martes, 16 de septiembre de 2025

HACE 52 AÑOS ASESINARON A VÍCTOR JARA PERO SIGUE HOY COMBATIENDO

 

Hoy 16 de septiembre se cumplen 52 años del asesinato de Victor Jara Martinez. Le entregamos a nuestros lectores y lectoras, un artículo escrito  por el compañero historiador Iván Ljubetic Vargas.

Boletín Rojo.


 

                                               Iván Ljubetic Vargas, historiador del

                                               Centro de Extensión e Investigación

                                               Luis Emilio Recabarren, CEILER

 

 

 



El martes 11 de septiembre de 1973 Víctor estaba en la UTE. Debía participar en un acto en que el Presidente de la República se dirigiría a todo el país comunicando su decisión de llamar a un plebiscito para salir de la crisis política provocada por la oposición. Se produjo el golpe fascista. Soldados del ejército rodearon la Universidad. Al día siguiente invadieron el recinto universitario.

 

EN EL ESTADIO CHILE

Tomaron prisioneros a  los profesores, funcionarios y alumnos que se encontraban ahí. Fueron conducidos al Estadio Chile. Víctor iba entre ellos.

Las torturas las comienza a sufrir  el jueves 13 de septiembre: 

“¡A ese hijo de puta me lo traen para acá! Repitió, iracundo el oficial. ¡A ese huevón!...  ¡A ese!!  El soldado lo empujó sacándolo de la fila.

¡No me lo traten como señorita, carajo!  Ante la orden, el soldado levantó su fusil y le dio un feroz culatazo en la espalda de Víctor. Cayó de bruces, casi a los pies del oficial.

¡Ch’é tu madre! ... Vos soy el Víctor Jara huevón. El cantor marxista, ¡El cantor de pura mierda! 

 

EL HORROR DEL FASCISMO      

Y, entonces, su bota se descargó furibunda una, dos, tres, diez veces en el cuerpo, en el rostro de Víctor, quien trata de protegerse la cara con sus manos. -

Víctor, herido, ensangrentado, permaneció bajo custodia en uno de los pasillos del Estadio Chile. Sentado en el suelo de cemento, con prohibición de moverse. Desde ese lugar, contemplaba el horror del fascismo.

Allí permaneció la noche del miércoles 12 y parte del Jueves 13, sin ingerir alimento alguno, ni siquiera agua. Víctor tenía varias costillas rotas, uno de sus ojos casi reventado, su cabeza y rostro ensangrentados y hematomas en todo su cuerpo. 

 

 

                     

Estadio Víctor Jara ex  Estadio Chile

 

                       

CRUELMENTE TORTURADO

El sábado  15 de septiembre de 1973, cerca del mediodía se supo que saldrán en libertad algunos compañeros de la UTE. Los prisioneros empezaron a escribirles a esposas, madres, diciéndoles que estaban vivos.  Víctor pidió lápiz y papel. Comenzó a escribir precipitadamente. De improviso, dos soldados lo tomaron y lo arrastraron violentamente hasta un sector alto del Estadio, donde su ubica un palco, gradería norte. Los soldados recibieron orden de golpearlo y comenzaron con furia a descargar las culatas de sus fusiles en el cuerpo de Víctor. Dos veces alcanzó a levantarse Víctor, herido, ensangrentado. Luego no volvió a levantarse.

 

EL TESTIMONIO DE BORIS NAVIA

Relata Boris Navia: “Esa misma noche, ya en el Nacional, lleno de prisioneros, al buscar una hoja para escribir, me encontré en mi Libreta, que Víctor me lanzó al ser arrastrado por los soldados, no con una carta, sino con los últimos versos de Víctor, con su último canto, que escribió unas horas antes de morir y que el mismo tituló “Estadio Chile”, conteniendo todo el horror y el espanto de aquellas horas. Inmediatamente acordamos guardar este poema”.

 

Y  logró salvar el último poema de Víctor Jara para estremecer con sus versos a la humanidad:

 

ESTADIO CHILE

“Somos cinco mil

En esta pequeña parte de la ciudad.

Somos cinco mil.

¿Cuántos seremos en total

en las ciudades y en todo el país?

 

¡Cuánta humanidad

hambre, frío, pánico, dolor,

presión moral, terror y locura!

Somos diez mil manos menos

que no producen!

 

¿Cuántos somos en toda la Patria?

La sangre del compañero Presidente

golpea más fuerte que bombas y metrallas

Así golpeará nuestro puño nuevamente.

 

Canto que mal me sales

cuando tengo que cantar espanto

espanto como el que vivo

como el que muero, espanto”.

 

Al anochecer del  sábado 15 de septiembre de 1973, trasladaron a los prisioneros desde el Estadio Chile al Estadio Nacional. Al salir, atravesaron un recinto en el que había entre 30 y 40 cadáveres.

 

Boris Navia reconoció el rostro de Víctor Jara entre ellos. "Todos están acribillados y tienen un aspecto fantasmagórico, cubiertos de polvo blanco que cubre sus rostros y seca la sangre. Reconozco a Víctor en primer lugar", fue el testimonio de Boris  Navia.

 

Horas antes, Víctor Jara había sido llevado por última vez a una de las habitaciones de los camarines del recinto. Allí, le quebraron las manos a pisadas y culetazos, lo obligaron a intentar tocar una guitarra, se burlaron de él, , lo abofetearon, lo torturaron.

