A 94 años de la sublevación de la marinería en Chile, entregamos a nuestros lectores un escrito del Historiador Iván Ljubetic Vargas.
Iván Ljubetic Vargas, historiador del
Centro de Extensión e Investigación
Luis Emilio Recabarren, CEILER
RUSIA 1905: MOTIN EN EL ACORAZADO
POTEMKIN
El Potemkin fue un acorazado ruso
que se construyó para la Flota del Mar Negro de la Armada Imperial Rusa. El
buque se hizo famoso por el motín de sus tripulantes contra los oficiales en
junio de 1905, durante la Primera
Revolución Rusa de 1905. Este motín se consideró un primer paso hacia la Revolución Socialista de 1917. Se
convirtió en un símbolo revolucionario, gracias a la película muda “El
Acorazado Potemkin”, dirigida por el gran cineasta soviético Serguéi
Eisenstein, en 1925.
CHILE: VEINTISÉIS AÑOS
DESPUÉS
Coquimbo, agosto de 1931. Gobernaba el Vicepresidente
Manuel Trucco. Los oficiales de las naves de la Armada, surtas en ese puerto,
elevaron una petición solicitando anular la orden del ministro de Hacienda
Pedro Blanquier, de rebajar los sueldos en un 30%. El comodoro de la Escuadra y
comandante del "Almirante Latorre", Alberto Hozven, retuvo la
solicitud. Los oficiales, no se atrevieron a insistir. Pero instigaron a las
tripulaciones para que presentaran un pliego de peticiones.
Cundía la inquietud entre los
marinos. Al enterarse de ello, el comodoro Hozven reunió en el Latorre a 20
representantes de cada unidad anclada en Coquimbo.
Les dijo: "Es una cobardía
pedir que no se efectué la rebaja de sueldos de un 30% sabiendo que el país
está en bancarrota. Castigaré con la expulsión cualquiera que sea el número de
cobardes, a quién intente presentarme esas peticiones..."
COMIENZA LA INSURRECCIÓN
31 de agosto de 1931, 20 horas. En
el Latorre se reunieron clandestinamente los tripulantes de todas las naves
surtas en la Bahía de Coquimbo. . Acordaron:
1.- A las 0,40 horas del 1º de
septiembre las tripulaciones deben apoderarse de los barcos y mantener en sus
camarotes, con centinelas a la vista, al comodoro, al almirante, a los
comandantes y a los oficiales de las dos flotas (Escuadra y División);
2.- Redactar un Manifiesto
explicatorio de la acción,
3.- Obtener la adhesión de la
totalidad de suboficiales y sargentos;
4.- Designar un Estado Mayor de
las Tripulaciones y Comités Ejecutivos para encabezar la sublevación;
5.- Apoderarse de todo el
armamento menor y de las municiones.
1º de septiembre, 0,40 horas.
Suboficiales y marineros se apoderaron del Latorre. A las 4,05 horas, una luz
roja se encendió en seis naves: en el O'Higgins, Orella, Serrano, Lynch, Videla
y Hyalt. Significaba: barco tomado. A las 4.10, hacen otro tanto el Aldea y el
Riquelme.
LAS TRIPULACIONES TIENEN EL
CONTROL
Aún no asomaba el sol, cuando se
constituyó el Estado Mayor de las Tripulaciones, encabezado por el sargento,
Ernesto González, un profesor primario enrolado en la Marina. Este Estado Mayor
envió, por radio, un Manifiesto al Ministro de Marina, cuando eran las 16.15
horas.
En él se señalaba: "Desde hoy
1º de septiembre tripulaciones de la Armada tienen control de todos los buques,
Escuadra y División, obedeciendo anhelo
obtener cumplimiento puntos contemplados en proclama que enviamos en
esta misma fecha...
"... un deber de patriotismo
obliga a las tripulaciones de la Armada a no aceptar dilapidaciones ni
depreciaciones en la Hacienda del país, por la incapacidad imperante del
gobierno actual y la falta de honradez de los anteriores".
COMO PALIAR LA CRISIS ECONÓMICA
La Moneda, Santiago, 23:30 horas. Apresuradamente
se reunió el Vicepresidente Manuel Trucco con sus ministros y dirigentes de los
partidos de derecha y centro. Se tomó conocimiento de los acontecimientos de
Coquimbo y se acordó enviar a
parlamentar con los sublevados al almirante Von Schroders.
