuertos deben exigir la capacitación y los elementos para su protección, como lo han hecho los trabajadores del aseo de los aeropuertos de Nueva York o los trabajadores de la salud españoles.
               Alguien podría preguntar y “¿Hasta cuándo tendremos que sufrir todas estas  pestes?”     La respuesta es “Hasta siempre”.  Es preciso decir que somos seres precarios. Para vivir, dependemos o del aire, del agua, de la tierra y de lo que contienen. Y en ellas viven otros seres animados,  se encuentran sustancias químicas o la atraviesan radiaciones que aseguran la existencia o la amenazan. El riesgo de encontrarnos con agentes que nos producen enfermedad es permanente. El riesgo  nació con la aparición del ser humano, nos ha acompañado en nuestro desarrollo y nos acompañará hasta la extinción de la especie.  Hemos aprendido a sobrevivir en la incertidumbre  y   cómo controlar los riesgos mediante la experiencia, la reflexión y la toma de medidas prácticas desde hace decenas de miles de años.Si no hubiera sido así, no estaríamos en esta tierra. Por lo tanto, controlar la presencia del Ébola en nuestro país, también depende de nuestra cooperación y participación, con disciplina sanitaria.
               La humanidad   demoró siglos en conocer y poner remedio a las pestes como la tuberculosis o el cólera. Decenios en conocer el manejo de las enfermedades infantiles. Menos de 10 años en lo que respecta la VIH Sida;  algunos meses en conocer y aprender a controlar el SARS hace algunos años.  Conocemos bien el Ébola; incluso aparecen los anuncios de vacunas. El progreso técnico de la medicina y las disciplinas de la  salud es creciente y acelerado por la cooperación internacional.  Pero otra vez se demuestra que, como lo señalara Virchow con el tifus exantemático en Alta Silesia en 1842, el control de la enfermedad no es sólo cuestión de la medicina sino de medidas sociales, económicas culturales y, finalmente, políticas.
               Falta solamente que los medios de comunicación se coloquen disposición de esta tarea nacional, sustituyendo su práctica habitual de la entretención noticiosa por la información educativa,   como en el pasado, orientación que contribuyera poderosamente a reforzar la competencia técnica de los equipos de salud y la disciplina sanitaria de la ciudadanía.  Ambos son frutos de una alianza que se expresa en la confianza mutua entre población y autoridad de salud, lograda a través de decenios de interacción, hasta constituir una verdadera institución social, donde no media la capacidad de pago por la enfermedad, sino el cuidado del individuo sano.
               Como señalara el Dr. Abraham Horwitz,  conductor del Servicio Nacional de Salud, en 1957:
“...El cuidado del individuo sano produce magníficas compensaciones...sus resultados se obtienen a largo plazo y tarda, a veces, una generación entera para percibir sus beneficios.”  

Este es logro actual del sistema público de salud: la exitosa protección de la salud de los chilenos, sin discriminación de origen social o étnico, posición ideológica, sexo u orientación sexual y menos, de su capacidad de pago.

Santiago, 11 de octubre de 2014