"¡Cantante marxista, comunista conchadetumadre, cantor de mierda". Quien más lo insultó fue el teniente Edwin Dimter Bianchi, conocido como El Príncipe. Los militares comenzaron a jugar a la ruleta rusa, poniéndole un arma en la sien y dejando cada intento a la suerte, hasta que una de las balas se descargó matando a Víctor Jara.

El soldado José Paredes Márquez testificó que el cuerpo del músico cayó de costado y con convulsiones. El Príncipe ordenó que lo acribillaran, y así, le clavaron otros 43 tiros.

 

DOMINGO 16 DE SEPTIEMBRE DE 1973

Durante la madrugada, dos vecinas de una población cercana al Cementerio Metropolitano de Santiago encuentran en un sitio eriazo, detrás de ese recinto, seis cuerpos. Al darles vuelta se dan cuenta que uno de ellos es Víctor Jara. Junto a otras personas, lo llevan al Servicio Médico Legal.

El cuerpo del cantautor chileno tenía 44 impactos de bala: 2 en la cabeza, 6 en las piernas, 14 en los brazos y 22 en la espalda.

 

MARTES 18 DE SEPTIEMBRE DE 1973

Joan Jara, la compañera de Víctor, relata en “Víctor Jara un Canto Truncado”:

 

“Martes 18 de septiembre. Aproximadamente una hora después de levantarse el toque de queda, oigo el ruido del portón, como si alguien intentara entrar. Todavía está cerrado con llave. Me asomo a la ventana del cuarto de baño y veo a un joven afuera. Parece inofensivo y me decido a abrirle. Me dice con voz baja:

-Estoy buscando a la compañera de Víctor Jara. ¿Vive aquí? Por favor, confíe en mí. Soy un amigo –me muestra su carné-, ¿Puedo entrar un minuto? Tengo que hablar con usted –parece nervioso y preocupado. Me dice en un susurro-: Soy miembro de las Juventudes Comunistas.

Abro la puerta para que entre y nos sentamos en la sala.

-Lo siento, tenía que encontrarla... Lamento decirle que Víctor ha muerto... Encontramos su cuerpo en la morgue. Un compañero que trabaja allí lo reconoció. Le ruego que sea valiente y que me acompañe para identificarle. ¿Llevaba calzoncillos azul oscuro? Tiene que venir, porque su cadáver lleva allí más de cuarenta y ocho horas y, si nadie lo reclama, se lo llevarán y lo enterrarán en una fosa común.

 

UN JOTOSO LLAMADO HÉCTOR

Joan Jara continúa relatando en su libro “Víctor Jara un canto truncado”:

“Héctor –así se llamaba- había estado trabajando en la morgue, el depósito de cadáveres municipal durante la última semana, tratando de identificar cuerpos anónimos que llegaban diariamente. Era un muchacho amable y sensible y había corrido un gran riesgo yendo a buscarme. En su condición de empleado tenía una tarjeta especial y, después de mostrarla en la entrada, me introdujo por una pequeña puerta lateral del edificio, a pocos metros de los portales del Cementerio General...

 

LO ENCUENTRA SU COMPAÑERA

“Bajamos un oscuro pasadizo y entramos en una enorme sala. Mi nuevo amigo me apoya la mano en el codo para sostenerme mientras contemplo las filas y filas de cuerpos desnudos que cubren el suelo, apilados en montones, en su mayoría con heridas abiertas, algunos con las manos todavía atadas a la espalda. Hay jóvenes y viejos... cientos de cadáveres... en su mayoría parecen trabajadores... cientos de cadáveres que son seleccionados...

“Nos envían a la planta superior. El depósito está tan repleto que los cadáveres llenan todo el edificio, incluyendo las oficinas. Un largo pasillo, hileras de puertas y, en el suelo, una larga fila de cadáveres, éstos vestidos, algunos con aspectos de estudiantes, diez, veinte, treinta, cuarenta, cincuenta... y en la mitad de la fila descubro a Víctor.

 

 

MIRABA DESAFIANTE

“Era Víctor, aunque le vi delgado y demacrado. ¿Qué te han hecho para consumirte así en una semana? Tenía los ojos abiertos y parecía mirar al frente con intensidad y desafiante, a pesar de una herida en la cabeza y terribles moratones en la mejilla. Tenía la ropa hecha jirones, los pantalones alrededor de los tobillos, el jersey arrollado bajo las axilas, los calzoncillos azules, harapos alrededor de las caderas, como si hubieran sido cortados por una navaja o una bayoneta... el pecho acribillado y una herida abierta en el abdomen... las manos parecían colgarle de los brazos en extraño ángulo, como si tuviera rotas las muñecas... pero era Víctor, mi marido, mi amor”.

 

SUS FUNERALES

El martes 18 de septiembre de 1973 fueron los funerales de Víctor Jara. Relata  su compañera:

“La caminata hasta el lugar del cementerio donde Víctor sería enterrado debió llevarnos entre veinte y treinta minutos. El carrito chirriaba y rechinaba sobre el pavimento irregular. Caminamos y caminamos... mi nuevo amigo Héctor a un lado, mi viejo amigo Héctor al otro. Sólo cuando el ataúd de Víctor desapareció en el nicho que nos habían asignado estuve al punto de desplomarme. Pero estaba vacía de sentimientos o sensaciones y sólo se mantenía viva la idea que Manuela y Amanda esperaban en casa, preguntándose qué ocurría, dónde estaba yo”.