Esa misma noche. El Estado Mayor
de las Tripulaciones envió un segundo mensaje radial al ministro de Marina, en
el que planteaban algunas medidas para paliar la crisis económica del país:
"1.- Calcular el tiempo
prudencial para suspender el pago de la deuda externa, bajo el punto exclusivo
que dentro de ese plazo se restablezca el orden financiero interno del país;
2.- Subdividir las tierras
productoras persiguiendo el fin de que haya el mayor número de productores y
propietarios nacionales;
3.- Que las Cajas de Créditos, las
Agencias Fiscales, la Mutual de la Armada y Ejército, reúnan entre todas, un
capital de 300 millones de pesos o más para invertirlos en industrias
productivas, en las cuales se dé trabajo al mayor número de obreros sin
ocupación... Economía en el cierre por dos años de la Escuela de Grumetes, de
Torpedos, de Comunicaciones, de Artillería Naval y de Máquinas..."
ADHESIONES AL MOVIMIENTO
Al emitir este segundo radiograma,
la marinería alzada en Coquimbo había recibido las siguientes adhesiones: de
los buques anclados en Talcahuano y del personal de Apostadero, la Artillería
de Costa, Radio estación de la Armada, la Escuela de Artillería de
Torpedos y Electricidad; del Transporte
Maipo, en viaje a San Pedro de California; del crucero Blanco Encalada; del
buque madre Araucano y cinco submarinos; de las escampavías Janequeo y Sibbald;
de la Escuela de Comunicaciones, Radio
de Playa Ancha, Quintero y la base de Hidroaviones; del Regimiento de Artillería
Arica de La Serena.
El miércoles 2, se produjo el
primer contacto entre los marineros sublevados y el emisario del gobierno. Las
autoridades colocaron varias condiciones para conferenciar: que las
conversaciones fueran en tierra, que se repusiera en sus cargos a los jefes y oficiales.
Pero el Estado mayor de las tripulaciones no las aceptó. Exigió que las
reuniones tuvieran lugar en el Latorre y planteó que no liberaría a la oficialidad hasta resuelto el conflicto.
SALE A LA LUZ PÚBLICA EL CONFLICTO
Ese día, la opinión pública
recibió, sorprendida y alarmada, la noticia de los acontecimientos.
El miedo surgió en los sectores de
la oligarquía, de la burguesía y la mayor parte de los sectores medios.
La situación en las Fuerzas
Armadas era complicada. Al levantamiento de la marinería se agregaban otros viejos conflictos: la pugna en el
interior de la Fuerza Aérea entre los comandantes Vergara Montero y Merino
Benítez; los roces existentes en el ejército entre tropa y oficialidad.
Además, las relaciones de
"civilistas" con militares y policía eran muy malas por los
acontecimientos ocurridos a la caída de Ibáñez.
Pero, ya con las primeras noticias
llegadas desde Coquimbo, los "civilistas" -gente de derecha y centro-
depusieron su beligerancia hacia las
fuerzas armadas y carabineros. Las guardias cívicas, constituidas en julio de
1931, acudieron a regimientos y comisarías para engrosar los grupos de reserva.
Ello sucedía en Santiago y en provincias.
LOS QUE RESPALDAN AL GOBIERNO
Entregaron su incondicional apoyo
al Gobierno, la Legión Cívica de Valdivia, la Guardia Cívica Nacional, la Unión
Cívica de Ñuñoa, el Ejército Cívico de la Clase Laboral, la Guardia Cívica del Barrio de Vicuña Mackenna, la Guardia
Cívica de Providencia, la Legión Cívica de Antofagasta.
También respaldaban al Vicepresidente
Trucco, la Asociación de Arquitectos, el Colegio de Abogados, el Instituto de
Ingenieros, la Sociedad Gastronómica, la Federación de Estudiantes de la
Universidad Católica, la Asociación Odontológica, la Unión Ferroviaria, el
Sindicato de Dueños de Autobuses, el Directorio de Oficiales en Retiro del
Ejército y la Armada, el Cuerpo de Bomberos, las colonias extranjeras
residentes y los partidos políticos de centro y derecha.
Ese mismo día 2, renunció el
gabinete. Manuel Trucco designó nuevos ministros: Interior, Marcial Mora; de
Guerra, Carlos Vergara Montero: Marina, el almirante Carlos Spoerer; de Hacienda, Arturo Prat, hijo del héroe de
Iquique. La intención de este último nombramiento era clara.
LA BANDERA PIRATA DEL ANTICOMUNISMO
Coquimbo, jueves 3 de septiembre.
