lunes, 15 de abril de 2024

Correlación de Fuerza.

 

Comentario radial y escrito.

 


 


 

Camila Miranda, militante del recién formado Partido Político, “Frente Amplio”, manifestaba:

 

“Tenemos harto que construir y seguimos creyendo fervientemente que la organización colectiva, la organización partidaria, es necesaria”. 

Y tiene toda la razón, y aún más, el darle visibilidad en “este harto que hacer” a la existencia feroz de las desigualdades que se empelotan en la lucha de clases por el mundo entero, es darle a la dignidad del vivir, su derecho y deber de institucionalizar la justicia social; amasando así, políticas para él pueblo y con el pueblo.

 

Estas acciones merecen acordes de esperanzas. 

Este hacer, tan re fácil de escribirlo, en la práctica del sembrado, es como enhebrar un hilo en una aguja sin hoyo. 

Yo fui y soy uno de millones que enardecidos gritábamos y grito, aunque hoy, solo grite en la cocina de mi casa: 

¡Poder Popular!, ¡No nos moverán!

 

¡No pasarán! 

En mi paisito flaco, 4 años antes del nacimiento del partido comunista de Chile, 10 años antes, del triunfo de la Revolución Bolchevique en Rusia; el Gran Capital nacional y extranjero, dejaba en los patios de una escuela, a 3.600 obreros del salitre asesinados. 

Entre los 3600, se encontraban peruanos y bolivianos. Ellos, enfrentaron a los pelotones de fusileros y de metrallas, diciendo:

 

“Con los chilenos vinimos, con los chilenos nos quedamos.” 

Han pasado 117 años.

Hay que tener lágrimas y sudor, bodegas de dolores acumuladas, entendimientos y saberes para poder hablar de la lucha entre las clases y sus afines complicados. 

De allí que, al escuchar fuera de mi creencia, mencionar la lucha de clases, siento un mismo abrigo y me embarco. 

Digo esto así, porque tengo que explicarme este vivir que tengo, tener el coraje de ver a ese espantapájaros que se asoma por mi espejo. 

Decir que el montar a caballo lo aprendí en un burro es tan verdad como sentí, las ansias tristes de la pobreza y de su hambre. 

Porque sé del mentir o denigrar él trabajo. 

De no entender pá que viniste.

 

Saber, que tu silabario fue el “Corrido de Emiliano Zapata”. 

Saber de Rolando Alarcón. 

Y por ahí me fui. 

Cuando yo era un cabro chico, la cuestión política en mi país, lo orgánico y la de los sueños, eran casi igualitas a las de hoy.

 

Los comunistas, antes de la gobernanza de Carlos Ibáñez del Campo, venían con el mismo rosario de hoy: 

Unirse todos los de izquierda, al menos los progresistas. Si no nos juntamos en una coalición, vamos a seguir caminando agachados. 

Y era tan grande su convicción, que le ofrecían a los Socialistas de la época, el construir un solo partido. 

Adivinen la respuesta.

 

En esa época, la Unión Soviética enamoraba a medio mundo. 

Una considerable juventud de mi época, las semanas Santas, procesiones y las Novenas, eran pan comido. 

El amor “con solo barro los formo” era un teorema. 

Quiero decir, que la Democracia Cristiana, su juventud, gobernaba barrios y centros juveniles.

 

A la JOTA le costó el ojo de la cara y el sueño, sentarse a lo Choño Sanhueza, al frente poblacional. 

El tiempo y la humildad política, la conciencia social hizo sus sembrados. 

Se asomó el MAPU, qué a su vez, por cosas del “cachuo estoy”, se hacen dos. 

Así llego la Izquierda Cristiana.

 

El Partido Comunista, en toda su vida orgánica ha invitado a todas las fuerzas e ideas progresistas a la unidad, a amarrarse, aunque sea por hilachas; con el único objetivo de parar a la derecha conservadora, reaccionaria y oligarca. 

Una derecha que lleva inherente en su interior al fascismo. Ultima alternativa, herramienta, para defender y conservar a “dientes picaos” sus sagrados y divinos privilegios. 

Esos años del 60, los llevo en segunda piel.

 

Aún siento profundo el orgullo de haber sido Jotoso. 

En realidad, lo sigo siendo, con menos dientes, esquivando escaleras, respirando cortito y con poco pelo. 

Para explicar la politización juvenil de esa época, asomo un recuerdo que encierra una arrolladora e insipiente conciencia de clase: Se me olvido “Mia serás” de Nicanor Molinare y enamoraba a una prima con:  “Que la tortilla se vuelva”.

 

Hoy, lo que sucede hoy, en mi paisito es un “deja vu”. 