 

 

VENCIÓ SOBRE SUS VERDUGOS

Al día siguiente el diario La Segunda publicó un breve párrafo en el que informaba de la muerte de Víctor: “El funeral fue de carácter privado y sólo asistieron los familiares”.

 

Después todos los medios recibieron la orden de no volver a mencionar a Víctor. Pero en la televisión  alguien arriesgó su vida insertando unos pocos compases de “La Plegaria” sobre la banda sonora de una película norteamericana.

 

LOS  ASESINOS                           

El primer procesado por el asesinato de Jara, el comandante César Manríquez Bravo, era el jefe del improvisado campo de prisioneros que se instaló en el Estadio Chile.

Pero Jara y el resto de los detenidos estaban bajo la custodia del teniente Pedro Barrientos, quien lideró las torturas y conspiró para asesinarlo. En todas sus declaraciones, Barrientos negó conocer en esa época al popular cantautor y haber estado en el Estadio Chile durante esos días, sin embargo, seis exsoldados aseguraron haberlo visto al menos unas 20 veces entre esos días.

En 2016, Barrientos fue condenado a pagar a la familia 28 millones de dólares de indemnización por daños y perjuicios, lo que equivale a más de 25 millones de euros. En la actualidad E ciudadano estadounidense y residente en el centro de Florida.

 

VÍCTOR SIGUE COMBATIENDO

Los fascistas asesinaron al cantor, pero sus canciones siguen emocionando y motivando. Son inmortales.

 

Fue así como Víctor,  el heroico joven comunista, venció sobre sus verdugos. A 47 años de su asesinato sigue cantando y combatiendo. Está  presente, por ejemplo, en las grandes manifestaciones de la rebelión popular contra el neoliberalismo, donde su “Derecho a vivir en Paz” es himno oficial.

             


NOTA: El heroico muchacho  comunista, que permitió encontrar el cadáver de Víctor Jara y acompañó a Joan Jara en el solitario funeral, se llama Héctor Herrera  y es actualmente socio del Centro de Extensión e Investigación Luis Emilio Recabarren, CEILER.              

 

 


lunes, 15 de septiembre de 2025

RECORDANDO A DON LUCHO CORVALÁN EN SU 109° NATALICIO

 


Recordar a Don Lucho Corvalán, no es tarea fácil, comunista de la mayor parte de su vida, cumplió las más grandes responsabilidades en el Partido Comunista de Chile. Para un revolucionario leer sus escritos, son enormementes enriquecedores, un grande aporte a la Teoría de la Revolución, a la teoría  y práctica revolucionaria ( sobretodo hoy día que no se habla mucho de Revolución, de Marxismo, de Leninismo,...), generalmente sólo de progresismo y de centroizquierda. 

Dejamos a las y los lectores del Boletín Rojo un escrito del historiador Iván Ljubetic Vargas.      





Cambalache.

 


Comentario radial y escrito.

 

 

 

 





Las transformaciones que han acontecido en nuestro planeta, no mencionando a nuestro propio sistema solar, y tampoco a los otros que andan en “clandesta”; han transcurrido, a lo largo y más, de 3.000 millones de años.

Me imagino a un Dinosaurio llorando de hambre y espanto.

Hablo hoy, de las transformaciones empujadas por nuestro propio accionar, por nuestro vivir.

Estos andenes, se demoran en llegar.

La búsqueda, el intelecto, la muerte, la vida, el trabajo, las ideas, los sentidos, el tiempo y espacio, la dignidad y razón necesitan tiempo para evolucionar, para ir madurando historias, inventando, calculando, volviendo a calcular, confrontar advertencias históricas que se ven, que no se quieren ver, y, que no se ven.

Muchas veces, angustiado, he querido inventarme que sentía Lucy al verse reflejada en los charcos verdes y plomos de su entorno.

Habrá sentido, intuido, sospechado algún anden de la leyenda humana.

¿Habrá soñado una Frida Kahlo, una Marie Curie, una Gladys Marín?

¡Dios mío de los coloraos, que sabia Lucy!

Cuando yo era niño, sabia más del Éufrates y del Tigris que del rio Copiapó.

Confluentes que han cumplido con su misión de hacer las tierras fértiles. Tierras que han dado cobijo a civilizaciones que son ahora, parte de nuestro propio ADN.

Mesopotamia, una hamaca que lleva en su origen vegetal a Siria, a Iraq, a Turquía, a Irán y a los hebreos.

Hablo de vidas ocurridas con más de 1792 años A de C.

Arrojar la piedra para levantar un muro y agarrar el bronce, el hierro; descubrir, encontrar las vestimentas y haceres del acero, saber de la abeja y de su miel, de la uva.

Ando medio loco, interrogante al tanto, admirado.

El solo deseo de vivir, es un milagro maravilloso.

Se arrimaron tiempos inventados; en que los dioses y diosas mandaban a sus representantes a la tierra.

Así, le bajaban el perfil al espanto, a la esclavitud y a la desgracia por haber llegado sin “medio pollo”

Varios años atrás, conmemorando un 1 de mayo, entrelazado con otras organizaciones de varias nacionalidades diferentes, escuche un poema en idioma persa.