En el Almirante Latorre se llevaron a cabo las conversaciones entre el Estado
Mayor de las tripulaciones y la delegación del gobierno. Fueron largas y
difíciles. Finalmente, se aprobó un Acta de Acuerdo que puso fin al conflicto,
satisfaciendo las demandas de la marinería.
Entretanto en Santiago, ese mismo
jueves, el general Indalicio Téllez, Comandante en Jefe del Ejército, designado
Jefe de Plaza de la capital, en virtud del estado de sitio decretado por el
gobierno, emitió una circular -publicada por toda la prensa nacional- en que
atacaba virulentamente al comunismo, calificándolo de doctrina tiranizante. Autorizaba,
así mismo, de acuerdo con las autoridades civiles, a los regimientos para
aceptar voluntarios con o sin instrucción militar. En pocos días se
inscribieron ocho mil voluntarios.
El anticomunismo fue la bandera
que levantó el gobierno y toda la reacción contra el movimiento de las
tripulaciones de la Armada. Acusaban a los comunistas, sin tener prueba alguna,
de ser los gestores y promotores de la sublevación.
Las autoridades civiles y
militares decretaron medidas extremas: estado de sitio, ley seca, prohibición
de toda reunión pública y porte de armas de fuego, militarización de todo el
país.
Carlos Maldonado, en su obra “La
Milicia Republicana. Historia de un Ejército Civil en Chile. 1932-
EL PC Y LA FOCH JUNTO A LA MARINERÍA
Los comunistas no participaron en
la gestación del movimiento de la marinería, ni tuvieron responsabilidad en su
desarrollo, pero solidarizaron incondicionalmente con ese histórico alzamiento.
“Recuerdo -relata Elías Lafertte
en su libro “Vida de un Comunista”, publicado en 1971 - que el día primero de
septiembre llegó a Santiago, enviado por Rufino Rozas, que se encontraba en
Coquimbo, un compañero de apellido Lobos, que pidió hablar conmigo y me
comunicó, muy agitado, por cierto, que tenía noticias de que la marinería se
iba a levantar, apresaría a los oficiales y lanzaría un manifiesto al país y
peticiones de carácter económico al gobierno. Algunas de estas peticiones, en
la forma en que me las expuso este compañero, no estaban sólo destinadas a aliviar
su suerte, la de los tripulantes de la Armada, sino a beneficiar a todo el
país. La Dirección del Partido,
informada de esto, estudió la situación y la manera de apoyar a las
tripulaciones”.
"Nosotros, en Santiago
–agrega Lafferte- procurábamos por todos los medios, ayudar a los sublevados y
contrarrestar las acciones de las guardias blancas, que ya se habían
constituido y desfilaban militarmente por la Alameda para atemorizar a los
obreros que miraban con profunda simpatía el movimiento de sus hermanos de
clase".
En la noche del jueves 3, prosigue
el dirigente comunista, "en el local de los tranviarios se reunieron las
organizaciones afiliadas a la FOCH, de la cual yo seguía siendo Secretario
General. Hice un intenso informe, poniendo el énfasis en que el movimiento de
los tripulantes era justo y terminé planteando una huelga general en su apoyo. Hubo
una larga, difícil y enconada discusión. Los tranviarios, al principio, se
oponían a la huelga, pero por último cedieron, la huelga fue aprobada y se me puso
al frente de ella, para dirigirla de acuerdo con un comité con dos delegados
por sindicato y treinta delegados por tranviarios, diez por cada depósito de
tranvías".
ACCIONES DE APOYO A MARINEROS
La huelga general se llevó a cabo
al día siguiente, 4 de septiembre. En algunos sectores fue total, como por
ejemplo, la locomoción. En Santiago, no corrió un solo tranvía. Varias carretas
y carretones de pan y vino, que salieron a trabajar fueron volcados en las
calles. Se produjeron incidentes en que quedaron varios heridos y contusos. Carabineros,
la Escuela de Caballería y guardias cívicos patrullaban las vías.
"Una manifestación de obreros
comunistas y socialistas -narra Lafertte- fue violentamente disuelta en
Amunátegui esquina de Alameda... Entre los rumores que circulaban -añade-,
corrió que yo me hallaba en Coquimbo, al frente de la sublevación. Dijeron
también que había sido muerto por las fuerzas del gobierno, pero Marcial Mora,
Ministro del Interior, declaró que no había tal cosa y que, simplemente, yo me
hallaba escondido. En efecto, esa era la realidad. Dormía en distintas casas,
cada noche en una, para evitar que me detuvieran, principalmente en casa de
profesores..."
También pararon los ferroviarios.