Que se haya logrado conformar acuerdos para impedir que siga la insolencia, el acoso, al vivir del pueblo, es algo histórico. 

Ningún país tiene que estar contaminado por la pobreza. 

La pobreza es pan para la delincuencia y corrupción. 

Estas lacras de la avaricia tienen dos beneficiarios, por un lado, está el lumpen proletario y por el otro, el lumpen de corbata y collera. 

El buscar consensos y acuerdos es un acierto a la inteligencia, es un saludo al hacer de la política con moral y ética.

 

La lucha de clases es la fábrica por donde se construye la fuerza propia. 

Una fuerza que vale dejar los zapatos por la calle. 

En los 1900, en el desierto se dejaban marcados los zapatos con hoyos. 

Es un trabajo esencial, permanente, ascendente. Hay que lograr que las correlaciones de fuerzas estén a nuestro favor, aislando a las fuerzas de la derecha reaccionaria. 

Eso del abordaje o que me sigan los buenos, no vale.

 

Para mí, es un crimen político. 

Estos enfrentamientos, fueron, son y serán, como andar jugando al “Caballito e bronce”. 

¡Agárrate cabro! 

¡Afírmate cabra! 

¡Puta el revoltijo pa grande! 

Las correlaciones se trabajaban en las poblaciones, en sus centros juveniles, en las canchas de fútbol, en las juntas de vecinos, en las tomas de terreno, en el hacer de hoyos y llenarlo de troncos y guitarrearlos con caña. 

Hoy, es más complicado, mucho más complicado. 

La cibernética, los medios de comunicación masiva en manos del capital, la aplicación salvaje del neoliberalismo, sus consecuencias que se muerden y se injertan en las inmensas diferencias sociales, nos hacen retroceder; y tanto es, que nos abandonan socialmente, políticamente convertidos en analfabetos. 

Nos dejan con, “tiene carga y no la siente”. 

¡Mire usted, sienta usted, esa Palestina llena de muertos! 

Esta realidad social, de educación cívica, nos conlleva a abrirle las puertas a cualquiera que grite “Abajo los momios” o a cualquiera que escupe una rosa cromática. 

Hay que saber y entender lo que es jugar al “Caballo e bronce”. Hay que ponerse bien de acuerdo. – 

¡Un guatón no puede saltar primero! 

Miren ustedes, el caballo jugado en la Unidad Popular se saltó equivocado o fuimos caballo cojo. 

La fuerza propia para todo movimiento progresista tiene un significado enorme, para un comunista, es vida, es dialéctica, es la oportunidad pragmática de la moral, de lo ético. 

La fuerza propia para la derecha es la continuación de la explotación del hombre por el hombre. 

Actualmente, en el mundo entero, el vivir está en peligro. 

Y todo por la aplicación y desarrollo de ideologías diferentes a las aplicadas por cientos y miles y más miles de años. 

Esta ideología diferente, joven, aplicada por ejemplo en China, al igual a otras  aplicadas por monarquías imperiales, por oligarquías milenarias, mucho más antes que la era cristiana, llevan, desgraciadamente también, en sus manos sangre violentada. 

Sin embargo, sin caer en el cinismo e hipocresía, en no más de 62 años, han logrado edificar un país con más de 1,412 miles de millones de habitantes sin el lastre la  pobreza extrema, sin poblaciones callampas y con una esperanza de vida de 79 años. 

En una entrevista, la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Diaz Ayuso declaraba que la edad media en España era de 25 años. 

El Partido Comunista Chino no niega ni cierra las puertas a las pilastras privadas; pero si, las controla a lo chino. 

Al final, el contenido de mi decir es, que gracias a la fuerza propia, podemos aplicar la desgracia en nuestro vivir o lo hermoso del vivir. 

Estamos en tiempo de espera. Una espera de nitroglicerina. 

Palestina, Ucrania, Yemen, África, Europa, está en juego. 

Las elecciones de alcaldías y concejales en Chile, las elecciones en Venezuela, en Israel, en Suecia, en España, la correcta interpretación de las migraciones, todo está en juego. 

Y en ese juego, estamos todos. Son los de a pie y los que tenemos un autito, los que elegimos a nuestros representantes. 

Y por lo general, nos meten goles a la buena de dios. 

Vean ustedes el ojito de nuestros hermanos argentinos, sientan la memoria ensuciada a Eloy Alfaro en Ecuador. 

La dignidad de los pueblos nos exige la unidad en la clase, esa clase que hace las cosas nos mandata a estudiar el salto o la postura en el caballo e bronce. 

Alejandro Fischer Alquinta. 

Estocolmo 20240415