No cache ni una, pero sentí la historia, la memoria, con más de 1800 años antes de Belén.

Lo viví entero.

Quiero creer, que del medio oriente, de oriente, de Asia, África viene la palabra, el sonido, el relieve, la oda y la cicuta.

Me gusta el hacer de las emigraciones, como el flamenco, por ejemplo, es una damajuana hasta la tusa con raíces populares de pueblos diferentes. Y eso me abraza y grito; que todo lo bueno, que vaya en beneficio para el que respira, vale la pena vivirlo.

Nuestra historia, por nuestro hacer como humanidad entera, es vertiginosa, parcelada y criminal; que la vida, él cuesco del planeta, se hace vulnerable como el hambre.

Si seguimos viviendo así, llegara un momento, que las materias volátiles encerradas en nuestro centro de rocas en llamas, no podrán resistir el calor de un fosforo, menos el de un beso; y, el pobrerío y riquerio, al infierno nos vamos todos.

El decir de un libro, de una creencia, relata así:

“Bendeciré a los que te bendigan y maldeciré al que te maldiga, y por ti se bendecirán todos los pueblos de la tierra.”

Son los argumentos de una creencia política y religiosa, maldiciendo la vida, matando las ideas que piensan diferente.

Practican el nazismo mejor un nazista.

Hoy, septiembre, en la Asamblea de las Naciones Unidas, el 99,9% de las naciones, votaron por el derecho del pueblo palestino e Israel a tener cada uno, un estado diferente y soberano.

Veremos, como desatan los “cascos Azules” este nudo turco.

En este lio, esta David, Salomón y un cuanto hay.

Ese, un cuanto hay, tiene intereses imperiales, de yugo.

En verdad les digo; yo me quedo con el Trauco, que más de Chiloé, no parece; me tinca, por el gorro, que viene de la China.

Cuantos haceres, cuantos atados de miserias y pleitesías habrán brotados en China a través de 221 años A de C.

Sin embargo, en Europa, no se habla por cualquier parte, Chino Mandarín; en Estados Unidos de Norte América tampoco, a no ser, que compres algo, en algún Chinatown del mundo entero.

Reflexiono lo aprendido, en 70 años más o menos.

Me cuesta creer lo vivido, palpo mi geografía de carne, me duele y me ríe.

Se habla de República Soberana, como quien dice, pan con mantequilla.

Eso de la república, viene del tiempo de la pera, 500 años A de C.

Por esos tiempos, esa idea de gobierno era quitarle el poder absoluto al rey, al emperador, reina, emperatriz, o lo que sea, y se lo otorgaba al pueblo.

Pueblo, eran los cuicos o los de alta alcurnia.

Los andenes son muy distantes, sin embargo, el desarrollo del intelecto, las integraciones de las ideas, de las culturas diferentes y distantes, la humanidad se va transformando.

Los que saben, dicen que estas transformaciones integrales, de muerte y vida, se llaman “Eras”, y, que estas, se van, para que lleguen nuevas.

Los andenes que se van y los que vienen son muy re porfiados.

El solo saber de los cristianos antiguos, tirados en un rondel romano, esperando, y, a merced y gratitud de leones hambrientos.

Y ahora, esa misma idea, esa misma creencia, en la misma Roma, tiene su Estado Soberano.

El Vaticano.

Políticamente jerarquizado en una Monarquía Absoluta.

Una cuestión, así como el Centralismo Democrático de los Comunistas.

Y a propósito de comunistas, Daniel Jadue, según mandata el TRISEL, no puede ser candidato a diputado.

No tiene derecho a voto. Esta sentencia está amparada por nuestra Constitución, Carta Magna escrita por el fascismo… Y en una cocina.

Ay, que somos pillos.

Me angustio con esto de la Era.

Hemos leído del ruedo de la cabeza de Robespierre, de María Antonieta, sabemos de Cochise y de Colocolo.

Sabemos de Bolívar y de Miranda, sabemos de Fidel Y de Salvador.

Una nueva Era, quizás viene rauda.

¡Urge!

Hoy por hoy, necesito creerlo.

Tanta miseria humana y planetaria que vivimos exigen un nuevo tiempo.

La maldad, la corrupción, la falsedad y mentira, los cadáveres tirados como escupitajos, los odios raciales, culturales, la muerte inútil, el agobio, hoy, institucionalizados, no pueden ser los valores morales, éticos, que le dejemos a las generaciones venideras.

Eso de que exista un solo patrón, avalado por allá arriba, sea de adonde sea, ha sido un maleficio y un crimen de lesa humanidad.

¿Qué tiene que ver el idioma francés en Haití?

¿Cuál es el origen del idioma inglés en regiones como Australia, América del Norte y ciertas áreas del Caribe?

Con resistencia del riquerio, el hablar del Mapudungun, tiene que estar imprento en los libros de educación.

Son nuestros orígenes como país.                                                                       

Se me asoma Nelson Mandela, 25 años preso.

Saben ustedes de la miseria en los barriales de Pretoria, de Johannesburgo.

Valen estos tiempos, los 25 años de Mandela.

Valen estos tiempos los 13 años en prisión de Pepe Mujica.

¿Se tendrá que seguir cerrando las 44 ventanas abiertas y sangrantes de Víctor Jara?