AYUDAS PARA AMBOS BANDOS
"Una comunicación de los
empleados públicos -escribe Patricio Manns en su libro “La Revolución en la
Escuadra”, publicado en 1972- aseguraba que estaban dispuestos a ceder un día
de sus sueldos para aliviar la situación económica, y miles de personas se
inscribían en registros especiales, con el propósito de donar joyas y especies
de valor, así como para depositar dinero en el Banco Central... El Arzobispo de
Santiago, Monseñor Campillo, daba el ejemplo, muy publicitado, al poner a
disposición del gobierno las joyas de los templos 'para mitigar el hambre del
pueblo'.
"En el frente contrario
-añade Manns- las cosas se daban de un modo sorprendente, determinando la
rápida polarización del país en dos bandos. Lota y Coronel, en la poderosa y
combativa cuenca del carbón, se habían unido a los amotinados de Talcahuano,
mientras la FOCH proseguía organizando a los trabajadores urbanos y, desde
Magallanes, los obreros ofrecían ayuda económica y enviaban voces de aliento. Lo
propio hacían algunos regimientos y dotaciones completas de Carabineros".
SUCIA MANIOBRA OFICIALISTA
En Coquimbo, el Almirante
Schroeders presentó al Estado Mayor de las tripulaciones una "nueva
redacción" del Acta aprobada por ambas partes el día anterior.
Al tomar conocimiento de esa
maniobra del gobierno, los jefes de la sublevación enviaron un mensaje que, en
parte, señalaba:
"Este Estado Mayor ha tomado
con profundo pesar nota de la determinación del gobierno de dar una nueva
redacción al acta que pondría fin al movimiento, considerando que ello no sólo
afecta a lo que el gobierno estima fraseología innecesaria, sino también, y muy
especialmente, al fondo y objetivo de todo el movimiento de las tripulaciones. Creemos,
señor Almirante, que esta determinación del gobierno echa por tierra todos los
buenos oficios y nuestros deseos de paz
y concordia al no aceptar el acta que hemos expuesto a su consideración, y que
es la única que las tripulaciones están dispuestas a aceptar..."
UN ULTIMÁTUM Y LA DIGNA RESPUESTA
En la noche del viernes 4, el
gobierno dio por terminadas las conversaciones. Ya había ganado el tiempo
suficiente para poder derrotar militarmente el alzamiento.
El 5, los marineros recibieron un
ultimátum: "Agotados ayer medios conciliatorios y comenzadas operaciones
de fuerza, se exige ahora rendición incondicional desembarcando inmediatamente
tripulaciones desarmadas y sometiéndose a las órdenes del comandante de la
plaza. Si así lo hicieran, el gobierno atenuará el rigor de las sanciones; de
otro modo, aplicará ley marcial en toda su fuerza... Vicepresidente y
ministros".
La respuesta del Estado Mayor de
la insurrección enfatizó: "Declaramos ante la conciencia del país que en
estos momentos, las tripulaciones, al ver la intransigencia antipatriótica del
gobierno y al considerar que el único remedio para la situación es el cambio
social, hemos decidido unirnos a las aspiraciones del pueblo y zarpará junto a
nosotros una comisión de obreros que representa el sentir del proletariado de
la Federación Obrera de Chile y del Partido Comunista. La lucha a que nos ha
inducido el gobierno se transforma en estos momentos en una Revolución
Social".
UN SOS A ESTADOS UNIDOS
El sábado 5 de septiembre, el
Ministro de Relaciones Exteriores de Manuel Trucco, Luis Izquierdo, se
entrevistó con el Embajador estadounidense en Santiago, a quien informó que las
autoridades chilenas estaban convencidas que se trataba de una conjura de
características continentales, que por ello se necesitaba de la ayuda de
Estados Unidos. El mismo Embajador, reportó que Izquierdo le había informado
que "los rebeldes controlaban el mar y que estaban inspirados por
agitadores que pretendían proclamar una 'República Independiente en la
Pampa’ y que era una real amenaza para
los puertos del Norte".
UN CASO ÚNICO EN LA HISTORIA NAVAL
Ese mismo día ocurrió un hecho que
los marineros insurrectos esperaban ansiosos. Como escribe Liborio Justo,
"por fin, el 5 de septiembre de 1931, los barcos que venían desde el sur
arribaron a Coquimbo y ambas Escuadras, después de saludarse con grandes
hurras, izando en sus foques las banderolas de bienvenida, se unieron en la bahía,
para sumar, en total 23 unidades sublevadas y a cargo de sus tripulaciones,
caso único en la historia naval. ¡Quince mil hombres, después de haberse
apoderado de todos los barcos de guerra y puertos militares, con el apoyo de la
Federación Obrera y la simpatía de numerosos cuerpos armados, parecían tener en
sus manos la posibilidad de cambiar los destinos del país! Ya se hablaba,
inclusive, de que se iban a establecer soviets en Chile. Y los diarios,
anunciándolo sensacionalmente en sus pizarras, daban la noticia de última hora:
¡Seis acorazados y varios portaviones de los Estados Unidos partían de sus
bases para dirigirse a Chile, con el fin de aplastar la 'sublevación
bolchevique'".
“DAD ARMAS A VUESTROS HERMANOS”
La FOCH envió un documento a los
marineros insurrectos, donde decía:
"Compañeros tripulantes de la
Armada: habéis empezado valientemente la lucha por nuestro mejoramiento
económico; hoy la oligarquía chilena se niega a oír nuestras reclamaciones,
debéis manteneros hasta el final, para terminar definitivamente con el régimen
causante de todas las injusticias que agobian a las clases trabajadoras de
Chile. Las organizaciones obreras ven con honda simpatía que vosotros, al
levantarse contra las injusticias sociales, empezáis a colocaros en el puesto
que os corresponde, como parte integrante de nuestra clase, y quiere marchar a
vuestro lado en la batalla por la emancipación definitiva.
"Hermanos marineros: El
ultimátum que habéis recibido a vuestras peticiones de mejoramiento económico
por la clase ladrona que nos gobierna y que ha estrujado la savia a nuestro
pueblo, os está probando que si no vais unidos con los trabajadores y si
abandonáis las armas, seréis barridos por la burguesía que nos gobierna.
"Compañero marino: Tú tienes
los buques ya, dad armas a tus hermanos de miserias y en 48 horas, los consejos
de marinos, soldados, obreros y campesinos le habrán dado a Chile un gobierno
donde la miseria no impera.
"Marino hermano: date cuenta
que lo que habéis hecho es lo más grande y sin no lo lleváis hasta el final, si
no te unes con los trabajadores, seréis aniquilados por la oligarquía.
"Marino: el triunfo es tuyo:
para que nada ni nadie te lo quite, únete con los trabajadores.
"Ten presente: no dejes el
arma".
COMIENZAN LAS ACCIONES
En la noche de ese sábado 5, el
gobierno exigió la rendición incondicional de los sublevados en Talcahuano. Fue
rechazado por la marinería.
Domingo 6 de septiembre. Era muy
temprano aún, cuando la flota surta en Coquimbo, luego de calentar las
máquinas, echando grandes penachos de humo, levó anclas y abandonó la bahía. La
intención del Estado Mayor era situarla en mar abierto para ofrecer menor
blanco al bombardeo de la aviación, que se había concentrado en la base de
Ovalle. Pero, poco después del mediodía, los barcos retornaban para ocupar los
mismos lugares donde estuvieron antes.
Eran las 15:30 horas. En
Talcahuano, tropas del Regimiento Chacabuco rompieron fuego contra el
destructor Riveros, que se había acercado a tierra para ayudar a sus compañeros
amenazados por el Ejército. También lo atacó el Grupo de artillería Silva
Renard.
UN DRAMÁTICO RELATO
A las 17:00 horas, el regimiento
O'Higgins cargó contra el Apostadero Naval. Sobre este episodio, el
sargento Ernesto González, jefe de la
insurrección de la marinería, relata:
"A borde del 'Latorre', en
Coquimbo, todo el Estado Mayor seguía las alternativas del combate a través de
la acción de una radio estación. El operador nos describió en detalle la
ofensiva contra los fuertes...
"De pronto gritó: '¡Atención
Coquimbo! ¡Ahora vienen contra nosotros!' Y nos pidió que mantuviéramos el
receptor encendido. Después de un silencio oímos de nuevo su voz: 'Me parece
que los fuertes nos están traicionando. Ninguno dispara contra el Ejército que
baja desde los cerros'.
"Pasado otro minuto dijo:
'Ahora los tengo aquí enfrente. Nos cascan con todo: ametralladoras,
artillería, armas cortas. Esto es un hervidero de balas. Atención -dijo luego-
¡está cayendo gente!'... Transcurrieron tensos minutos. 'Coquimbo -dijo- si me
pasa algo dejaré sonando un pito largo y así sabrán ustedes que ellos llegaron
aquí y se termina la resistencia...'