El hacer de un Netanyahu es alevoso, cruel, demoniaco, sobre todo, es un andamiaje para que un solo sistema de dominio siga por el mundo, viviendo poderoso.

El Imperialismo está feneciendo, y se agarra a la muerte ajena para vivir.

Todos los países del mundo que han sido colonizados por el Imperio saben de lo que hablo.

Una nueva era, una nueva época se abre a los mañanas. Son dos sistemas de producción y propiedad, profundamente contradictorios

Se me asoma Leonel Sánchez con su decir.

“Que gane el mejor”

No se trata de matar, se trata de permitir, se trata de dialogar en el marco de la lucha de clases. 

¡No de cuantos muertos “llevai”!

Tragar, que otro sistema político, otras ideas, puedan ser aplicadas, para lograr el bienestar absoluto de todo su pueblo.

Que seria de mi Cuba hermosa, si el Imperio, la dejara respirar, que sería de ella con 60 años a su favor.

Que sería de Venezuela si en vez de petróleo, tuviera mierda.

¿Que será de mi flaco en noviembre?

Alejandro Fischer Alquinta.

Estocolmo 20250914




jueves, 11 de septiembre de 2025

Mil Guitarras para Victor Jara. ESTOCOLMO 2025

 






SEMINARIO: POR LA INDEPENDENCIA NACIONAL, LA SOLIDARIDAD INTERNACIONAL, LA PAZ Y EL SOCIALISMO.

 







CANTAMOS POR LA MEMORIA Y LOS DERECHOS HUMANOS




 





VELATON POR LA MEMORIA

 







¡EL PRESENTE ES DE LUCHA Y EL FUTURO ES NUESTRO!

 


 


 

 

Un día como hoy, 52 años atrás, tenía yo 23 años.

Me encontraba en la Sala de profesores de la Escuela Técnica Femenina.

La Serena.

Era el profesor de Música. I medio, II medio, III medio.

A las 11 de la mañana, estaría con el deber cumplido.

En la Escuela Normal, se elogiaba a Domingo Faustino Sarmiento, intelectual argentino exiliado en Chile.

Sarmiento, fue nombrado director de la Primera Escuela Normal de Preceptores, cuya función era preparar a los maestros, los albañiles de la palabra.

En su nombre se conmemoraba el “Día del Maestro”.

Ese día, 11 de septiembre de 1973, era para para mí, un espacio, un peldaño más en la construcción de “La Escuela Nacional Unificada”.

Después del acto académico; a Marquesa los boletos.

Un pueblito rural, una escuela, en la cual, trataba de darle un marco a la razón, a la letra, a un número, a una vida.

No alcance en la Escuela Técnica a coger el libro de clase.

Vehículos militares rodaban por la Alameda Francisco de Aguirre.

Eso del: “Presente es de lucha y el futuro es nuestro”, lo tuve que esconder.

Hoy, 52 años más tarde, como rio al revés, lo vuelvo a mencionar.

¡EL PRESENTE ES DE LUCHA Y EL FUTURO ES NUESTRO!

Vamos Jeannette, que se puede.

Alejandro.

 

 

 


DE CÓMO VIVÍ EL 11, 12 Y 13 DE SEPTIEMBRE DE 1973

 



                                                        Iván Ljubetic Vargas, historiador del

                                                        Centro de Extensión e Investigación

                                                        Luis Emilio Recabarren, CEILER

 

 

Plaza de Armas de Temuco

 

Martes 11 de septiembre de 1973. En Temuco, capital de Cautín, la mañana se presentaba fría, pero con sol. Ya se advertía la cercanía de la primavera. Era un bello espectáculo matutino.

El cerro Ñielol, con sus faldeos colmados de árboles y vegetación, parecía un majestuoso centinela resguardando la ciudad que despertaba. Hacia el poniente corría el río Cautín. Era un nuevo amanecer de pueblo laborioso y sufrido.

La vida se deslizaba tranquilamente. Trabajadores y estudiantes repletaban las micros de la locomoción colectiva. Muchos otros iban a pie a sus labores.

Hoy se celebraría el Día del Maestro. En los establecimientos escolares tendrían lugar actos en homenaje a aquellos que han dedicado su existencia a la difícil  pero hermosa misión de educar a las nuevas generaciones.

Los martillos habían iniciado su cantar en las construcciones. En la Fábrica de Aceite de Padre Las Casas, ya estaba laborando el primer turno. Tecleaban máquinas de escribir en las oficinas. En las iglesias, creyentes oían servicios religiosos. En hospitales y clínicas se escuchaba el gimotear de los recién nacidos. En las escuelas, los niños comenzaban sus lecciones. En las tres universidades bullía la actividad juvenil. En los campos, hacía rato que el hombre de la tierra sembraba el trigo de primavera.

La gente vivía, trabajaba, comía, educaba,  estudiaba, amaba, rezaba, compraba, discutía, se enojaba y se reconciliaba, cantaba, prometía, sembraba, producía. Vivía. Simplemente vivía. Pero su existencia tenía un hermoso motivo: forjar un Chile mejor.

De pronto todo eso se rompió. Un latigazo eléctrico recorrió la Cordillera de los Andes.  Las bestias fascistas habían sacado sus garras.

                                     **********

Desde hace días una fuerte gripe me tiene postrado en cama.