"Enseguida describió con
varios detalles el avance de las tropas gobiernistas, inmensamente superiores
en número y los desesperados esfuerzos de los defensores del apostadero. Nosotros
escuchábamos consternados, con profunda emoción... Entonces el muchacho gritó a
través del aparato: '¡Epa! ¡Ya están subiendo hasta mi emplazamiento! ¡Vienen
entrando los primeros!' Y después oímos solamente un largo pitazo que marcaba,
según la señal convenida por este héroe increíble, la caída del apostadero
Naval y también su muerte."
LA AVIACIÓN ATACA
No alcanzaban a comentar esos
sucesos los miembros del Estado Mayor, cuando se escuchó el grito de los vigías
del Almirante Latorre: Aviones a estribor. Eran las 17:30 horas del domingo 6
de septiembre. Se iniciaba el ataque aéreo contra la Escuadra.
La aviación de guerra estaba
comandada por su jefe, coronel Vergara, hermano del Ministro de Guerra. Lanzó
varios ataques sobre los barcos, especialmente contra el Almirante Latorre. El
ataque fue repelido vigorosamente por la marinería.
El bombardeo duró 25 minutos y fue
presenciado por los habitantes de Coquimbo desde el muelle y sus inmediaciones,
desde las partes altas de las casas y de los cerros.
Un avión fue derribado y otros
cinco averiados. De la Escuadra, sólo
fue alcanzado el submarino H4 Quidora, donde resultó un marino muerto y otros
heridos. Fue la única nave averiada.
La acción de la aviación contra la
marinería sublevada fue, desde el punto de vista militar, un rotundo fracaso.
En esa, como otras operaciones de
represión contra los marineros en
rebelión, la Fuerza Aérea pudo contar con el concurso de pilotos civiles, que concurrieron
con sus propios aeroplanos.
LOS TEMORES DEL GOBIERNO
En los momentos en que tenía lugar
el frustrado bombardeo en Coquimbo, continuaban los combates en Talcahuano. "La
lucha más cruenta -afirma el historiador Ricardo Donoso en el primer tomo de “Alessandri agitador y demoledor”- tuvo
como escenario los Arsenales de la
Marina, que se hallaba defendido por unos 400 hombres, entre marineros y
obreros, a los que se les entregó armas. Su resistencia fue quebrantada por la
acción de la artillería, cayendo en poder de las tropas gran cantidad de
prisioneros".
El domingo 6 en la noche, se
efectuó una conversación entre el Ministro de Relaciones Exteriores, Luis
Izquierdo, y el almirante Edgardo von
Schroeders. Este último relata que el ministro le dijo: "Si la aviación
vuelve a fallar en su proyectado ataque a la Escuadra, la situación puede tornarse
muy seria, pues se desprestigia la única arma efectiva con que el gobierno
cuenta para dominar a los sublevados. Es de suponer que los insurrectos no
esperen tranquilamente fondeados al lado de la base de Ovalle; pueden llegar al
norte, tratar de sublevar Iquique y
Antofagasta, donde fácilmente pueden dominar a los regimientos de guarnición, y
en fin, cometer depredaciones y actos de piratería.
"Me dijo -sostiene el
Almirante- que en este caso vendría a dominarlos la Escuadra americana. Contesté
que de lo mismo se trató en la reunión con nuestro Ministro (de Marina. Nota del autor), pero mi opinión
era que tuviese buen cuidado de no insinuarlo oficialmente, pues si el país
sabía que se había pedido el auxilio de los yankees, con este objeto, me temo que
el gobierno corra peligro de caer"
EL COMIENZO DEL FIN
Después del bombardeo se
entregaron al gobierno los destroyers Riquelme, Hyatt, Orella y Videla.
Lunes 7 de septiembre. En la
mañana, los buques aún en manos de sus tripulaciones salieron del puerto de
Coquimbo. El acorazado O'Higgins regresó y se rindió.
Los marineros comprometidos en la
rebelión estaban divididos. Cada vez eran más los que deseaban llegar a un
acuerdo con el gobierno. En el resto de las naves, ya no se obedecía al Estado
Mayor. En Coquimbo se rumoreaba que el Almirante Latorre no se rendía porque
"la tripulación y el Estado Mayor de los insurrectos estaban en desacuerdo
sobre el camino a seguir. Los primeros deseaban entregarse y los segundos
pensaban hundir al barco, conforme a lo que han manifestado en otras ocasiones.
Se informó que bandadas de aviones e hidroaviones seguían la marcha del
'Latorre' con el objeto de obligarlo a rendirse.
EL FIN DE LA INSURRECCIÓN
Ese lunes 7 cayeron los fuertes
del Morro, Punta de Parra y el Borgoño.
Según Ricardo Donoso, "en el
combate de Talcahuano hubo un apreciable número de bajas entre muertos y
heridos, tanto de parte de los rebeldes como de las tropas gubernativas. La
captura de los fuertes puso en poder del gobierno mil prisioneros y todo el
armamento y municiones que existía en ellos".
En Valparaíso, regimientos del
gobierno marcharon sobre la Escuela de Comunicaciones, la Base Aérea de Quintero
y el Regimiento Maipo a los que obligaron a rendirse.
En la noche del lunes, el último
bastión de la insurrección era el Almirante Latorre. Acosado por los aviones,
su tripulación terminó por levantar bandera blanca.
El Boletín de Informaciones Nº 14
del gobierno, expedido el martes 8 de septiembre a las 11 horas, señalaba que
el Ministro de Guerra anunció que el Latorre se había entregado en la base de
Quintero. El Boletín Nº 15, de ese mismo día a las 19:30 horas, afirmó
que "las fuerzas de la Escuela de Infantería habían tomado posición del
principal barco rebelde, procediendo a desarmar a la tripulación, que, lo mismo
que las de las otras naves sublevadas,
sería sometida a Consejo de Guerra, que aplicaría con todo rigor los Códigos
Militares".
Liborio Justo -en un artículo titulado “La Sublevación de
la Escuadra”, aparecido en la revista “Punto Final” del 26 de septiembre de
1971- sostiene que "hay fundadas razones para estimar que antes de
rendirse (el Acorazado Almirante Latorre)
se sublevó la marinería contra el Estado Mayor de la Tripulaciones a fin
de disponer la rendición".
LAS CAUSAS DE LA DERROTA
¿Por qué fracasó la sublevación de
la marinería de la Escuadra?
Se puede afirmar que la rendición
de los insurrectos no fue resultado directo del bombardeo de la flota en
Coquimbo. Lo que sí influyó, al parecer significativamente, fue el haberse gestado una suerte de
contrarrevolución a borde de las naves alzadas.
Elías Lafertte se pregunta:
¿Cuáles fueron las causas de que una sublevación que desde los primeros
momentos había prendido como un reguero de pólvora fuera vencida después de la primera batalla? El
mismo responde. "Hay muchas causas. Desde luego, faltó una dirección
segura, una espina dorsal ideológica a ese movimiento, que fue esencialmente
emocional, una improvisación que respondía a un clamor que hacía presa en el
ánimo de los marineros y suboficiales. Pero ellos no sabían a dónde ir ni qué
hacer. ¿Qué habrían hecho de triunfar su movimiento? Se levantaron en realidad
en respuesta a una indignación
desesperada, a un justo temor de perder su pan, pero carecían de
organización y dirección políticas. Sus jefes mismos, comenzando por Ernesto
González, no eran capaces de dirigir y encauzar el heroico impulso de sus
hombres".
OPINIÓN DE UNO QUE TOMÓ PARTE
Pedro Pacheco Pérez, profesor
comunista que participó en la insurrección y que fue uno de los condenados a
muerte, amnistiados gracias a la presión popular, en un artículo titulado “Hace Treinta Años” y publicado en
“El Siglo” con fecha 2 de septiembre de 1972, explica:
"La mayor firmeza y
combatividad se encontraban entre los tripulantes de más baja graduación y con
cierta experiencia, como los cabos. Los más vacilantes fueron los suboficiales,
los que, desgraciadamente, en mayor proporción dirigieron el movimiento, debido
a que los marineros los eligieron impulsados por su respeto a la
jerarquía".
Luego enfatiza: "El error más
notable fue la falta de vinculación orgánica con el pueblo. Era, por otra
parte, natural que así fuera, pues nadie sabía qué o quién había detrás del
movimiento. Recién había caído el dictador, el Partido Comunista recogía sus
cuadros de la ilegalidad, la tiranía había despedazado y corrompido gran parte
del movimiento obrero".
Al mismo tiempo, Pacheco Pérez,
define la insurrección de las Tripulaciones como "una primera
participación del pueblo armado en la solución de sus problemas y de los
problemas de la nación, con mucho de espontánea y con graves errores políticos
y orgánicos, pero una lección rica en enseñanzas".
OTRAS RAZONES
Liborio Justo señala que "los
obreros en Santiago se habían visto obligados a reanudar las tareas y otra vez
andaban los tranvías. Además (la escuadra en manos de las tripulaciones, Nota
del autor) carecía de combustible para ir muy lejos".