Son las nueve de la mañana del martes 11 de septiembre de 1973. Hace ya rato que Marcia,  mi compañera,  se ha ido al Liceo de Niñas Gabriela Mistral, donde ejerce de directora. Hoy debe hablar en un acto del Día del Maestro.

Le he pedido  que llame a Guillermo Chandía, director de Radio La Frontera, y le diga que no podré ir a grabar el programa “La Firme de la Historia” y que repita el programa del sábado 8 dedicado  al antifascista  checo Julius Fucik.

Son las nueve y media de la mañana. Golpean  la puerta. Gritan:

-Compañero, ponga la radio.

-¿La radio, por qué?, me pregunto sorprendido.

Lo hago. Marchas militares en vez de los programas habituales.

¡Mierda! grito y salto de la cama. Pronto con mi hijo Iván, que también estaba agripado, estamos en la vieja citroneta, que esta vez no hubo necesidad de empujarla.  Partió de inmediato.



Block E de calle Volcán Tolhuaca, Población Llaima, Temuco. Vivimos en el primer piso, departamento C.


De acuerdo con  las instrucciones de la CUT de permanecer en los sitios de trabajo en caso de una intentona golpista, vamos a la sede de la Universidad de Chile, donde soy profesor. Allí reina la actividad y la confusión.

Se reúne el Frente de Trabajadores y Estudiantes Patrióticos para estudiar medidas para defender la Universidad. No tenemos ningún arma, pero estamos dispuestos a jugarnos por el Gobierno Popular. Los teléfonos no funcionan.

Un compañero se dirige  al local del Partido para obtener información. Regresa con noticias alarmantes.

La sede partidaria, ubicada en Bulnes esquina Miraflores ha sido asaltada por soldados del Regimiento Tucapel, que se dedican a destruir todo. Prenden una hoguera en la calle donde quemaban libros, banderas, retratos.  Audaces camaradas de las Juventudes Comunistas, ante las mismas narices de la soldadesca, aprovechan el fuego para quemar documentos comprometedores. Hasta el momento, al parecer, no hay detenidos.

Ante la imposibilidad de oponer resistencia alguna en la sede universitaria, acordamos abandonarla.

Salimos de la Universidad, en la leal citroneta, con el compañero Guillermo Quiñones y mi hijo, justo cuando llegaban vehículos con milicos.  Nos dedicamos a recorrer las casas de varios compañeros.

En una de ellas escuchamos parte del dramático último discurso del Presidente Salvador Allende. Conocemos  del bombardeo de La Moneda. Comprendemos que la cosa va en serio. Nos despedimos de Quiñones.

 

Vamos a buscar a Marcia al Liceo de Niñas. Por las calles sólo  patrullas militares.  Los semáforos no funcionan.

 

Marcia, mi compañera,  ha conseguido que su   Yolanda Solís  me permita esconderme en su domicilio.  Ella, una profesora, de la cual nunca supimos su posición política, acepta de inmediato. Solidaria y leal amiga,  está  dispuesta a correr  el riesgo de proteger a un  conocido comunista.

Me dirijo a mi escondite. Falta poco  para las 15, hora en que comienza a regir el toque de queda.

Se hace larga la tarde. Sin comunicación con la familia y los compañeros. Intentando tener noticias sintonizando radios extranjeras.

Esa, es  una noche llena de sobresaltos. Se escuchan el paso de las patrullas militares , ahí al lado, no más. Gritos. Disparos.  Nos parece que en cualquier momento golpearán la puerta… Es la víspera de mi cumpleaños.

 

MIÉRCOLES 12 DE SEPTIEMBRE DE 1973

Es miércoles 12 de septiembre de 1973. Estoy de cumpleaños. Cumplo cuarenta y tres primaveras. Desayunamos con la profesora Yolanda Solís, en cuya casa me encuentro “asilado”.

De pronto escuchamos golpes cercanos. Me asomo a una ventana. Sorprendido, diviso a la compañera Benilde Díaz que al otro lado de la calle golpea la puerta de una casa, en donde vivía  un dirigente del Partido, que ya se ha ido a  otro lugar.

Luego de pedir autorización a la profesora y percatarme que “no hay moros en la costa”, salgo y llamo a Benilde, quien viene de inmediato.

Entramos y nos abrazamos. Nos conocemos desde hace unos 20 años, cuando yo  recién había  llegado a Cautín y ella trabajaba como obrera en la Industria Posek de Temuco, que producía  escobillones y escobillas de lavar ropa. Benilde siempre ha sido muy delgada, ágil y responsable. Vive en la sufrida población La Fama en las riberas del río Cautín.

-Qué sorpresa y alegría de encontrarte, compañero Iván. Fíjate que anoche nos reunimos y vimos que lo primero era tener información y orientación. Por eso vine al local, pero había milicos y pasé de largo.

Me acordé de la dirección del regidor y aquí estoy.

Había atravesado  prácticamente todo Temuco a pie.

Le informo todo lo poco que sé y le insisto que lo fundamental es cuidarse y mantener los  contactos. Un abrazo de despedida y ella parte hacia La Fama. Fue la última vez que nos vimos. 

Decido  ir al centro a buscar  información.  Desde una cuadra de distancia observo  el local que fuera del Partido, ubicado en la esquina de Bulnes y Miraflores.  Ya no está el círculo con la hoz y el martillo, que colgaba en la puerta principal, ni la bandera de la Unidad Popular que los muchachos de  la Jota habían colocado en el tercer piso. Hay huellas de destrucción y saqueo.