En la revista “Internacional
Juvenil”, editada en Montevideo en diciembre de 1931, se sostiene: "El
movimiento de la marinería chilena, a pesar de su extensión a toda la escuadra,
de la solidaridad proletaria con que se ha contado y de los comienzos de
solidaridad en el ejército, no ha sido un movimiento conscientemente político
de los marinos, ni se transformó en un verdadero comienzo de la revolución de
todas las masas laboriosas de Chile". Agrega que la sublevación fracasó también "por
falta de organizaciones comunistas en la Marina misma y hasta por ausencia de
propaganda previa del Partido".
NO HABÍA MADURADO EL FACTOR
SUBJETIVO
En lo referente a por qué el
heroico movimiento de la marinería no se transformó en el inicio de una
revolución social en Chile, a las razones ya expuestas, se deben agregar otras
no menos importantes.
Es necesario tener en cuenta que
la sublevación de los tripulantes de la armada tuvo lugar a sólo 35 días de
haber sido derribada la dictadura de Ibáñez. De
ella, las dos fuerzas civiles que apoyaron el levantamiento habían salido muy debilitadas.
La FOCH, al empezar septiembre de
1931, estaba bastante disminuida en miembros e influencia, tanto por la
represión, como por la grave cesantía que castigaba a la clase obrera,
especialmente al proletariado salitrero. A esto se debe añadir el desarrollo
logrado por los "sindicatos legales".
El Partido Comunista sufría serios
problemas: una militancia muy reducida, como resultado de la represión, de la
traición y deserción de no pocos militantes, entre ellos seis de los nueve
parlamentarios elegidos en 1925 y 1926; con una estructura orgánica que recién
iba adquiriendo la necesaria eficacia; debilitado por la pugna de fracciones en
su interior; con una dirección central reconstituida hacía un mes; carente de una acertada línea política y de
una adecuada política de alianzas; sin una política militar y con ninguna influencia
en las fuerzas armadas.
En otras palabras, en septiembre
de 1931, no existía en Chile el elemento principal del factor subjetivo -un
Partido revolucionario- capaz de ponerse
a la cabeza de una revolución social,
aprovechando las condiciones objetivas que ya habían madurado.
LOS COMUNISTAS SIGUEN SOLIDARIZANDO CON TRIPULANTES
Derrotado el levantamiento de la
Escuadra, los tribunales militares comenzaron a juzgar a cientos de marineros. Dictaron fallos
monstruosos: penas de muerte, presidio perpetuo y otras largas condenas
de prisión. Era la venganza de la reacción por el miedo sufrido en esos días de
septiembre; era el terror que sentían los explotadores por la posibilidad que
pudieran volver a repetirse. Era, en fin, su odio de clase. Era, además,
el escarmiento que pretendían dar contra
quienes intentaron defender sus derechos.
La masacre "legal"
anunciada conmovió la conciencia de amplios sectores. Se constituyeron comités
para impedir las penas de muerte, de las cuales ya se había dictado el
"cúmplase" . Los integraban trabajadores, estudiantes, abogados
partidos populares.
Los comunistas salieron a la
calle. El 21 de mayo de 1932 jóvenes comunistas de Valparaíso repartieron
proclamas exigiendo respeto a la vida y la libertad de los marinos sublevados. En
Santiago, los universitarios efectuaron combativos mítines. Orador infaltable
era el joven comunista, estudiante de
derecho de la Universidad Católica, Luis Hernández Parker.
En Chillán, narra Luis Corvalán,
en. “De lo vivido y lo peleado. Memorias”: “con otros muchachos del grupo
Avance, asistía a los mítines del Partido Comunista cuando se efectuaban los
días que teníamos salida. Sus oradores, Oscar Ghillardi entre otros, exigían
trabajo para los desocupados y la libertad de los marineros detenidos. Entre
éstos había varios condenados a muerte, uno de los cuales era Pedro Pacheco,
que había sido alumno de nuestra Normal (la Escuela Normal de Chillán. Nota del
autor), poeta laureado en una de las fiestas primaverales chillanejas y
profesor de la Escuela de Grumetes. Los normalistas tomamos contactos con los
secundarios de ambos liceos, Chillán, exigiendo respeto por la vida de Pedro
Pacheco”.
Durante la breve “República
Socialista” encabezada por Marmauke Grove (del 4 al 16 de junio de 1932) dictó
un decreto que amnistió y liberó a todos los marinos encarcelados por su
participación en la insurrección de los primeros días de septiembre de 1931.