 

De pronto  escucho que alguien me llama. Es el compañero Juan Antonio Chávez, Secretario Político del CR Cautín y miembro del Comité Central de las Juventudes Comunistas. Con su acostumbrada sonrisa me entrega algunas informaciones. Nos despedimos. Él se dirige a una reunión clandestina de la Juventud.  Yo, extremando precauciones, voy a donde se encuentra el compañero Alberto Molina, Secretario  del CR Cautín del Partido.  Analizamos la situación. El compañero Alberto, como es su costumbre, da su opinión con sencillez, calma y optimismo. En verdad, conversar con él levanta el  ánimo y  se abren nuevas perspectivas.

 

Vuelvo a  casa de la profesora Yolanda Solís. Escucho en la radio el Bando N. 11 del jefe de la Zona en Estado de Sitio, donde se señalaba  que ese día deben presentarse en el Regimiento Tucapel, antes de las 14 horas, más de 50 ciudadanos “para comprobar sus domicilios”. Mi nombre encabeza la lista.

A partir de ese momento me encuentro  enfrentado al dilema: ¿Qué hacer? ¿Presentarme a no al llamado “para comprobar domicilio”?

 

Llueve. Día triste, gris, invernal. Hasta la primavera tiene pudor de asomarse a un país ensangrentado. Pero tengo la alegría  que mi hijo Ivo viene a verme y,  que algo más tarde lo hace Marcia, mi compañera.

También acude un dirigente regional  con la opinión del camarada Molina: “Quédate hasta el último. Primero vemos como les va a las otras personas citadas. Si no les ocurre nada, te presentas”.

 

Se conoce algo de  lo que  ocurre en los interrogatorios. Varios compañeros, algunos muy conocidos como el diputado Edmundo  Salinas y el compañero Alonso Neira, luego de pesados interrogatorios, son dejados libres. Faltando sólo 30 minutos para el plazo, se adopta la decisión final: me presento.

 

Me encamino al Regimiento Tucapel. Al cruzar  la plaza Manuel Recabarren, que queda al frente de la  base militar, me encuentro con un compañero del MIR. Está muy optimista. Me dice que circula  la noticia que, desde el sur avanzan tropas leales,  encabezadas por el general Carlos Prats.

Son las dos menos cinco cuando cruzo la entrada del cuartel.  Hay severo control. Un conscripto metralleta en mano me conduce al interior.

 

                    





Alejandro Flores Rivera

 


En una gran sala, donde  parece ensaya la banda del Regimiento,  estoy  con varios camaradas. Nerviosos. Pero no falta quien eche  sus tallas. Uno  de ellos, es  el compañero Alejandro Flores, trabajador del Hospital y dirigente del gremio de la salud, la FENATS, que poco después será  asesinado por los fascistas.

Algunos ya han declarado y se fueron a sus casas. Eso da cierta tranquilidad.

Por no haber estado al primer llamado, soy el último en ser interrogado. Entro a una sala pequeña. Hay dos soldados con  uniforme de la Aviación. Uno joven, otro viejo. Me agarran en primera.

 

-Ah! El profesor comunista que  recita a Marx.

- El marxismo es una ciencia y no se recita, les respondo de entrada.

-Cállate, concha de tu madre, ahora somos nosotros los que decidimos todo.

 

Me toman los datos, pero escriben lo que quieren. Los dejé hacer. No me quedaba otra.

Finalmente me dicen:

- Por ser uno de los responsables del caos en la Provincia...

- Pero, si el golpe lo dieron ustedes...

-Por ser uno de los responsables del caos en la provincia deberá presentarse ante la Fiscalía Militar.

Pienso que me enviarán de inmediato ante ella. Pero, para sorpresa mía, me dicen: te va a tu casa y mañana te presentas  a las 9 horas, aquí mismo.

 

Salgo del Tucapel. Me dirijo  hacia mi departamento (el C)  en el Block E de la calle Volcán Tolhuaca  en la Población Llaima, ubicada en el oeste de Temuco.

De pronto  me encuentro con el profesor Eduardo Pino, un  amigo democratacristiano que, junto con su esposa, me miran sorprendidos y me abrazan.

-Iván, me dicen, escuchamos por radio que te habían fusilado. Íbamos a tu casa a darle nuestro pésame a Marcia.

Un escalofrío recorre mi espalda.

Fue un cumpleaños amargo, doloroso, triste. Esa noche, en mi departamento, me duermo pensando en el heroico compañero Presidente.

 

JUEVES 13 DE SEPTIEMBRE DE 1973

 

En la mañana del   jueves 13 tomé una micro en dirección al Regimiento Tucapel. Iban en ella,  entre los pasajeros, el compañero Meza y su hija, que trabajaban en el Seguro. Me miraron en tal forma que me di cuenta que también habían escuchado la noticia de mi fusilamiento. Se acercaron a mí. Me abrazaron. Cuando les conté que iba a presentarme a la Fiscalía Militar, me dijeron que no lo hiciera, que mejor buscara donde ocultarme.

 

Al llegar a la puerta de Tucapel fui recibido  por el centinela con el tradicional: ¡Cabo de Guardia!

Acompañado por un milico metralleta en mano, me llevaron al lugar donde atendía la Fiscalía Militar.

Estaba esperando en un pasillo cuando apareció un militar, a quien no conocía, que  me saludó muy atentamente:

- Buenos días, don Iván, ¿qué hace usted aquí?

- Buenos días, estoy citado por la Fiscalía Militar.

- Esos llegan siempre tarde, váyase a tomar un cafecito a su casa...

Acompañado por un soldado armado con una metralleta, llegué a la puerta del Regimiento. Me dirigí donde estaba el resto del secretariado.

Informé lo ocurrido. Vimos que lo más adecuado era que volviera a ir al Tucapel.  Así lo hice. Me condujeron al pasillo donde ya estuve. Una vez que se me acostumbré a la semi penumbra que allí había, divisé a varias personas que estaban de pie junto a una pared. Con espanto los reconocí. Eran  miembros del Comité Regional de las Juventudes Comunistas. Me acerqué a ellos. El compañero Chávez, secretario regional de la Jota y miembro del Comité Central de ella, al verme me dijo:

 

- Compañero Iván, nos pillaron  reunidos en casa de la compañera Delia y la transformaron  en una “ratonera” (los agentes quedaban en el lugar esperando que llegaran otros comunistas para detenerlos). Hay que avisar...

En ese momento sentí un sorpresivo y doloroso golpe a la altura de los riñones. Un milico me había pegado con la culata de su arma. Apareció “mi ángel de la guarda”. Le gritó al soldado que me había agredido:

-Desgraciado, ¿No sabes a quién estás golpeando? Te vas castigado...

Se dirigió a mí y  me dijo:

- Ya le expliqué, don Iván, estos de la Fiscalía llegan tarde, váyase a tomar un cafecito...

Ordenó a un conscripto que me acompañara a la puerta. En el trayecto el joven recluta me dijo:

- Son unos héroes esos cabros. Les pegaron toda la noche y no han dicho nada... Adiós, compañero Iván. Era seguramente un joven comunista  al que no reconocí.

Salí y me dirigí a donde estaban ocultos los  dirigentes. Informé de la situación. Y volví -increíble, pero cierto-  por tercera vez en esa mañana del 13 de septiembre a comparecer ante la Fiscalía Militar.

 

En el pasillo, en vez de mi  “ángel guardián” encontré  a un oficial de rubios bigotitos que preguntó  a qué venía. Le expliqué que a la Fiscalía Militar. Inquirió la razón de ello. Por ser comunista, le respondí.

Me invitó a pasar a una pieza. Me ofreció una tacita de café. Bebo té, le dije. Mandó a traerme una taza de té.

 

Comenzó a conversar conmigo:

-Respeto a los comunistas, señaló, porque hacen lo que dicen. En cambio detesto a los socialistas, sobre todo a ese Altamirano. Nosotros queremos realizar un gobierno como el de los militares del Perú, progresista y nacional...

- Si ello es así, le repliqué, ¿por qué dieron el golpe contra el Gobierno de Allende?

- Porque quería imponer la dictadura del proletariado...

Hablamos un rato. Después me pidió disculpa pues  debía retirarse.

Quedé sólo. Recién en ese momento tuve cabal conciencia de mi situación. Intenté salir de la pieza. La puerta no se abría  desde adentro. Mire  la pequeña ventana. Tenía barrotes.

De pronto escuché  voces en una pieza del lado. Alguien hablaba amenazante:

- Eres responsable de la mala salud en la provincia,  aquí te las vas a ver con nosotros...

- Siempre cumplimos con nuestro deber de médicos y dirigentes responsables, respondió una voz serena y firme

Reconocí de inmediato que quien hablaba era el doctor y compañero Hernán Henríquez.

 





Doctor Hernán Henríquez

 




El otro lo insultó groseramente. Yo, en un impulso solidario, empujé la puerta que separaba ambas salas, la que se abrió. Increpé al militar que insultaba al camarada a Hernán:

- ¿Quién sois, vos mierda, para tratar así al doctor? 

El soldado me miró sorprendido y furioso. Gritó:

- Soy el mayor Jofré, Fiscal Militar. ¿Y tú quién eres?

La verdad es que lo había tomado por un milico raso, como todos andaban de uniforme de campaña y, por lo demás, no tenía idea de los grados.

- Soy Iván Ljubetic Vargas.

- Ah! Te andábamos buscando. También te irás a la cárcel.

 

Nos subieron arriba de un camión militar,  al doctor Hernán Henríquez, al abogado socialista  Armando Jobet y a mí. Cada uno con un milico apoyando una metralleta en las costillas. Yo iba emputecido. Saludando con el puño derecho en alto a quien viera en nuestro recorrido. Cerca de la cárcel, me embargó la emoción, un grupo de mis alumnos de la universidad, al verme me saludaron agitando sus pañuelos y algunos levantando sus puños. El militar que me custodiaba apretaba entusiastamente el cañón de su arma en mi espalda.

 

(Pienso que esa serie de actos irreflexivos que llevé a cabo esa mañana del 13 de septiembre, me salvaron la vida. Pocos días después, mientras estaba en prisión, llegaron a buscarme a mi departamento un grupo de carabineros y civiles, combinación que siempre resultó fatal. Los atendió Ivo, mi hijo. Cuando les dijo que yo estaba en la cárcel, exclamaron: Podemos esperar,  ahí lo tenemos seguro).

 

 

Cárcel de Temuco